Podemos, ¿objetivo el poder, medio la democracia?

Podemos, ¿objetivo el poder, medio la democracia?
Planteamiento
Que el poder corrompe lo sabe el hombre desde que deambulaba vestido apenas con cuatro trapos por este mundo en busca de presas que cazar. Cómo ponerle límites nos costó mucho más, y no fue hasta la época moderna en la que se creó un sistema político capaz de tal gesta, cuya primera manifestación se dio en América, bajo el sistema republicano y democrático de Estados Unidos. Después llegó la Revolución Francesa y el resto de revoluciones liberales que fueron expandiendo la defensa de la libertad individual como mejor antídoto contra la concentración del poder.
Los límites del liberalismo decimonónico se alcanzaron en pleno siglo XX, cuando la I Guerra Mundial hizo saltar por los aires unos regímenes que ya no colmaban las aspiraciones democráticas de sus ciudadanos, se hacía necesaria la reforma, más aun cuando desde Moscú irradiaba una nueva utopía de libertad prometida al proletariado pero encabezada por una vanguardia de activistas teóricos devenidos revolucionarios universalistas. El poder alcanzado por el capital en las últimas décadas y los procesos de convergencia supranacionales han vuelto a poner contra las cuerdas a los sistemas democráticos nacionales, debido en gran parte a la excesiva concentración de poder en manos de instituciones alejadas del tradicional proceso democrático.
Nuestra joven democracia parece quemar etapas, desde que se iniciara con el fin de acabar con una dictadura hasta el presente, cuando aparece agotada y superada en todos sus flancos tan solo han pasado 37 años. En esas casi cuatro décadas, España ha vivido de todo; enormes crisis y sorprendentes saltos adelante, una larga lucha antiterrorista, triunfos deportivos, éxitos culturales globales…pero sobre todo su inserción en Europa y en el mundo Occidental de la mano de su doble pertenencia a la Unión Europea y a la OTAN. Hoy todo ello parece olvidarse gracias a la corrupción que salpica a muchos políticos, la crisis económica iniciada en 2008 despertó al país y sus sueños de entrar en la Champions League se esfumaron a medida que la prima de riesgo escalaba, y luego la mayoría absoluta de un partido, cuyo gobierno está formado por los mejores representantes de los males que gangrenan nuestro sistema ha hecho el resto.
Nudo
En unos pocos meses una nueva formación política consiguió representación en el Parlamento Europeo surgido de las elecciones de mayo de 2014, poco después, en noviembre del mismo año se presenta ya como la primera fuerza en intención de voto por encima de PSOE y PP, dejando a IU y UPyD un papel marginal, arrebatándoles con ello su anhelo por convertirse en las fuerzas que acabaran con el bipartidismo, de todos modos, los líderes del nuevo partido han anunciado que no se presentarán a las elecciones municipales de mayo de 2015, pues su objetivo es ganar las elecciones generales de 2016.
Podemos surgió en apenas cuatro meses para presentarse a las europeas, donde obtuvo un millón de votos y cinco diputados merced a la visibilidad alcanzada por sus líderes, en especial Pablo Iglesias, gracias a sus apariciones en televisión y la explotación de los medios digitales. El hastío de la población hacia una clase política que lejos de resolver la crisis parece dedicarse a expoliar el barco antes de que se hunda colmó la taza de la paciencia ciudadana. Los sacrificios por los recortes y la pérdida de poder adquisitivo han atacado en exclusiva a la clase media y a las capas más desfavorecidas de nuestra sociedad, por el contrario, los ricos hoy lo son más que ayer, como muestra decir que los 20 más acaudalados ganan tanto como el 20% más pobre (14 millones de personas), y han visto aumentar su patrimonio en 23.500 euros por minuto en el último año.
No es extraño que parte importante de la indignación haya favorecido a Podemos, cuyo discurso sencillo y antipartidista ha calado entre un electorado hasta el momento alejado de la política pero que gracias a la nueva formación se ha movilizado con la esperanza de un cambio efectivo. Pero el rápido ascenso de Podemos le ha valido las críticas desde la derecha y la izquierda por su presunto populismo, mientras que sus líderes se presentan como la única alternativa a la vieja casta política que ha conducido a España al borde del abismo.
Pero a la vista de lo sucedido en menos de un año desde su formación, ¿pueden reclamar los líderes de Podemos ese carácter nuevo y especial respecto al resto de partidos tradicionales? O por el contrario, ¿derivará la nueva formación en el viejo modelo de partido jerarquizado y sin democracia interna que tanto daño está haciendo a nuestro sistema político? Desde luego que la victoria del modelo defendido por Pablo Iglesias no apunta en la buena dirección y sí más bien al liderazgo de tipo carismático que tanto abunda en los regímenes sudamericanos por él admirados.
Pero más allá del modelo interno que elijan para su formación, de las numerosas entrevistas y declaraciones de sus dirigentes y de su primer programa político aprobado surge una pregunta legítima que los líderes de Podemos deberían cuestionarse y contestar cuanto antes: ¿su anhelo por alcanzar el poder responde a un imperativo democrático o a la aspiración de imponer un nuevo modelo de sociedad? La cuestión no es menor, pues al presentarse como algo nuevo, fuera del sistema y enfrentados a los partidos del régimen dan a entender que el actual marco de convivencia no les satisface, ¿o es que al participar en las elecciones Podemos no se convierte en parte de ese régimen y esa casta de los que tanto reniegan? Quizá sea que una vez ganen cambien las reglas del juego, algo que tendrían que anunciar con antelación, si bien se recoge en parte de su programa pero que inteligentemente se guardan de decir bien a las claras.
Si el modelo interno al que se encaminan es más de lo mismo, qué decir de su estrategia. A mi parecer quedan al descubierto sus intenciones cuando deciden presentarse a las europeas y no a las municipales, despreciando el nivel administrativo más cercano al ciudadano a favor del destino más glamouroso de Estrasburgo y Bruselas, debe ser que Parla resulta demasiado pequeña para su misión. De nada sirven sus excusas, que sin tiempo para preparar unas listas se les podrían colar indeseables que acaben manchando su nombre de cara a las generales, ya que eso mismo sería una gran oportunidad para demostrarnos a todos cuán diferentes son del resto de partidos respecto a la corrupción y demás malas prácticas que asolan nuestra vida política.
El desprecio mostrado por Podemos hacia la administración local, que recordemos es la más cercana al ciudadano y por tanto el primer punto de encuentro y ejercicio democrático, solo se entiende si tenemos en cuenta que el objetivo de la nueva formación son las generales de 2015, en las que pretenden ganar para obtener el poder, única vía contemplada por sus líderes para cambiar el rumbo del país. Repito, ¿es que no se pueden cambiar las cosas desde Parla, Cieza o Corullón? Que el cielo sólo se toma por asalto y no por consenso es un eslogan muy llamativo, pero esconde un mensaje nada democrático. A Podemos solo le vale la Moncloa, al menos es lo que sus líderes pregonan, que están aquí para ganar, es decir, traducido: para IMPONER, ¿cómo si no piensan implantar su programa desde Madrid sin controlar un solo municipio, provincia o comunidad autónoma? Claro que para ello tendrían que obtener mayoría absoluta, la misma que ahora tiene el PP para no hacer nada a derechas y la misma que tuvo el PSOE para hacer de todo sin mano izquierda, la misma que siempre ha llevado a este país al borde del precipicio.
La democracia no se impone, se negocia, es un compendio de equilibrios, al renunciar a pactar con la casta, al presentarse como una fuerza transversal que reniega de la bipolaridad izquierda-derecha, al marcarse un único objetivo a corto plazo conscientes de la pequeña ventana de oportunidad que la crisis les ofrece (uno o dos años según su propio líder), ¿qué es Podemos? Digámoslo claramente, un instrumento de poder al servicio de unos pocos alimentado por el descontento de muchos y la ilusión de establecer de una vez por todas una democracia participativa de verdad.

La parálisis a la que conduciría su programa arruinaría definitivamente al país, pues queridos líderes de Podemos, no todos los españoles son profesores de universidad o licenciados o solteros sin hijos, la mayoría tienen un trabajo al que acudir, una familia a la que cuidar y mil problemas que afrontar a diario como para leerse por entero los presupuestos y votar todas y cada una de las partidas con conocimiento de causa. Lo que sí pueden y deben hacer los españoles es elegir bien a sus representantes políticos, y si ven que no cumplen con su programa o que directamente roban pues que no les voten más y que busquen a uno que cumpla con lo prometido y con la ley, claro que entonces no seréis vosotros. Pablo Iglesias lo ha dicho, si no pueden cumplir con su programa dimitirán, pues se pueden ahorrar el esfuerzo de presentarse a las elecciones porque su programa no es de este mundo.
En concreto, y para centrar lo que quiero demostrar en el ámbito de mi campo de conocimiento, veamos lo que afirma el programa de Podemos en su artículo 4.6 denominado Defender la Paz:
Referéndum vinculante sobre la salida de España a la OTAN. Rechazo a las intervenciones militares en la resolución de conflictos internacionales. Desmantelamiento de las bases militares extranjeras en terceros países. Impulso de las relaciones solidarias entre los pueblos. Papel comprometido de la UE en la paz mundial y creación de un Servicio Civil de Paz cuya actuación quede circunscrita al ámbito de la interposición y que sustituya a las intervenciones armadas. Promoción de nuevos tratados de desarme.
La Guerra Fría ha acabado, la OTAN ha demostrado sobradamente que no es una alianza dirigida contra nadie sino centrada en la seguridad de sus miembros y comprometida con la paz mundial, claro que leyendo el resto del párrafo se entiende esta trasnochada reivindicación: acabar con las intervenciones militares en los conflictos mundiales. Dejando de lado la capacidad y legitimidad del gobierno español para lograr tal cosa (además de acabar con las bases militares extranjeras), ¿cómo se puede defender la paz sin intervenir militarmente, especialmente cuando alguna de las partes es quien lo reclama? ¿Con relaciones solidarias entre los pueblos? Que Podemos vaya y se lo explique a Boko Haram o al Estado Islámico, y me temo que de ir con tal ingenuidad más les vale reclutar un ejército de suicidas para su Servicio Civil de Paz de interposición, pues nada más que su muerte lograrán en la mayoría de los escenarios en conflicto. Ahora entiendo que Pablo Iglesias defendiera en Internet el derecho ciudadano a armarse como ejercicio democrático, pues no otra nos quedará de cumplir Podemos con su artículo 4.6, pues España (y el resto de países) quedaría a merced de todo tipo de amenazas, no sé si tal medida se la debemos agradecer al influjo bolivariano o a la Asociación Nacional del Rifle americana, pero es totalmente consecuente con la falta de seguridad que acarrearía hacer efectivas sus medidas, claro que entonces su último punto no se llevaría a cabo.
Como se aprecia, en tan solo uno de sus artículos queda al descubierto el utopismo del programa de Podemos, cuya radicalidad democrática es incapaz de asumir los límites de la naturaleza humana, pues no todos los ciudadanos somos tan perfectos como los líderes de la organización parecen ser, por eso necesitamos de la colaboración y el control del resto de la sociedad, pero de ahí a vivir bajo el dictado de unos iluminados de despacho -¡oh, mi capitán, mi capitán!-, va un trecho. Afortunadamente, España es mucho más que la facultad de Ciencias Políticas de la Complutense.
Poner todo patas arriba no soluciona las cosas, cambiar una casta corrupta por otra mesiánica crearía aún más problemas, al respecto, las propuestas lanzadas por el Movimiento Ciudadano me parecen mucho más acordes con lo que esta sociedad necesita (reforma de los partidos políticos, reforma de la ley electoral, reforma de las administraciones públicas, división de poderes y pacto nacional por la educación), de llevarlas a cabo se eliminarían muchas de las trabas que impiden nuestro desarrollo, pero no todas, nadie puede hacerlo, ni siquiera a través de una revolución, y quien prometa tal cosa está mintiendo.
Por tanto, Podemos dudosamente puede presentarse como un partido democrático, al menos no uno que se comprometa a defender nuestro modelo de democracia, pues su objetivo es instaurar un nuevo orden, aunque eso sí, basado en la quimera de la constante participación democrática de la sociedad en la res publica, en una especie de Atenas moderna que de lograrse, ¿qué necesidad tendríamos de Podemos y del resto de partidos? Cuando la ira se calme (ya sea por haber detenido a los corruptos o por simple desidia), ¿dónde encontrar el atractivo de Podemos? No se puede armar una organización política basada en el descontento y la precariedad, sin más proyecto de futuro que el permitir la salida de España de todos los que lo deseen en un momento dado (artículo 5.7 Reconocimiento al derecho a decidir), un partido político debe ser todo lo contrario, una organización que bajo unos principios claros emanados de una determinada ideología plantea a la sociedad una comunidad de destino en torno a la que unirse y trabajar por ella. Puestos a pedir el sentido común que tanto reclama Pablo Iglesias, nada más alejado del mismo que entregar las riendas de la nación a un grupo de académicos sin ninguna experiencia de gobierno o administración, y que se niegan a tenerla, cuyo partido no tiene ni un año de vida.
Claro que es momento de tomar partido hasta mancharse, ahora más que nunca, pues nuestro sistema está en quiebra y corre el riesgo de desmoronarse por entero. Claro que hace falta una regeneración política, ahora y en todo momento. Claro que hace falta más compromiso de todos los ciudadanos. Claro que sí, eso y otras muchas medidas, y algunas dolorosas, pero lo que no necesita este país es que le prometan el cielo cuando vive y sufre en la tierra, de eso ya hemos tenido suficiente. La culpa no la tienen en exclusiva los partidos políticos tradicionales y su casta, también la tenemos los ciudadanos por haberles permitido apoderarse del sistema, nos ha faltado cultura democrática para entender que nuestra responsabilidad va mucho más allá de elegir cada cuatro años un partido nada más que en función de nuestras ideas, sin tener en cuenta su desempeño efectivo una vez en el poder. Votar no puede reducirse a castigar, el ciudadano debe asimilar que en cada votación se juega su futuro y el de su país, ya vote a un alcalde, a un congresista o a un eurodiputado. No necesitamos que nadie nos diga qué tenemos qué hacer, sino que ese al que confiamos el poder cumpla con su deber de la mejor forma posible, y si no lo hace ser consecuentes y elegir a quien sí pueda hacerlo, desde el ayuntamiento más pequeño a la Moncloa.
Desenlace
Afortunadamente la llave del futuro de España la tienen los propios españoles, pero de las encuestas se puede concluir que el escenario no es nada halagüeño, no por el fin del bipartidismo, que en sí mismo no es ni bueno ni malo, sino por la actitud de los líderes de Podemos. Si como ellos mismos proclaman no pactarán con ningún representante de la casta (ni PP, ni PSOE, ni IU…), y como tienen muy difícil alcanzar la mayoría absoluta, en un parlamento atomizado con varios partidos en torno al 20% de los votos, ¿cómo formar un gobierno estable? Eso deberían explicarlo mejor los líderes de Podemos, entonces tendrían que reconocer que solo les vale un resultado, la mayoría absoluta, o eso o me enfado y no respiro, o impongo mi programa por entero o no participo en el juego.

Por tanto, de la organización interna a la que se encaminan, de su programa utópico maximalista y de sus tácticas intransigentes se puede afirmar que Podemos es una organización democrática en la medida que se sirve de la democracia para ganar adeptos (participación interna) y alcanzar el poder (mediante elecciones), pero una vez conseguido poco de ese impulso democratizador quedaría, pues ante su manifiesto rechazo a pactar o consensuar su programa con el resto de formaciones políticas, a Podemos, con su actual estrategia, sólo le vale un régimen de partido único, lo que acabaría de un plumazo con su orden participativo interno y transformaría nuestro ordenamiento democrático en aras de un ideal impracticable. No hay distinción posible entre totalitarismos buenos o malos, no tenía sentido en los años ochenta y no lo puede tener ahora, que alguien pretenda imponer su pensamiento por muy buenas que sean sus intenciones no cambia la raíz de su proyecto, y la de Podemos, de no renunciar a muchos de sus planteamientos, está muy alejada de la democracia que pregonan.
Podemos nace gracias a la peste que emana de las cloacas de nuestra política, se alimenta de su podredumbre, en la mano está de los partidos políticos regenerarse y acabar con las inmundicias del sistema que ellos mismos han corrompido, esa debe ser la máxima exigencia de los ciudadanos y quizá la mayor y nada desdeñable aportación que Podemos puede ofrecer a nuestra sociedad, de no hacerlo con diligencia, de persistir los partidos tradicionales por la senda negacionista y continuar arropando a los suyos sin importar sus fechorías, el pueblo optará en masa por el camino del radicalismo utópico, y ese, como el que ahora llevamos, no nos conducirá a ningún paraíso.

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    Acerca de Pedro Ramos Josa

    Doctor en Paz y Seguridad Internacional por el Instituto General Gutiérrez Mellado Licenciado en Ciencias Políticas por la UNED.Temas principales de investigación: historia y política de Estados Unidos, la debilidad Estatal, ideologías políticas