Palabras clavesAlianzas, nación, imperio, colonia, política, religión, dominio, grandes conflictos, expansión geográfica, decadencia, traición, guerras intestinas y consecuencias.
Desde que el hombre es hombre ha tendido a luchar contra su entorno con el fin de defenderse de agresiones, combatir a sus enemigos, extender su prestigio, alimentar sus ansias de poder, aumentar sus dominios creando Imperios o simplemente por subyugar a los más cercanos (familia, vecinos, amigos o enemigos). El éxito en dicha lucha o capacidad de defensa en su caso, muchas veces, se ha llevado a cabo a base de las propias fuerzas, pero en la mayoría de las ocasiones, se ha sentido la necesidad de buscar alianzas para ello. Alianzas, que le proporcionaran mayores posibilidades de éxito, aumentaran la rapidez en conseguirlo o como medida de fuerza o coacción frente a su oponente para que este desistiera de su empeño en atacarle o dé por perdida la batalla antes de que esta comience.
La hipótesis de trabajo para el tema en consideración consiste en demostrar que, por regla general, son las alianzas las que han jugado un papel importante en el auge de los imperios, el logro de una determinada paz o en la iniciación de los grandes conflictos. Por otro lado, se pretende determinar si el papel jugado por dichas alianzas ha sido la causa principal de la disolución o caída de dichos imperios o por el contrario son otros motivos, de no menor relevancia, los que realmente han tenido una mayor trascendencia en este hecho.
Para comprobar la validez de dicha hipótesis analizaremos los orígenes, el auge y la caída de os principales imperios, de las más importantes alianzas conocidas a lo largo de la historia y de los más cercanos conflictos de carácter mundial precisamente porque es en ellos donde se han originado alianzas relevantes y, porque en muchas ocasiones, han sido los propios imperios los que han intervenido en las mismas en coalición con otros imperios o con países y fuerzas de diversa índole.
A fin de poder completar este trabajo de análisis y, dadas las limitaciones personales de su autor sobre el conocimiento de la Historia de la Humanidad y sin intentar que el trabajo sea un preciso, completo y extenso compendio de historia, se ha tenido que recurrir a diferentes y, mencionadas en cada caso, fuentes abiertas y recoger de ellas (algunas veces literalmente) los hechos más destacados en los que se pudiera apoyar la referida hipótesis de trabajo. Como es natural y por cuestión de espacio y comprensibilidad del mismo, no se va a hacer una mención extensa y detallada de todos y cada uno de los imperios, alianzas y de las grandes confrontaciones conocidas; y por ello, en muchos casos, solo se darán unas pinceladas de los mismos. Su estudio se realizará por orden cronológico de aparición en la historia.
El Primer imperio de importancia mencionado como tal en la Historia del Mundo se forjó entorno a Mesopotamia y se conoce como el Primer imperio Mesopotámico-Imperio Acadio (2340 – 2190 a. C.). Los acadios eran Nómadas de raza semita, pueblos originarios de la Península Arábiga, que coincidiendo con la prosperidad de las primeras poblaciones conocidas como ciudades-estado en Mesopotamia comenzaron a moverse hacia la creciente y fértil región extendida entre los ríos Tigris y Éufrates; en cuya llanura floreció la agricultura y una potente civilización urbana.
Sargón se convirtió en el primer Monarca histórico que conseguía unificar toda la cuenca de Mesopotamia bajo un mismo mandato. Pese a que es probable que esta unidad fuese más teórica que real, la figura de Sargón fue un referente constante para los Monarcas de la región de Mesopotamia. Se sabe que se lanzó a la conquista de las ciudades sumerias del sur. Las conquistas anteriores de Lugalzagesi de Umma pudieron facilitar el camino del conquistador acadio, al encontrarse ya vencida la independencia de las distintas ciudades sumerias. El primero de los objetivos de Sargón fue Uruk, ciudad célebre por sus grandes murallas.
La Dinastía de Sargón de Acad fue la primera a lo largo de la historia que consiguió el dominio sobre pueblos diversos culturalmente, con lo que se puede decir que constituyó el primer imperio de la historia. Sus conquistas dejaron una impronta imborrable sobre las generaciones posteriores, cuyas tradiciones le considerarían el mejor Monarca de la historia, el arquetipo de rey longevo y de gobierno eficaz. Se elaboraron leyendas que le otorgaban un linaje divino y las historias de sus conquistas circularon mucho más allá de las fronteras de sus dominios. Sargón acabó dominando una extensa región de Mesopotamia que incluía a toda Sumeria y que fue conocido como el Imperio Acadio. El máximo apogeo del Imperio ocurrió bajo el mandato de Naram-Sin (nieto de Sargón I).
Pero no fue un imperio largo en el tiempo, Así, tras algo más de 100 años se derrumbó casi tan rápido como se había desarrollado. Este hecho coincidió con el final del reinado de hijo del Naram-Sin, Shar-kali-sharri y fue claramente propiciado por la invasión de pueblos bárbaros procedentes de los montes Zagros conocidos como «Los Guti» y los llullubis procedentes del este del Tigris (posibles ancestros de los kurdos), quienes habitaban en dichos montes desde finales del tercer milenio a. C. Algunos historiadores opinan que la verdadera causa del final del período acadio (y primer período intermedio del antiguo Egipto) no fue debida a la invasión como tal sino que por la aridez de las tierras como consecuencia de terribles y persistentes (casi durante cien años) sequías en la región del Cercano oriente antiguo, el imperio se debilitó tanto que no contaba con la adecuada capacidad de defensa. Se sabe poco sobre el período Guti desde la caída de Akkad o Acad (2083 a. C.) hasta la llegada del renacimiento sumerio para constituir lo que se conoce como el Segundo Imperio Mesopotámico.
El Imperio egipcio se desarrolló a las orillas del río Nilo a lo largo de casi tres mil años. El río discurre por un estrecho valle al que los egipcios llamaban Alto Egipto. Poco antes de su desembocadura, el Nilo se abre en un ancho delta, el Bajo Egipto. En tan prolongado periodo de tiempo los egipcios fueron capaces de crear una brillante civilización, cuyas características básicas se mantuvieron con escasos y puntuales cambios a lo largo de los siglos.
La influencia del Nilo en la civilización egipcia fue decisiva. La necesidad de regular el curso del río y sus crecidas anuales (de junio a septiembre) obligó a los egipcios a construir diversas obras de alta ingeniería para canalizar adecuadamente sus aguas, organizar los trabajos para aprovechar correctamente el ciclo agrícola y a estudiar en detalle los movimientos de los astros para prevenir los cambios estacionales tras descubrir que eran ellos los que los producían; todas estas acciones fueron capaces de ser desarrolladas gracias al establecimiento de un poder político centralizado. Además de ser la fuente de la vida en medio de un territorio desértico, el Nilo sirvió durante miles de años como vía de comercio y comunicación. Por todo ello el historiador griego Herodoto llegó a calificar a Egipto como un «don del Nilo».
El imperio fue comandado por los Faraones a lo largo de casi tres mil años de historia. Hacia el año 3100 a. C. el rey Narmer (llamado Menes por los griegos) unificó los reinos del Alto y el Bajo Egipto, por lo que se le considera el primer faraón. Pero ralamente los historiadores distinguen tres grandes etapas en la historia del Imperio egipcio:
El Imperio Antiguo (2800-2200 a. C.), en el que destacan los faraones Keops, Kefrén y Micerinos, los constructores de las grandes pirámides de Gizeh.
El Imperio Medio (2000-1780 a. C.), en el que los faraones conquistaron tierras en Nubia, al Sur de Egipto, tras la invasión de los hicsos (1650 a. C.).
El Imperio Nuevo (1570-1065 a. C.), en el que destacaron los faraones Tutmosis III y Ramsés II, que extendieron el Imperio egipcio en Oriente (Palestina, Siria).
En los últimos siglos de su historia, Egipto fue dominado varias veces por pueblos extranjeros, como los persas y los griegos, hasta su conquista definitiva por los romanos en el año 31 a. C.
El faraón concentraba en sus manos todo el poder. Los egipcios le consideraban un dios y no podían mirarle ni tocar su cuerpo. En torno al faraón estaba la clase privilegiada, formada por: los nobles, que poseían parte de las tierras y ocupaban los cargos más importantes, como los de visir o primer ministro; los escribas, funcionarios que sabían leer, escribir y contar y que, por ello, administraban los dominios del faraón y los sacerdotes, dedicados a los ritos religiosos. El resto de la población, la gran mayoría, eran campesinos, que cultivaban las tierras del faraón y de los templos, a los que debían entregar parte de la cosecha, y un número respetable de artesanos y arquitectos-constructores que desarrollaron y mejoraron unas técnicas que aún hoy en día precisan de cierta explicación. También había esclavos, pertenecientes en su mayor parte al faraón, que los utilizaba en la construcción de los grandes monumentos, en el trabajo de las minas y en el ejército.
La capital se estableció en Menfis y el periodo de mayor esplendor económico se desarrolló a partir del 2400 a. C. con la quinta dinastía. El comercio fue una pieza fundamental para ello: el trigo se cambiaba por madera de ébano, oro y especias. La artesanía gozó de un gran auge. Posteriormente se vivió un periodo de descentralización, en el que se llegaron a formar pequeñas dinastías territoriales hasta la aparición de los príncipes de Tebas que volvieron a unificar el país y crearon el llamado Imperio Medio que duró hasta 1700 a. C. En este momento el país se extendía desde las primeras cataratas del Nilo (Kush) al mar Mediterráneo, extendiendo una gran influencia en todo oriente y norte de África.
Aumenta la producción agrícola y hacia 1990 a. C., bajo el faraón Amenemhat I época en la que se alcanza el máximo desarrollo económico. En el 1830 a. C. se restablece el primer plan de regadíos en el Bajo Egipto que garantizará en el futuro reservas de agua que permitan los cultivos en la estación seca.
Al final de esta etapa se produce la penetración de los hicsos desde Palestina que se instalan en el Delta y se apoderan del gobierno con sus propias dinastías, aunque las ciudades y sus tierras de Kush y Tebas permanecen independientes, no siendo expulsados hasta el 1550 a. C. por Amosis I, con quien comienza el Imperio Nuevo.
Con el faraón Amenhotep I hacia el 1500 a. C. el imperio recobra su importancia, a pesar de los graves costes que había supuesto el enfrentamiento con las tribus palestinas. Es el momento en el que se produce la mayor expansión del imperio, donde gran parte de Kush queda bajo el poder autocrático del faraón así como buena parte de Siria y la ribera occidental del Éufrates por el norte. No obstante la fuerza de los hititas hará perder buena parte de los dominios norteños y mantendrá en jaque al imperio, al igual que los libios quienes les amenazaban por el Este y Sur.
Con Ramsés II se produce la última época de poder absoluto de los faraones. Después le sucede un periodo caracterizado por la gran influencia y poder de los sumos sacerdotes de Amón, hasta tal punto que alrededor del 1000 a. C. dos dinastías se reparten el control del imperio, con la persistencia en Tebas de los sacerdotes de Amón como herederos y gobernadores independientes, con el apoyo ocasional de los libios.
A las puertas del 800 a. C. comenzó un periodo en el que el proceso de descentralización fue imparable, llegándose a contabilizar hasta veinte reinos distintos, gobernados por los nomarcas , absolutamente independientes Los enfrentamientos entre los mismos eran constantes hasta que en el 715 a. C., Sabacon, procedente de Kush, volvió a unificar bajo su mando buena parte de los nomos y reincorporó a Kush que llevaba 500 años de independencia.
Esto no acabó con los procesos desestabilizadores procedentes de los asirios en el Norte y los etíopes en el Sur. El avance del imperio Persa hacia el 520 a. C. de la mano del rey Cambises II dio al traste definitivamente con el imperio faraónico y la dependencia de Egipto por vez primera de reyes extranjeros. Pero sería Alejandro Magno quien, en el 332 a. C. terminaría por conquistar el país. Algo más tarde el 31 a. C. El emperador romano Octavio Augusto derrota a la reina Cleopatra en Actium y conquista Egipto.
Como síntesis de la larga historia del imperio conviene destacar las siguientes fechas clave:• 3100 a. C. Unificación de Egipto por Menes. Inicio de la época tinita (dinastías I y II).• 2660 a. C. Inicio del Imperio Antiguo (dinastías III-VI).• 2200 a. C. Primer periodo intermedio (dinastías VII-X) e inicio del Imperio Medio (dinastías XI y XII). Con Sesostris, la influencia egipcia se extiende hasta la baja Nubia.• 1780 a. C. Segundo periodo intermedio (dinastías XIII y XIV).• 1650 a. C. Invasión de los hicsos (dinastías XV-XVII).• 1570 a. C. Inicio del Imperio Nuevo (dinastías XVIII-XX).• 1468 a. C. Tutmosis III lleva el poder egipcio hasta el Éufrates y hasta la cuarta catarata del Nilo.• 1364 a .C. Inicio del reinado de Amenofis IV o Akenatón, instaurador del culto a Atón.• 1290 a. C. Empieza el reinado de Ramsés II, que vence a los hititas y ordena construir el templo de Abu Simbel.• 1065 a. C. Comienza el tercer periodo intermedio (dinastías XXI-XXVI).• 662 a. C. El rey asirio Asurbanipal conquista Egipto. Comienza el periodo saíta (XXVI dinastía).• 525 El rey persa Cambises II conquista Egipto. Comienza la época baja (dinastías XXVII-XXXI).• 332 a. C. Alejandro Magno conquista Egipto. Fin de las dinastías de faraones y comienzo de la época helenística con Ptolomeo. 31 a. C. El emperador romano Octavio Augusto derrota a la reina Cleopatra en Actium.• 31 a. C. El emperador romano Octavio Augusto derrota a la reina Cleopatra en Actium.
El Segundo imperio Mesopotámico (2050 a. C.) Tras la caída del Imperio Acadio las ciudades sumerias recuperaron su independencia. Pese a la ya mencionada irrupción de los nómadas gutis y llullubis, que provocaron continuos saqueos, arrasaron ciudades y campos dificultando el comercio, el fin del imperio no trajo la decadencia total del mismo. Las distintas ciudades se mantuvieron activas y se organizaron pequeños reinos independientes desarrollándose así cada uno de ellos de diferente manera. El renacimiento sumerio comprende los años entre la caída del Imperio Acadio y el período de las dinastías amorritas de Isín y Larsa entre los siglos XXII a. C. y XXI a. C.
Este periodo está marcado por la recuperación de la independencia de los sumerios y la expulsión de las tribus gutis y llullubis. Se le atribuye a Ur-Nammu ser el artífice del nuevo imperio, un general del rey de Ur, Utu-hegal, quien se rebeló contra él, lo destronó y fundó la III dinastía de Ur, con la que vendría el renacimiento sumerio y una nueva etapa de esplendor en Mesopotamia que no se veía desde Sargón de Acad. Utu Se dio a sí mismo el título de «rey de Sumer y de Acad». También sometió la ciudad de Uruk, se proclamó rey de Uruk y a su vez sucesor de los reyes míticos de la ciudad, es decir llegó a inventarse que era parte de una sucesión ininterrumpida con los anteriores reyes del primer imperio Acadio.
Durante su reinado se edificó el primer zigurat como torre escalonada que albergaba el santuario del dios al que estaba dedicado en lo más alto de ésta. Este primer zigurat se dedicó al dios de la luna sumerio, Nanna o Sin. Nombró a su hija Ennirgalanna sacerdotisa de dicho templo. También engrandeció el templo de Enlil en Nippur. Otro de sus logros fue la creación de un código de leyes, el código de Ur nammu, basado en la reparación económica de los daños, que tenía como fin aunar los criterios legales de todo su territorio, y garantizar el buen funcionamiento de la economía. Es el código de leyes más antiguo en Mesopotamia.
El máximo apogeo del Imperio se llevó a cabo bajo el reinado de Shulgi (Hijo de Ur nammu. Sin embargo, el ocaso o Fin del 2º Imperio Mesopotámico llegó tras una derrota contra los elamitas. Como consecuencia de ello, la mayoría de las ciudades sufrieron diversos asaltos por tribus nómadas y que tras ser tomadas, se sublevaron contra el imperio fundando varios reinos por separado. En 2003 a. C. la propia Ur caía ante otro de los pueblos nómadas de los Zagros, los Amorritas o amorreos, quienes arrasaron la ciudad saqueándola. El imperio de Ur no fue sucedido por otro Estado que abarcase toda Mesopotamia.
Los orígenes de Grecia están envueltos en misterio y datan del tiempo de Abraham, en el siglo XVIII a. C., y quizás incluso desde antes. Los historiadores discuten sobre cuál es el origen de los griegos; puede que haya sido un pueblo que migró desde Asia hacia Europa y que se asentó en las Islas griegas, o quizás fue un pueblo marino que se asentó sobre la costa.
En cualquier caso, los primeros habitantes de Grecia (llamados micénicos a causa de una serie de excavaciones que fueron realizadas en un lugar llamado Micenas) desarrollaron una cultura avanzada. Alrededor del año 1100 a.C., unos bárbaros llamados dóricos invadieron a los micénicos y toda la civilización desapareció; Grecia entró en lo que se conoce como la «Era o Edad Oscura», de la cual reemergió cientos de años después
Con el final de la Edad Oscura (año 776 a. C.) surgieron en lo que hoy conocemos como Grecia varios reinos y ciudades-estado, los cuales se extendieron hasta las costas del mar Negro, el sur de Italia (Magna Graecia) y Asia menor llegando a constituir lo que se conoce como el Imperio Griego. Estos estados y sus colonias alcanzaron un gran nivel de prosperidad que dio paso a un florecimiento cultural sin precedentes —periodo conocido como la Grecia clásica— más evidente en la arquitectura, el teatro, la ciencia, las matemáticas y la filosofía. En el 508 a. C., Clístenes introdujo el primer sistema democrático del mundo en Atenas.
Para el 500 a. C. el Imperio persa controlaba el territorio entre el actual Irán hasta las zonas que hoy forman parte del norte de Grecia, Macedonia, el sur de Ucrania, Bulgaria y Rumania, por lo que se convirtió en una amenaza para los griegos. Las ciudades-estado helénicas ubicadas en Asia Menor fracasaron en sus intentos por expulsar a los persas; en 492 a. C. el ejército persa invadió los estados de la Grecia continental, pero se vio forzado a retirarse luego de su derrota en la batalla de Maratón en 490 a. C. Diez años más tarde lanzaron una segunda ofensiva. Pese a la heroica resistencia de los espartanos y otros griegos en la batalla de las Termópilas, los persas lograron tomar Atenas.
Tras una serie de victorias griegas entre el 480 y 479 a. C. en las batallas de Salamina, Platea y Mícala, los persas se vieron forzados a retirarse por segunda ocasión. Estos conflictos militares, conocidos como las Guerras Médicas, fueron liderados en gran parte por Atenas y Esparta. El hecho de que Grecia no fuese un país unificado dio lugar a varios conflictos entre los estados helénicos envueltos varios de ellos en determinadas traiciones de las que se hablará con posterioridad.
Dentro de éstos cambios de liderazgo destacan los siguientes: el enfrentamiento más importante fue la Guerra del Peloponeso (431–404 a. C.), donde la victoria de Esparta marcó el final de la supremacía del Imperio ateniense sobre la Antigua Grecia. Posteriormente, la batalla de Leuctra (371 a. C.) le brindó el poder hegemónico a Tebas, pero poco después le fue arrebatado por Macedonia. Este reino logró unificar al mundo griego en la liga de Corinto —también conocida como la «liga helénica»—, bajo el mando del Filipo II, líder del primer estado griego unificado en la historia.
Tras el asesinato de Filipo II, su hijo Alejandro Magno asumió el liderazgo de la liga de Corinto, y en 334 a. C. lanzó una invasión al Imperio persa. Cuatro años después y tras salir victoriosos en las batallas de Gránico, Issos y Gaugamela, los griegos marcharon hacia Susa y tomaron Persépolis, la capital ceremonial de Persia.
El imperio creado por Alejandro Magno se extendió militar y/o económicamente por casi todos los territorios costeros de los mares Mediterráneo y Negro, cosa que a la que contribuyó de forma efectiva el hecho de que la civilización griega fue básicamente marítima, comercial y expansiva. Una realidad histórica en la que el componente geográfico jugó un papel crucial en la medida en que las características físicas del sur de la península de los Balcanes, que por lo accidentado de su relieve, que dificultaba la actividad agrícola y las comunicaciones internas, y por su dilatada longitud de costas favorecieron o provocaron su expansión hacia ultramar. Un fenómeno sobre el que incidirían también de forma sustancial la presión demográfica originada por las sucesivas oleadas de pueblos (entre ellos aqueos, jonios y dorios) a lo largo del III y II milenios a. C.
La repentina muerte de Alejandro Magno, acaecida en el 323 a. C., condujo al colapso del Imperio, que se dividió evarios reinos: el Imperio seléucida, el Egipto Ptolemaico, el Reino grecobactriano y el Reino indogriego. Muchos griegos emigraron a Alejandría, Antioquía, Seleucia y a muchas otras ciudades helenísticas en Asia y África. Aunque no se pudo mantener la unidad política del Imperio de Alejandro Magno, si permaneció en tiempo el dominio de la civilización helenística y el idioma griego a todos los territorios conquistados por al menor dos siglos, y en el caso de algunas regiones del este del Mediterráneo, por un periodo mayor.
La muerte de Alejandro Magno fue seguida por un periodo de confusión. En el 276 a. C. la dinastía Antigónida, descendientes de uno de los generales de Alejandro, tomó el poder en Macedonia y en la mayor parte de las ciudades-estado griegas. Desde el siglo II a. C. la participación de la república romana en los asuntos internos de los helenos desembocó en las Guerras Macedónicas. La derrota de Macedonia en la batalla de Pidna (168 a. C.) puso fin al poder Antigónido en Grecia. En 146 a. C. Roma se anexionó Macedonia como una provincia, y el resto de su territorio se convirtió en un protectorado romano. El proceso terminó en el 27 a. C. cuando el emperador romano César Augusto se hizo con el resto de Grecia para convertirla en la provincia senatorial de Acaya aunque con personalidad y consecuencias propias.
La cultura de Grecia tuvo una poderosa influencia sobre el propio Imperio romano, el cual la adoptó y difundió a través de muchos de sus territorios de Europa. La civilización de los antiguos griegos ha sido enormemente influyente para la lengua, la política, los sistemas educativos, la filosofía, la ciencia y las artes en toda la humanidad.
Como síntesis de una dilatada historia podemos añadir que la historia de la Antigua Grecia suele subdividirse en varios períodos en función diversos sucesos políticos, sociales y culturales:
• La Edad Oscura (h.1100-h.750 a. C.).• La Época Arcaica (h.750-h.500 a. C.) se suele considerar que la Época Arcaica termina al derrocar al último tirano de Atenas en el año 510 a. C.• El período clásico (h.500-323 a. C.) el Partenón se construyó durante esta época.• El período helenístico (323-146 a. C.) es cuando la cultura y el poder de Grecia se expandió en el Oriente Próximo y el Oriente Medio. Este período comienza con la muerte de Alejandro Magno y termina con la conquista romana tras la Batalla de Corinto (146 a. C.).• La Grecia romana, comprendida entre la conquista romana y el restablecimiento de la ciudad de Bizancio y su nombramiento, por el emperador Constantino I, como capital del Imperio romano (la Nueva Roma) renombrada Constantinopla en el año 330.• La Antigüedad tardía, hasta inicios del siglo VI, con el declive del politeísmo romano frente al avance del cristianismo. El final de este período suele simbolizarse con el cierre de la Academia de Atenas por parte de Justiniano I bajo el edicto del año 529, que además prohibía el paganismo, el judaísmo y cualquier religión no cristiana
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