Pero hubo otro Pablo Iglesias liberal (Pablo Iglesias González, 1792-1825), el primero en la misma época contemporánea, apenas conocido, que Vicente Llorens menciona de pasada en su libro Liberales y Románticos. Una emigración española en Inglaterra, 1823-1834 (Castalia, Madrid, 1968), que a mi juicio tiene una mayor importancia simbólica en la perspectiva de ondas históricas más largas, y sus ideas/proyecto político plausiblemente eran más futuribles e importantes para la cultura política occidental que las del socialismo del segundo o el populismo comunista y anti-sistema del tercero de sus homónimos.
Durante el Trienio Liberal (1820-1823) los liberales de Cádiz se dividieron en dos corrientes: los moderados y los exaltados. Para los primeros el objetivo era restaurar la Constitución doceañista; para los segundos, ésta solo era el punto de partida para unos objetivos más radicales, postulando algunos incluso el republicanismo. Los exaltados, así, se dividieron a su vez en los obedientes a la Masonería (más elitistas y partidistas) y los contrarios (más progresistas e individualistas) agrupados en una confederación o sociedad de los Caballeros Comuneros, inspirándose en parte en el liberalismo americano (del Norte y del Sur), que les llevaría a una concepción liberal democrática, republicana y federalista. Recordemos que la «Doctrina Monroe» (redactada por el secretario de Estado John Quincy Adams y proclamada por el presidente James Monroe, precisamente en 1823, el año de la reacción absolutista en España) en gran medida era un discurso justificando el liberalismo republicano norteamericano como modelo para el «Hemisferio Occidental» frente al despotismo «oriental» (según el modelo de Rusia, de Prusia o de «Los Persas» españoles), es decir, el absolutismo monárquico del Viejo Mundo.
Sabemos que Pablo Iglesias perteneció a la «Santa Hermandad», una agrupación dentro de los Comuneros, y que en Agosto de 1824, tras el establecimiento del Absolutismo de Fernando VII con la ayuda de la Santa Alianza (los Cien Mil Hijos de San Luis al mando del Duque de Angulema), acaudilló una expedición en bergantín desde Gibraltar que desembarcó en Almería con cuarenta y ocho hombres (entre ellos Benigno Morales, redactor del periódico radical El Zurriago) y algunos voluntarios extranjeros, esperando provocar una rebelión en cadena anti-absolutista en el resto de España. No fue así, y Pablo Iglesias sería detenido y ejecutado en Madrid en 1825.
Algunos Comuneros emigrarán a Inglaterra a partir de 1824 y se reagruparán en torno a José María de Torrijos (1791-1831), como Álvaro Flórez Estrada y José Canga Argüelles. Flórez Estrada destacará como economista en la tradición de Adam Smith (que inspiró en 1776 a los independentistas americanos), llegando a proponer incluso medidas socializantes de la tierra. Canga Argüelles publicará anónimamente el ensayo Cartas de un americano sobre las ventajas de los gobiernos republicanos federativos (Imprenta Española de M. Calero, Londres, 1826), exponiendo las ideas de George Washington y los Federalistas estadounidenses, probablemente el primer texto español con tal filosofía política.
Otros Comuneros emigrarían a los Estados Unidos, como el famoso conspirador -antepasado de Pío Baroja- Eugenio Avinareta, Miguel Cabrera, Félix Mejía, Félix Varela, y Santi Petri; o bien a la América hispánica, como José Joaquín de la Mora, Rafael Minvielle, Graciliano Alfonso, Tiburcio Campe, y el mismo Avinareta, quien antes de terminar en New Orleans pasaría por Cuba y Méjico. Es lógico que todos ellos simpatizaran con las ideas republicano-federales americanas. Y es posible, por tanto, que Pablo Iglesias, líder de los primeros Comuneros, las compartiera, lo que le convertiría –es una hipótesis- en el auténtico pionero del republicanismo y federalismo español. Durante el Trienio Liberal los Comuneros, señala Vicente Llorens, «tuvieron marcada tendencia republicana (…) la vida parlamentaria de la España constitucional se parecía más bien a la norteamericana que a la europea», precisamente por influencia de hispanoamericanos como Vicente Rocafuerte u otros ex diputados de las Cortes de Cádiz.
En Londres Torrijos negocia con el portugués Marqués de Palmela la constitución de una federación ibérica o «Junta Hispano-Lusitana». Posteriormente, en la London Tavern, junto a sesenta españoles, como caudillo de los liberales exaltados Torrijos creará una «Junta directiva del Alzamiento en España», bajo el liderazgo militar del más veterano general Ramón Villalba. El caudillo de los liberales moderados Espoz y Mina, también emigrado en Inglaterra, se opondría al proyecto. La aventura política de Torrijos, como es sabido, concluirá trágicamente tras otra expedición desde Gibraltar con su fusilamiento en Málaga en 1831.
Pablo Iglesias González, natural de Madrid, ciudad de la que llegó a ser regidor (concejal) en 1822, pertenecía a una familia de artesanos y fue capitán de la Milicia Nacional. Liberal progresista español que anticipó el activismo político-militar de Torrijos, y probablemente compartió las ideas republicano-federales de Canga Argüelles y las económicas de Flórez Estrada (excepto su bizarro «colectivismo agrario»). En conjunto, su ideología coincidiría muy aproximadamente con lo que hoy son las ideas normales y dominantes en las democracias occidentales. Incluso anticipó un sesgo fuertemente individualista, muy al estilo americano, que como percibió en su época el masón A. Alcalá Galiano y nos recuerda Vicente Llorens, era contrario al partidismo, lo que hoy llamaríamos «partitocracia». Rechazando a la Masonería, murió católicamente exclamando «¡Libertad o Muerte!» (Emilio García Campra, del Instituto de Estudio Almerienses, es autor de una breve semblanza del personaje: «Pablo Iglesias González», Diccionario Biográfico de Almería. El ambiente histórico está reflejado en la novela- episodio nacional de Benito Pérez Galdós, El Terror de 1824).
Los otros dos Pablos Iglesias posteriores pertenecen más bien a la era caducada del colectivismo (socialista o comunista), que según Friedrich A. Hayek tuvo su momento histórico y relevancia durante un siglo, entres los años 1840s y los 1940s (desde el Manifiesto Comunista de Marx y Engels en 1848 hasta el Informe sobre Seguridad Social y Servicios de William Beveridge en 1942), entrando en progresiva decadencia con la era del Welfare State. El PSOE y Podemos son reliquias del pasado, partidos residuales de una izquierda autoritaria, estatista y partitocrática, fracasada en sus premisas económicas y políticas fundamentales, condenados –parafraseando irónicamente a Trotsky- al basurero de la Historia.Nota final personal: fui profesor de Pablo Iglesias Turrión en un curso monográfico (nivel superior en la carrera de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense) sobre el sistema político de los Estados Unidos. Tengo que reconocer que el alumno PIT fue ejemplar y percibí en él, aparte de sus simpatías marxistas radicales, un cierto interés por la cultura política estadounidense. Sin embargo, al parecer, no fue suficiente para evitar que terminara fascinado por el comunismo/populismo castrista/chavista y el consiguiente anti-americanismo (compatible con el papanatismo pueril por Obama y su mantra voluntarista pero impotente «Sí, Podemos»).
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