El Sáhara, 40 años después

El análisis geoestratégico que sobre el Sahara español realizaron hace más de 40 años Henry Kissinger y Vernon Walters, desde el Departamento de Estado y la CIA, resulta hoy a todas luces obsoleto. El fallo de sus predicciones ha generado que los saharauis no hayan podido ejercer su derecho a la libre autodeterminación y que la región siga enquistada en unas rivalidades que dificultan la cooperación y en consecuencia el desarrollo y la estabilidad en el Magreb.
Los elementos que manejaban los analistas norteamericanos, para recomendar a su gobierno una línea de acción, eran de una gran complejidad tanto por la situación regional existente como por la necesidad de garantizar la seguridad de Israel, objetivo prioritario para EEUU, que venía de sufrir la guerra del Yon Kipur (73).
En primer término, la revolución de los claveles en Portugal (74) que termina con la dictadura de Salazar y la incertidumbre originada en España por la enfermedad de Franco; van a generar unas interrogantes que encendieron las alarmas de la Casa Blanca. Surgió como la hipótesis más peligrosa, el acercamiento de Portugal a la URSS y el enfrentamiento civil en España. En ese supuesto la consecuencia estratégica sería la pérdida de operatividad de la base de las Azores y el control en profundidad sobre el estrecho de Gibraltar.
En segundo lugar, la guerra fría y el final del colonialismo europeo había generado una rivalidad profunda entre Argelia y Marruecos por una hegemonía regional. Para Argel, la creación de un nuevo Estado aliado, entre Marruecos y Mauritania, beneficiaba su aspiración de salida al Atlántico. Para Rabat apropiarse de la última colonia española en África, suponía dar una proyección exterior a sus aspiraciones territoriales que consolidara su hegemonía en el Magreb y de paso fortalecer el trono. Los intentos de golpe de Estado sufridos por Hasan II: en Skirat (71) que se saldó con más de 100 muertos, la mayor parte diplomáticos y miembros de la Corte, y el organizado por el ministro del Interior Ufkir (73). No presagiaban precisamente fortaleza frente a la solidez que sí presentaba Argelia en aquellos momentos.Finalmente, la riqueza en fosfatos y petróleo que contiene el Sahara era también un factor a tener en cuenta. Los EEUU y Marruecos eran los mayores productores mundiales del primero. Permitir el acceso a Argelia a estas reservas estratégicas suponía también facilitar una mayor penetración de la URSS en el norte de África.
Estos tres factores van a ser determinantes, a la hora de tomar la decisión de asegurar la estabilidad en el Mediterráneo occidental, y así permitir la libertad operativa a la VI Flota, pieza esencial para el mantenimiento de los intereses de EEUU en Oriente Próximo.

Para Kissinger, la hipótesis más peligrosa era que la inestabilidad de la península ibérica se materializara y que simultáneamente un reforzamiento de Argel desequilibrara el trono alauí y la correlación de fuerzas existente en el Magreb, lo que llevaría a una expansión soviética en la zona. La decisión norteamericana estaba sustentada en unos criterios objetivos y en un pragmatismo político donde, como es evidente, prevalecían sus intereses de control militar por encima de cualquier consideración de derecho internacional.

La línea de acción que el Secretario de Estado propone al Presidente Ford, es reforzar a Marruecos militar y económicamente, con la colaboración francesa, para asegurar así su estabilidad política interna y desde donde pueda ejercerse el control absoluto de la costa atlántica y del norte de África, por si la hipótesis más peligrosa de todas las contempladas finalmente se cumpliera.

Kissinger al ser preguntado por su Presidente sobre el contenido del dictamen del TIJ, no duda en mentirle al decirle que ha sido favorable a Marruecos. Falsedad si nos atenemos a las dos cuestiones de fondo que habían sido planteadas. De esa manera el Secretario de Estado soslayaba el obstáculo que podían representar las reservas morales e intelectuales de un Presidente que había tenido que sustituir a Nixon por el caso Watergate y cuya inseguridad personal era el rasgo predominante de su carácter en aquellos momentos.
No solo había sido el dictamen del TIJ contrario a Marruecos y Mauritania, sino también todo el derecho internacional generado por la ONU desde 1945. El enfrentamiento entre bloques sirvió de coartada para permitir que los intereses estratégicos prevalecieran sobre el derecho internacional, aunque ello supusiera condenar a todo un pueblo a perder su tierra.
Una vez adoptada la decisión, la «marcha verde» ya solo fue un problema logístico. Será organizada por la CIA con dinero kuwaití, después que la presión diplomática de EEUU y Francia sobre el gobierno español consiga que este no plantee problemas. La lenta agonía de Franco y la incertidumbre sobre el futuro político de España, fueron los dos factores que permitieron a EEUU y Francia incidir sobre el Sahara sin que la metrópoli obstaculizara sus intereses. España abdicó de sus obligaciones internacionales con los habitantes de su última colonia en África, sin que ello le supusiera ninguna ganancia ni a corto ni a largo plazo. El coste fue y sigue siendo enorme, un desprestigio internacional que ha convertido a nuestra nación en un país poco fiable y muy débil en el desarrollo de su acción exterior.
La razón de ese desprestigio se encuentra en el abandono, casi huida, del territorio. Los acuerdos tripartitos de Madrid (75) firmados por España, Marruecos y Mauritania eran nulos de pleno derecho pues ninguno de esos tres países podía disponer de algo que no les pertenecía. Marruecos no tardaría en incumplirlo (81) activando en Mauritania un golpe de Estado, con la anuencia de Francia, a cambio que el nuevo gobierno mauritano abandonara la parte de territorio que le había correspondido en los acuerdos tripartitos.
Actualmente la administración del territorio sigue perteneciendo, según la ONU, a España y no hay un solo país u organización internacional que reconozca la soberanía de Marruecos sobre el Sahara. Es decir, el apoyo francés y norteamericano al sultán es un apoyo fáctico y contrario al derecho internacional. La muestra de ese apoyo de hecho que no de derecho, la encontramos en la extravagante actitud mantenida por todos los SG de la ONU desde la creación (90) de la Misión de Naciones Unidas para el Referéndum en el Sahara Occidental (MINURSO). Es la única que tiene vedado vigilar y proteger los Derechos Humanos en su zona de responsabilidad.
Marruecos, el aparentemente beneficiado, no ha cubierto ni sus expectativas ni las de EEUU – Francia. La resistencia del Frente Polisario ha supuesto una losa para el desarrollo político, económico y social de nuestro vecino del sur. Además de ver mermado su prestigio internacional en la región, salida de la OUA, por su ocupación neo colonialista y contraria a la legalidad internacional. En el Magreb no se ha consolidado ninguna hegemonía y la rivalidad sigue presente, sin que Francia haya variado los planteamientos de la guerra fría. Lo que a medio plazo ha generado la inestabilidad, que estamos viviendo, en el norte de África. En pleno desarrollo y sin que se planifique nada para evitarlo.
Es un error mantener un planteamiento estratégico en una situación distinta a la original. Las causas que «justificaron» la marcha verde han desaparecido: 1º la inestabilidad política de España y Portugal no tuvo lugar, ambos países culminaron su transición política con el ingreso en la CEE; 2º el final de la guerra fría deja sin sentido beneficiar militar y económicamente a un país del Magreb en detrimento de sus vecinos, en lugar de buscar un equilibrio regional por la vía del entendimiento político y la cooperación, 3º la amenaza es a día de hoy el auge del integrismo fundamentalista islámico y este no aparece por generación espontánea sino por el fracaso social y económico de las políticas implementadas en el norte de África.
La situación actual recomienda articular la ayuda para la modernización del Magreb, no para fortalecer la corrupción local, por parte de los países desarrollados y en un marco de cooperación regional. Poner el acento en la democratización de estos países, es un error ya que el Corán además de una doctrina religiosa es una guía de conducta social; por ello la democracia, hoy, no es factible en el norte de África. Cada nación debe ser capaz de encontrar su propio camino siguiendo las pautas de reparto justo, solidaridad y cooperación. Sin soliviantar las creencias religiosas de nadie.
Si la política auspiciada por los EEUU se basaba en la defensa de sus intereses en el Mediterráneo y en última instancia asegurar el apoyo militar y logístico a Israel. Francia tenía por objetivo preservar su influencia en el Magreb gracias a su acción exterior sobre Marruecos, Túnez y Mauritania. Solo el primero tenía las condiciones necesarias para detener las aspiraciones argelinas hacia el Atlántico. El mantenimiento de su influencia, una vez que Argelia viera sus aspiraciones truncadas, consistía en ver reconocido su papel de árbitro en la región, circunstancia que era posible si desplazaba de las decisiones sobre la descolonización del Sahara a la última potencia administradora: España, a lo que había que sumar su condición de miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU. Planteamiento plausible en un mundo bipolar pero fuera de contexto en la situación actual.

España (75), con gran debilidad política, se vio así pillada en medio de la tenaza que conformaban los intereses estratégicos norteamericanos y franceses. La dejación de las responsabilidades de descolonización, por parte del último gobierno de la dictadura, tenía una causa moral profunda y era el resultado de la cobardía de una clase dirigente insegura de su futuro e incapaz de hacer valer la legitimidad que le otorgaba el cumplimiento del derecho internacional. Que era donde residía su fuerza y su principal baza de negociación con los EEUU, Francia y la ONU.
España tiene la gran oportunidad y la obligación de retomar la iniciativa política, en esta nueva situación, para la búsqueda de una solución que traiga estabilidad a la región. En base a los siguientes factores:
1º Al ser España la potencia administradora del Sahara según la ONU, reclamar dicho cometido bajo su supervisión. Con el fin de organizar en el plazo máximo de un año, el referéndum de autodeterminación para el pueblo saharaui, según numerosas Resoluciones de la ONU.2º Llevar al CS de la ONU una propuesta de estabilidad y desarrollo regional en base a la cooperación multilateral y a las relaciones económicas preferenciales del Sahara, caso de decidirse por la independencia, con los países vecinos.3º Extender el trato de nación más favorecida que actualmente tiene Marruecos con la UE a todos los países del Magreb, incluido el Sahara si optara por la independencia.4º Derribo del muro existente en el Sahara y asignación a la MINURSO de la vigilancia y defensa de los DDHH, hasta la instalación de la nueva administración en el territorio.
Si se desea la paz y la estabilidad en el Magreb, hay que empezar por respetar el derecho internacional e impulsar una política de cooperación que acabe con los enfrentamientos por la hegemonía regional.

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