El neorrealismo como cosmovisión constituye una evolución del realismo político, dominante en la década de los años treinta, este consideraba al estado el único sujeto político en el sistema internacional. Su fundador, Kenneth Waltz (1924-2013), desarrolla un marco explicativo del sistema internacional en el que rompe con los principios del realismo clásico. Para explicar las relaciones entre los estados que podían dar lugar al conflicto, Waltz en su primer libro, «El hombre, el estado y la guerra», establece que el conflicto es dependiente de tres variables o imágenes: la naturaleza y el comportamiento humano, la organización interna de los estados y la anarquía internacional, si bien es la anarquía la que verdaderamente define el universo en el que se desarrollan las relaciones internacionales. Waltz renuncia a las otras dos imágenes en su obra «Teoría de la política internacional», en la que considera que las explicaciones de las conductas de las partes basadas en las características internas son reduccionistas porque dichas características se encuentran en niveles inferiores al sistema.
El error intrínseco de las teorías reduccionistas es considerar que los resultados políticos observados en las relaciones internacionales eran consecuencia del comportamiento de las partes de manera exclusiva. Aspecto heredado de la generalización de la teoría de Hobson, para el que la combinación de los atributos internos de los estados podía inferir su conducta externa, sin tener en cuenta las situaciones relativas de unos actores respecto de otros. La limitación del estudio que hacen modernistas y tradicionalistas a las acciones e interacciones de los estados reduce al sistema a un mero espacio donde tiene lugar la interacción cuyas causas residirían únicamente en las partes actuantes. Lo que les lleva a incluir las causas sistémicas en el nivel de las unidades que son las que determinarían un sistema carente de una estructura que lo soporte. La reducción de un sistema a sus partes hace que sean las características de las principales las que lo determinan. Dando lugar a explicaciones basadas en las conductas sin tener en cuenta los efectos de dichas conductas y atribuyendo las características del sistema a una suerte de media ponderada de las de sus partes. Estos estudios políticos basados en el esquema «adentro-fuera» en los que se pretende la correlación entre condiciones internas y resultados externos tienen el riesgo de desembocar en el determinismo, que sólo se evita por la multitud de variables y atributos que los científicos políticos de estas corrientes se ven obligados a manejar. Así mismo obvian otras configuraciones del nivel superior que proporcionan información importante para las explicaciones.
Para Waltz la sucesión de efectos causales que proporcionan las teorías reduccionistas las hacen disfuncionales. El continuo existente entre las características internas de los actores y sus interacciones requiere de un enfoque sistémico en el cual el sistema posea unas características propias, ajenas a las de las unidades y que actúan sobre dichas unidades modificando su comportamiento que su vez influyen en el sistema. Las teorías sistémicas guardan cierta analogía con las de las ciencias naturales y físicas en las que domina una dinámica no lineal, dando lugar a resultados no predecibles. Aislando el sistema político internacional de las características de las unidades y reduciendo variables y resultados, permite comprender las repeticiones. El sistema se compone de unidades que interactúan y una estructura que constituye la variable explicativa de la teoría excluyendo atributos, comportamiento interno e interacciones de las unidades. La posición relativa de las unidades sería una característica intrínseca del sistema.
La repetición de resultados con independencia de los atributos e interacciones de las unidades constituye una continuidad de efectos a pesar de las supuestas causas. Por lo que es la estructura la variable explicativa que limita las actuaciones de las unidades. Para la coherencia interna de la teoría se requiere de dos condiciones: anarquía del sistema internacional y preocupación por la supervivencia de los estados. El concepto de anarquía para Waltz es precisamente un principio generador de orden mediante el que se establece la igualdad formal de las unidades. Es decir ausencia de jerarquías en el sistema internacional. Aunque tampoco existe diferenciación funcional entre las unidades que únicamente son diferentes debido a sus capacidades, cuya distribución es heterogénea y depende del sistema. Esta heterogeneidad reduce la competitividad, puesto que serán las unidades con mayores capacidades o recursos de poder las que limitarán su comportamiento a las condiciones existentes.
La estructura como agente causal se asemeja al campo gravitatorio de la física moderna, donde las unidades lo moldean en función de su masa, es decir de sus capacidades. No obstante las leyes que rigen la estructura tienen un carácter limitativo de comportamientos de las unidades de la misma manera que la fuerza gravitatoria lo tiene sobre los cuerpos celestes. Es decir actuará permitiendo unos comportamientos y otros no, que dependerá de la interacción de las unidades. Waltz reduce a dos los comportamientos permitidos por la estructura: socialización y competencia. La socialización permite la influencia recíproca entre las unidades transformándose sus atributos internos en un continuo de acción-reacción o estímulo-respuesta. La competencia es generadora de orden en el comportamiento de las unidades, de manera que el sistema seleccionará favorablemente las prácticas más exitosas y aceptables. Se impondrá la racionalidad de los competidores más exitosos y eficientes, cuyos comportamientos serán emulados. El proceso no se encuentra dirigido por ningún agente o subsitema, sólo la estructura es el agente causal de un proceso que surge de manera espontánea debido a las fluctuaciones aleatorias de un sistema típicamente anárquico. La ventaja de este enfoque sistémico reside en la robustez de la auto-organización de los procesos que permite la amortiguación de las perturbaciones de manera autónoma permitiendo su supervivencia, lo que explica la continuidad y las repeticiones.
Ante la igualdad formal y la no diferenciación funcional de las unidades, son los recursos de poder los que establecerán las diferencias, por lo que es necesario conocer la cantidad y la distribución de ese poder para identificar las variaciones en la estructura. El problema reside en la dificultad del conteo debido a que se separa la capacidad de actuación en unidades discretas como las capacidades económicas, militares, políticas etc. En función de qué recurso de poder se elija el número de polos del sistema será diferente. De tal manera que, según Kissinger, durante la Guerra Fría había dos superpoderes militares, mientras que económicamente existían cinco. Waltz es contrario a esta compartimentación, sino que la posición jerárquica de los estados depende de cómo se sitúe la población y territorio, recursos, capacidad económica, militar, estabilidad y competencia políticas, cuyo valor varía con el tiempo.
Tradicionalmente la seguridad se ha vinculado al equilibrio de poder, donde dos o mas unidades significativas detentan un reparto de poder mas o menos uniforme. El desequilibrio conduce a manifestaciones violentas cuando emerge una posición dominante. No obstante en una situación de igualdad absoluta cualquier fluctuación agitará todo el sistema y no podrá ser amortiguada. La desigualdad absorbe las fluctuaciones y mantiene el equilibrio. Por lo tanto un número pequeño de unidades de gran capacidad debería facilitar el equilibrio debido a la reducción de interacciones consideradas relevantes que tienen lugar. La concentración de recursos de poder fomenta la estabilidad que aumenta la capacidad de supervivencia de grandes unidades e impide la influencia de la multiplicidad de las pequeñas. El incremento del grupo reduce los beneficios al igual que aumenta los costes de negociación y acuerdo, así como los de su mantenimiento. Debido a un número de intereses menor por parte de una minoría que representa el poder mayoritario es mas factible la coincidencia de intereses. Favorece la socialización y elimina la ineficiencia de los no competitivos.
La interdependencia incrementa las interacciones y por lo tanto incrementa la probabilidad del conflicto en ausencia de un marco regulatorio. La interdependencia constriñe las unidades y confían en las manos del otro el suministro de recursos para la supervivencia. Esta situación permite los flujos de sucesos entre las unidades afectando a cualquiera de ellas independientemente de su posición, que produce la aparición de nuevas vulnerabilidades. La interdependencia decrece con la reducción número de polos, que al ser mayores concentran mas recursos de poder, menor incertidumbre y menor necesidad de adecuar las políticas internas a las externas.
Estructura y poder
El enfoque sistémico se articula en base a una estructura donde las unidades interactúan modificándose y a su vez modifican la estructura, la cual constriñe y limita las unidades. Los cambios estructurales consisten en revoluciones que posibilitan la aparición de nuevos resultados. Del análisis Waltz se desprende que la estructura internacional es algo dinámico, autogenerado por la coexistencia e interacción entre las unidades. Aunque no se explica cuál es el aspecto ni en qué consiste la estructura en sí misma, ésta se deduce del análisis de causas y efectos, pero resulta difusa. La estructura se interpreta como un principio ordenador que puede estar sujeto al cambio como consecuencia de cambios generados por las unidades. Este planteamiento entraría en contradicción con la repetición de resultados y la continuidad que se observa a pesar de los cambios estructurales. La palabra «estructura» en sí resulta por tanto problemática, otros autores hacen una definición más extensa del sistema, que sería el que contiene unas reglas que las unidades participantes conocen. Algunas de las variaciones del comportamiento de las unidades pueden provocar cambios estructurales en base a sus capacidades modificadoras mas o menos costosas, lo que hace que finalmente el mecanismo auto-organizado de funcionamiento del sistema imponga restricciones posibilitando sólo algunas de soluciones. Esto explicaría que a pesar del surgimiento de dinámicas anti-sistema, este imponga sólo las soluciones posibles corrigiendo a la baja las expectativas de cada una de las unidades, produciéndose una repetición de pautas en períodos prolongados de tiempo. La configuración de las expectativas es una acción del sistema sobre las unidades. Para una mayor coherencia se necesita que la estructura tenga unas propiedades intrínsecas. Debe ser un concepto teórico que permita unos resultados de las interacciones y otros no. Más que modificaciones de la estructura debería hablarse de modificaciones de las propiedades de la estructura. Serán esas propiedades las que gobiernen las interacciones entre las unidades en un sistema definido la suma de interacciones y unidades en base a una estructura dada. El cambio estructural sólo es posible mediante las interacciones, pero estas deben tener lugar entre las unidades relevantes. Aquellas que acumulan poder suficiente como para afectar a la estructura, de la misma manera que los objetos de masivos son capaces de alterar las propiedades del espacio mediante la gravedad. No tendría mucho sentido concluir que un pequeño satélite o asteroide fuera capaz de producir los mismos efectos gravitatorios en el espacio circundante que un planeta del tamaño de Júpiter. Por lo tanto la capacidad de alterar las propiedades de la estructura para Waltz no es otra que el poder.
Los recursos de poder proporcionan capacidad de acción, es decir la posibilidad de forzar un resultado. La distribución de ese poder en el sistema internacional posibilitará el mantenimiento o modificación de las propiedades de la estructura. No obstante hay propiedades que resultan no modificables o su coste es muy elevado. Tomando una propiedad de la estructura como la geografía, resulta difícilmente modificable y es por tanto un factor limitante de la acción. No obstante puede sortearse esa limitación mediante el incremento del territorio y población, así como de las rutas de comunicación. Pero esta modificación tendrá costes militares, de infraestructuras y financieros, por lo que requerirá de recursos de poder para llevarla a cabo. No obstante los costes no serán los mismos para todas las unidades del sistema internacional.
No existe una combinación definitiva de los recursos de poder adecuados para el ejercicio del poder, sino que depende de su relevancia en un momento determinado. Waltz establece la dificultad de establecimiento de los polos de poder, lo que lleva a entender el poder como un recurso cuantificable sujeto a transferencia entre actores. Si se analizan otras concepciones del poder podría introducirse una distinción entre recursos de poder y poder en sí mismo. Según la definición de poder de Foucfault, en la que el poder es un acto que consiste en el ejercicio del poder, la mera disuasión ya es poder en acto, siempre y cuando el que esté enfrente tenga el mismo sistema de referencia para definir cualitativa y cuantitativamente ese poder. De la misma manera que un estado no es rico si no explota su riqueza o no es reconocido como tal. Por lo tanto el poder debe estar definido como su ejercicio en el tiempo, el poderoso ha de serlo y parecerlo, pero ha de ser verdaderamente poderoso para poder parecerlo.
La dificultad de ubicar los polos de poder estriba en el tratamiento del poder como un recurso. Si este tratamiento fuera el de su ejercicio se entendería el poder como algo dinámico proporcionado por los recursos o capacidades. No se estaría en la tesitura de ubicar el poder en polos, que obliga a definirlos y la menor variación de si distribución obliga a redefinirlos interpretando cambios de estructura de bipolar a multipolar y viceversa. La dificultad se puede resolver suponiendo que la polaridad es una característica intrínseca de la estructura, la cual no es multipolar, unipolar, bipolar o incluso apolar, sino que la estructura muestra unas propiedades en función de cómo intervienen las unidades. La estructura sería intrínsecamente la misma, pero sus características expresadas serían unas u otras de un rango de posibles, lo cual afectaría a cómo las unidades se relacionan en el sistema. La única posibilidad de un verdadera cambio de la estructura por otra sería si ésta dejara de ser anárquica, posibilitando un rango diferente de característica que en el anárquico no es posible que se expresen. La capacidad de intervenir en esa expresión dependerá de la voluntad de quien disponga de los recursos de poder necesarios. De esta manera siendo la estructura esencialmente la misma y variando las características expresadas se explicarían mejor las continuidades y repeticiones. La variable explicativa que es la estructura sería entonces verdaderamente independiente que toma sus valores de un conjunto finito de valores posibles. Así se evita la inconsistencia que implica la influencia del comportamiento de las unidades en la variable explicativa que necesita ser independiente.
Relaciones entre las unidades e interdependencia
La anarquía existente en el sistema internacional es consecuencia de la igualdad formal y funcional entre los estados, que ya que actúan conforme a sus propios intereses. La limitación debida a las diferentes capacidades o recursos de poder produce efectos en el sistema, posibilitando las relaciones que Waltz reduce a socialización o competencia. La socialización permite la influencia mutua, lo que en principio debería condicionar la acción a tomar por parte de un estado según la reacción del otro, ya que esa reacción constituirá una nueva acción sobre el primero. Si el análisis se hiciera de manera independiente sobre las unidades actuantes constituiría un bucle infinito de acciones y reacciones. Para evitar esto Waltz realiza un enfoque de unidades que se relacionan mas que la observación de una de ellas de manera unilateral. La unidad mínima de interacción sería el par formado por A y B, siendo A, B y las interacciones mutuas las que definen un sistema. Waltz lo ejemplifica magistralmente mediante la cita de un fragmento de la obra de teatro «¿Quién teme a Virginia Wolf?» de Edward Albee: «Lo que son individualmente George o Martha no explica lo que se ha compuesto entre ellos, ni tampoco cómo. Fragmentar este todo en rasgos individuales de personalidad es esencialmente separar a uno de otro, negar que sus conductas tienen un significado especial en el contexto de esta interacción, perpetuado en realidad por el esquema de su interacción».
Cuando las unidades están socializadas se pueden establecer dos tipos de relaciones competencia o cooperación. Para Waltz sólo se establece competencia debido a la premisa que posibilita la supervivencia de los estados: actuación de acuerdo con sus propios intereses. No obstante la cooperación parece un hecho en el sistema, puesto que los estados parecen cooperar entre ellos. Lo cierto es que la cooperación es una decisión tomada en base a las ganancias relativas respecto del otro. Lo que lleva verdaderamente a una situación de competencia entre estados, en la que la cooperación será una consecuencia de los costes inasumibles de las decisiones unilaterales, y sólo se inclinarán a cooperara cuando estén convencidos de obtener un beneficio mayor que el otro.
Este concepto no puede comprenderse de forma separada del número de polos y del reparto de recursos de poder. A mayor número de polos mas repartidos se encuentran los recursos de poder y mayor probabilidad que un recurso necesario esté en manos de otros aumenta, con lo que la posibilidad de conflicto entre polos aumenta. Cuando se reduce el número de polos a dos, mas probable es la independencia de los recursos del otro, por lo que mas fácil es encontrar gran cantidad de recursos necesarios dentro de él. Si los recursos de poder se encuentran fragmentados se tendrán que establecer relaciones de interdependencia para el aprovisionamiento. Estas relaciones constituirán una red de intercambio de recursos y capacidades e incluso de uso compartido, pero constituye una vulnerabilidad importante en el momento que el intrínsecamente desigual reparto del recurso sea insuficiente para la satisfacción del interés propio de uno de ellos. La interdependencia genera conflicto de intereses cuando el recuso disminuye y se manifiesta el interés propio de los estados basado en la supervivencia.
Conclusiones
El modelo de relaciones internacionales propuesto por Waltz es consistente en sí mismo, si bien adolece de ciertas limitaciones. Al igual que los realistas niega la condición de actor internacional a cualquier agente que no sea un estado. Esta concepción de las relaciones internacionales no considera las interacciones que tienen lugar por parte de actores no estatales. Los actores no estatales pueden formar parte en el sistema y realizar acciones sobre los estatales modificando su comportamiento. El ejemplo más característico lo podrían constituir las acciones terroristas que provocan la reacción de actores estatales, modificando su comportamiento político. Esta situación constituye un cambio estructural debido a que ese actor no estatal no modifica su comportamiento en el sistema por la reacción, no parece verse influido por la estructura, pero sí es capaz de provocar cambios estructurales a través de los estados atacados. La teoría de Waltz puede ser válida con modificaciones que implique la introducción de actores no estatales como unidades actuantes en el sistema.
La existencia de organizaciones internacionales de carácter supranacional parece contradecir la teoría, pero si se estudian en profundidad confirman muchos aspectos. La creación y funcionamiento se produce por la voluntad de sus miembros, lo que requiere de la inversión de recursos. El ejemplo se observa en la crisis que sufren las instituciones de Bretton Woods (FMI, Banco Mundial, OMC), ante la emergencia de nuevos polos de poder el reparto de influencia no es suficiente y esta, como recurso de poder, escasea y se incrementa la competencia entre las unidades. Cuando los recursos escasean o los intereses propios de los estados (ajenos o no a la organización) entran en conflicto con los de la organización, esta se debilita y se torna disfuncional.
• GARCÍA CANEIRO, J. (2002), «Foucault», «Guerra y filosofía. Concepciones de la guerra en la Historia del Pensamiento», en Tirant lo Blanch. Valencia, pp. 162-171.
• MOURE PEÑÍN, Leire (2009), «La teoría de la política internacional treinta años después», Revista electrónica de estudios internacionales, nº 17, 2009, pp. 1697-5197.
• WALTZ, Kenneth (1979). «Theory of International Politics». McGraw Hill, 1979.
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