Leoneses en la historia y la cultura norteamericanas

Este ensayo es una pequeña aproximación a una temática de gran calado en el área de los Estudios Culturales, y se propone simplemente ilustrar una de las muchas ramificaciones de las relaciones internacionales en su dimensión histórica inter-cultural.
La Edad de los Descubrimientos
Los términos Norte-América y norte-americano son obviamente geográficos, y aluden al continente que hoy ocupan los Estados Unidos de América, Canadá, Méjico e islas y archipiélagos adyacentes (Puerto Rico, Cuba, Santo Domingo, Haití, etc.). Para muchos norteamericanos, incluidos algunos portorriqueños, Puerto Rico, pese a su status especial como «Estado Libre Asociado», pertenece a los Estados Unidos. En este ensayo nos limitaremos a los Estados Unidos (incluido Puerto Rico) y Méjico, al registrar y valorar la presencia de leoneses, es decir, nativos del viejo Reino de León (según el tradicional Nomenclator del Conde de Floridablanca), en la historia y la cultura norteamericanas.
El primer nombre que se asignó a gran parte de estos territorios, inmediatamente después del descubrimiento y del nombre genérico de América, fue Virreinato de Nueva España, que hasta 1821 (independencia de Méjico), incluía al Norte del río Grande las «provincias interiores» occidentales (California, Arizona) y orientales (Nuevo Méjico y Tejas). Las Floridas (Oriental y Occidental) y Las Luisianas (Norte y Sur: los territorios al Oeste del río Mississippi, desde Minnesota hasta La Luisiana actuales) pertenecerían a la Capitanía General de Cuba.
El nombre de León aparece en la historia norteamericana desde los primeros años del siglo XVI con el propio nombre del colonizador y gobernador de Puerto Rico, Juan Ponce de León, descubridor de La Florida en 1513, el primer territorio rigurosamente perteneciente a los Estados Unidos continentales, un siglo antes del primer establecimiento colonial anglosajón. Asimismo su nombre, Ponce (de León) es el nombre de una de las ciudades históricas más importantes de la isla de Puerto Rico. Por otro lado, el nombre de León también se perpetuará en la historia de Méjico, tras el descubrimiento y la conquista, con el nombre de uno de sus grandes estados centrales y de la capital del mismo (como ocurrirá con la toponimia de otras naciones hispanoamericanas, Nicaragua por ejemplo, donde también se fundará una ciudad de León, en la que pasará su infancia y morirá el más grande poeta de la Hispanidad, Rubén Darío). Finalmente, señalaré que en el sur del pequeño estado de Iowa, donde es tradición que se celebre el primer caucus para la selección de candidatos a la presidencia de los Estados Unidos, hay un pequeño pueblo de granjeros que se llama también León, probablemente un legado hispano de cuando estos territorios de los sioux pertenecían a la Luisiana española, durante el reinado de Carlos III.
Los historiadores no están seguros del lugar de nacimiento de Juan Ponce de León, pero la mayoría coincide en situarlo en la tierra de Campos del antiguo Reino de León. Así, en una biografía relativamente reciente se indica, con interrogantes, el pueblo Santervás de Campos, entre los años 1460 y 1470, y la posible paternidad –probablemente ilegítima- del conde Juan Ponce de León (Ballesteros, 1987: 17, 154). En 1509 Diego Colón le envía desde Cuba a la isla de San Juan (Puerto Rico), donde será capitán por orden real y fundará el primer establecimiento colonial, Caparra. En 1513 encabeza la primera expedición (si prescindimos de un supuesto «viaje olvidado» hacia 1500, según los historiadores Quine y Weber) y el descubrimiento de La Florida. En 1521, después de una estancia en España, volverá de nuevo a pisar el territorio continental norteamericano, pero al ser fatalmente herido por los nativos, regresa a La Habana, donde muere.
De la misma tierra leonesa (utilizo aquí el Nomenclator del Conde de Floridablanca que estuvo vigente hasta las Cortes de Cádiz, según el cual el viejo Reino de León incluía las provincias: León, Zamora, Salamanca, Valladolid y Palencia), concretamente de Castroverde de Campos, también procedía uno de los principales capitanes de Hernán Cortés en la conquista de Méjico en 1519, Diego de Ordaz, ya investigado por Florentino Pérez Embid («Diego de Ordaz, compañero de Cortés», AEA, Sevilla, 1950), y que había participado en la conquista de Cuba junto a su hermano Pedro de Ordaz (Hugh Thomas, Conquest. Montezuma, Cortés, and the Fall of Old Mexico , Simon & Schuster, New York, 1993: 145). Asimismo leonés, de Salamanca, será el gran rival político de Cortés en Nueva España a partir de 1535, el virrey Don Antonio de Mendoza, que impulsará las expediciones de exploradores y conquistadores hacia el Norte, en los territorios que hoy conocemos como New Mexico, California, Arizona, Texas, Oklahoma , Kansas y probablemente Arkansas (Fray Marcos de Niza y el negro Esteban, Vázquez de Coronado, Melchor Díaz, Pedro de Tovar, García López de Cárdenas, Hernando de Alvarado, Hernando de Alarcón, Juan García Cabrillo, etc.). En honor del leonés virrey Mendoza el piloto Ferrer, que sustituyó a Cabrillo al morir éste en la navegación de cabotaje, denominará Mendocino a un importante cabo (y hoy también una bella ciudad costera y una región vinícola con tal denominación de origen) en el punto más occidental del continente hacia el Pacífico, en el norte de California.

El ilustre historiador británico antes mencionado ofrece en su erudita obra referencias al origen leonés y «castellano» de otros conquistadores: Diego Velázquez, Juan Velázquez de León, Juan de Cuéllar, Juan de Grijalva, Baltasar Bermúdez, Juan de Salamanca, Bernal Díaz del Castillo, Cristóbal de Morante, Cristóbal de Olea, Francisco de Lugo, Francisco de Saucedo, Pánfilo de Narváez, Fray Bartolomé de Olmedo, Francisco de Montejo, Juan de Salamanca, Bernardino de Santa Clara, Julián de Alderete, Diego de Soto, Andrés de Duero, Cristóbal Flores, Antonio de Villafaña, Antonio de Quiñones… (Thomas: 151), lo cual corrige o matiza la creencia generalizada de que la mayoría de los conquistadores eran oriundos de Extremadura o Andalucía. Como veremos, pese al rigor de sus investigaciones, a Hugh Thomas se le escapan los nombres de otros ilustres conquistadores leoneses.
La primera obra escrita en y sobre las tierras de lo que hoy conocemos como los Estados Unidos de América es el relato del viaje a pié que hizo Alvar Núñez Cabeza de Vaca con sus acompañantes, desde La Florida y Tejas hasta Méjico, entre 1528 y 1536, y cuya primera edición aparece precisamente en el Reino de León: La Relación (más tarde titulado Naufragios ), Zamora, 1542. Pero con anterioridad a esta publicación, en 1536, se había presentado a las autoridades españolas en Méjico un Informe de la expedición, un sumario de treinta páginas, firmado por Cabeza de Vaca y dos leoneses que le acompañaban, Alonso del Castillo Maldonado y Andrés Dorantes de Carranza, que fue remitido más tarde a la Audiencia de Santo Domingo. El original se ha perdido, pero una copia del mismo de 1539 fue incorporada a la primera gran obra historiográfica sobre América, la del astur-leonés Gonzalo Fernández de Oviedo, Historia General y Natural de las Indias, Islas y Tierra Firme del Mar Océano.
El autor de una edición en inglés para la University of New Mexico Press, el norteamericano Cyclone Covey, sugiere que la diferencia de estilo entre el Informe y La Relación, hace suponer que el primero fue redactado probablemente por el leonés (de Salamanca) Alonso del Castillo Maldonado, un hidalgo de más refinada cultura en el grupo expedicionario. Asimismo, el mismo autor señala la presencia de al menos otros tres leoneses en la aventura, que desgraciadamente perecieron: los primos de Andrés Dorantes, Diego Dorantes y Pedro de Valdivieso, y Francisco de León (Covey, 1983: 11, 16, 65, 139-141). Aventura en la que también participaron otros cuyo origen desconocemos, de apellidos o apodos Estrada, Tostado, Chaves, Gutiérrez, Asturiano, Benítez,…y el famoso Esteban («Estebanico»), un joven negro del Norte de África, el primero de su raza en pisar América. Fueron los primeros europeos (y africano) en viajar por el interior de Florida, Texas, New Mexico, Arizona y Norte de Méjico, los primeros en observar y describir las tribus indias en plena Edad de Piedra, presenciar las manadas de bisontes americanos (búfalos), y de cruzar el río Mississippi.
Hoy sabemos que el primero en descubrir el Mississippi fue Alonso Álvarez de Pineda en la temprana fecha de 1519, cuando navegaba en cabotaje por el Golfo de Méjico y vió desde el barco la desembocadura del que denominó «Río del Espíritu Santo». La expedición de Cabeza de Vaca, Castillo, Dorantes y Estebanico cruzó el «Gran Río» (como lo llaman en La Relación y el Informe) diez años más tarde, en 1529. El descubridor «oficial», Hernando de Soto, lo cruzará también en 1542, acompañado probablemente de varios leoneses, y conociendo por los indios que el nombre original del río era Mississippi («El padre de todas las aguas»).
De todos los descubridores, exploradores y conquistadores oriundos del Reino de León, el que ha suscitado más interés por los historiadores, aparte de Ponce de León (Fernández de Oviedo, 1535; López de Gomara, 1551; El Inca Garcilaso, 1591; Herrera, 1601; Williams, 1837; Smith, 1851 y 1871; Shea, 1886; Lowery, 1901; Pérez, 1929; Brau, 1930; Douglas, 1947; Murga, 1959; Ballesteros, 1960 y 1987; Fernández-Armesto, 2006; Peck , 2008; Wilkinson, 2008; etc.) es sin duda Francisco Vázquez de Coronado (Castañeda, 1540; Castañeda & Cutter, 1990; Díaz del Castillo, 1569; Simpson, 1869; Winship, 1894, 1896, 1904,1933 y 1990; Hodge, 1895, 1926 y 1937; Bolton, 1916, 1921 y 1949; Sauer, 1932; Thomas, 1935; Jones, 1937; Hammond & Goad, 1938; Hammond & Rey, 1920 y 1940; Hammond, 1940; Bishop, 1941; Campbell, 1958; Syme, 1965; Day, 1967 y 1981; Chávez, 1968; Udall, 1984 y 1987; Stein, 1992; Flint, 1997; Seymour, 2008; etc.). Natural de Salamanca (1510), llega a Nueva España en 1535, y en 1536 fue nombrado gobernador de Nueva Galicia, bajo su amigo y paisano también de Salamanca, el virrey Mendoza, y apoyó la expedición de Fray Marcos de Niza y Estebanico a las míticas siete ciudades de oro de Cíbola, a las que el propio Coronado buscó en vano durante su expedición entre 1540 y 1542 a Nuevo Méjico, Arizona y otros territorios del Sur de los actuales Estados Unidos, como indicamos antes, con sus lugartenientes Alvarado, Díaz, Tovar, y López de Cárdenas. Tras regresar en 1542 por la misma ruta a Nueva España, continuó de gobernador de Nueva Galicia hasta su muerte en la ciudad de Méjico en 1544.
Ostentan hoy el nombre de Coronado una isla entre la California del Norte y la del Sur, unida por un espectacular puente a San Diego, además de varias escuelas, avenidas, hoteles, urbanizaciones, centros comerciales, y centenares de negocios en el Sur de los Estados Unidos y el Norte de Méjico.
Vinculados a León, al menos por sus nombres, en la historia de Texas están Tomás de León, que en 1686 fue comandante de tres barcos enviados por el gobernador Cabrera en San Agustín (Florida); Alonso de León, que en 1689 lideró la expedición que salió de Guadalajara (Méjico) hacia Texas, en la que participó el padre Massanet, fundador de la primera misión en esta región del Sur, Caldera; asimismo Martín de León, que en 1824 funda la ciudad de Victoria en el mismo territorio de Texas.
Aparte de la etapa histórica y épica del descubrimiento, conquista, exploración y colonización de América, la emigración leonesa tiene un representante simbólico en los Estados Unidos aún más veterano: desde 1919 reside en la Biblioteca Morgan de New York City el Códice del Beato de San Miguel de la Escalada (del siglo X).A propósito de descubrimientos, no podemos olvidar el que a finales del siglo XVIII, en plena guerra por la independencia de los Estados Unidos, hicieron dos ilustres norteamericanos que visitaron accidentalmente el viejo Reino de León: John Adams y su hijo John Quincy Adams, más tarde, respectivamente, segundo y quinto presidentes federales de aquélla nueva nación. Ambos desembarcaron en El Ferrol, procedentes de Boston, y viajando por diligencia desde Galicia, atravesaron durante siete jornadas el Reino de León (con paradas breves o para pernoctar en Villafranca del Bierzo, Ponferrada, Bembibre, Astorga -la parada más larga, tres días y dos noches- , Hospital del Órbigo, León, Mansilla de las Mulas, Sahagún de Campos y Paredes de Nava) entre el 31 de Diciembre de 1779 y el 7 de Enero de 1780. Continuaron su viaje a través de Burgos y Bilbao hasta llegar a la frontera francesa de San Juan de Luz, desde donde se dirigieron a París. John Adams ha dejado testimonio y notas interesantes de este singular «descubrimiento» de León y sus gentes en un Diario, en una Autobiografía, y en su correspondencia privada, publicados en la colección de sus obras completas (L. H. Butterfield, Ed., The Adams Papers, Harvard University, Cambridge, MA, 1961, especialmente volúmenes 2 y 4). Nunca más, hasta la fecha, se ha dado la circunstancia de que presidentes o futuros presidentes de los Estados Unidos visitaran las tierras leonesas.
La Edad Contemporánea
Sabemos poco de una comunidad leonesa que emigró muy pronto a América en los primeros siglos de la Edad Moderna. Me refiero a los sefarditas, es decir, los judíos españoles y en este caso leoneses (la comunidad judía hispano-portuguesa que gozó durante la Edad Media de la protección de los reyes de León y sus sucesores, los de Portugal), que tras su expulsión de España en 1492, recalaron primero en Portugal y más tarde en Brasil y en las islas del Caribe. Lo cierto es que muchas de estas familias «transterradas» a partir del siglo XVII y XVIII se ubican en las colonias británicas de Norte América, tanto en el Norte como en el Sur, y allí fundan las primeras sinagogas del judaísmo norteamericano, con nombres tan elocuentes, por ejemplo, como la sinagoga de Toro, en New England, cuyo nombre sugiere -es una conjetura- el origen leonés de la comunidad sefardita que la fundó. La emigración continuará a lo largo de todo el siglo XIX, y solo después de la Guerra Civil americana y de la Franco-Prusiana europea, comienza la segunda oleada de emigrantes judíos a Estados Unidos, los askenazis de Europa central y oriental, que al final (en especial tras los «progroms» en la Rusia imperial y el Holocausto ejecutado por la Alemania nazi y sus colaboradores europeos) superarán numéricamente a los sefarditas, constituyendo la minoría judía hoy dominante política y culturalmente en aquélla «nación de naciones», como la definió Walt Whitman.
Hay, por ejemplo, un apellido suficientemente elocuente que encontramos en la sociedad norteamericana desde la segunda mitad del siglo XIX, entre la comunidad sefardita: De León. Así, en una destacada familia de South Carolina durante los años de la Guerra Civil, Mardici De León, médico de gran prestigio, y sus hijos Thomas Cooper De León, escritor, David Camden De León, también médico y Cirujano General de la Confederación, y Edwin De León, agente de inteligencia en Europa que dirigió la campaña de propaganda en favor de la misma Confederación.

De toda la familia el más destacado política e intelectualmente es Thomas Cooper De León (1839-1914). Nacido en Columbia, S. C., hijo de Mardici De León y de Rebeca López-Núñez, se graduó en Georgetown College (hoy Georgetown University, en Washington, D. C.) y desde 1858 hasta 1861 fue funcionario de Topografía en la capital federal. Cuando se produce la rebelión de los estados del Sur, Thomas Cooper será nombrado Capitán del Ejército Confederal y Secretario privado del Presidente Jefferson Davis (sospechamos que como coordinador presidencial de los servicios de inteligencia y contra-inteligencia, lo que explicaría también el rol asignado a su hermano Edwin en Europa). De todas formas, la fama de Thomas Cooper se debe a otro motivo, como hombre de letras, considerado por algunos especialistas como el más importante escritor del Sur en aquéllos críticos años, es autor de varias novelas y obras de teatro, pero sobre todo de libros de ensayos: Creole and Puritan (1889), Four Years in Rebel Capitals (1890), Our Creole Carnivals (1890), The Rending of the Solid South (1895), East, West, and South (1896), etc.
Otro sefardita no menos ilustre es su coetáneo Daniel De León (1852-1914), nacido en Curasao, en el archipiélago de las Indias Occidentales, hijo de Salomón De León y Sara Jesurun, que en 1874 emigra a los Estados Unidos, estableciéndose en la comunidad hispánica New York City, y trabajando como profesor en Westchester College a la vez que asiste a la Columbia University Law School. Graduado por la misma en 1878 se translada a Brownsville, Texas, y en 1882 se casa con Sara Lobo, de una rica familia sefardita de Venezuela, con la que tendrá cuatro hijos, antes de la muerte repentina de su esposa en 1887. Desde 1883 había regresado a New York City como profesor (Lector) de Diplomacia Hispanoamericana en Columbia University. Daniel De León está considerado como el primer publicista marxista en los Estados Unidos, autor de múltiples folletos, artículos y libros de divulgación del socialismo científico. Asimismo fue fundador (en 1890) y líder del SLP (Socialist Labour Party), una corriente marxista, minoritaria (en conflicto con Samuel Gompers en el seno del sindicato AFL), y que competiría con la corriente mayoriataria reformista del ASP (American Socialist Party) en torno a 1900. Su sectarismo le llevaría a asociarse con los anarco-sindicalistas del IWW entre 1905 y 1908, de donde sería finalmente expulsado.
Otro famoso sefardita, de origen hispano (y parte de la familia también oriunda leonesa) es Judah P. Benjamin (1811-1884), nacido en la isla caribeña de Saint Thomas, hijo del sefardita británico Phillip Benjamin y de la serfardita hispano-portuguesa Rebeca Méndez, que emigraron y residieron en las Carolinas americanas.
Judah llegará a ser senador de Louisiana entre 1853 y 1861, rechazando un puesto en la Corte Suprema ofrecido por dos presidentes (M. Fillmore del Partido Whig en 1852, y F. Pierce del Partido Demócrata – éste un antepasado por línea materna de George W. Bush- en 1854). Durante la Guerra Civil formará parte del gabinete de la Confederación, primero como Secretario de Justicia (Attorney General) en 1861, y después como Secretario de Estado, entre 1861-1865. Considerado «the Brains of the Confederacy» (el cerebro de la Confederación), también se rumoreó que a través de su aparato de inteligencia, basado en Montreal (Canada), fue asimismo el cerebro de la conspiración para secuestrar y (esto menos claro) asesinar al presidente Lincoln.
Finalmente, dentro de este apartado de sefarditas de origen leonés, convendría mencionar a uno de los más influyentes en la política contemporánea de los Estados Unidos y mundial: Bernard Baruch (1870-1965), líder millonario de Wall Street, financiero y filántropo, uno de los consejeros más importantes de siete presidentes norteamericanos, desde Woodrow Wilson hasta Dwight Eisenhower, y especialmente durante las cuatro administraciones de Franklin D. Roosevelt. Harry Truman le nombró representante norteamericano en la Comisión Internacional de Energía Atómica (1946), y en tal posición llegaría a ser uno de los estrategas occidentales de la Guerra Fría. Como él mismo relata en su autobiografía (My Own Story, Henry Holt and Company, New York, 2 vols., 1957), su familia paterna, los Baruch, procedían de la región alemana de Posen, pero sus orígenes remotos eran una familia rabínica hispano-portuguesa. La familia materna, de más solera en las antiguas colonias británicas de New England, procedía de Isaac Rodríguez Márquez, un sefardita cuya familia era originaria del antiguo Reino de León, que se estableció en la ciudad de New York poco antes de 1700, como propietario de una próspera compañía naviera con negocios en tres continentes. Tras la Independencia, los Baruch y los Rodríguez se habían residenciado en el Sur, donde en 1867 contraerán matrimonio los padres de Bernard, Simon Baruch e Isabelle Wolfe (Rodríguez), hija de un rico esclavista y «aristócrata» de South Carolina antes de la Guerra Civil (su madre siempre sostuvo que la familia descendía directamente del Rey David, lo que haría a Bernard Baruch descendiente nada menos que de Jesús de Nazaret!). En Camden, S.C., los Baruch eran, junto a los De León, las dos familias judías más importantes. «Los De León -recuerda Bernard Baruch- en particular eran un clan numeroso y distinguido que proporcionó a la Confederación un Cirujano General y un agente diplomático en Francia. Al viejo General De León no le conocí, fué uno de los oficiales confederales que rechazaron las condiciones de la rendición y huyó a México, regresando años más tarde por invitación del Presidente Grant…» (Curiosamente, el autor no menciona al más distinguido de los De León, Thomas Cooper). Ambas familias tenían un gran prestigio en el Sur por los médicos (Dr. Mardici De León, Dr. David De León, y Dr. Simon Baruch), y el padre de Bernard, concretamente, sería uno de los pioneros en la medicina física y de rehabilitación, llegando a fundar el Institute of Physical Medicine and Rehabilitation, en el Bellevue Hospital, de fama internacional.
Leoneses de los siglos XX y XXI
La emigración española a América del Norte, fundamentalmente a Méjico, Cuba, Puerto Rico, República Dominicana, y en menor medida a los Estados Unidos, desde finales del siglo XIX y principios del siglo XX, sin duda contiene una cuota leonesa cuyo impacto en la vida económica de esos países está por investigar y evaluar adecuadamente por especialistas en asuntos económicos. Piénsese simplemente en los casos de Pablo Díez – natural de Vegaquemada- fundador del emporio cervecero Corona, en Méjico y EEUU, continuado por sus descendientes los también leoneses Antonio y Carlos Fernández. Caso especial e impresionante es el de Amancio Ortega, tercera fortuna del mundo en 2013 según la revista Forbes -natural del pueblo leonés Busdongo de Arbás- fundador de Inditex-Zara, con una sólida presencia en EEUU y Méjico (43 y 246 establecimientos, respectivamente, en 2013), y en la Bolsa de Wall Street. Y sin ánimo de ser exhaustivos, a título de ejemplo entre las nuevas generaciones, cabe mencionar al joven astorgano José Antonio de Paz, que fue presidente en España y Portugal de la gran corporación multinacional norteamericana Hawlett Packard, y su segundo y sucesor en la misma compañía, otro joven paisano leonés, Miguel Ángel Turrado, natural de Nogarejas.
Desde la perspectiva estrictamente política y cultural hay varios nombres imprescindibles para el período inmediato anterior y posterior de la Guerra Civil española: Un poco adelantado a todos, el leonés-salmantino Federico de Onís, seguido del leonés-zamorano León Felipe, y de los leoneses-leoneses Buenaventura Durruti, Diego Abad de Santillán, Félix Gordón Ordás, Gabriel Franco, Jerónimo Mallo, José Vela Zanetti, y un poco más tarde, sobre todo, Ricardo Gullón.Federico de Onís (Salamanca, 1885- Puerto Rico, 1966), estudió en la universidad de Salamanca bajo la influencia de Unamuno, y fue catedrático de literatura española en las de Oviedo, Salamanca y, desde 1916, en la Columbia University, en New York City, donde sería más tarde anfitrión de Federico García Lorca.
Precisamente en 1916 aparece su libro, en colaboración con Américo Castro, Fueros Leoneses. Desde su cátedra en la Columbia University contribuirá decisivamente a la difusión del hispanismo en los Estados Unidos, publicando el ensayo El español en los Estados Unidos (1920), aparte de estudios críticos fundamentales sobre Fray Luis de León, Jacinto Benavente, etc., y especialmente Ensayos sobre el sentido de la cultura española (1932) y su afamada Antología de la poesía española e hispanoamericana (1882-1932) (1934), en la que teoriza por primera vez sobre el concepto de «posmodernismo».
Aparte de sus colaboraciones en la Revista de Filología Española, Romanic Review, North American Review, Hispania, etc., dirigió Revista de Estudios Hispánicos y Revista Hispánica Moderna vinculadas a la Universidad de Puerto Rico.El poeta León Felipe, seudónimo de Felipe Camino Galicia de la Rosa (Tábara, Zamora, 1884- Ciudad de Méjico, 1968), viaja a Méjico en 1922 donde trabaja como bibliotecario en Veracruz. Más tarde será profesor de literatura española en la Universidad de Cornell (USA), donde lee y traduce a Walt Whitman. Regresa a España durante la República y la Guerra Civil, pero se exilia definitivamente a Méjico en 1938, donde será agregado cultural de la embajada de la República Española en el exilio, y donde publicará casi toda su obra poética.
Visitarán también Méjico en los años veinte los leoneses Buenaventura Durruti (1896-1936) y Diego Abad de Santillán, seudónimo de Sinesio Vaudilio García Delgado (1897-1983), dos de los líderes más importantes del anarco-sindicalismo español, cuyo impacto en la acción y en la ideología del movimiento anarquista hispanoamericano es evidente. En especial, las numerosas obras de Abad de Santillán sobre el anarquismo en general, los anarquismos español y argentino en particular, así como la biografía del líder mejicano Ricardo Flores Magón: el apóstol de la revolución social mexicana (Ciudad de Méjico, 1925), son de referencia obligada.
Félix Gordón Ordás (León, 1885- Méjico DF, 1973), político republicano, miembro fundador del Partido Radical Socialista, de ideología jacobina, ostentó altos cargos en el gobierno de Diego Martínez Barrio en 1933 (subsecretario de Fomento y ministro de Industria y Comercio). Tras el fracaso de su partido en las elecciones generales de Noviembre de 1933 no tuvo una actitud muy honorable ni legal al presionar al presidente Alcalá-Zamora a favor de un golpe de Estado que impidiera gobernar al Centro-Derecha. Durante la Guerra Civil fue Embajador en Méjico (1936- 1938) y en Cuba (1938), permaneciendo exiliado en Méjico tras la derrota. Será Presidente del Gobierno de la República en el exilio entre 1951 y 1960, y publicará varios volúmenes de sus memorias políticas en Méjico.
Gabriel Franco López (Astorga, 1897- Madrid, 1972), catedrático de Economía y Hacienda Pública en Murcia y Salamanca, formado en Tubinga, Berlin y Paris, fue diputado de Unión Republicana por León en las Cortes Constituyentes de 1931, y de Izquierda Republicana en las de 1936, siempre en el grupo de Azaña, de quien fue ministro de Hacienda, ocupando después los cargos de gobernador del Banco Exterior de España y de consejero del Banco de España. Exiliado tras la Guerra Civil, residió en Méjico y Puerto Rico, impartiendo clases de economía en la universidad.
Jerónimo Mallo (Astorga, 1897- Iowa, USA, ?), abogado y profesor, exiliado en Méjico en 1939, donde fue asesor de la Confederación de Cámaras de Comercio hasta 1941, posteriormente fue profesor en el Southern Florida College, entre 1941 y 1943, y en la Universidad de Iowa desde 1943.
José Vela Zanetti (1913 – 1999), aunque nacido en Milagros (Burgos), su familia se establece en León cuando era niño y es allí donde aprender a pintar y donde presenta su primera exposición en 1931. Tras la Guerra Civil también se exilia a América, donde permanecerá (República Dominicana, Puerto Rico, Méjico y los Estados Unidos) entre 1939 y 1960. Famoso por sus pinturas murales, en 1953 inauguró una de las suyas más destacadas: el mural «La ruta de la libertad» en la sede neoyorquina de la ONU.
Ricardo Gullón (Astorga, 1908- Madrid, 1992), al que Ann Marie Brown, profesora de español e investigadora de la St. John’s on the Mississippi Foundation for Cultural Studies en Minnesota, dedicó un ensayo bibliográfico (Ricardo Gullón, 1908-1991, in memoriam, Melilla, 1992), y otro específico sobre su obra «americanista» durante su larga residencia en Puerto Rico y los Estados Unidos, ya que es autor de más de un centenar de artículos sobre la literatura, cultura y política norteamericanas. En la segunda mitad del siglo XX Ricardo Gullón impulsó decisivamente los estudios hispánicos en aquellas tierras (Río Piedras, Puerto Rico; Austin, Texas; Chicago, Illinois; Davis, California). El catedrático de Literatura en la UCM –y también ilustre maragato- Javier Huerta Calvo ha dedicado varias investigaciones y publicaciones a la multifacética vida y obra de Gullón, incluyendo una última bibliografía crítica, con Emilio Peral Vega (en J. Huerta Calvo, ed., Ricardo Gullón: crítica literaria y modernidad en la España del siglo XX, Ediciones del Orto, Madrid, 2010). Esta obra colectiva contiene también, entre otros, el ensayo antes referido de Ann M. Brown, «La vocación norteamericana de Ricardo Gullón» y otro de Cristina Martínez-Carazo, «Ricardo Gullón en los Estados Unidos».

Asimismo hay una larga lista de profesores, investigadores, conferenciantes y escritores «leoneses» (de las diferentes provincias) que han llevado la cultura española (principalmente la literaria) y, a veces, la concreta de León, o aún la más concreta de la Escuela de Astorga, a las aulas universitarias norteamericanas y a otros ámbitos de las sociedades mejicana y estadounidense, incluidos los programas universitarios de los Estados Unidos en España. La lista es muy larga y seguramente se me olvida algún nombre: Leopoldo Panero, Luis Alonso Luengo, Pablo Beltrán de Heredia, Juan Luis Panero, Germán Gullón, Lorenzo López Sancho, Valentín García Yebra, los hermanos Esteban y José Antonio Carro Celada, Eugenio de Nora, Josefina Aldecoa, Javier Blasco, Antonio Piedra, José Enrique Martínez, Juan Pedro Aparicio, Javier Huerta, Manuel Ballesteros, Epícteto Díaz, José Ramón González, Armando López Castro, Antonio Colinas, Miguel A. Olmos Gil, Roberto Fuertes, etc., sin olvidarnos del profesor en Princeton University, trágicamente desaparecido en la primavera de 2011, Antonio Calvo.
Mención especial, por su veteranía en los Estados Unidos, merecen el «astorgano» (nacido en Santander, pero especialmente vinculado a Astorga por razones familiares obvias) Germán Gullón, profesor de Literatura española en las universidades de Pensilvania y de California (actualmente, catedrático en la de Amsterdam); el leonés (del mismo León) Luis Fernández Cifuentes, catedrático de Literatura española en la Universidad de Harvard; el leonés (de Zamora) Luciano García Lorenzo, profesor visitante en múltiples universidades norteamericanas, e igualmente su hijo Enrique García Santo Tomás , hoy profesor en la Universidad de Michigan, Ann Arbor; y el leonés (de Salamanca) Luis Beltrán, catedrático de Literatura en la Universidad de Indiana. Hay además una arraigada tradición de profesores de filología española de la Universidad de Salamanca visitantes en universidades norteamericanas, y particularmente en la prestigiosa Escuela Española de Middlebury College, en Vermont: José Gómez Asencio, Javier de Santiago, etc. Mi último descubrimiento ha sido la ex profesora de la UNED, María Antonia Calvo (leonesa por linaje paterno, de Benavides del Órbigo) que ha profesado durante el último cuarto de siglo en Yale (New Haven), Michigan (Ann Arbor) y finalmente Minnesota (Minneapolis).
En otros ámbitos de la cultura española, aparte de la filología y la literatura, otros leoneses han aportado también recientemente su contribución a la sociedad civil y a las universidades norteamericanas:
Monseñor David Arias Pérez, agustino (O.A.R.), nacido en 1929 en Mataluenga (León), ordenado sacerdote en Barcelona en 1952, profesor de religión en la Academia Maddox de Méjico y después profesor de Teología e Historia Eclesiástica en el Seminario Mayor del Monasterio de San Agustin en Kansas City (USA), fue consagrado Obispo en 1983. Desde entonces ha sido Obispo Auxiliar de Newark, New Jersey, y Obispo Titular de Badiae. Es miembro de la Fundación Cultura Hispánica de New York y autor de varios libros en español, todos traducidos al inglés: La Florida, Siglo XVI: Descubrimiento y Conquista, Las Raíces Hispanas de Estados Unidos (1992), La Cruz española en Georgia (1994), Protagonistas hispanos en los Estados Unidos: Vidas y Rostros (2006), etc.
Don Francisco López Becerra de Solé, aunque nativo de Sevilla (1948), es un leonés ilustre por su linaje y por vocación, junto a su esposa Doña Pilar Paloma de Casanova y Barón y Osorio (Grandes de España, Marqueses de Astorga, Condes de Cabra, Duques de Maqueda, etc.). Descendiente por linaje materno de los Álvarez Quiñones de Riolagos y Torre de Babia, abogado, académico y autor (entre otros trabajos, su fundamental estudio sobre genealogía histórica del Señorío de Turienzo y del Marquesado de Astorga, en Miscelánea histórica y genealógica de la Casa de Cabra, Madrid, 2002), durante algunos años fue también directivo de la cadena mejicana Televisa, que asimismo era y sigue siendo uno de los medios televisivos más influyente en español dentro de los Estados Unidos, favorito de la numerosa, diversa y rica comunidad hispana.
Mauro F. Guillén (natural de León, Doctor en Economía por la Universidad de Oviedo, 1991; y de Sociología por Yale University, 1992), sociólogo y catedrático («Dr. Felix Zandman Professor») de Administración Internacional de Empresas en la prestigiosa Wharton School de la Universidad de Pennsylvania, en Philadelphia (anteriormente lo fue de la no menos prestigiosa Sloan School, del Massachusetts Institute of Technology, en Boston), y asimismo Director del JosephH. Lauder Institute for Management & International Studies, es autor, aparte de centenares de artículos y capítulos en obras colectivas, de notables obras en su campo, publicadas principalmente en inglés: Models of Management (1994), The Limits of Convergence (2001), The Rise of Spanish Multinationals (2005), The Taylorized Beauty of the Mechanical: Scientific Management and the Rise of Modernist Architecture (2006), Global Turning Points (2012) y Emerging Markets Rule (2012).
Manuel Pastor (natural de Castrillo de las Piedras, con residencia familiar en Astorga), Doctor (1976) y Catedrático (1983) de Teoría del Estado y Derecho Constitucional (hoy Ciencia Política) por la Universidad Complutense de Madrid, fue miembro de la junta directiva de la Asociación Cultural Hispano-Norteamericana (ACHNA, 1975-1980). Becario de investigación durante dos años, respectivamente, en las universidades de Wisconsin (Madison) y de California (San Diego), y asimismo investigador durante estancias más breves en otras universidades (New York University, Columbia University, Princeton University, Yale University, University of Minnesota, etc.). Ha sido también profesor visitante durante muchos veranos en la Escuela Española de Middlebury College (Vermont), y varios semestres en St. John’s University y en College of St. Benedict (Minnesota). Durante los años 1998-2000 fue director del Real Colegio Complutense en la Universidad de Harvard, y miembro asociado del European Law Research Center en dicho campus. Como director del Real Colegio Complutense, renegoció el convenio actualmente en vigor entre la Universidad de Harvard y la Universidad Complutense, y promovió la organización del primer curso sobre «Lengua y Cultura de Cataluña» (1999-2000) en toda la historia de Harvard, por lo que sería felicitado personalmente por el entonces presidente Jordi Pujol durante una visita que efectuó al campus en Cambridge.
El profesor Manuel Pastor continúa su docencia en la Universidad Complutense de Madrid, donde enseña desde hace más de una década un curso superior, monográfico -primero y único en la comunidad universitaria española- sobre historia y política de los Estados Unidos, y es autor de múltiples ensayos sobre temas americanistas publicados en revistas digitales como Semanario Atlántico, The Americano, Libertad Digital, y kosmos-polis.
A propósito del Real Colegio Complutense en la Universidad de Harvard, prestigiosa institución española en el campus más selecto y famoso de los Estados Unidos y del mundo, con ya una cierta solera y por la que han pasado centenares de universitarios españoles (estudiantes graduados, investigadores, doctorandos y profesores), conviene constatar que la idea original de su creación –que algún día se contará debidamente- fue de tres amigos universitarios astorganos que se la presentaron al entonces Rector de la Universidad Complutense de Madrid, Gustavo Villapalos: José Rafael Álvarez de la Puente, Dionisio Ramos y el mencionado Manuel Pastor. El proyecto se concretó inicialmente en un programa-seminario de intercambio entre la Escuela de Derecho de Harvard y la Universidad Complutense. Dicho programa se ha ampliado y mantenido hasta hoy con la denominación European Law Research Center, entre los acuerdos de colaboración del Real Colegio con Harvard.

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    Acerca de Joaquin Martinez de la Rosa

    Analista político e investigador en St. John´s  on the Missisippi Foundation for Cultural Studies, Minnesota, USA