Los vaivenes de C´s en torno a futuras alianzas electorales están creando preocupación en los partidarios de impedir un nuevo Gobierno de Sánchez. El hecho de que Valls quiera distanciarse de VOX en aras a un acuerdo con el PSOE, abre una supuesta grieta en el bloque de la derecha de cara a la posibilidad de un cambio gubernamental. Sin embargo, creo que la posición de C´s, sin juzgar si es o no acertada, tiene su origen en una estrategia política que va más allá de las contiendas electorales de los próximos meses y que se basa en dos hechos incuestionables.
El primero es la experiencia del propio Valls respecto a lo ocurrido con su antiguo partido en Francia: el PS ha desaparecido. El segundo dato del que parte C´s es la guerra civil dentro del PSOE provocada por Sánchez en 2016, al unir su destino personal y el del partido a los nacionalistas de todo rango y condición, incluidos los «nacionalistas extranjeros» de Podemos.
La conclusión que extraen los estrategas de C´s de estas dos referencias es que pueden ocupar el gigantesco espacio que en el centro deja el PSOE. Entienden que es una oportunidad histórica porque la situación del país es insólita al estar dominada no por partidos moderados, sino por dos minorías que han consolidado en torno suyo dos bloques mayoritarios.
Esta es la novedad.
Hasta hoy, las minorías nacionalistas o de izquierda aceptaban el juego político con los partidos centristas sin ánimo de ser ideológicamente hegemónicos. Ahora es al revés, pues la minoría intransigente catalana ha logrado que el centro izquierda español termine mimetizándose con ellos de tanto asimilarse para conseguir su apoyo. Y como toda acción crea su reacción, el hasta ahora minúsculo y extraparlamentario VOX ha provocado un cambio radical en la composición de listas electorales y en el discurso ideológico del Partido Popular, la primera agrupación política en las todavía vigentes Cortes Generales.
Dos minorías que se desprecian conformando dos mayorías, esto es, un conflicto perfecto, pues éste puede definirse como «la relación social determinada por la exclusión del tercero» (Julien Freund).
Y en el medio, C´s, quieto, atrapado entre el pasado que añora (un PSOE con «sentido de Estado») y el futuro que no termina de convencerle (un VOX decisivo). Pero en ese inmovilismo aparece su oportunidad, pues con el desplazamiento del PSOE hacia el bloque secesionista, presumiblemente quedará sin representación un gran número de votantes de centro izquierda.
En las actuales circunstancias C´s tiene en teoría dos alternativas: ser equidistante entre la derecha y el PSOE, o disputar a éste su electorado potencial para ser el partido mayoritario en el centro-izquierda. En cualquiera de los dos supuestos deben marcar distancias con PP y VOX. Desde este punto de vista se entiende su intento por separarse y diferenciarse de la derecha declarada. Pero con respecto al PSOE deben decidir si confraternizan con él para atraerle al centro, o si aspiran a sucederle.
Rivera, Arrimadas, Valls, han de elegir entre ser la bisagra del PSOE o sus herederos. Las próximas elecciones quizás les ayuden a despejar la incógnita, dado que si C´s supera al PSOE, éste quedará convertido en una fuerza residual, diluido entre las mareas nacionalistas y de extrema izquierda. No obstante, sea cual fuere el resultado del más inmediato carrusel electoral, optar por salvar al PSOE prestándole su apoyo en un eventual gobierno sería un suicidio a medio plazo porque, en realidad, C´s no tiene más que una alternativa: sustituir a un Partido Socialista dirigido por un secretario general convencido de que su supervivencia depende de que sea capaz de convertir a España en un Estado confederal.
Afirmar que C´s se aplicaría un harakiri si auxilia a un PSOE carcomido por las taifas propias y ajenas no es una opinión del que escribe, sino una verdad a priori del tipo «una línea recta es la distancia más corta entre dos puntos», puesto que la alianza con los secesionistas y los «nacionalistas extranjeros» de Podemos, supondría una sucesión de partidas del «juego del gallina»*donde ya se sabe quién gana y cómo termina.
En este sentido, sin entender que el país vive desde la proclamación de la Constitución, año a año, legislatura tras legislatura, su Liga del «Juego del Gallina» no se comprende lo que nos ocurre y por eso seguimos corriendo en círculos.
El del «gallina» es el juego del puro enfrentamiento, donde el triunfo se consigue no cooperando, sino todo lo contrario. El vencedor logra sus objetivos mostrando al otro que él no cooperará en absoluto aunque ello le cueste caer por el despeñadero, lo que provoca que su contrincante decida perder el juego (modificar su política en beneficio del intransigente, renunciar a sus principios) a cambio de salvar su vida (continuar en el Poder) y la de su «amigo inamistoso».
Un ejemplo. A la oferta de diálogo de Sánchez, Torra le contestó con un listado de veintiún puntos que liquidan la Constitución y la soberanía nacional. Sánchez le dijo que no podía concedérselos y Torra le comunicó que se iba a suicidar, que no frenaría el coche que corre en dirección al abismo. Para evitar que Torra cayese al precipicio y le arrastre a él, Sánchez en su vehículo gubernamental siguió corriendo tras el bólido conducido por el alienado de la Generalitat y le ofrece a la desesperada la figura del «relator», que supone internacionalizar el problema, mostrar la existencia de dos soberanías en conflicto. El sueño «indepe».
Pero el juego continúa, los dos coches siguen rectos hacia el precipicio, pues Torra lo quiere todo o se despeñará, y Sánchez quiere evitar que se mate porque él irá detrás. Resultado de este partido: en el último momento, Sánchez se tira del coche en marcha antes de que éste caiga al abismo, es decir, retira su oferta del «relator», y Torra cumple su promesa de suicidarse hoy (y resucitar con más fuerza mañana) obligando a Sánchez a convocar elecciones.
Sánchez ha perdido la partida del «juego del gallina», como lleva ocurriendo con todos los Gobiernos desde la Transición en sus relaciones con los nacionalistas periféricos.
Por una falta de comprensión del juego, Sánchez ya ha comunicado que aceptará volver a jugarlo con Torra o con el que le sustituya, después de las próximas elecciones generales, manteniendo la esperanza de que éste premiará su empatía y le sostendrá.
¡Qué error!, pues la mera pretensión de reiniciar el juego legitima al racista y sus fines. Su repetición le sirve al suicida para demostrar que se puede ser irresponsable sin que pase nada, sin que tenga el menor coste para él. Al contrario, el juego se retoma siempre desde posiciones aún más absurdas que las que quedaron planteadas en la última partida.
Este es el motivo por el que el premio a la primera Liga del «Juego del Gallina», celebrada a finales de los años 70 del siglo pasado, fuese la Autonomía; mientras que cuarenta años después el trofeo es la Independencia.
Por la misma naturaleza del juego, el más irresponsable siempre lleva la iniciativa y siempre gana, porque a pesar de la proximidad del precipicio, la constante presencia del fanático garantiza que volviendo a jugar siempre avanzará un poco más en su objetivo, sin riesgo alguno para su proyecto ideológico porque su rival, el Gobierno de España, le rescatará cuantas veces sea necesario para volver a jugar «al gallina», pues le necesita para tener una mayoría parlamentaria y los «indepes» sólo aceptan pactar utilizando este diabólico procedimiento.
En estas condiciones, dado que nos encontramos ante un juego esencialmente imprudente, un gobierno (o un partido político) responsable jamás puede vencer y su única alternativa es no jugarlo o neutralizarlo de forma definitiva auxiliando al suicida para que se despeñe de una vez por todas.
Hasta aquí la exposición del juego que ha creado la situación política en la que España teme por su continuidad. Conociendo cuál es su funcionamiento, a C´s le queda una única opción si quiere subsistir. Dado que el Partido Socialista de Sánchez ha decidido unir su suerte a los sediciosos que sólo quieren jugar la Liga «del gallina», todos los que intimen con los socialistas tendrán el mismo destino que éstos: acompañar a los separatistas hasta el precipicio (la división del país) y desaparecer, pues exprimido el Partido Socialista y sus aliados, los xenófobos los tirarán al cubo de la basura.
Por tanto, colaborar con Sánchez es colaborar con los «indepes» que es colaborar en la propia extinción.
En definitiva, Rivera debe negarse a participar en la Liga del «Juego del Gallina» y dejar que el PSOE siga jugándola con los separatistas hasta que de aquél no quede ni la memoria.
Es más que probable que esto obligue al partido de Rivera y Arrimadas a colaborar con las derechas en acto de defensa propia. Pero sólo hasta que el PSOE desaparezca, como ya ha ocurrido en Francia, porque luego de ocupado todo el centro-izquierda por C´s, a causa de la derrota del socialismo a manos del independentismo en la Liga «del Gallina», volverá un bipartidismo sin VOX.
Aunque esa es otra historia.
* Juego del gallina: Comprenderán al instante a lo que me refiero si recuerdan a James Dean en “Rebelde sin causa” celebrar con otro joven una carrera de coches en dirección al vacío de un acantilado. El motivo de la disputa era acreditar quién era el más valiente, y el ganador resultaba ser quien frenaba más tarde, el último que se arrojaba del coche justo al límite del precipicio. El que tomaba antes la prudente decisión de parar era el perdedor, «el gallina”.