LOS KENNEDY Y LOS BUSH: DEGENERACIÓN DE DOS DINASTÍAS POLÍTICAS NORTEAMERICANAS

LOS KENNEDY Y LOS BUSH: DEGENERACIÓN DE DOS DINASTÍAS POLÍTICAS NORTEAMERICANAS
Reflexiones a propósito de las obras sobre los Kennedy de Andrew W. Cohen (2014), E. Fuller Torrey (2014), Kate Clifford Larson (2015), Elizabeth Koehler-Pentacoff (2015), Jame Neff (2015), y Patrick J. Kennedy (2015); y sobre los Bush de George W. Bush (2014), James Mann (2015), Jon Meacham (2015) y Jeb Bush (2015).
Las únicas dinastías rigurosa y propiamente de la historia estadounidense son los Adams y los Bush, con dos presidentes federales respectivamente, padres (John Adams, el 2º; y George H. W. Bush, el 41º) e hijos (John Quincy Adams, el 5º; y George W. Bush, el 43º), aparte de dos antepasados de las respectivas familias (Nathaniel Gordham, presidente confederal en 1786; y Franklin Pierce, el 14º presidente federal).
La familia Harrison tuvo también dos presidentes (el abuelo William Harrison, el 9º; y el nieto, Benjamin Harrison, el 23º), pero separados por una largo periodo histórico, y sin llegar a constituir un clan político.
Los Kennedy lo intentaron con tres hermanos candidatos a la presidencia (John, Robert, Edward), pero sólo el primero tuvo éxito en ocupar la Casa Blanca en un mandato trágicamente interrumpido (1961-1963), aunque el clan Kennedy («dinastía» más bien para la prensa rosa, referente a los hijos del presidente con su esposa Jackie Bouvier-Kennedy-Onasis: el malogrado John Jr. y la sosa Caroline) ha sido uno de los más sólidos y poderosos en la historia reciente, formado no solo por los numerosos miembros de la familia en puestos públicos importantes, sino también por un mayor grupo de allegados, aliados, y cooptados políticos de variopinto color ideológico: desde Joe McCarthy, en un cierto momento – apoyado por el patriarca Joseph Kennedy-, hasta en algún momento Barack Obama –avalado por el senador Ted Kennedy y Caroline Kennedy- frente a la rival Hillary Clinton, en las elecciones primarias del partido Demócrata en 2008, en lo que fue un pulso entre el clan Kennedy y el clan Clinton.
Joseph Kennedy Sr., el patriarca del clan, fue un demócrata de derechas, anti-comunista, simpatizante de Franco por su defensa del catolicismo en la Guerra Civil, y antes de la Segunda Guerra Mundial «apaciguador» respecto a Hitler por su ideología anti-comunista. Personaje maquiavélico, posiblemente fue el más conservador e inteligente de toda su familia, incluso con ciertas reservas respecto al anti-semitismo nazi que no tuvieron inicialmente sus hijos Joseph y John. En su obra reciente, James Neff documenta como el patriarca Kennedy protegió (y posiblemente financió) a su amigo el senador anti-comunista Joe McCarthy (inicialmente demócrata, católico y de origen irlandés, como los Kennedy). El autor incluso revela el curioso dato de que el «infame» senador de Wisconsin, que era invitado habitual y pernoctaba en la residencia del clan, fue novio sucesivamente de dos de sus hijas, Eunice y Patricia.
Joseph Kennedy Jr. fue el enlace entre su padre, embajador en Londres y coordinador del «Spanish Lobby» pro-franquista, y la quinta columna de Franco en Madrid. Morirá durante la Segunda Guerra Mundial en un accidente aéreo.John F. Kennedy, tras la muerte de su hermano, será el designado por su padre, con éxito, para la conquista de la Casa Blanca. De simpatías fascistas en su juventud evolucionará hacia posiciones liberales progresistas (y progresivamente libertinas) como demócrata centrista, anti-comunista… y anti-franquista (no quiso visitar la España de Franco, al que su padre había admirado, para no manchar su imagen política).

La obra de Andrew Cohen, Two Days in June. John F. Kennedy and the 48 Hours that Made History (Signal-Random House, New York, 2014) es el último intento hagiográfico, aunque muy bien investigado, de ofrecer una imagen progresista y «pacifista» del presidente asesinado. Sin embargo, no se puede ignorar su peligroso aventurerismo en política exterior durante las mismas 48 horas del 10 y 11 de Junio de 1963, cuando ya se encontraban (los datos estaban clasificados como secreto) más de 20.000 soldados americanos en el teatro estratégico de Indochina, y con su hermano Robert, la CIA y las fuerzas armadas, estaba planeando sendos golpes de Estado (con eventual liquidación física de sus dirigentes) en Vietnam del Sur y en Cuba.
Si ya queda pocas dudas de que JFK era un degenerado en su vida personal, en lo político el proceso se acelera, tras su muerte, con su hermano Robert, un personaje inicialmente ultraconservador (incluso colaborador macartista en la cruzada anti-comunista) que, traumatizado por la tragedia de su hermano, terminará evolucionando hacia posiciones izquierdistas muy próximas a las de la Teología de la Liberación (y al «chavismo» del líder sindicalista de los campesinos de California, César Chávez, un discípulo como más tarde Hillary Clinton y Barack Obama de la escuela radical de Saul Alinsky).
El caso del hermano menor, Edward «Ted» Kennedy, arquetipo del político ultraprogresista, líder del ala izquierdista del partido Demócrata (y avalista del socialdemócrata Obama, a condición de que implementarara nada más llegado al poder el nefasto Obamacare), es muy conocido por su doble degeneración, política y personal.
La tercera generación, la de los nietos del patriarca, estará marcada por la vulgaridad y diversas tragedias (sexo, alcohol, drogas, divorcios y muertes accidentales o suicidios), aunque constituye sin duda un material de interés morboso para la prensa rosa.

La literatura sobre los Kennedy, como una plaga de la Antigüedad, es recurrente. En 2013 y en los años previos, con motivo del cincuenta aniversario del asesinato del presidente JFK, se produjo un torrente de publicaciones. Cuando publiqué en dicho año mi ensayo «Algunas claves sobre el asesinato del presidente Kennedy» (Kosmos-Polis, Diciembre, 2013), no cité una obra importante que se publicó por aquellas fechas con motivo de las efemérides: la de Phillip Shenon, A Cruel and Schocking Act: The Secret History of the Kennedy Assassination (H. Holt, New York, 2013). Su tesis era coincidente con la que yo sostenía sobre el caso (principal responsabilidad del régimen castrista), aunque en mi ensayo enfatizaba el rol del presidente Johnson –al margen de la Comisión Warren- en el encubrimiento y «borrado» de pruebas con l colaboración del gobierno mejicano, acción a mi juicio acertada precisamente para evitar mayores males y una crisis internacional de consecuencias imprevisibles.
Sobre el mismo asunto tampoco cité las obras importantes de Lamar Waldron, The Hidden Histoy of the JFK Assassination (Counterpoint, Berkeley, CA, 2013), conocido y prolífico especialista en la materia, y las de los politólogos Jerome Corsi, Who Really Killed Kennedy (WND Books, 2013), y especialmente Larry J. Sabato, un profesor universitario de alta reputación, cuyo libro es una importante contribución académica a la presidencia de JFK, The Kennedy Half Century. The Presidency, Assassination, and Lasting Legacy of John F. Kennedy (Bloomsbury, New York, 2013).
Asimismo cuando publiqué mi otro ensayo sobre el trágico legado de JFK, «Un legado siniestro: John F. Kennedy y sus muertos» (Kosmos-Polis, Febrero, 2014), desconocía la obra aparecida también en las mismas fechas de Richard Belzer y David Wayne, Hit List. An In-Depth Investigation into the Mysterious Deaths of Witnesses to the JFK Assassination (Skyhorse, New York, 2013), que contabiliza y analiza hasta medio centenar de casos de muertes relacionadas con la del presidente.
Lo que ahora es previsible es que ocurra otra oleada de publicaciones hasta 2018, cuando se cumpla medio siglo del otro magnicidio familiar, el de RFK (Robert Francis Kennedy). Es casi seguro que Bill O´Reilly, gran admirador del personaje, está ya pensando en otro libro titulado Killing Kennedy (II). De momento ha aparecido uno muy interesante del mencionado James Neff, Vendetta. Bobby Kennedy versus Jimmy Hoffa (Little, Brown and Company, New York-Boston, 2015), que investiga aspectos muy importantes y poco conocidos de la vida de Robert: su detallado enfrentamiento con el líder sindicalista Jimmy Hoffa, su colaboración y estrecha relación personal con McCarthy, su intenso affair con Marilyn Monroe, su evolución izquierdista, tras el asesinato de JFK, y su asesinato en 1968 por un «nacionalista palestino» -según el autor- lo que sería el primer acto de terrorismo islamista radical (motivado por el anti-sionismo) en territorio estadounidense.

Asimismo acaban de aparecer las obras de Kate Clifford Larson, Rosemary (Houghton Mifflin, 2015), y de Elizabeth Koehler-Pentacoff, The Missing Kennedy (Bancroft Press, Baltimore, 2015), sobre Rosemary, la hija mayor del clan (tercera tras los varones Joseph y John), nacida en 1918 y fallecida en 2005, por lo que el centenario de su nacimiento coincidirá en 2018 con el cincuentenario de la muerte de su hermano Robert.
Ambas investigaciones venían precedidas del interesante libro del prestigioso psiquiatra E. Fuller Torrey, American Psychosis. How the Federal Government Destroyed the Mental Illness Treatment System (Oxford U. P., New York, 2014), cuyo primer capítulo, titulado «Joe Kennedy: A Man with Problems» está dedicado a la triste historia de su pobre hija Rosemary. Como explica el doctor Fuller Torrey probablemente el «desorden» psíquico de Rosmary no era muy diferente del de su padre y sus hermanos John, Robert y Ted, esto es, una fuerte e incontrolada líbido sexual que, en el caso de una mujer, era inaceptable para el machismo del clan Kennedy.
Las obras de Larson y Koehler-Pentacoff describen en detalle la tragedia de Rosemary Kennedy, la más bella y sexy de las hermanas, que terminaría siendo sometida a una lobotomía que la dejó reducida y congelada en una mente infantil para el resto de su vida. El Dr. Fuller Torrey piensa que, más que las muertes trágicas de sus hijos (Joseph, Kathleen, John y Robert), fue el drama vivo y prolongado de Rosemary el que mayor impacto tuvo, por su mala conciencia, en el patriarca del clan.
La obra más reciente es la memoria de Patrick J. Kennedy, Common Struggle (Blue Rider Press/Penguin/Random Hose, New York, 2015), del hijo menor del senador Edward «Ted» Kennedy, que fue representante de Rhode Island en el Congreso federal. Yo esperaba que hubiera elaborado más la denuncia que hizo en 1999 –la primera voz en la familia en hacerlo- sobre la responsabilidad de Cuba y los Castro en el asesinato de su tío, pero parece que ha preferido echar tierra sobre el asunto. La historia que relata puede considerarse arquetípica de la degeneración que se produjo en el resto de la familia, a partir de la tercera generación, bajo el liderazgo del clan por el último senador Kennedy.
Sobre los Bush publiqué un comentario bibliográfico reciente a propósito de la obra de James Mann, George H. Bush (H. Holt, New York, 2015), al que me remito (M. Pastor, «Los Bush: una dinastía política americana», Kosmos-Polis, Marzo, 2015). Su degeneración, a diferencia de los Kennedy, es más en el plano político, y tampoco está marcada por las tragedias recurrentes que caracterizan al famoso clan de Hyannis Port, aunque es de señalar un cierto problema con el alcohol y las drogas que han padecido en algún momento, con repercusiones públicas, George Bush Jr. y sus hijas, así como algunos miembros de la familia de Jeb Bush.
El libro de George Bush Jr. sobre George Bush Sr., 41. A Portrait of My Father (Crown, New York, 2014) ofrece un resumen adecuado -un poco dulcificado- de la presidencia del padre, en tono de reconciliación filial y amorosa del hijo pródigo que intentó inicialmente en su propia presidencia distanciarse del carácter centrista o republicano-liberal familiar.
Como en el caso de los Kennedy, parece que también Bush padre ha sido el más inteligente y mejor dotado políticamente de la saga, aunque George W. Bush Jr. tuvo su momento «reaganiano» de gloria en el primer mandato, habiendo sabido rodearse de gente inteligente y competente (Cheney, Rumsfeld, Rove, Rice, Wolfowitz…) que contribuyeron a la reacción presidencial adecuada tras el ataque terrorista del 11 de Septiembre de 2001. En el segundo mandato ya se notó la degeneración de su liderazgo, por la presión de su padre y sus amigos del Iraq Group, que se tradujo en la sustitución de Rumsfeld por el oportunista, «intel-crat» (burócrata de la inteligencia) y peón del padre, Robert Gates. Al final de su administración Bush Jr., presionado una vez más por su padre y el Establishment GOP se enfrentó a su vicepresidente Cheney y a los neocons, a propósito del affair Wilson-Plame y la condena de Scott Libby, siendo incapaz de señalar a los auténticos responsables en el Departamento de Estado de las filtraciones a la prensa: Richard Armitage y su jefe, Colin Powell.
Todas estas historias y otras más las encontramos referidas o aludidas en las recientes memorias de Bush Sr. re-escritas por Jon Meacham, Destiny and Power: The American Odyssey of George H. W. Bush (Random House, New York, 2015), obra que, más que por su contenido (el «canon» del republicanismo liberal, moderado…y perdedor del Establishment), merece un comentario sobre este autor.En Enero de 2009, siendo el editor del semanario Newsweek, Meacham fue co-autor del reportaje de portada, apologético de Obama, titulado We´re All Socialists Now. Pero en Mayo siguiente ya estaba criticando y burlándose de los conservadores o republicanos que sugerían que Obama era un «crypto-socialist». Meacham es el prototipo del periodista progre, perdido ideológicamente entre una utopía «socialista» y una práctica, como diría Stalin, «socialfascista», o si se quiere, «fascista liberal» (según la caracterización de Jonah Goldberg).

El libro de Jeb Bush, Reply All. A Governor´s Story, 1999-2007 (C. S. I., New York, 2015), es un bodrio electoralista que intenta convencer, sin éxito, con el tono llorón que viene exhibiendo en los debates y las entrevistas de televisión, lo buen candidato que es para la Casa Blanca, previamente ocupada por su papá y su hermano mayor. Su propuesta sobre la inmigración y la amnistía de los ilegales («un acto de amor»), además de cursi es irresponsable. Su plan de educación general («Common Core») es el equivalente al desastroso «ObamaCare» del seguro médico universal. Su memoria, por supuesto, se detiene en 2007, cuando al terminar la gobernación de Florida entró a formar parte de la élite dirigente, con sueldo millonario, de Lehman Brothers en Wall Street…
Nada está escrito en las encuestas de esta larguísima campaña presidencial estadounidense. La opinión pública en una democracia de masas y en una sociedad multicultural, sometida a imprevisibles «events», es muy volátil. El caso de Jeb Bush resulta penoso, por no decir patético, pero –Dios nos libre, y no lo creo- con sus apoyos millonarios y del Establishment GOP podría ganar las primarias, si su teoría paranoico-conspiratoria de que Donald Trump es un agente del clan Clinton ganara credibilidad (los conservadores de National Review, Bill Kristol y los neocons de Weekly Standart, extrañamente, parece que piensan -o pensaban hasta hace poco- lo mismo). Sospecho que se trata de una operación un poco sucia del Establishment y de los Super-PACs para impedir la «nomination» republicana del empresario neoyorquino, aunque todavía tendría que enfrentarse a otros dos duros rivales: los senadores Ted Cruz y Marco Rubio. Para el colmo, uno de los donantes de Bush en Florida, el magnate Mike Fernández con intereses en la industria farmacéutica, acaba de anunciar que si los republicanos no apoyan la elección del joven Bush, él dará su voto (y sus millones) a Hillary Clinton, como mal menor…
En fin, los casos de los Kennedy y los Bush confirman que la cultura política democrática e igualitaria bajo el Imperio de la Ley en los Estados Unidos está vacunada a corto plazo contra las derivas aristocráticas o los intentos dinásticos, especialmente cuando van acompañados de su propia degeneración política.
Aparte de las obras de los investigadores independientes que he mencionado cuyo interés es obvio, los libros de carácter autobiográfico de los Kennedy y de los Bush (incluida la hagiografía de Meacham sobre las memorias magnetofónicas de Bush Sr.), aunque puedan aportar algunos datos de interés para futuros biógrafos o historiadores serios, hoy por hoy son lecturas perfectamente prescindibles.

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    Acerca de Manuel Pastor

    Catedrático de Teoría del Estado y Derecho Constitucional (Ciencia Política) de la Universidad Complutense de Madrid. Ha sido director del Departamento de Ciencia Política en la misma universidad durante casi dos décadas, y, de nuevo, entre 2010- 2014. Asimismo ha sido director del Real Colegio Complutense en la Universidad de Harvard (1998-2000), y profesor visitante en varias universidades de los Estados Unidos. Fundador y primer presidente del grupo-red Floridablanca (2012-2019)