A veces la noticia surge de la vida cotidiana enredada entre maniobras y asombro. El caso es que debía escribir sobre flamenco. Pero mi condición de aficionado me ha llevado a otra consideración. Recibo por correo las programaciones del Auditorio Nacional de Música (Madrid). De ella me interesó un espectáculo flamenco por todo lo alto para el día 29 de octubre «Andalucía flamenca. Concierto extraordinario» Flamenco por José Menese. Un cartel de lujo; Carmen Linares, José Mercé, , El Pele, la Macanita, Rocío Márquez, Maria Terremoto, y las mejores guitarras, entre ellos Tomatito. Presentador; Juan Ramón Lucas. Así se anunció. Compré sin dudar la entrada y me fui al concierto. Y aquí comenzó la gran sorpresa, el presentador tras breves palabras anunció que intervendría… (¿?), el público esperaba a José Mercé, pero no, apareció Baltasar Garzón. El ex magistrado que lo mismo aparece en los papeles de Villarejo o en tantos asuntos siempre en la misma dirección. El mismo que se señala como ministro de Justicia de facto con la aquiescencia de Dolores Delgado, su gran amiga. Pues bien, Garzón soltó un largo mitin en relación a las ideas políticas de Menese, obviamente comunista, con el natural gracejo de aprovechar para ensalzar algo y denostar lo otro.
Para tratar de resumir, el concierto no fue tal concierto, sino un acto político que aprovechó el recuerdo de José Menese, grandísimo cantaor. La coartada fue la presencia de los artistas que hubieron de ajustarse a esta programación y cantar un solo tema cuando el público expectante esperaba lo habitual. En total pasaron por el escenario cinco mitineros que junto a Garzón orientaron todos en la misma línea un acto de clara intromisión política en el escenario de la música, la gran música. El Auditorio Nacional, entidad pública que pagamos con nuestros impuestos dio cabida a algo insólito e impropio.
Puedo decir que desde hace ya medio siglo vengo asistiendo a sucesivos conciertos; Clásica, Orquestal, Flamenco, etc . Jamás había sido testigo de una burda maniobra donde la política superara a la música. Para ser más preciso, nunca había visto la política en el escenario del Auditorio Nacional, ni del Teatro Real, ni en la Zarzuela. En ningún lugar se hubiera permitido aprovechar las presencia de espectadores que desconocíamos la verdadera naturaleza de aquel acto político al socaire del buen flamenco. Una burla, un engaño, una estafa. Pero así ocurrió. Los mitineros en su conjunto ocuparon más tiempo que los cantaores y guitarristas. Una vergüenza . En el descanso tuve ocasión de acercarme a un grupo que mostraba su enfado con gestos y palabras que no voy a repetir aquí. Llegaron de Puebla de Cazalla, pueblo natal de Menese y vinieron para escuchar a los más grandes entre los grandes del flamenco, mostraron su entrada, su programa, no había mención alguna a las intervenciones políticas mezcladas entre elogios a Menese. Asimismo hablé con algún aficionado y me dijo que estaba totalmente desconcertado con esta treta. Que no hubiera comprado la entrada de saber de qué se trataba. Y así era el ambiente en los pasillos, de protesta y enfado.
Al día siguiente volví al Auditorio y quise conocer si el gerente era conocedor de lo que ocurrió. No logré que alguien me recibiera. Nadie se responsabilizó. Intrigado por este silencio me dirigí al organismo del que depende el Auditorio; El Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (INAEM). Entré en Internet y aquí viene la primera sorpresa; en las entradas que facilita Google se lee textualmente: «GOBIERNO FEDERAL DE ESPAÑA», Oficina federal. Así lo califica el actual Ministerio de Cultura en Internet. Bien por Pablo Iglesias, ya somos un país federal aunque yo lo ignorara. Encontré el número del Gabinete del Director y me contestaron amablemente que no sabían nada sobre que eran la Oficina del Gobierno Federal de España. Invité a que abrieran paginas de Google y efectivamente encontraron lo que señalo. No entendían esta mención, aunque nada dijeron de rectificar. Lo que si me dijeron fue que el director nada tenía que decir sobre ese concierto, y al identificarme como periodista me pasaron con el Gabinete de Comunicación; una directora de Comunicación, Ángeles de Benito, que no se puso al teléfono a sabiendas que yo era periodista y que estaba preparando un artículo para informar sobre lo ocurrido en el Auditorio Nacional.
Pude explicar todo esto a otra funcionaria, la Coordinadora de Comunicación, amable y sincera me dijo que ella no podría darme ninguna explicación pero que era algo raro todo esto. Quedé a la espera de que al día siguiente me pudieran responder a preguntas concretas; Si el Auditorio Nacional permite que en sus salas se desarrollen actos ajenos a las artes musicales, concretamente de carácter político apologético. Si quien hizo la programación del concierto flamenco conocía que habría seis intervenciones políticas fuera de programa. Y sí lo conocían, por qué no se anunció con nombres y apellidos en la entrada ni tampoco en el programa. Solo se decía en el programa de mano entregado en la sala una vez que estábamos sentados. He esperado pacientemente alguna llamada o respuesta telemática, pero nada de nada. Silencio espeso.
Y aquí he de extraer obligadamente mis conclusiones, El Ministerio de Cultura y su titular José Guirao ha comenzado a plasmar lo que Pablo iglesias haya pactado con Pedro Sánchez y singularmente la contaminación ideológica y agit prop en los espacios ministeriales permitiendo subordinar las artes a la política en el Auditorio Nacional, Organismo público dedicado exclusivamente a las artes. Y de momento, que este templo de la música haya sido utilizado como lugar de encendida causa ideológica con el señuelo de un concierto flamenco. Que efectivamente la presencia de Baltasar Garzón responde a lo anterior porque su intervención en el escenario no podría ser por casualidad sino algo muy premeditado por este veterano enredador. Y como cabrá imaginar, que una vez que esto ha quedado al descubierto por un periodista, aficionado al flamenco, que presenció el bochorno, nadie quiera responder de lo acaecido en ese vasto y muy cuestionado Ministerio, y menos responsabilizarse de ello.
Algunos lectores podrán dudar si esto merece un artículo, pero el periodista ha venido desarrollando a lo largo de años un olfato profesional que me dice que esto es el comienzo de algo de mucho mayor calado. Nunca se había atrevido nadie a semejante desfachatez. Algo comienza a desmoronarse ante la pasividad general. Además, si el Ministerio de Cultura permite que en internet se mencione en página oficial que es un organismo del «GOBIERNO FEDERAL DE ESPAÑA», mal andamos porque ya habría comenzado una estrategia demoledora que nos hará lamentar nuestro silencio.