DESENFOQUE INTERNACIONAL SOBRE LA GUERRA CIVIL DE ESPAÑA (1936-1939)

DESENFOQUE INTERNACIONAL SOBRE LA GUERRA CIVIL DE ESPAÑA (1936-1939)
LA POESÍA SIENTE LA GUERRA CIVIL
ELEGIAS DE LA MEMORIADE NUESTROS MUERTDOS TODOS
Oración leída en poemas de Paul CelanPara el frontispicio de un monumento a la memoria de héroes y víctimas todos nuestros.
«TENEBRAE»
«Así respiran los incendios del tiempoHablaPero no separesEl no del si»»,,,como si fuerael cuerpo de cada uno de nosotrostu cuerpo, Señor»
«era sangre, sangre era,la que derramamos, Señor»
«relucía»
«ojos y boca están tan abiertos y vacíos, Señorhemos bebido, Señorla sangre y la imagen que estaba en la sangre, Señor»
«éramos»
«manosvacíamos las tinieblas, encontramosla palabra que remontó el verano…»
«ruega, Señorestamos cerca»
(Versos de poemas de Paul Celan. Obras Completas.Traducción de José Luis Reina Palazón. Ed. Trota, 2002Págs 102,108,125 y 126)
NUESTROS MUERTOS TODOSEN MEMORIA NUESTRAJuan José Bellod
Estostodosmuertosverdugosde nosotrosvíctimasantes en tierrade nosotrosenterradostestimoniande nuestras sangres.
De nosotrossilenciosrompimientosdel silogismoy la granadacuarteadadel querer.
FIN DE LAS ELEGIAS
ENEMIGOS NOSOTROSJuan José Bellod
Claroscuros de ayer traenrelámpagos de furiafantasmas de guerra civilodios y rastrojos de terrorcómplice embozadoen razones y verdadesde carnalidadeshasta ver un viernes de dolorque nuestros enemigosmás odiados y perversoséramos nosotros mismosen el arco del si y el no.
HÉROESJuan José Bellod
Nacen de la historiano vienen con modasni se inventanhilos de tejer futuroatraviesan a los héroesy engranan su suerteen el paso honrosoque hace tiempo los días.
HÉROES FUERONJuan José BellodCon letras de cenizadicen el horror de la guerra civily se pierden sin atendera la sangre de la historia
Héroes y mártires fuerondesalmados asesinos y víctimashoy mal leídos o en condenade sus hijos de otro tiempose ignora la verdad de sus pulsaresla historia se vive no es contaresa es la distancia del tiempo
Para hacernos el nuestro/ devolvernos al nuestrohéroes fueron hoy olvido.
FOTO DE GUERRAJuan José Bellod
Horas graves de paz en esperavieja mesa de un bar de pueblomármol redondo como la plazados hombres de uniformesonríen dos mujeres jóvenesun niño rubio herido de polionuestra última guerra civilrelatos y sentires duraderostantas memorias como fotografíasabierto, el álbum de las familiashace verdad de donde viene.
DESENFOQUE INTERNACIONAL SOBRE LA GUERRA CIVIL DE ESPAÑA (1936-1939)
En la visión internacional de la guerra civil española (1936.1939) hay un desenfoque que perturba la comprensión de nuestra historia de tres cuartos de siglo (1936-2015). Consiste esencialmente en la continuidad de la presentación estalinista de nuestra guerra civil. A su pervivencia contribuyen las causas partidarias de vencedores y vencidos y una insuficiente consideración de los tiempos que se sucedieron, el contexto histórico europeo en que la guerra se dio. Y ayudan también a mantener el desenfoque los malentendidos internacionales sobre nuestra guerra civil, favorecida por la confusión de su tiempo con el de los posteriores, aunque cercanos, alineamientos de la II GM entre las potencias occidentales y la URSS contra un poder fascista europeo articulado por el III Reich.
Origen de ese desenfoque es la incomprensión de las posiciones internacionales de los regímenes liberales durante nuestra guerra civil. No ajustar la visión a los hechos es lo que permite la continuidad de una argumentación de corte y lógica estalinista. El silencio de los Estados y el poderoso movimiento emocional que acompañó al desarrollo de la guerra civil, la convirtió en una fuerte y extensa sacudida para la opinión pública en los países europeos. Los intereses de los Estados se han modificado acompañados del abandono de sus posiciones innecesarias con el fin del conflicto civil, pero en la memoria de los agentes políticos, partidos, sindicatos y parte del pensamiento europeo, permanecen aún esquemas y puntos de vista partidistas de aquellos años 30. De ahí viene que la guerra civil sea un asunto en el que las nueces, las decisiones de Gobiernos y los intereses de Estado de los regímenes parlamentarios europeos cayeron de un lado, el de los franquistas o nacionales, y el ruido de opiniones y de una conciencia de izquierda muy extendida , siga con los perdedores.

La verdad de la política de los regímenes parlamentarios europeos fue la «no intervención», alumbrada el 23 y 24 de julio de 1936. Nació de sus intereses ante el conflicto y era un cortafuego a la estrategia de Frente Popular desplegada desde junio de 1935 por una Komintern estrechamente controlada por Stalin. Esa estrategia reemplazaba la anterior de «clase contra clase» y de la consideración de los partidos socialistas europeos como «socialtraidores», y tenía un doble objetivo: buscaba modificar la posición de los partidos comunistas en el interior de los regímenes liberales parlamentarios, y llevarlos hacia una colaboración con la URSS para contener la amenaza del poder del III Reich.
La II GM sí fue una lucha contra el fascismo, que incluyó a demócratas y comunistas a partir de 1941 con la invasión de la URSS por el poder alemán. Nació así una coincidencia que no existió durante los años de la guerra civil española. Entre 1936 y 1939 los regímenes parlamentarios liberales seguían considerando el socialismo de Moscú como un enemigo. El Churchill, profeta activo en ese tiempo de la lucha contra Hitler, escribió decenas de páginas en un cuarentena de artículos sobre nuestra guerra civil («Step by sep» 1936-1939. Prefacio del autor del 21 de mayo de 1939) Su toma da partido decidida por el alzamiento militar contra el peligro comunista en España se matizó luego, al hilo de las preocupaciones británicas y del temor de que el Eje se estableciese en España o tuviera influencia en las decisiones de Franco. En ese período anterior a la II GM la URSS para Churchill era literalmente el diablo, y así la calificó al aceptar su alianza para defender a la Gran Bretaña contra el poder de Hitler.
La guerra civil española terminó cuando la política británica hacia Alemania era aún la de apaciguamiento de Munich, que una amplia opinión pacifista inglesa y francesa veían como un paso de paz. Fue con la invasión de Polonia por Hitler, cuando Munich apareció como un error en el tratamiento a la amenaza para la paz de su política. Al iniciarse las hostilidades, Franco se declaró neutral en el conflicto bélico. El 23 de agosto de 1939 alemanes y rusos firmaron el acuerdo Molotov-Ribbentrop, y fué cuando el III Reich atacó a la URSS el 21 de junio de 1941, cuando la II GM se unió a democracias y comunismo contra el fascismo. Los dos grandes pasos de la historia de la II GM, la guerra relámpago en el Oeste, de septiembre de 1939 y la invasión de la URSS, llegaron cuando la guerra civil española había terminado y estaba fuera del escenario de la gran confrontación europea. Habían pasado dos años y casi cinco meses del fin de la guerra civil española, cuando se inició la lucha conjunta de la URSS y los aliados occidentales contra el fascismo:
Entre 1936 y 1939 los aliados se esforzaron con la política de «no intervención» en evitar que la guerra civil en España alterase los equilibrios europeos en juego. El bando nacional fue beneficiario neto de su aplicación y eso era lo que de ella esperaban sus arquitectos ingleses y franceses. Desde su punto de vista tiene razón Angel Viñas, como defensor de la causa de la II República, en su denuncia sobre la actitud de las potencias occidentales, al describir una República española en lucha contra Franco, Hitler, Mussolini y «la hostilidad británica». En la obra de Ramón Tamames sobre la guerra civil («Breve historia de la guerra civil española», 2011), dedica páginas bien ciertas a la «no intervención» y a las políticas de diversas potencias.
Es ya hora de ajustar la visión de los hechos para corregir el desenfoque internacional sobre la guerra civil de España.

Entre unos y otros españoles
Entre los españoles se extiende también ese desenfoque sobre las políticas internacionales de los países europeos durante nuestra guerra civil. Entre los vencedores actúa un nacionalismo español para el que Inglaterra y Francia son enemigos históricos y causantes de los males de España. Es indicativo de ese sentimiento que incluso durante la II República, tan deseosa de imitar a la III de Francia, la Fiesta Nacional fuese el 2 de mayo de conmemoración de la rebelión popular contra las tropas de Napoleón. En la conciencia nacional tiene aún reflejos un pasado de grandeza, la memoria imperial de Carlos V y las luchas de los Austrias en el continente. Y con ese sentimiento se mezclan otros ingredientes. Uno es la coincidencia falangista con el fascismo, como respuesta a la revolución del socialismo soviético. El segundo, una camaradería de armas entre el ejército de los nacionales y los voluntarios italianos o alemanes, que la victoria puso a salvo del desgaste. Para ese nacionalismo español de tradición, Alemania e Italia son los países amigos que ayudaron al triunfo en una larga guerra con tantos momentos de resultado incierto. Y ese nacionalismo español es también ruido que se desinteresa y no quiere ver cuál fue la política real de esos «enemigos históricos» y de los regímenes democráticos europeos. Es un nacionalismo que, al sumarse al alzamiento militar, une a la recuperación del pasado la condena de un liberalismo al que hace, a la vez, culpable de la decadencia nacional, creador de una sociedad injusta y de abrir la puerta a la revolución y al comunismo. Una enemistad política con las democracias y las condenaciones de la izquierda europea sobre su causa ciegan a ese nacionalismo y no le permiten ver que sus enemigos de ayer estaban en una línea histórica común. De modo que el nacionalismo que bebe de la historia, no acierta a comprender como la coincidencia con los regímenes liberales, como el que vivió España a lo largo de los siglos XIX y XX, ayuda a comprender el sentido general de la historia de España y de los españoles en los últimos doscientos años.
En el bando de los perdedores no es menor el desenfoque sobre cómo los regímenes europeos de libertad actuaron durante nuestra guerra civil. Los republicanos del Frente Popular nunca entendieron la solidez del rechazo de las democracias al Frente Popular, en el que veían una estrategia de Stalin. Así es que no vieron y sus nostálgicos siguen sin ver, el porqué y cuál fue la política de los regímenes parlamentarios europeos. Refugiados en la trinchera de la lucha contra el fascismo, no reparan en que la incompatibilidad de la libertad con la URSS tiene la consistencia de una línea permanente mantenida desde 1917 por los regímenes liberales burgueses, que aquella pretendía liquidar su proyecto de revolución mundial. La confrontación se inició en plena revolución soviética en la que las potencias occidentales vieron un abandono de su causa que permitió a Alemania concentrar todo su potencial bélica en el Oeste. Su combate con la naciente URSS siguió con el apoyo a los ejércitos blancos contra el ejército rojo, y con el envío de fuerzas para contenerlo en su amenaza de Polonia, en las que estuvo un joven Capitán De Gaulle.
La continuación de la visión stalinista de la guerra civil pertenece, además, al género, tan abundantemente cultivado, de la historia como debió ser y como política por otros medios, y no como el relato de lo que fue.
La perseverancia en la posición stalinista sobre la guerra civil española, prolonga sobre el tiempo la estrategia de Frentes Populares, y pretende que fue la primera batalla de la II GM. Ese es su deber ser para un pensamiento extendido en una izquierda que no ve sus errores ni sus derrotas. En el calendario y en los hechos las cosas son otras. La IIGM empezó justamente después de liquidada la nuestra, y las democracias sólo cambiaron sus relaciones con Stalin en 1941, con la invasión de la URSS por Hitler. La separación entre nuestra guerra civil y la II GM es tan neta que alimenta la sospecha de si las potencias europeas, parlamentarias y fascistas, necesitaban desenredarse de sus peligros y esperaron a tener las manos libres de sus implicaciones en España antes de comprometerse en un plano europeo de grandes decisiones .
Tres apuestas internacionales
Si se mira a las estrategias presentes al iniciarse la guerra civil española encontramos tres apuestas internacionales bien visibles. Alemania e Italia apoyaron desde sus primeros días un alzamiento militar de cuyo origen fueron ajenas, pero que entendían era parte de su apuesta anticomunista y podía ser útil para su propósito de modificar el orden europeo de Versalles. Esa doble y separada decisión de Hitler y de Mussolini, se inscribía en su voluntad de intervenir y cambiar el orden internacional y estar presentes, especialmente Italia en el Mediterráneo occidental. La guerra civil facilitó su entendimiento en el Pacto Antikominterrn, pero en 1936 eran dos políticas bien diferenciadas, que coincidían en el anticomunismo y en la denuncia desde intereses muy distintos del orden internacional. La doble decisión de apoyo a los nacionales, fue la fragua de su entendimiento y de la creación del Eje.
Las relaciones de los dos fascismos con los regímenes democráticos eran bien diferentes. Durante una buena parte de la guerra civil la diplomacia británica se esforzaba por separar a Italia de la posible influencia alemana. En 1934 Mussolini llevó sus divisiones a Brenero, frontera con Austria, para frenar la pretensión alemana de invadirla. Para Londres más que el fascismo y los regímenes autoritarios europeos, que eran un mosaico de intereses bastante opuestos, el problema para el equilibrio europeo era buscar un nuevo encaje de Alemania en una Europa más allá de Versalles y el poder creciente del III Reich..
La URSS si tenía una presencia, aunque lejana, en la política interior española con el partido comunista, y por él ayudó al bando republicano. La creación del Frente Popular español aumento las posibilidades del partido comunista en las decisiones españolas, y estaba en su política de Frentes Populares. Su objetivo no era España, buscaba establecer una relación nueva de fuerzas políticas en Europa occidental para la contención de Alemania y combatir los regímenes autoritarios, fascistas o no, que se extendían entre Francia y la URSS. En julio de 1935 la Kominform, ante el doloroso fracaso de su política en el hundimiento de la República de Weimar, que la puso en sus manos y llevó al poder a Hitler, creó la estrategia de Frentes Populares. Con ella abandonaba la estrategia anterior, mantenida desde Lenin, de una lucha internacional de clase contra clase, como instrumento de una revolución mundial para la Humanidad.
El socialismo en un solo país de Stalin encontró en el Frente Popular un instrumento de nueva presencia en las sociedades occidentales y de acción internacional frente al cerco del fascismo nacionalsocialista. Hasta los años 30 los regímenes parlamentarios europeos no mantuvieron relaciones diplomáticas con la URSS y hasta 1934 la URSS no formó parte de la Sociedad de Naciones. Ese es el momento en que aceptó los mecanismos de seguridad colectiva creados por los vencedores de la IGM y hasta entonces considerados parte del orden mundial a destruir. En ese nuevo ambiente internacional los Frentes Populares abrían nuevas oportunidades para la URSS y los partidos comunistas europeos.

La «No intervención» fue la respuesta de las potencias occidentales para España ante el alzamiento militar y durante la guerra civil española. Contó con la conformidad de veintisiete Estados, y su desarrollo se confió a un Comité creado en Londres y controlado en todo momento por manos británicas. La «no intervención» fué presentada por Inglaterra en una reunión en Londres los 23 y 24 de julio, a la que asistieron Francia y Bélgica, y a la que se quería invitar a Alemania e Italia. A principios de agosto de 1936, fue proclamada por Blum desde París, cuando era bien incierta la suerte del alzamiento militar. La «no intervención» tuvo efectos muy directos en la suerte de la guerra civil que siguió al fracaso del alzamiento militar. Seguida prácticamente por todas las democracias europeas estuvo también relacionada con las políticas de neutralidad de los EEUU de Roosewelt. Su aplicación tuvo también aspectos negativos para los militares alzados al no reconocerles la condición de beligerantes, pero gestionada por un Comité de Londres dejó en vía muerta las competencias de la Sociedad de Naciones, en cuyo Consejo y Asamblea si estaba representado el Gobierno de la República y no los nacionales, carentes incluso de ese reconocimiento de beligerantes.
La «no intervención» cerró desde el primer momento la ayuda de las democracias a la República. Al proclamarla Blum en París abandonó a su suerte a un Gobierno con el que tenía afinidades formales e ideológicas. El funcionamiento del Comité de Londres tuvo efectos múltiples. Fue un foro de maduración de las relaciones entre Alemania e Italia hacia la formación del Eje en noviembre de 1937. En Francia, la «no intervención» hizo imposible la continuidad del Frente Popular, al adoptar Blum y los socialistas una política inaceptable par su partido comunista. El aislamiento para recibir armas en que colocaba a la II República, alentó a la URSS a ayudarla para ganar posiciones y reforzar su política de Frentes Populares. Para Inglaterra y Francia, la «no intervención» contribuyó a evitar, con la derrota de la Republica y la victoria de Franco, cualquier alteración en el orden del Mediterráneo y en el Estrecho de Gibraltar, y la instalación de una sociedad socialista en Europa occidental.
La participación en la guerra civil de fuerzas militares de Alemania y de Italia alimentó la tesis del Gobierno republicano de que España sufría una invasión por potencias extranjeras que debía ser corregida por los mecanismos de seguridad de la Sociedad de Naciones.
La coincidencia de régimen político con las democracias occidentales alimentaba las esperanzas de los Gobiernos republicanos de que podían contar con su asistencia. Pero las políticas de todos los países a favor de uno u otro bando de la guerra civil, bajo una vestidura ideológica, estuvieron trazadas fundamentalmente por los intereses propios de cada país. Y esto fue así incluso en sus aspectos económicos. Para Inglaterra y Francia, a las consideraciones de orden estratégico se unían los del futuro de sus inversiones y empresas en España.
Es lección a no olvidar, que en política internacional lo que domina son los intereses de países y Estados. Son los intereses y no la empatía o las ideologías lo que mueve las relaciones internacionales y nadie da nada por nada.

Cartas en juego en la no intervención
Para la Gran Bretaña y las potencias occidentales, la «no intervención» fue rentable, y sus frutos se prolongaron hasta el final de la II GM. El Estado español no salió de la órbita de los equilibrios ingleses en la que había entrado con Alfonso XIII. Desde la Conferencia de Algeciras, Inglaterra y Francia dejaron de ser los enemigos históricos de España. La boda de Alfonso XIII con una princesa inglesa, fue el símbolo de la nueva orientación internacional de España, y origen de un mandato sobre Marruecos, que estabilizaba el Magreb y garantizaba el control británico sobre la navegación por el Mediterráneo a través de Gibraltar, a la vez que permitía y contenía la expansión francesa en la zona. El propósito de mantener ese equilibrio, y evitar la extensión de un Frente Popular en Europa occidental, estuvo presente en el nacimiento de la estrategia de «no intervención». No fue una maniobra menor y permitió a Londres dejar fuera del Mediterráneo occidental a Italia y Alemania.
La política de «no intervención» fue compatible con una diferencia en la conducción de la guerra entre los dos bandos españoles. La URSS tuvo influencia interior en el bando derrotado a través de la presencia comunista en sus Gobiernos y en sus fuerzas armadas. En el bando nacional la soberanía en la dirección de la guerra estuvo siempre, salvo algún episodio aislado que no desmiente una línea continua, en manos de Franco. De ahí nacieron críticas de Hitler y sobre todo Mussolini sobre su forma de llevar una guerra, que disminuía su libertad de movimientos, por ejemplo, en las relaciones de Roma con Londres. Y entre tanto, ni Italia ni Alemania ganaron ninguna presencia territorial, como denunciaban inútilmente en la Sociedad de Naciones los representantes de la República, y querían evitar las potencias occidentales a través del Comité de Londres. Su ayuda no les valió a Italia ni a Alemania ni territorios, ni bases, ni compromiso militar. Si la España nacional avanzó a partir de 1936 desde un poder militar hacia formas fascistas, que desaprobaban los aliados, fue un proceso puramente interior, pero la soberanía de la causa permaneció en un poder español, que se mantuvo en el entendimiento con Inglaterra y Francia, en lo que se refería a Marruecos y el Mediterráneo. Esa continuidad del poder español, sería después en la II GM elemento clave de su neutralidad, favorecida por la interposición de la Francia de Vichy, que situó las tropas alemanas lejos de sus fronteras hasta la total ocupación de Francia.
Un vistazo a las cartas en juego para cada una de las potencias da indicaciones para entender mejor el embrollo de sus relaciones durante la guerra civil española. En 1936 los asuntos de España influían en varios intereses de las potencias. Para la URSS el Frente Popular permitía una entrada en la política interior de los países occidentales y la posibilidad de orientar sus clases y masas trabajadoras hacia sus intereses de liderazgo mundial y protección ante el poder de Alemania. Esa fue exactamente la función esperada por la URSS del Frente Popular español. Los republicanos de izquierda lo presentaban como una fórmula propia, una suerte de ampliación de una primera coalición de fuerzas republicanas y socialistas inspirada por Azaña hasta el PCE. Pero la coalición de republicanos cambió de naturaleza el 15 de enero de 1936, cuando ante las elecciones de febrero se convirtió en un Frente Popular, con inclusión del PCE.
El Frente Popular fue un nuevo paso de los socialistas hacia la revolución, y confirmaron que entre 1933 y 1936 cedieron a la tentación, y decidieron hacer la revolución en vez de hacer República. La coincidencia de fórmula política entre republicanos y socialistas perdió así homogeneidad con el modelo económico y de sociedad libre de la civilización occidental. A Francia e Inglaterra el mantenimiento de sus regímenes políticos, de sus intereses capitalistas, la defensa del sistema en sus sociedades y del orden internacional les aconsejaban evitar la revolución en España.
El Gobierno español de febrero a julio de 1936 no era revolucionario y, para desgracia de la República y de los españoles, tampoco tenía poder para contener la revolución. Italia y Alemania tenían el deseo de modificar un orden internacional en el que se veían desplazadas o insatisfechas, y también eran contrarias a la estrategia de Frentes Populares con la que la URSS aspiraba a disminuir su influencia. El alzamiento militar daba a aquellas potencias una posibilidad de acción en un momento de creciente inestabilidad en Europa. Pero Italia y Alemania aún no eran una causa común del fascismo internacional, en el que la URSS veía el mayor peligro para si y para sus proyectos internacionales. La diplomacia inglesa mantuvo hasta 1938, momento de la dimisión de Edén, negociaciones con Italia y la esperanza de apartarla de Alemania. Poco antes, en 1934, Mussolini trasladó su Ejército a la frontera norte en apoyo de Austria ante el temor de una invasión nazi, que no se produjo hasta años después. La doble participación de Alemania e Italia en la guerra civil española sí llevó a su unión en el Eje, que fue uno de los instrumentos de poder de Hitler hacia y durante la IIGM.
Esos fueron los intereses de los grandes países que dieron de sí las tres grandes estrategias internacionales, a causa de la guerra civil española. La URSS vió derrotada la suya, y no volvió en Europa a los Frentes Populares, sino al otro lado del telón de acero durante la guerra fría y en las democracias populares. Italia y Alemania no lograron compensaciones militares, y no pudieron utilizar la guerra civil y sus resultados a favor de sus pretensiones internacionales. La «No intervención» sí influyó decisivamente en la suerte de la guerra civil, y sirvió al mantenimiento de sus intereses económicos de defensa, de su modelo de sociedad y del mantenimiento del orden internacional establecido, y fue útil para el Imperio británico.
Las tres estrategias fueron pensadas y ejecutadas al servicio de cada uno de los poderes que las pusieron en juego. La emoción de las identidades nacionales y el ruido de las ideologías, lo oculta demasiado. Un recordatorio para el realismo enseña que todos los intervinientes en la guerra civil impusieron la correspondiente compensación económica. Con el «oro de Moscú», la URSS cobró anticipadamente en el precioso metal, y con más que probable exceso, sus entregas de material y la presencia de sus hombres. Alemania se favoreció por la creación de un sistema de empresas y exportaciones de interés para su industria militar. Y, aunque sea menor, también vendió armas a la República a través de una empresa griega, aunque muy probablemente su objetivo en la operación era griego y no económico. Italia, finalmente, recibió pago por sus gastos a favor del bando nacional o franquista durante largos años bajo un sistema democrático tras la la IIGM.

Legalidad del Gobierno de la II República y desconfianza de las democracias occidentales
La legalidad formal en una continuidad democrática fué el gran y válido argumento de los Gobiernos de la II República contra el alzamiento militar. Lo presentaron en las Embajadas y en la Sociedad de Naciones. No cambió las decisiones de los Gobiernos europeos tomadas por intereses nacionales propios, pero tuvo aceptación y eficacia en los partidos de su izquierda, en la prensa, en sus manifestaciones populares y en declaraciones políticas. En la mayoría de esos países existía también una amplia protesta social de las masas, insatisfechas con su participación en la civilización liberal muy empobrecida por la crisis. Pero la causa republicana no fue atendida por los Gobiernos europeos que, desconfiados o temerosos, se mostraron decididos a rechazar la estrategia de Frente Popular, que evitó en países como Bélgica o Suiza, y se rompió en Francia precisamente por la guerra civil española. En el orden internacional las potencias occidentales desatendieron las conveniencias de la República española y las sacrificaron a las propias de cada país.
¿Qué pudo originar esa desconsideración de los países democráticos hacia la II Republica en 1936? La civilización liberal tuvo tres grandes fundamentos: Constitución y régimen parlamentario, economía capitalista basada en la propiedad y sociedad abierta. Las potencias democráticas occidentales consideraron que en la II República, desde el Frente Popular y sus Gobiernos republicanos minoritarios, no estaban garantizados aquellos fundamentos en el interior de España, ni sus intereses propios ni el orden internacional en el que vivían, y abandonaron a su suerte a la República.
Sin embargo, hubo diferencias dentro de la no intervención. Francia, donde había un fuerte partido comunista, y Paris era un centro consentido a la Kominform, permitió de modo irregular el paso de material por sus fronteras y el reclutamiento de las Brigadas Internacionales. Gracias a la no intervención, Francia se libró de responsabilidades internacionales, que aplicó con una falta de lealtad y evitó una peligrosa confrontación interior entre sus fuerzas de derecha y de izquierda.
La Gran Bretaña concilió más su política exterior con los nacionales. En lo bilateral no obstaculizó el decisivo paso por el Estrecho de las tropas del Ejército de Africa, dio satisfacción a Franco al negar a la flota republicana el acceso a Tánger, entonces bajo administración internacional y le entregó los buques española fondeados en Gibraltar. Londres mantuvo relación con la diplomacia no oficial de Salamanca y de Burgos, y sus representantes de hecho, Duque de Alba y D. Juan March.
¿Es exagerado pensar que Londres estuvo al tanto de los preparativos y hasta de las fechas del alzamiento militar? El vuelo del «Dragon Rapid», con presencia de un capitán de la policía británica a bordo y la tramitación de sus permisos de aterrizaje en Canarias y Casablanca dan una pista. El «Dragon Rapid» aterrizó e hizo noche en Casablanca durante la noche del 18 al 19 de julio rumbo al Marruecos español, ya en abierta insurrección desde el día 17. ¿Desconocieron las autoridades francesas la presencia del avión en aquella noche? La presentación y sugerencia del plan de «No intervención» a sus aliados en la reunión de los días 23 y 24 de julio son indicio o de un criterio establecido o nacido, con urgencia especial, de un análisis previo. El 18 de julio en la conspiración contra la República se fundieron varias iniciativas. Al alzamiento militar de Mola su unieron otras conspiraciones menos determinantes. Una de ellas era monárquica y conservadora de la que aparecen bastantes hilos en Londres personificados por Juan de la Cierva, March, Bolin y otros. Sí está claro que los intereses británicos de seguridad en el Estrecho de Gibraltar, los económicos de sus empresas y su continuada lucha contra la onda expansiva de la revolución soviética, que afectaba a su Imperio e inquietaba a su sociedad, eran razones mayores para su atención a los hechos en España.
El tratamiento de la presencia de fuerzas internacionales en la guerra civil de España sirve como aguja que marca la posición y desconfianza de varios países democráticos en la guerra de España. Todos fueron contrarios a la presencia de unidades militares italianas y alemanas que les sirvió para defender la conveniencia de las brigadas internacionales. La retirada de las fuerza extranjeras o internacionales en la guerra de España llegó a ser tema dominante del Comité de Londres. La conservación del «status quo» territorial en España aparecía incorporado al orden internacional que todavía descansaba en la Gran Bretaña y Francia y podían o se proponían alterar Alemania en centro Europa, Italia en un Mediterráneo visto como «mare nostrum» y la URSS en su sacudida revolucionaria en ese momento reducida por las conveniencias del socialismo en un solo país.

Ante las Brigadas Internacionales
Sí hubo variaciones en la actitud de las democracias ante la convocatoria de las Brigadas Internacionales. Su formación y acceso a España fueron obra de los partidos comunistas, y el PFC instrumento de su formación y traslado a España. Sus componentes fueron muy mayoritariamente miembros de los partidos comunistas, con una buena presencia de revolucionarios profesionales. Es en los países anglosajones, Inglaterra y EEUU, donde no existían o eran algo simbólico los partidos comunistas, donde se incorporaron jóvenes de una izquierda más abierta y representativa de un sueño de libertad.
El primer movimiento del Comité de No Intervención fue prohibir el acceso de voluntarios a España. Decisión que correspondía bien con el temor, pronto confirmado, al envío de tropas por Italia y Alemania. Después, se abrió un abanico de tratamientos en el tema. Francia prohibió por decreto a sus ciudadanos ir a combatir a España, pero como en su política influía un poderoso partido comunista, que en 1936 formaba parte del Gobierno Blum de Frente Popular, permitió que la Kominform hiciese de París su centro de reclutamiento y de organización de su paso hacia España. En el extremo opuesto Suiza sometió a sus voluntarios a tribunales militares para condenar su alistamiento. Bélgica prohibió combatir en sus filas. En Inglaterra o en Estados Unidos, donde los comunistas tenían menos fuerza, los brigadistas fueron tratados con desconfianza. Después de la II GM, en la República Federal Alemana estuvieron incluidos en la ilegalizacióln del partido comunista y no obtuvieron reconocimiento de ninguna virtud con la desnazificación.
En la prensa de izquierdas o en algunos medios intelectuales del mundo libre, las Brigadas Internacionales gozaron de simpatías y hasta de devociones. Para una extensa izquierda fueron una leyenda pero también estuvieron rodeados de la desconfianza nacional. La condición de antiguo brigadista no favoreció ninguna carrera política, ni fue puerta giratoria para entrar en el Estado ni en los partidos de izquierda británicos o en los sindicatos laboristas ni estadounidenses. El reconocimiento por su lucha se dio sobre todo en las democracias populares, en algunos partidos comunistas occidentales y de izquierdas socialistas que no tuvieron el control de los partidos. Con el tiempo y hasta que el Parlamento español acordó su derecho a adquirir la nacionalidad española, la pertenencia a las brigadas internacionales sólo fue un aval político en las democracias populares y una causa de desconfianza en las democracias occidentales.
Punto final
Resumen de toda esa posición de los regímenes parlamentarios o democracias durante la guerra civil española es que no consideraron que su suerte estuviera unida a la de la II República española ante el alzamiento militar y establecieron una «política de no intervención» que favoreció el triunfo de Franco. ¿Traición a la causa de la democracia? Los Gobiernos europeos no creían que los del Frente Popular de la II República sirvieran para su defensa ¿Torpe miopía ante lo que se les vino encima con la II GM? La conservación de la integridad territorial de España por los vencedores y la neutralidad durante la II GM no dan asiento a la idea de que la «No intervención» fuese una mala política para las democracias occidentales entre julio de 1936 y abril de 1939.
¿Qué queda de los héroes al revisar hechos desentendidos por el desenfoque internacional de la nuestra última guerra civil?
Sobre todas la lección y el hecho permanente de que al romperse el poder, la historia mana sangre de los héroes y no avanza sino en una decisión descrita por los desafíos a los que se enfrentan. Luego la escriben y la protagonizan los vencedores y las líneas entre bien y mal se entrecruzan en la conciencia de los hombres que no pueden evitar sus errores, y están inscritos en circunstancia y valores. Se puede hacer política de la historia y de su relato. No se pueden cambiar los hechos. La parte peor del «vae victis» es que perder es perderse y ver arrebatadas las propias razones en una suerte de juicio de la historia.
El desenfoque internacional de la guerra civil nos describe la dificultad para situarla en la corriente central y continua de España, de su Estado y de la vida de los españoles. El relato del pasado puede ser vario los hechos que refiere no pueden ser modificados. La «no intervención» fue la política de las potencias occidentales durante la guerra civil española, y permitió la continuidad con dos siglos de una historia central que sitúa a España en la civilización liberal. Ver las razones de la «no intervención», ayuda al entendimiento de nuestra vida común y a cerrar la tentación de convertirla en una divisoria de la convivencia democrática de los españoles setenta y seis años después de su fin. La historia no es otra forma de hacer política, y sus hechos no pueden ser reemplazados por lo que debió ser según el juego de las ideas y de las ideologías.

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