Sobre la verdad y falsedad absoluta

Sobre la verdad y falsedad absoluta
Existe un criterio muy extendido entre nuestros ciudadanos que dice que la verdad es cuestión de mayorías. Según este principio: verdad es lo que la mayoría decide; lo cual no es cierto, sino un grave error. La verdad o falsedad no es cuestión de mayorías. Este error surge de creer que la democracia es un bien absoluto, el Bien por excelencia; cuando todos sabemos que la democracia es el peor sistema de gobierno diseñado por el hombre, con excepción de todos los demás, según dijo el siempre brillante y desconcertante Churchill. Estas creencias equivocadas tienen consecuencias diarias, muy graves en nuestra vida colectiva.
Recientemente ha estado entre nosotros Stanley G. Payne, para presentar el libro titulado «Franco, una vida personal y política», editado por Espasa, del que es autor junto con Jesús Palacios. En unas declaraciones a EFE y recogidas en Libertad Digital, Stanley Payne advertía: «No descartaría una crisis total del sistema en España». Los temores del señor Payne los compartimos muchos ciudadanos españoles, porque los vemos sólidamente fundados.
Don Julián Marías nos ha comentado en innumerables ocasiones que detrás del fracaso de los pueblos, hay un error intelectual. En este caso, el error que podemos cometer los españoles es creer que la verdad es cuestión de mayorías. El objetivo de este artículo es tratar de aclarar este error intelectual, que se puede traducir en un error político de graves consecuencias.
Ahora va a hacer un año que saltó la noticia de que UPyD iba a impugnar el último nombramiento realizado de los miembros del Consejo de General del Poder Judicial (CGPJ), presidido actualmente por don Carlos Lesmes. La impugnación de UPyD está en marcha y a ella se ha sumado la asociación de jueces Francisco de Vitoria. El asunto es de máxima trascendencia nacional y está en manos del Tribunal Supremo. Si éste se pronuncia, como yo espero, en contra de la intromisión de los partidos políticos en el nombramiento de los miembros del CGPJ, se habrá conseguido un logro de gran alcance, que puede suponer un punto de inflexión en la degradación permanente de la vida política española, disipándose el temor que actualmente tiene el señor Payne y que muchos ciudadanos españoles compartimos.
A raíz del anuncio de impugnación de UPyD del actual CGPJ, se produjo un acalorado debate en el Congreso de los Diputados entre Rosa Díez y nuestro presidente de Gobierno, don Mariano Rajoy Brey. Por su importancia lo reproduzco a continuación en su esencia, aunque no en su literalidad. El señor Rajoy echó en cara a la señora Díez que su partido político, UPyD, fuese la única formación política que no había apoyado el nombramiento del CGPJ, por lo que había quedado al margen del reparto de los sillones de dicho consejo, realizado entre todos los partidos políticos con el descaro que todos sabemos. El señor Rajoy calificó a la señora Díez de pretenciosa y orgullosa, al afirmar que todos estaban equivocados, menos ella. Si todos los partidos políticos, excepto UPyD, respaldaban el nombramiento del CGPJ, la equivocada era ella y no el resto de los partidos políticos. Para el señor Rajoy la verdad es una cuestión de mayorías.
Pondero en el señor Rajoy algunas virtudes, como su prudencia, su firme decisión de no enconar aún más una situación de por sí enconada hasta la demencia por los separatistas catalanes; pero no puedo ponderar su bagaje intelectual que es más bien escaso, por no decir nulo. El señor Rajoy ha caído en el error intelectual de decir que la verdad es una cuestión de mayorías. Este es un error compartido por la gran mayoría de nuestros conciudadanos.
En los años 80, en plena época de auge y esplendor del socialismo del señor González en España, un grupo insignificante de españoles estábamos dedicados a estudiar las bases teóricas del liberalismo, a través del Instituto de Economía de Mercado, dirigido por don Pedro Schwartz. Como parte de ese proceso de formación, el señor Schwartz impartió una conferencia en una de las aulas del ICAI/ICADE que tenía como título: «criterios de verdad o falsedad». Asistí a esa conferencia y comprobé con enorme satisfacción que, entre los escasos asistentes, allí se encontraba mi antiguo catedrático de ecuaciones diferenciales, don Alberto Dou, S.J. tomando notas como un alumno aplicado.
Es crucial para el hombre tener un criterio que le permita distinguir lo verdadero de lo falso. La vida significa acción, lo cual implica tomar decisiones. Obviamente todos quisiéramos acertar, por eso es muy importante tener un criterio que nos permita diferenciar lo verdadero de lo falso.
¿A qué conclusión han llegado los sabios que sobre este tema han pensado? A una conclusión que en apariencia resulta decepcionante: no tenemos ningún criterio firme y seguro que nos permita distinguir con certeza lo verdadero de lo falso. El único método eficaz es someter a prueba permanente a la verdad día y noche, incansablemente durante las 24 horas del día, a lo largo de toda nuestra vida, sin darnos un momento de respiro. Es verdad todo aquello que, sometido a prueba, demuestra ser cierto… mientras no haya prueba en contra. La prueba permanente es la condición imprescindible de la verdad.
Así trabaja la Ciencia. Así se han conseguido los logros científicos que han permitido el desarrollo de la tecnología, base de nuestro actual bienestar. El mundo científico somete a prueba continua todas sus teorías, incluso las que considera mejor asentadas. Los auténticos científicos entran en trance cuando descubren una paradoja que echa por tierra las antiguas creencias; en tales circunstancias, excepcionales y raras, los verdaderos científicos experimentan un orgasmo intelectual, placentero e intenso: tienen un nuevo desafío por delante que deben resolver.

Vivimos en un mundo global y competitivo, no sólo en el mundo de los deportes, sino también de las ideas y teorías económicas. Las mejores ideas económicas son aquellas que dan prosperidad a los pueblos que las aplican, según demuestran los índices globales de economía, como por ejemplo: The Global Competitiveness Report, elaborado por el World Economic Forum; o bien el Doing Business, preparado por el Banco Mundial, o los elaborados anualmente por The Heritage Foundation, o The Fraser Institute, por citar sólo unos ejemplos.
Rafael Nadal es el número uno de tenis en el mundo, si revalida su título y lo somete a prueba constantemente, compitiendo con los mejores tenistas del mundo, sin descanso a lo largo de todo el año deportivo. Lo dicho en el tenis, aplica también en el mundo del motor, Formula I o moto GP; al fútbol, al baloncesto, o a cualquier otra actividad deportiva.
Igual ocurre en el campo de las teorías económicas. Son mejores aquellas que se demuestran más eficaces en un mundo competitivo. Las economías que están abiertas a la libre competencia son las que consiguen mayores grados de bienestar para sus ciudadanos, porque son economías libres, que compiten entre sí dentro del marco del libre mercado. Libertad y bienestar económico no son conceptos antitéticos, sino que van de la mano: donde hay libertad, termina habiendo bienestar económico.
Lo mismo ocurre en la arena política. La democracia es el mejor régimen político, siempre que sus dirigentes se jueguen su puesto cada cuatro años o seis años en elecciones libres y abiertas, en las que participe todo el pueblo. Sin embargo, la tendencia es limitar la libertad de los votantes con listas bloqueadas y cerradas, que transfieren el poder del pueblo a las cúpulas de los partidos, sean éstos cuales sean. En casos más extremos, el poderoso de turno se atrinchera en sus posiciones con la intención de perpetuarse hasta la muerte, como vemos que ha ocurrido en la Venezuela de Chavez o en la Cuba de los Castro.
La verdad siempre hay que someterla a prueba, incluso la política. En la presentación del libro de Franco antes comentado, intervino don Florentino Portero y nos comentó, que en sus tiempos de estudiante en la universidad de Oxford los británicos se extrañaban de que todos los años apareciese una nueva biografía de Disraeli en las librerías de Inglaterra. Llegaron a la conclusión de que Disraeli era el personaje clave para entender la Inglaterra moderna, la de hoy. Hubo un antes y después de Disraeli. Los ingleses que querían entender la Inglaterra de hoy, tenían que entender a Disraeli. Esta era una tarea propia, particular, que tiene que hacer cada generación de forma inevitable, repensando por sí mismo la historia, a partir del legado de sus antepasados.
Franco ha sido un personaje clave en la historia reciente de España. Murió cuando yo tenía 29 años, por lo tanto tengo una idea formada, vivida del personaje. Los autores del libro nos dijeron que han tratado de hacer una biografía lo más completa posible, recopilando toda la información, trabajando ocho años sobre la figura de Franco; pero no se atreven a decir que ésta sea la biografía definitiva, porque son conscientes de que la realidad humana es muy compleja, que tiene múltiples facetas y siempre habrá alguna por descubrir. La labor ardua de recopilar la información la han hecho los autores, ahora nos toca a nosotros leer el libro y lo que es más difícil: reflexionar.
Estoy seguro de que muchos de mis conciudadanos no comprarán la biografía de Franco, ni la leerán: tienen una idea fija y definitiva del personaje y no la van a cambiar. Son como esos dos hombres representados en las pinturas negras de Goya, que luchan entre sí a muerte, encastillados en sus posiciones, mientras sus piernas se hunden cada vez más en la tierra.
Sin embargo, siempre habrá gente dispuesta a entender la realidad, que sabe que la verdad no es cuestión de mayorías, que cualquier teoría, para que sea cierta, es imprescindible someterla a prueba, incluso la idea estereotipada de Franco. Mientras exista gente así, aunque sean pocos, no habrá crisis total del sistema, como augura Payne; por mucho que base sus auspicios en señales ciertas del vuelo de las aves de la vida nacional.

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    Acerca de Juan Manuel Blanco Rojas

    Licenciado en Ciencias Físicas y diplomado en Ingeniería Nuclear por el Instituto de Estudios Nucleares (antigua JEN). Su experiencia profesional se ha desarrollado durante 32 años en la centrales nucleares de Almaraz y Valdecaballeros, participando en todas las etapas del proceso, desde su lanzamiento hasta la explotación comercial de Almaraz; ocupando los cargos de Jefe de Seguridad Nuclear, Combustible y Medio Ambiente; Jefe de Ingeniería y Subdirector Técnico. En la actualidad es jubilado y pensionista de la Seguridad Social.