El momento populista

El momento populista
Me había propuesto no escribir más sobre Podemos después de publicar mi ensayo «Populismo, ¿enfermedad infantil del izquierdismo? Sobre Podemos y el retorno del nihilismo», (kosmos-polis, 22 de Julio de 2014), pero el artículo reciente del profesor Ted McAllister, «Sweet Populism Awaits Its Leader», (The Wall Street Journal, August 6, 2014), me ha incitado a continuar con estas reflexiones sobre las alternativas reformistas al populismo revolucionario. Efectivamente, estamos experimentando, como asegura el politólogo de Pepperdine Universiy, el momento populista mundial. La pregunta es: ¿qué tipo de populismo nos conviene? ¿Existe una alternativa «amable»? Casi todos los populismos que conocemos en Europa (Norte y Sur, Este y Oeste) tienen algo que nos inquieta, cuando no suponen una clara amenaza. Lo que Juan Carlos Monedero postula para Podemos, una suerte de «leninismo amable», más que un oxímoron es una solemne tontería, y estoy seguro que Lenin pensaría lo mismo, un personaje humanamente siniestro que hasta rechazaba escuchar la música clásica porque «ablandaba» su mente. No era el caso del «populista volksgemeinchaft» Hitler, a quién la música de Wagner le daba un «subidón» (la música de Wagner a Nietzsche también le enervaba, pero optaba, como Lenin, por no escucharla). Yo creo, según el dicho popular, que la música amansa las fieras, pero al parecer no funciona con los neuróticos y los narcisistas con delirios de grandeza (aunque hay que revisar muchos tópicos sobre el narcisismo, como apunta inteligentemente Joan Acocella en su ensayo «Selfie. How big problema is narcissism?», The New Yorker, May 12, 2014, a propósito de las obras de Elizabeth Lunbeck, The Americanization of Narcissism, y de Simon Blackburn, Mirror, Miror. The Uses and Abuses of Self-Love). El lector pensará que me estoy desviando del tema, pero lo cierto es que hay un componente narcisista muy fuerte en muchos líderes populistas. El propio Lenin los descalificó como «intelectualillos izquierdistas…Narcisos enamorados de sí mismos», aunque en su juventud él había sido uno de ellos.
Sobre esta pandemia política del populismo que estamos padeciendo se ha escrito ya mucho y se seguirá escribiendo. Aparte de lo que digan sus ideólogos y simpatizantes, que generalmente no tiene ningún interés, la mayor parte de los analistas serios y objetivos coinciden en señalar los peligros reales o imaginarios del fenómeno para la democracia liberal y constitucional. Estoy de acuerdo. Pero existe otra perspectiva positiva que a mi juicio no se ha explorado suficientemente.

Escribo precisamente estas líneas cuando se están celebrando en Minnesota (Estado norteamericano donde por razones familiares suelo pasar lo veranos) las elecciones primarias para las elecciones finales midterm del Congreso federal de los Estados Unidos (totalidad de los representantes y un tercio de los senadores), además de un cierto número de gobernadores, legisladores estatales, e infinidad de cargos locales. Las elecciones primarias norteamericanas representan, a mi juicio, la esencia de la democracia popular, y el momento de la verdad de un populismo auténticamente democrático que desconocemos en Europa. El fenómeno se produce cada dos años. En 2014, a diferencia de las primarias en 2012 y en 2016, no se eligen a los candidatos para Presidente del gobierno federal. Eso son las primarias: elecciones de los candidatos de cada partido o independientes, que competirán finalmente entre sí en Noviembre (cada dos años) para los cargos que se presentan. Este fenómeno ha impulsado históricamente un populismo individualista, variopinto, pero generalmente democrático-liberal y respetuoso con la Constitución y los valores tradicionales de la cultura política americana. Su expresión en los siglos XIX y XX fueron, principalmente, el People´s Party de William Jennings Bryan, y los diversos partidos progresistas (de Teddy Roosevelt, Robert La Follette, Henry Wallace, etc.). En el siglo XXI lo es el Tea Party.
Mientras en los siglos XIX y XX el populismo fue un conglomerado ideológico muy heterogéneo pero esencialmente progresista (con algunas excepciones, especialmente condicionadas por el anti-comunismo, como en los casos del gobernador Huey Long, del padre Coughlin y del senador McCarthy), el movimiento Tea Party es indefectiblemente conservador al estilo americano (liberal o libertario al estilo euro), es decir, conservador del liberalismo originario de los Estados Unidos (tal como se manifiesta en la Declaración de Independencia, la Constitución federal y las sucesivas Enmiendas –veintisiete hasta la fecha).
El politólogo Clarence Hein publicó en 1957 un resumen de su tesis doctoral inédita (The operation of direct primary in Minnesota), en la que documenta que fue precisamente en este Estado, por iniciativa de legisladores estatales (Wyman, Ozmun y Hicks, principalmente), con el gobernador Samuel Van Sant, cuando se comenzaron a practicar las primarias: en el condado de Hennepin en 1900, y en todo el Estado por Ley desde 1901. Minnesota precede al Estado de Wisconsin, que las establecerá, de manera más extensa, por Ley desde 1903.
En un editorial del Star-Tribune (August 12, 2014) de St. Paul-Minneapolis, día de la celebración de las primarias este año, se anunciaba la mejor receta contra la partitocracia: «See you at the polls. Today´s primary will select major-party candidates. Have you ever wanted to prove the political experts wrong? You chance has come today, at a polling place near you. Have you ever complained that too much political power resides in too few hands? Today the power is yours, if you vote. Have you ever said that political parties are too much controlled by narrow interests or extreme thinkers? You can do your own thinking and exercise your own interests in the party of your choice in today´s primary elections.»Excelente resumen de cómo las primarias son un remedio contra la arrogancia de la clase política, las élites del poder económico y de otros intereses especiales, y asimismo contra la manipulación de los «expertos» y de los ideólogos extremistas.
En el distrito sexto de Minnesota, donde resido, mi amigo el candidato liberal-conservador Tom Emmer, sucesor de Michele Bachmann y con su aval personal y el del Tea Party, ha ganado la elección en el seno del partido republicano con más del 73,2 por ciento de los votos, frente a su última rival (otros candidatos se han ido retirando en los meses anteriores en diferentes asambleas y elecciones preliminares), Rhonda Sivajarah que obtuvo el 26,8 por ciento. Un ejemplo de democracia interna de partido (a veces con sorpresas como la eliminación del líder de la mayoría republicana en la Cámara de Representantes, Eric Cantor de West Virginia) que me gustaría ver en España y en Europa, en vez de tanta charlatanería entre los políticos y sus aliados mediáticos, que generalmente ignoran cómo funcionan las primarias, en este caso abiertas a todos los electores, de una democracia genuina. Otros jóvenes dirigentes republicanos con simpatías del Tea Party han ratificado sus candidaturas para las elecciones de Noviembre: Paul Ryan de Wisconsin, Kevin McCarthy de California, etc.
En el seno del partido demócrata también se han celebrado las primarias pero, como ha insinuado el politólogo de Harvard Harvey Mansfield, en la era Obama el sistema bipartidista de los Estados Unidos ha evolucionado hacia dos tipos diferentes de partido: uno más americano, individualista y pro-capitalista (el republicano), y otro más europeo, estatista y pro-socialista (el demócrata). La deriva de éste hacia la partitocracia es evidente y preocupante.El profesor McAllister señala en su artículo la necesidad de un populismo «dulce» (yo lo llamaría simplemente amable), que tuvo su precedente histórico en Ronald Reagan y que fue capaz de movilizar con éxito a un importante volumen de votantes, aparte de los republicanos tradicionales, pertenecientes a sectores generalmente inclinados hacia el partido demócrata (mujeres, jóvenes, católicos, trabajadores sindicados, blue dogs demócratas…), conformando un auténtico populismo democrático, republicano, una «mayoría concurrente» y constitucional, no meramente aritmética. El Tea Party es el heredero de este populismo, aunque está por ver si es capaz de que sus potenciales líderes (Sarah Palin, Ted Cruz, Rand Paul, Marco Rubio, Rick Perry…) alcancen la estatura de Reagan.

En España tenemos dos partidos que, mutatis mutandis, se asemejan a este modelo: Vox en el centro-derecha, pero sin un líder destacado; y Ciudadanos en el centro-izquierda, con un líder joven y altamente cualificado, Albert Rivera. Ya sé que resulta utópico, pero juntos pueden: sería muy interesante una coalición de ambos, junto con otras posibles fuerzas políticas y sociales (una UPyD menos sectaria, pequeños grupos regionales y locales de la sociedad civil, movimientos sociales como la AVT, etc.) para desencadenar un eficaz movimiento populista democrático, anti-partitocracia, anti-corrupción y anti-terrorismo, respetuoso con las leyes y los derechos de los ciudadanos.
Albert Rivera, en su memoria política escrita en 2013, Juntos podemos (Espasa, Madrid, 2014), inspirándose obviamente en el lema obamita «Sí, podemos» se anticipó al nombre y eslógan de este grupo populista de izquierda y anti-sistema del que tanto se habla ahora, con un proyecto sugestivo, regenerador y razonable. Rivera representa cabalmente un populismo amable, inteligente y democrático. Solamente le recomendaría que no se fiara mucho de los obamitas (como Juan Verde, que prologó su libro), ya que Obama representa todo lo negativo de la partitocracia estatista pese a sus orígenes izquierdistas anti-sistema (que, no obstante, parece que sigue fascinando a los partidos españoles y europeos del Establisnment, de izquierdas y de derechas). Y que a su vez Rivera recomendara a mi viejo amigo Javier Nart y otros compañeros suyos que dejaran de repetir el mantra progre de que están en las antípodas de la derecha, de la monarquía y de la religión. Es decir, que su sano y democrático populismo no degenere tontamente, como otros, en infantilismos izquierdistas.

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    Acerca de Manuel Pastor

    Catedrático de Teoría del Estado y Derecho Constitucional (Ciencia Política) de la Universidad Complutense de Madrid. Ha sido director del Departamento de Ciencia Política en la misma universidad durante casi dos décadas, y, de nuevo, entre 2010- 2014. Asimismo ha sido director del Real Colegio Complutense en la Universidad de Harvard (1998-2000), y profesor visitante en varias universidades de los Estados Unidos. Fundador y primer presidente del grupo-red Floridablanca (2012-2019)