Catalanes y escoceses

Para comentar con rigor el libro de John H. Elliott sería necesario un ensayo tan extenso como el propio libro en cuestión al objeto de puntualizar, matizar o rebatir alguna de sus afirmaciones; sin embargo, este artículo es una simple reseña y, por lo tanto, necesariamente breve, por lo que sólo se abordarán algunos de los aspectos más sobresalientes.

Con carácter general se observa un cambio de actitud por parte de Elliott al revisar y valorar durante quinientos años las historias parecidas, aunque significativamente diferentes, de Escocia y Cataluña. Este cambio se produce al final del libro, cuando se aborda con bastante ecuanimidad los últimos acontecimientos ocurridos en otoño de  2017, con la proclamación unilateral de independencia de la pretendida República de Cataluña. Este cambio de actitud también se hace visible en el epílogo.

A lo largo de más de trescientas páginas, Elliott considera que las relaciones de Cataluña con el resto de España ponen de manifiesto el fracaso de los Reyes Católicos, los reyes de la Casa de Austria, los Borbones y todos los dirigentes habidos después 1812, como Espartero, Maura, Primo de Rivera, Negrín y Franco, incapaces de abordar adecuadamente la singularidad de Cataluña. Leyendo a Elliott, se llega a la conclusión de que Castilla, o más bien España, nunca llegaron a entender a Cataluña.

Como contrapunto, John H. Elliott muestra el acierto, la habilidad e inteligencia con que los reyes y gobernantes ingleses consiguieron crear el Reino Unido de la Gran Bretaña, integrando al antiguo Reino de Escocia en un proyecto de éxito, que tuvo su mejor expresión en el Imperio Británico, del cual los escoceses se consideraban parte integrante, sintiéndose a la vez autores y beneficiarios.

Sin embargo, Elliott deja patente que, debajo de estas aguas aparentemente tranquilas, siempre existió un mar de fondo revuelto que evidenciaba las enormes discrepancias entre ingleses y escoceses, puestas de manifiesto en el famoso incidente del Covent Garden (década de 1760), cuando dos oficiales de un regimiento de las Highlands que regresaban victoriosos de la conquista de la Habana, joya de la corona española, entraron en el teatro y fueron recibidos por los gritos de: “¡Escoceses no!, ¡Escoceses no! ¡Fuera con ellos!” (p.176).

Mientras existió el Imperio Británico las aguas se mantuvieron tranquilas; pero cuando éste desapareció a lo largo del siglo XX, volvieron a surgir los problemas y el resentimiento.

El 14 de diciembre de 2014 tuvo lugar un referendo con el resultado de 55 % de votos contrarios a la independencia y 45 % a favor. No obstante, a pesar de la derrota de los separatistas se produjo un resurgimiento del apoyo de todos los partidos independentistas. En Inglaterra se ha extendido la idea de que “los escoceses no crean más que problemas, y siempre acuden a los contribuyentes ingleses para que paguen sus facturas” (p.335). Como reacción, surgió en Inglaterra un partido nacionalista inglés (United Kingdom Independence Party, UKIP). Según Elliott, David Cameron aceptó este nacionalismo inglés y planteó la cuestión potencialmente explosiva de: “votos ingleses para leyes inglesas”.

Al día de hoy, las espadas están en alto, pendientes del desenlace del Brexit. Si el Reino Unido decide salirse de la Unión Europea, los separatistas escoceses están dispuestos a hacer un segundo referendo, sin prisas, porque en esta ocasión quieren asegurarse la victoria.

En mi opinión, el renacimiento del separatismo escocés, a pesar de varios siglos de buen entendimiento, ha hecho recapacitar a John H. Elliott y mirar con otros ojos el problema histórico del separatismo catalán, afirmando:

Su decisión de seguir adelante con la declaración unilateral de independencia era un acto de locura. […] Se habían situado claramente fuera de la ley y de la Constitución, una Constitución que la misma Cataluña había aceptado y suscrito cuando España llevó a cabo la transición a la democracia parlamentaria. [Cataluña] había sido una sociedad próspera, acogedora y de gran amplitud de miras, comprometida totalmente con el resto de España y con el mundo. Ahora se volvía hacia adentro y comenzaba a desgarrarse a sí misma. […] A pesar de los numerosos fracasos del Gobierno español y de la clase política española durante muchos años, la principal responsabilidad de esta trágica situación recae en el establishment catalán. Este sector de la élite decidió tomar la ley en sus manos y seguir adelante con sus planes, sin tener en cuenta el precio que habría que pagar por ello. […] Vivía en un mundo propio lleno de fantasía, […] sacado de una mezcla de historia verdadera y falsa, y de recuerdos filtrados a través de la imaginación colectiva. […] La España del siglo XXI no era la del general Franco, ni tampoco había sido España durante siglos más que un Estado represor. Excluir lecturas alternativas es cerrar opciones alternativas. Al embarcarse en este infeliz proceso, que se metamorfoseó demasiado fácilmente en el procés, el nacionalismo catalán, con toda su cara amable, fue incapaz de tapar la fealdad que se escondía detrás de la sonrisa”. (El subrayado es mío, el texto se ha acortado en aras a la brevedad), (pp. 357/358).

Más adelante, en el epílogo, Elliot comenta: “La razón se calla cuando hacen aparición las emociones”. Recuerda al gran historiador catalán del siglo XX, Jaume Vicens Vives, sobre el carácter de los catalanes, que oscila entre el seny  y la rauxa; es decir, entre el sentido práctico que procede de una apreciación realista de las posibilidades (seny), y la rauxa que implica el abandono de toda mesura y razón cuando la pasión se apodera de las masas. (p.364).

Existe un cierto paralelismo con el carácter escocés puesto de manifiesto en el desastre de Darien, colonización frustrada de una provincia de Panamá ocurrida a finales de la década de 1690. Según el famoso escritor escocés, Walter Scott: “Especialmente, parece que [los escoceses] pierden el poder de calcular y adaptar sus medios a la finalidad que desean alcanzar y tienden a aspirar a cosas maravillosas pero, desgraciadamente, no tienen el poder o la fuerza necesarios para conseguirlos” (p.364).

Ahora ha llegado el momento de regresar a la Historia.

En aras a la brevedad de un artículo, sólo puedo abordar un acontecimiento histórico, aunque son muchos los que habría que comentar o puntualizar del libro de John H. Elliott.

Elliott empieza su revisión histórica en el año 1469, cuando Fernando, rey de Sicilia y heredero de la corona de Aragón, viaja en secreto y de incógnito para casarse con su prometida, Isabel, princesa de Asturias y discutida heredera de la corona de Castilla.

En mi opinión, la historia habría que comenzarla antes, con el Libro de los Hechos del rey Jaime I de Aragón (1213-1276). Este es un documento de incalculable valor, que pone por escrito los pensamientos, inquietudes y hazañas del rey Jaime I. Fue un libro dictado, no escrito por el propio rey, que pone de manifiesto que en el siglo XIII dominaba la corona de Aragón un establishment o élite aragonesa y catalana, que pretendía controlar al propio rey. No era el pueblo llano, que estaba sometido al  poder de esta élite, sino la nobleza y algunos acaudalados terratenientes y mercaderes. Todo esto queda reflejado en el famoso juramente de servicio al rey expresado en los siguientes términos: “Nos, que somos iguales a vos y todos juntos mayores que vos, os hacemos rey de Aragón, si juráis los fueros y si no, no”. Es decir, se le reconocía como rey si juraba mantener los privilegios de esa minoría dominante, no del pueblo llano que a estos efectos no contaba.

Jaime I fue hijo del rey Pedro II de Aragón que murió en la batalla de Muret, el 12 de septiembre de 1213, luchando a favor de sus súbditos albigenses y en contra de Simón de Monfort, señor de Monfort y quinto conde de Leicester.

El niño Jaime se encontró ante un panorama desolador, según cuenta en sus memorias: “En aquel momento estaban empeñadas todas nuestras rentas en manos de judíos y sarracenos; e incluso nuestros bienes, que consistían en setecientas caballerías, habían sido todas – menos ciento treinta- regaladas o vendidas por nuestro padre, el rey don Pedro. Hasta tal punto que, al llegar Nos a Monzón, no había alimentos ni para un día; tan destruido y esquilmado se hallaba nuestro patrimonio”.

Es decir, la nobleza aragonesa y catalana quería tener un rey económicamente dependiente de ellos a todos los efectos. Esta situación cambió con la conquista de Mallorca, primero y del reino de Valencia después. Por derecho de conquista el rey recibía la quinta parte del botín. Tras estos triunfos, Jaime I se convirtió en un rey admirado, pero también temido, porque era económicamente independiente; es decir,  soberano y libre.

Durante su juventud los actos de deslealtad con el rey don Jaime fueron continuos por parte de los nobles aragoneses y catalanes, hasta el punto de que llegaron a poner una guardia armada en el dormitorio anexo al de los reyes. Por lo que Jaime I le dijo a la reina Leonor de Castilla, su primera esposa: “Somos conscientes del daño y deshonor que vos y Nos estamos recibiendo, y aunque somos de tan corta edad, si así lo queréis, nos vengaremos por ello a Nos y a vos”.

Para tratar la conquista de Mallorca se reunieron las Cortes en Barcelona en el año 1229, en las cuales el rey Jaime I dijo:

“Damos por sentado que sabéis que Nos somos vuestro señor natural – pues somos el único, al carecer de hermano ni hermana, porque nuestro padre no tuvo más hijos de nuestra madre -, y vinimos a vos muy joven – cuando contábamos sólo seis años y medio – hallando a Aragón y Cataluña perturbados, pues se enfrentaban unos a otros sin concordar en nada.  Lo que querían los unos no lo querían los otros y, por estas desavenencias, os habéis granjeado mala fama en el mundo.

Esta lacra no la podemos remediar más que de dos maneras: una, por la voluntad de Dios, si nos dirige en nuestros asuntos; y otra, si vos y Nos acometemos gestas que le sean agradables. Empresas que sean tan notorias y tan nobles que se desvanezca el mal nombre que habéis generado; pues la claridad de las buenas obras disipa la oscuridad.

Así pues, Nos os rogamos muy encarecidamente – por estas dos razones: en primer lugar, por Dios mismo, y en segundo lugar, por el vínculo que nos une a vos – que nos apoyéis y ayudéis en tres puntos. Primero, a fin de poder pacificar nuestras tierras; segundo, que podamos servir a nuestro Señor en esta expedición  que proyectamos sobre el reino de Mallorca y las otras islas que le pertenecen; tercero, que nos digáis cómo tenemos que actuar para poder llevar a cabo esta gesta para el honor de Dios.

Antes de que los ricohombres respondieran al rey, se anticipó el conde de Ampurias que dijo: “Me anticiparé yo a lo que os respondan vuestros nobles: si hay quien en el mundo tienen mal renombre, nosotros lo tenemos bueno. Vos habéis venido a nos como nuestro señor natural y es preciso que vos, con nuestra ayuda, hagáis obras tales que recobremos el buen nombre que hemos perdido. Y podemos recuperarlo si vos, gracias a nuestra ayuda, conquistáis a los sarracenos un reino que está en el mar, así sí que borraremos nuestra mala fama y será la mejor gesta que haya emprendido los cristianos en los últimos cien años”.

Es decir, que en el año 1229, los nobles aragoneses y catalanes tenían fama de revoltosos, levantiscos y mal avenidos

La conquista de Mallorca fue una gesta personal del rey Jaime I, si bien tuvo un momento de titubeo antes de ordenar el asalto final a la ciudad amurallada de Mallorca, ante el gran número de bajas que se habían producido en los combates previos. Precisamente, fueron sus huestes las que dijeron que no se podía dar marcha atrás, por respeto a los que habían caído.

Tras la conquista de Mallorca, se incrementó la autoestima del rey Jaime I, hasta el punto de que decidió separarse de su primera esposa, doña Leonor de Castilla, se dice que por razones de consaguinidad que no era muy próxima, si bien la diferencia de edad era muy marcada. El matrimonio fue anulado en el año 1229 por el papa Gregorio IX, cuando don Jaime contaba veintiún años de edad y doña Leonor, treinta y nueve.

De esto no se dice nada en el Libro de Hechos; sin embargo sí que dice por qué el rey don Jaime eligió como segunda esposa a doña Violante de Hungría: “pues si cuando Nos no valíamos tanto nos dieron la hija del rey de Castilla, don Alfonso, justo es que ahora, que valemos más [tras la conquista de Mallorca], tomemos también hija de rey y no solo la hija del duque de Austria, aunque éste sea más rico”.

En mi opinión, la gesta de Valencia fue una auténtica acción personal del rey don Jaime, a la que se opusieron los nobles aragoneses y catalanes por dos razones: para no arriesgar su vida y para que el rey don Jaime no acrecentara aún más su fortuna personal. Le aconsejaron que aceptara las parias que le ofrecía el rey moro de Valencia.

Don Jaime lo cuenta así: » Esta misma mañana me han convocado a una reunión don Fernando y los ricohombres de Aragón y se personaron ante mi, vos, don Jimeno Pérez, oísteis lo que se dijo. Me dijeron muchas cosas que me desalentaron de conquistar Burriana y me ofrecieron dinero – que me daría el rey de Valencia, que se llama Zaen- si levantaba el cerco de Burriana.

Cuando oí aquellas palabras, que me fueron muy duras y crueles de oír, les mandamos que las retirasen, ya que era algo que no íbamos a hacer a cambio de nada debido a la gran deshonra que nos acarrearía levantar este sitio.

No pudimos evitar reprimir las lagrimas por el gran mal  que nos dábamos cuenta que nos propiciaban, ya que llegaban al extremo de preferir lo que pudiera darles el rey de Valencia por encima de guardar nuestra honra y la fe que nos debían tener. Ellos, viéndonos llorar, se pusieron a llorar con Nos.”

La guarnición que estaba defendiendo la fortaleza del Puig, cerca de Valencia, quería desertar y abandonar la plaza. Don Jaime en sus memorias lo relata así:

“Seguidamente, Nos fuimos a descansar, pero no quisimos decir nada a nadie al respecto. Y, a pesar de estar en enero, en que hace tanto frío, nos revolvimos por la noche más de cien veces en la cama, a un lado y al otro, sudando como si estuviéramos en un baño. Tras darle muchas vueltas, nos dormimos por la fatiga de haber estado desvelados; mas a mitad de la noche, antes del alba, nos despertamos y seguimos cavilando.

Entonces comprendimos que teníamos que habérnoslas con mala gente, pues no hay en el mundo personas más soberbias que los caballeros.

A la mañana siguiente les reunió en la iglesia de Santa María y les dijo:

Barones, estamos convencidos de que vosotros – así como cuantos viven en España- sabéis la gracia tan grande que nuestro Señor nos ha hecho por haber conquistado desde Tortosa hasta aquí, y en nuestra juventud, con la empresa de Mallorca y las demás islas. Y vosotros os habéis congregado aquí para servir a Dios y a Nos.

[…]

Nos juramos aquí ante Dios y ante el altar que es de su madre, que Nos no sobrepasaremos Teruel ni el río de Ulldecona hasta que hayamos tomado Valencia.

Enviaremos por la reina, nuestra mujer, y por nuestra hija (que ahora es reina de Castilla), para que vengan, a fin de que entendáis que tenemos la firme voluntad de permanecer y conquistar este reino. Y que ello sea al servicio de Dios.

Cuando oyeron esto no hubo nadie en la iglesia que no se pusiera a llorar; y Nos con ellos. Y les dijimos: “Ahora tranquilizaos, que no nos iremos de aquí sin haber tomado Valencia”.

He transcrito estos textos para demostrar que las gestas de Mallorca y, sobre todo, de Valencia, fueron acciones personales del rey don Jaime, venciendo la resistencia y desafección de la nobleza aragonesa y catalana.

Para no alargar la demostración, sólo citaré la respuesta que dio a su hija, doña Violante, reina de Castilla, casada con el rey Alfonso X de Castilla, cuando ésta le pidió ayuda ante los continuos ataques de los benimerines, que amenazaban con reconquistar el sur de España. En su respuesta, el rey Jaime I dejó bien claro la pobre opinión que le merecían las cortes de Aragón y Cataluña:

A la propuesta de reunir las cortes os respondo que me parece bien convocarlas, unas en Cataluña y otras en Aragón – las primeras serán en Barcelona y las otras en Zaragoza – pero no estoy de acuerdo en pedir consejo sobre esta campaña en ninguna de estas dos cortes, pues yendo por el mundo no se encuentra siempre la sensatez y el valor debidos. Y Nos hemos constatado esta diversidad cuando les pedimos opinión ante hazañas importantes, porque no están de acuerdo.

Nos, cuando hablemos con ellos, les pediremos que nos ayuden y nos apoyen. Pues yo no puedo dejar de responder a este llamamiento por tres razones: la primera, porque no puedo fallar a mi hija ni a mis nietos, ahora que se les quiere desheredar. La otra – que es más importante que todas las demás, y a la que vosotros no os habéis referido – es que, aunque yo no ayudase al rey de Castilla por mi valor y mi deber, le debería ayudar por ser uno de los más poderosos hombres del mundo; y si no lo socorriera y saliera bien del conflicto en que ahora se halla, me podría tener siempre como enemigo mortal, ya que si en situación de tanto apuro no lo ayudara, cuando me pudiese causar mal, siempre me lo procuraría; y tendría buenos motivos. La tercera – que es la de más peso y es de sentido común- porque si el rey de Castilla perdiera su tierra, mal quedaríamos Nos acá, en esta tierra nuestra; por ello, más vale defender la suya que tener que defender la nuestra.

No hace falta pues ningún consejo más, sino hacer llegar a la reina [Violante, su hija] que la ayudaré con todas mis fuerzas, y que iremos a celebrar cortes a Cataluña y que también se harán en Aragón. Pero en las cortes que yo convoque no les pediré que me aconsejen sino que me ayuden. Y que iré en su ayuda lo antes posible.

Con esto he pretendido demostrar que los problemas del rey de Aragón- en este caso Jaime I-  con la nobleza aragonesa y catalana, o con el establishment en palabras de Elliott, son anteriores al compromiso de Caspe. Según Elliott (p.41): “Para las posteriores generaciones todo había comenzado en Caspe con el acceso de un castellano como gobernante de la federación catalanoaragonesa – un acontecimiento que pondría en movimiento el nefasto movimiento por el cual Cataluña sería desprovista, una tras otra, de sus antiguas libertades”.

Estamos ante un problema crónico mantenido durante siglos, consistente en defender en Cataluña los privilegios – o libertades- de una minoría sobre una mayoría de la población: en la Edad Media era la nobleza y los ricohombres, hoy son las elites, o las cien o doscientas familias que dicen que controlan Cataluña desde hace siglos.

Invito al lector a que lea el Libro de Hechos o Gestas del rey don Jaime I de Aragón, y saque sus propias conclusiones, comprobando por sí mismo si son ciertas o falsas las anteriores afirmaciones.

En mi opinión, esto es lo que se debería enseñar en las escuelas y universidades de Cataluña. Basta leer y comentar el Libro de Hechos del rey Jaime I el Conquistador, creador de los llamados Paisos Catalans, para desmontar uno de los mitos históricos que nos ha llevado a la aberrante situación actual.

Como he dicho al principio, son muchos los puntos del libro de Elliott que me gustaría comentar, puntualizar, o incluso rebatir. Según iban leyendo, he ido anotando al margen mis comentarios; pero la brevedad de un artículo me impide hacerlo.

El Reino Unido de la Gran Bretaña está pasando por una difícil encrucijada, al igual que España. Lo que en nosotros es habitual, en el Reino Unido es excepcional. La “pérfida Albión“ha sido nuestro enemigo secular; pero los españoles reconocemos que es una gran nación digna de admiración. Por eso quiero concluir, modificando las palabras que Elliott dedicó a Cataluña, afirmando: El Reino Unido  ha sido una sociedad próspera, acogedora y de gran amplitud de miras, comprometida con Europa  y con el mundo entero. En el siglo XIX defendió a Europa del dominio de Napoleón y en el XX, del totalitarismo de Hitler. Ahora se vuelve hacia adentro y comienza  a desgarrarse a sí misma. Hagamos votos porque salga con bien de esta difícil encrucijada.

Referencia: Libro de los Hechos de Jaime I de Aragón. Editorial Gredos S.A., 2003

Catalanes y escoceses, Unión y discordia, John H. Elliott, Taurus, 2018



Acerca de Juan Manuel Blanco Rojas

Licenciado en Ciencias Físicas y diplomado en Ingeniería Nuclear por el Instituto de Estudios Nucleares (antigua JEN). Su experiencia profesional se ha desarrollado durante 32 años en la centrales nucleares de Almaraz y Valdecaballeros, participando en todas las etapas del proceso, desde su lanzamiento hasta la explotación comercial de Almaraz; ocupando los cargos de Jefe de Seguridad Nuclear, Combustible y Medio Ambiente; Jefe de Ingeniería y Subdirector Técnico. En la actualidad es jubilado y pensionista de la Seguridad Social.