EL “FACTOR S” EN LAS PRIMARIAS DEL PARTIDO DEMÓCRATA

EL “FACTOR S” EN LAS PRIMARIAS DEL PARTIDO DEMÓCRATA
Harvey Mansfield, eminente politólogo y profesor en la Universidad de Harvard, viene insistiendo en los últimos años –y yo mismo, modestamente, también lo he hecho- que el bipartidismo americano paradójicamente contiene dos tipos distintos de partido político: uno típicamente americano y capitalista (el Republicano, GOP), y otro en avanzado proceso de convertirse en uno típicamente europeo y socialista o socialdemócrata (el Demócrata). David Horowitz y Richard Poe analizaron la deriva de éste en otros aspectos más siniestros –literalmente izquierdistas- (The Shadow Party, Nashville, TN, 2007). La referencia en el título al «Factor S» se puede entender indistintamente por el actual candidato presidencial demócrata Sanders y por Socialismo o Socialdemocracia.
Hasta que decidió entrar en las primarias para las elecciones de 2016 Bernie Sanders, senador por Vermont, era «Independiente», sin ocultar su condición ideológica socialista. Ahora es miembro del Partido Demócrata, sin renunciar a la misma condición. No es nada nuevo o extraño en la reciente historia de este popular partido fundado por Thomas Jefferson y refundado sucesivamente por Andrew Jackson y, finalmente en el siglo XX, por W. Wilson. Desde que en la década de los sesenta Michael Harrington, líder del Partido Socialista Americano (ASP), miembro de la Internacional Socialista, decidiera integrarse en el ala izquierda del Partido Demócrata de J. F. Kennedy y L. B. Johnson, el senador Ted Kennedy (progresista «New Politics») fue asumiendo el liderazgo de tal corriente heterogénea, y el senador Obama (socialista «New Party») siguió la misma pauta, con evidente éxito en sus aspiraciones de poder personales. Como es sabido, un factor importante de tal éxito en las primarias de 2008 fue el aval («endorsement») del senador de Massachussetts y de todo el clan Kennedy al candidato afroamericano frente a la candidata del Establishment Demócrata, Hillary Clinton (M. Pastor, «El pensamiento político de Barack H. Obama», Cuadernos de Pensamiento Político, FAES, Madrid, 2009).
Desde Werner Sombart hasta Seymour Martin Lipset y Gary Marks una larga lista de sociólogos y politólogos habían destacado que la ausencia de socialismo era una de las características del «excepcionalismo americano». Al menos hasta Obama. Éste declaró, al llegar a la Casa Blanca, que América era excepcional en el mismo sentido en que (¡vaya ejemplo que se le ocurrió!) Grecia era también excepcional.
El socialismo de Sanders es relativamente moderado, al estilo escandinavo, si lo comparamos con el supuesto pasado radical filocomunista de Obama, según algunos investigadores rigurosos como Aaron Klein y Brenda J. Elliot (The Manchurian Candidate. Barack Obama´s Ties to Communists, Socialists and Other Anti-American Extremists, WND, Washington DC, 2010), o Paul Kengor (The Communist. Frank Marshall Davis: The Untold Story of Barack Obama´s Mentor, Simon & Schuster, New York, 2012). La diferencia es que Obama nunca reconoció su pasado ante el electorado –manteniendo la impostura durante su presidencia con un talante progresista más moderado- mientras Sanders no ha ocultado el suyo, reafirmándose en sus ideas durante la presente campaña (véase la entrevista con John Nichols, para The Nation, July 2015, donde propone una «revolución política» para alcanzar el modelo de los países escandinavos «bajo gobiernos social-demócratas, gobiernos socialistas-democráticos»).
Conocí personalmente a Sanders en Middlebury College en 1990, cuando era representante en el Congreso por Vermont, el mismo Estado del que ahora es senador. Fue idea mía invitarle -yo era profesor visitante en la «Summer Spanish School»- con motivo de la visita al campus del vicepresidente socialista español Alfonso Guerra (véase la foto, de derecha a izquierda: Sanders, la traductora, Guerra con sus hijos, y el autor). Me pareció un socialista típico europeo, educado, intelectual, pero nunca me imaginé que pudiera tener gancho político fuera del progresista Estado de Vermont. Su aspecto de estudiado desaliño e informalidad, urbanita (Sanders es un neoyorquino radicado desde los años sesenta en este Estado favorito de los hippies de la Costa Este) no es el característico de la clase política estadounidense. Más que carismático es símbólico del descontento y la indignación con la clase política y la corrupción. Y en todo caso su ideología socialista es una excepción en la historia del Congreso federal de los Estados Unidos, un país donde la inmensa mayoría de los ciudadanos, según todas las encuestas, rechaza totalmente tal ideología.
El populismo americano del siglo XIX, abiertamente anti-elitista y vagamente anti-capitalista, impulsó la invención de las convenciones y de las elecciones primarias. Las primeras se iniciaron con el partido Anti-Masónico en Baltimore (Maryland) en 1831; las segundas se experimentaron por el partido Demócrata en el condado de Crawford (Pennsylvania), en 1842. A finales del mismo siglo el famoso politólogo bielorruso M. Ostrogorski, asistiendo como observador a una convención presidencial en Chicago del partido Demócrata en alianza con el partido Populista, comentaría con ironía: «es inevitable recordar el viejo dicho norteamericano de que Dios protege a los borrachos, a los niños y a los Estados Unidos de América». Poco después publicaba un anticipo de su famosa hipótesis crítica sobre la partitocracia: «State sovereingty and the sovereignty of the people would be but snares, words devoid of meaning, if freedom of election were stifled by party regularity» («The Rise and Fall of the Nominating Caucus», American Historical Review, Vol. 5, No. 2, Dec. 1899, p. 283).
Desde los inicios del siglo XX el populismo americano, alimentado por una progresiva implantación de las elecciones primarias (Minnesota, Wisconsin, etc.), y por iniciativa de las corrientes progresistas del partido Republicano (Teddy Roosevelt, Robert La Follette) adoptará unas formas diferentes del populismo izquierdista tradicional (estatista y anti-capitalista), en una orientación moderna, conservadora de los principios constitucionales (libertad, sociedad civil y gobierno limitado) que llega a nuestros días en la expresión, desde 2009, del movimiento Tea Party, como reacción de protesta contra el estatismo e intervencionismo de la administración Obama (presión fiscal, deuda nacional, rescates billonarios a bancos y empresas, Obamacare, inmigración ilegal…), reacción a la que no es ajena el éxito presente de la campaña presidencial de un personaje como Donald Trump y otros candidatos anti-Establishment.
En el partido Demócrata, enlazando con las posiciones populistas más tradicionales izquierdistas, tal reacción anti-Establishment la representa Bernie Sanders. Scott Rasmussen y Douglas Schoen publicaron hace ya un lustro un análisis excelente y empíricamente riguroso sobre la importancia del populismo, aunque subrayando la mayor originalidad del fenómeno moderno de carácter más derechista, libertario-conservador (Mad as Hell. How the Tea Party movement is fundamentally remaking our two-party system, HarperCollins, New York, 2010).
Las primarias propiamente no comienzan hasta febrero de 2016 con el «caucus» de Iowa y la elección en New Hampshire. Como es sabido, nos encontramos ahora (septiembre/octubre de 2015) en la fase de las «primeras primarias», definidas por las encuestas, donaciones a los candidatos y debates de los candidatos dentro de cada partido. El Republicano ya ha celebrado tres (el 8 de agosto en Cleveland, Ohio; el 16 de septiembre en Simi Valley, California; y el 18 de septiembre en Greenville, South Carolina) bajo el signo del «Factor Trump». El partido Demócrata no celebrará su primer debate hasta el 13 de Octubre en Las Vegas, Nevada. Mientras el partido Republicano ha programado en total nueve debates (el próximo, será el 28 de octubre en Boulder, Colorado), el partido Demócrata solo tendrá seis, lo que ha originado diversas protestas dentro de la bases populares de militantes y simpatizantes.
Bernie Sanders ha encontrado una alternativa en los mítines de masas (en Los Angeles, en Seattle, en Madison, y en otras ciudades de Oregon, de Arizona, etc.) que han superado espectacularmente a las convocatorias de la candidata del Establishment Demócrata, Hillary Clinton, lastrada ésta por los escándalos de los e-mails y de su ayudante Huma Abedin, con orígenes en el desastre de Benghazi (septiembre de 2012), aparte de su cuestionable papel como Secretaria de Estado durante la no menos cuestionable iniciativa obamita de la «Primavera Árabe». Aunque Hillary Clinton sigue en cabeza en las encuestas globales (la última de Fox News, September 20-22, 2015: Clinton, 44 % y bajando; Sanders, 30%; Biden, 18 % y subiendo; O´Malley, 2 %; Webb, 1 %, Chafee, 0), encuestas recientes en los Estados de Iowa y New Hampshire, sedes respectivas del primer «caucus» y de las primeras elecciones primarias el próximo febrero, dan a Sanders como ganador.
El «Factor S» podría eventualmente tener éxito en las elecciones primarias del partido Demócrata, partido que como decía al principio ha evolucionado en un sentido europeo hacia el socialismo o la socialdemocracia, pero dudo mucho –pese al precedente de Obama, o precisamente por su culpa- que pueda entusiasmar al electorado general en noviembre de 2016. Por esta sencilla razón el Establishment hará todo lo posible para que al final de las primarias, en la Convención, sea «nominado» un candidato (valga la redundancia) más convencional: si no es posible Hillary Clinton, se intentará Joe Biden.
Parafraseando al título de la novela-distopía de Sinclair Lewis sobre un hipotético fascismo en los Estados Unidos (It Can´t Happen Here, 1935), Seymour Martin Lipset y Gary Marks titularon su estudio sociológico-político (It Didn´t Happen Here, 2000) sobre la impotencia del socialismo en el mismo país. Esperemos que esa gran nación, como imaginó Alexis de Tocqueville, siga siendo fiel a su cultura democrática liberal/conservadora y a su «excepcionalismo».
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    Acerca de Manuel Pastor

    Catedrático de Teoría del Estado y Derecho Constitucional (Ciencia Política) de la Universidad Complutense de Madrid. Ha sido director del Departamento de Ciencia Política en la misma universidad durante casi dos décadas, y, de nuevo, entre 2010- 2014. Asimismo ha sido director del Real Colegio Complutense en la Universidad de Harvard (1998-2000), y profesor visitante en varias universidades de los Estados Unidos. Fundador y primer presidente del grupo-red Floridablanca (2012-2019)