Dedicado a Raúl Morodo*
El pasado 15 de Junio se cumplieron ya cuarenta años desde el primer experimento de democracia en España. Pese a las muchas deficiencias y errores, aquellas elecciones del 15-J de 1977 fueron una explosión de auténtica democracia (insisto: la primera), algo sin precedentes en la historia de España ya que la mitificada Segunda República entre 1931 y 1936 careció de las condiciones y los requisitos mínimos (de cultura y estabilidad política, paz social, imperio de la ley, libertades políticas fundamentales, sufragio universal pleno, limpieza electoral, etc.) que configuran lo que hoy entendemos como un sistema político de democracia liberal y constitucional.
Aunque todavía no existía una Constitución democrática formalmente elaborada y ratificada, la Ley para la Reforma Política de 1976 cumplió suficientemente tal función en la primera fase de la modélica y original Transición política desde el autoritarismo (“de la Ley a la Ley”), ley que un experto catedrático constitucionalista –estrechamente vinculado al PSP- denominó la “Octava Ley Fundamental” (Pablo Lucas Verdú, La Octava Ley Fundamental. Crítica jurídico-política de la Reforma Suárez, prólogo de E. Tierno Galván, Tecnos, Madrid, 1976).
Del prólogo del profesor Tierno Galván y otros escritos suyos (al parecer existe una carta dirigida a Rodolfo Llopis en 1948), o declaraciones a la prensa, se puede inferir una estrategia sobre la que se ha especulado mucho. Para el Viejo Profesor, la Monarquía pudiera no ser la solución, pero sí era la salida de la Dictadura. Esto significaba que el PSP iba a colaborar –el único partido de las izquierdas en hacerlo- con los grupos monárquicos apoyando una Monarquía constitucional y parlamentaria (representada primero por D. Juan, posterior y finalmente por D. Juan Carlos) después de Franco. Por otra parte, por principios y como contrapartida, iba a apoyar la legalización del PCE y otros grupos comunistas, participando en la Junta Democrática.
Este fue el rol original e importantísimo del PSP como partido-bisagra entre las derechas (monárquicas y anti-comunistas) y las izquierdas (republicanas y anti-franquistas). El PSOE, por ejemplo, al principio de la Transición era anti-monárquico y anti-comunista, y por tanto el PSP tuvo que actuar como articulador efectivo del consenso entre las derechas y las izquierdas.
Esto ya es conocido, pero lo es menos la profunda y tolerante cultura democrática que practicaba el PSP en su seno -en las agrupaciones, asambleas y congresos- prácticamente sin estatutos y reglamentos, confiando en el sentido común, cierto impulso utópico, y la libertad de expresión de sus afiliados (aunque tampoco había un riguroso control de la militancia, de cuotas y carnés).
Estas notas no tienen un carácter académico, sino divulgador, y para una mayor información sobre esta etapa histórica del PSP remito al lector interesado a dos obras, dos memorias políticas imprescindibles: E. Tierno Galván, Cabos sueltos (Bruguera, Barcelona, 1981), y Raúl Morodo, Atando cabos (Taurus, Madrid, 2001). No ocultaré que el último título fue idea mía, como reconoce el autor en el prólogo.
Recientemente Raúl Morodo, uno de los fundadores y junto al Viejo Profesor indiscutible dirigente histórico del PSP, me informó que precisamente sería el antes mencionado profesor Pablo Lucas Verdú quien a principios de los años sesenta, en el seminario salmantino de la Cátedra de Derecho Político del profesor Tierno Galván, presentó un informe detallado de la obra clásica de Moisei Ostrogorski (no traducida al español), que sin duda era la primera noticia en España acerca de los estudios pioneros críticos sobre la partitocracia (junto al famoso libro de Roberto Michels y su tesis sobre la “ley de hierro de la oligarquía”). Lo interesante es que este episodio ocurría cuando los fundadores del futuro PSI/PSP discutían y analizaban la conveniencia de crear una organización democrática pluralista y anti-franquista en aquél modesto laboratorio político de la Universidad de Salamanca.
Una de las peculiaridades del PSP (Partido Socialista Popular desde 1974; anteriormente PSI, Partido Socialista del Interior, entre 1968-1974; y previamente con la críptica denominación AUFE, Asociación para la Unidad Funcional de Europa, entre 1959-1968), en efecto fue precisamente su pluralismo ideológico y su democracia interna genuina, muy alejada de las tendencias y modelos partitocráticos. De los partidos importantes de la Transición, solo el PSP y quizás UCD por su estructura pluripartidista y confederal (pero con un fuerte “caudillismo” de Adolfo Suárez potenciado desde el poder del Estado), se libraron de las derivas o tendencias partitocráticas durante esta primera fase, que acabará abruptamente el 23-F de 1981.
El PSP desaparecería en 1978 –yo mismo participé en la comisión (con Raúl Morodo, Fernando Morán, Alfonso Guerra y Luis Yáñez) para la Unidad Socialista- integrándose la mayoría de sus miembros en un PSOE que va a ser una organización típicamente partitocrática: Enrique Tierno Galván, Ángel Nombela, Fernando Morán, Donato Fuejo, Carlos Miranda, Manuel Medina, Emilio Casinello, José Bono, Pedro de Silva, Pedro Bofill, Manuel Mella, Francisco Bobillo, Andrés de Blas, Juan March Reguera, etc., y otros más jóvenes como José Blanco, Miguel Sebastián, Secundino González Marrero, etc. No obstante, es curioso que algunas personas próximas o influyentes en el PSP original evolucionaran ideológicamente y eligieran otras opciones, como un socialismo más libertario o “ácrata” (Rafael Lorente, Ramón Cotarelo), el feminismo radical (Soledad Balaguer), el comunismo democrático o “eurocomunismo” (Enrique Curiel, José Alonso, informalmente José Vidal Beneyto), el liberalismo progresista con perfil socialdemócrata (el propio Raúl Morodo y Carmen Díez de Rivera en CDS; Francisco Sosa Wagner en UPyD; más tarde, Javier Nart y el mismo Francisco Sosa Wagner en Ciudadanos…), y en casos más raros el liberalismo conservador “centrista” o de centro-derecha (Luis García San Miguel en UCD/PP; yo mismo, como independiente, impulsando la fundación del club político Floridablanca).
Como dije, el infame 23-F de 1981 marcó el final de la primera fase de la “ilusión” en la Transición, más idealista y probablemente más ingenua, desarrollada entre los años 1975-1981. La segunda fase, la del “desencanto”, a partir de 1981 y especialmente tras el triunfo electoral del PSOE en 1982, con la primera alternancia, va a significar el triunfo definitivo de la partitocracia y su concomitante corrupción política, iniciada entre otras causas por el problema de la financiación de los partidos políticos. Igual que en el caso del PSP, otros partidos “centristas” que intentaron después del 23-F de 1981 evitar la deriva partitocrática (UCD, CDS, PAD, PRD, UPyD… ¿Ciudadanos?) tuvieron una corta vida.
En las primeras declaraciones del presidente Adolfo Suárez, tras conocerse los resultados electorales del 15-J de 1977, dijo que su objetivo inmediato era asegurar, literalmente, “la consolidación de la democracia”. Pese a las innegables reformas y los cambios políticos positivos para España llevados a cabo por los sucesivos gobiernos de UCD (Adolfo Suárez y Leopoldo Calvo Sotelo), PSOE (Felipe González), PP (José María Aznar), PSOE (José Luis Rodríguez Zapatero) y PP (Mariano Rajoy), la democracia española sigue teniendo, a mi juicio, su Consolidación pendiente: es decir, el triunfo definitivo del Imperio de la Ley frente al “Estado Administrativo”, con una Constitución normativa, no meramente nominal; la consolidación de la unidad territorial o regional de España; una estricta separación de poderes, especialmente con una Justicia rigurosamente independiente; y una auténtica cultura política democrática, no partitocrática.
No es una visión pesimista. Cuarenta años, en términos históricos, no son excesivos (los Estados Unidos de América, desde su instauración con la Independencia en 1776 hasta su consolidación democrática durante la Reconstrucción tras la Guerra Civil, necesitaron casi cien años), pero es importante que no perdamos la perspectiva y no aceptemos como permanente y definitiva una democracia imperfecta, o de baja calidad. En otras palabras, y en el peor de los casos, una democracia fallida.
*Me gustaría hacer extensiva esta dedicatoria al recuerdo de muchos demócratas (sin adjetivos) ya desaparecidos, que participaron o colaboraron desinteresadamente en algún momento con notable idealismo y con mayor o menor vinculación partidista (e incluso como independientes) en la aventura del PSP: Enrique Tierno Galván, Ángel Nombela, Jorge Enjuto, Rafael Lorente, Javier Paulino, Manuel Mora, José Alonso, Manuel Sánchez Ayuso, José González Deleito, Juan González Encinar, Carmen Díez de Rivera, Pablo Lucas Verdú, José Vidal Beneyto, Luis García San Miguel, Enrique Curiel, Pedro de Vega, Carlos Ibarra, Marcelino Lobato, Francisco Bobillo, y muchos otros.