En los primeros meses, la publicidad internacional sobre atrocidades probablemente favorecía a los nacionales. Periodistas extranjeros fueron atraídos naturalmente a las ciudades grandes, por la mayor parte en manos de los republicanos, y los reportajes sobre el Terror Rojo y los asesinatos en masa inspiraban mucho horror y bastante revulsión internacional contra la revolución en la zona republicana, provocando comparaciones con Rusia. Esto empezó a cambiar durante el otoño de 1936, cuando los republicanos se hicieron mucho más activos en la propaganda, dando mayor énfasis no tanto a los asesinatos en la zona nacional como a los bombardeos de ciudades y las bajas entre la población civil. Meses más tarde, con la enorme publicidad internacional generada por el bombardeo de Guernica en abril de 1937, el balance en noticias y propaganda había virado fuertemente a favor de la República.
Tal propaganda llegó a ser la especialidad y también el gran éxito—al final, el único éxito—de la República, pero ha sido muy poco estudiada hasta la publicación este año del excelente libro nuevo de Robert Stradling, Your Children will be Next: Bombing and Propaganda in the Spanish Civil War (University of Wales Press). Stradling probablemente no está tan bien conocido en España como merece. Es el único hispanista, con la excepción de Bartolomé Bennassar, que ha publicado obras de investigación distinguidas tanto en historia moderna como en historia contemporánea. Su libro nuevo es el único estudio de envergadura sobre el tema de los bombardeos y la propaganda, puesto que el conocido libro de Herbert Southworth se limita principalmente a la propaganda franquista con respecto a Guernica. El libro de Stradling no es meramente una contribución muy importante a la investigación sobre la propaganda, sino también al análisis del fenómeno general de los bombardeos de ciudades, que antes ha sido estudiado solamente en el libro Josep Ma. Solé Sabaté y Joan Vilanova. Se trata de un estudio objetivo y equilibrado, que no divide los dos bandos en «buenos» y «malos,» sino que presenta y se evalúa las actividades discutibles de ambos de ellos.
Como apunta Stradling, es muy irónico que la propaganda de los bombardeos nacionales llegó a ser el tema individual más importante para los republicanos, puesto que fueron ellos los que iniciaron los bombardeos de ciudades abiertas el primer día del conflicto -el bombardeo de la población civil de Tetuán el 18 de julio de 1936- una práctica que continuaron durante todo el conflicto. Sobre todo durante las primeras semanas de la guerra la prensa en la zona republicana se ufanaba extensamente de las destrucciones infligidas tanto por los bombardeos republicanos, como por el cañoneo de ciudades costeras de los nacionales por la armada republicana. Como siempre, se exageraba mucho, porque estos ataques, aunque frecuentes, no causaron tanto daño.
Sin embargo, la propaganda republicana, de 1936 hasta 2008, siempre inculpaba especialmente a Franco por ataques contra ciudades republicanas. Hasta en 2004, después del ataque islamista a Atocha, varios comentarios izquierdistas, en vez de enfocarse concretamente en el terrorismo nuevo, se aprovecharon de tal oportunidad para denunciar a Franco mucho más que a los islamistas, diciendo que el terrorismo nuevo les recordaba especialmente de los ataques terroristas deliberados de Franco.
Ahora, la guerra española tiene un lugar especial en la historia de la aviación militar, pero principalmente por haber sido el escenario del desarrollo del bombardeo táctico de objetivos militares, no del bombardeo estratégico de ciudades. Nunca hubo bombardeos estratégicos muy importantes en la guerra española, porque aviones adecuados faltaban a ambos lados. Franco ordenó varios ataques aéreos a Madrid entre el 30 de octubre y el 23 de noviembre de 1936, que mataron a más que 300 personas, pero después de eso ataques así de tipo estratégico eran pocos. Las grandes excepciones parciales fueron Durango y Guernica. Los bombardeos de Barcelona y otros puertos en la costa oriental, sobre todo en 1938, fueron dirigidos principalmente contra las operaciones de puerto, los muelles y los barcos, aunque con las miras de bombardeo tan pobres que existían entonces era inevitable que algunas bombas cayeran sobre las ciudades mismas. Los grandes ataques de terror deliberados fueron sobre todo los lanzados contra Barcelona desde Mallorca en marzo de 1938, ordenados directamente por Mussolini, y Franco pidió oficialmente que cesaran.
En total, parece que había más bombardeos individuales de ciudades por los republicanos que por los nacionales, aunque los llevados a cabo por éstos causaron más bajas. No hubo ninguna diferencia en la dimensión moral, salvo que los republicanos empezaron tales asaltos, y se especializaron más en ellos, dándolos más atención proporcional que a los bombardeos militares. En cambio, el bombardeo nacional era casi siempre más efectivo; muchos de los ataques republicanos se hicieron con un número de aviones muy pequeño, aunque, descontando sitios pequeños como Belchite, la ciudad más generalmente destruida por ataques aéreos y artilleros fue Oviedo. En total, Ramón Salas Larrazábal calculó que unos 11.000 civiles murieron como consecuencia de los ataques nacionales, contra 4.000 muertos en la zona nacional a manos de los republicanos. Tales cifras no son muy exactas, y muy posiblemente son algo exageradas, porque la potencia de fuego de ambos lados era limitada , y hubo pocos ataques fuertes contra ciudades. Pero una cosa es cierta: si los nacionales ganaron la batalla del aire, está evidente que perdieron la batalla de la propaganda, en esto como en muchas otras cosas.
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