Los separatistas catalanes reclaman el diálogo como única vía para la solución del conflicto que ellos mismos han creado. No aceptan la acción de la Justicia, cuando de forma unilateral y deliberada han roto el marco de convivencia que nos hemos dado, proclamando la república catalana. Hay muchos que les han comprado su discurso, como los actuales dirigentes del Partido Socialista, o los trescientos curas de Cataluña, que abogan por no repetir los errores de la guerra civil, inclinándose “por buscar y aceptar las soluciones justas, que respeten los derechos de Cataluña, como se deben respetar los de todos los pueblos”.
Estamos ante un conflicto que no es de hoy, sino de siglos. Como decía Ortega, resulta ingenua la pretensión de resolverlo de un plumazo, de una vez por todas, con un Estatuto. Hay que saberlo conllevar, unos y otros tenemos que saberlo conllevar. La Constitución de 1978, con la España de las Autonomías, fue un intento de solución que ha resultado infructuoso. Sin embargo, el diálogo ha sido permanente durante estos últimos cuarenta años, aunque nunca lo reconocerán los separatistas vascos y catalanes.
Recuerdo lo que escribió don Miguel Maura en su libro “Así cayó Alfonso XIII”,[1] al hablar del ‘Pacto de San Sebastián’. Cuando todos los allí presentes estaban reunidos para derrocar a la monarquía e instaurar la república, llegaron los separatistas catalanes y dijeron: “A nosotros, los catalanes, no nos interesa esta reunión si, previamente, no se conviene que el advenimiento de la República entraña la más absoluta autonomía para Cataluña. A partir del nacimiento del nuevo régimen, Cataluña recaba su derecho a la autodeterminación y se dará a sí misma el régimen que le convenga”. Según Maura, todos se quedaron estupefactos y no salían de su asombro. Tardaron tiempo en reaccionar; al final les propusieron que, una vez instaurada la república, la primera acción que se haría es aprobar un Estatuto para Cataluña.
Hay que reconocer que los separatistas catalanes no fueron republicanos ayer, ni son demócratas hoy. Lo único que les ha interesado, ayer y hoy, es la independencia de Cataluña. La república o la democracia han sido meros instrumentos para alcanzar ese fin. Don Manuel Azaña se quejó de la deslealtad de los separatistas catalanes con la Segunda República en sus últimos momentos, cuando el gobierno republicano se tuvo que trasladar de Valencia a Barcelona[2].
Los separatistas vascos y catalanes hacen sus reclamaciones en base a derechos históricos, señalando a Madrid, Castilla, o España en general como la fuente de todos sus males. En aras a resolver este conflicto secular, Castilla y León, como entidad histórica, se ha dejado trocear en diversas autonomías. ¿Qué sentido histórico tienen las autonomías de Madrid, La Rioja o Cantabria? El único sentido es el de divide y vencerás. ¿Qué mayor prueba hay de buena voluntad que permitir la destrucción de una comunidad histórica, del antiguo reino de Castilla y León?
En febrero de 2014, en Televisión Española, una periodista preguntó al diputado Joan Tardá si declarada la república y lograda la independencia, dejaría de venir al Congreso de los Diputados. El señor Tardá respondió: “Cuando logremos que se proclame la república, seguiremos viniendo al Parlamento español, porque hay dos territorios, el País Valencià y Baleares, que forman parte de los Países Catalanes, que seguirán siendo territorio del Estado español”[3].
No ha servido de nada la destrucción del antiguo reino de Castilla y León, porque la reivindicación de los Países Catalanes sigue en pie y se mantendrá hasta alcanzarla. La cesión ante la presión separatista no conducirá a la solución de un problema, sino a la apertura de otro que pasa necesariamente por la destrucción de España, por su fraccionamiento en reinos de taifas. Esto en España lo sabe todo el mundo; también lo saben los separatistas catalanes y vascos.
En Tarragona y Barcelona hay una mayoría que no es separatista, al contrario de lo que sucede en Lérida y Gerona. ¿Por respeto a la voluntad popular, se admitiría la independencia de “Tabarnia” frente a “Tractoria”? En absoluto. Se habla mucho del derecho a decidir. Si mediante un referéndum, los habitantes de Tabarnia decidieran separarse de Tractoria, ¿se admitiría? Por supuesto que no.
El diálogo y el derecho a decidir son términos tabú, que sólo sirven de engaño. ¿Dialogan los separatistas con el partido mayoritario de Ciudadanos, encabezado por Inés Arrimadas? Claro que no. Hace meses que la vida parlamentaria en Cataluña está suspendida; no se abordan los problemas diarios; toda la vida política en Cataluña está subordinada al monotema de la independencia. El Parlamento y la democracia en Cataluña son una entelequia, un mero instrumento para obtener la independencia.
Como muchos de mis conciudadanos he tratado de reflexionar sobre este conflicto, que es nuestro gran problema nacional, y he llegado a la conclusión de que tiene raíces históricas que se remontan a siglos. En la Corona de Aragón, pero sobre todo en Cataluña, ha existido una constante histórica por la que una minoría ha tratado de dominar a una mayoría. Esta minoría se consideraba superior y, por tanto, con derecho a mandar. A la mayoría sólo se le permitía callar y pagar impuestos; debería estar agradecida con que se le permitiera vivir.
Se pueden poner muchos ejemplos históricos, pero me limitaré a recordar el conflicto de los payeses de remensa que perturbó la vida en Cataluña durante el siglo XV. Con la sentencia arbitral de Fernando el Católico, dada en Guadalupe el 21 de abril de 1486, se puso fin a los malos usos y costumbres por los que una minoría dominaba a la mayoría. Se especula si el derecho de pernada era un privilegio feudal teórico, pero en desuso, o una realidad vigente. Sin embargo, la sentencia arbitral de Guadalupe lo menciona en los siguientes términos: «ni tampoco puedan [los señores] la primera noche quel payés prende mujer dormir con ella o en señal de senyoria». Lo que demuestra que era una realidad vigente, aunque tal vez poco frecuente[4].
Esa querencia, de una minoría dominando a una mayoría, persiste en la actualidad. La prueba de ello está en que la mayoría de la población en Cataluña está silenciada por la minoría separatista.
Se han sorprendido propios y extraños de la concentración ocurrida en Barcelona de más de un millón de personas, con banderas de España, que surgió espontáneamente, sin intervención de los partidos políticos, tras el discurso del Rey del 3 de octubre de 2017. Por primera vez en décadas, la mayoría silenciada sintió que no estaba sola, abandonada, y expresó públicamente su alegría. El separatismo catalán no ha podido soportar una prueba tan evidente y ha reprobado al rey Felipe VI por su discurso.
Es lógico pensar que, si hubiera existido una mayoría abrumadora de separatistas en Cataluña, probablemente la independencia hoy sería una realidad.
Como aficionado a la historia, últimamente he leído la crónica del rey Alfonso X; en mi opinión, mal llamado el Sabio. Allí me he topado con la figura del príncipe Eduardo (Aduarte) de Inglaterra que, atraído por la fama del rey don Alfonso, vino a España a que le hiciera caballero en el monasterio de las Huelgas de Burgos[5]. El príncipe Eduardo se casó con la infanta doña Leonor de Castilla, hija del rey Fernando III el Santo. Eduardo fue rey de Inglaterra desde 1272 hasta su muerte; ha pasado a la historia con el nombre de Eduardo I y con el sobrenombre del Zanquilargo por su elevada estatura (1,88 m). Fue el creador del Reino Unido de la Gran Bretaña. Conquistó Gales y derrotó a los escoceses. Tras la derrota, Eduardo confiscó la llamada “Piedra del Destino”, con la que se realizaba la coronación escocesa, y la colocó bajo el asiento del trono del rey de Inglaterra. En esta silla el rey de Inglaterra ponía sus posaderas sobre la piedra simbólica de Escocia. Se la conoce con el nombre de la “silla del rey Eduardo”[6].
Una humillación, como la de Inglaterra a Escocia, nunca se ha hecho en España. El símbolo de esa humillación sigue estando presente, sin que haya sido ni exhumado ni demolido.
En España ha habido numerosos conflictos entre los reinos cristianos de la península –demasiados- , pero al final siempre ha prevalecido la idea de pertenecer todos a una misma nación, España, cuyas raíces se remontan a la Hispania romana y al reino de los visigodos. Durante siglos, el objetivo de todos fue recuperar la España romana, cristiana y goda, perdida tras la invasión musulmana, más norteafricana que árabe, que había creado una sociedad incompatible con el espíritu de Occidente, al que España siempre ha pertenecido; con una diferencia: España ha tenido que luchar para seguir siendo cristiana, romana y europea, mientras que Inglaterra y Francia se han pasado siglos luchando entre sí (Guerra de los Cien Años, por ejemplo).
La unión de los reinos cristianos de la península se produjo en muchas ocasiones como consecuencia de enlaces dinásticos, respetando los fueros, usos y costumbres; es decir, la personalidad de cada uno de ellos. Esto, que es una muestra tolerancia, también es el origen del problema.
En España se han respetado las lenguas propias, como el catalán, el vascuence, el valenciano, o el gallego, hasta el punto de que hoy en día están vivas. No ha sucedido así en Francia, donde las lenguas antiguas, como el provenzal, han desaparecido. El Rosellón y la Cerdaña formaron parte de Cataluña, hasta que por los avatares de la historia se integraron en Francia. En dichos territorios ¿se estudia utilizando sólo el catalán, el francés, o se usan ambas lenguas? ¿Los libros de historia son distintos en el Rosellón y la Cerdaña a los utilizados en el Périgord, o son los mismos?
No tiene sentido que lo que es una muestra de tolerancia y respeto mutuo, se transforme en división, discordia y odio. El lema de la Unión Europea es: “unida en la diversidad.” También es nuestro lema, pues siempre nos hemos sentido orgullosos de nuestra diversidad.
[1] “Así cayó Alfonso XIII”, Miguel Maura, Edición de Joaquín Romero Maura, Marcial Pons Historia, 2007, páginas 168 y 169.
[2] “Causas de la guerra de España” Capítulo VIII “Cataluña en la guerra”. , Manuel Azaña, Grijalvo Mondadori, 1986.
[3] https://www.abc.es/espana/comunidad-valenciana/abci-excusa-tarda-y-rufian-para-seguir-congreso-lograr-independencia-valencia-y-baleares-201710301650_noticia.html
[4] https://www.abc.es/historia/abci-atrocidad-sexual-derecho-pernada-algo-mas-mito-medieval-201704270112_noticia.html
[5] “Crónicas de los Reyes de Castilla, desde don Alfonso el Sabio hasta los católicos don Fernando y doña Isabel”.. Colección ordenada por Cayetano Rosell, Tomo I, Capítulo XVIII, página 13. Madrid. M. Ribadeneyra, editor, 1875.
[6] “La silla del rey Eduardo”. https://es.wikipedia.org/wiki/Eduardo_I_de_Inglaterra#/media/File:Coronation_Chair_with_Stone_of_Scone,_Westminster_Abbey_(3611549960).jpg