Estamos en los inicios del Nuevo Cisma de Occidente. Ahora no se trata de Papas sino de Presidentes USA.
En realidad hace ya tiempo que teníamos dos Papas, Benedicto y Francisco, pero aparte de la irrelevancia de la sede (y la doctrina) en el Vaticano son dos Papas por consenso. No hay Cisma.
En el caso de los dos Presidentes USA, Trump y Biden, estamos muy cerca del conflicto que apunta hacia el Cisma. Uno ocupará la sede de la Casa Blanca, y el otro la simbólica en “Aviñón”. No hay consenso.
Los últimos datos de las Elecciones USA-2020, mientras escribo esto, indican que el demócrata Joe Biden obtuvo -ilegales incluidos- más de 80 millones de votos populares (51,1 % y 306 presuntos votos electorales), y el republicano Donald Trump está cerca de los 74 millones, aparentemente todos legales (47,2 % y 232 presuntos votos electorales). La presunción se debe a que hay que esperar al 14 de Diciembre para que el Colegio Electoral emita sus votos, que no son siempre automáticos, es decir, no necesariamente tienen que coincidir con los previstos según los votos populares, aunque las discrepancias suelen ser mínimas.
Parece que James Madison, que redactó el artículo sobre el Colegio Electoral, también tenía en mente –aparte de otras razones que justifican la polémica institución- que los electores podrían negarse a votar al candidato más popular si apreciaban en él circunstancias de indignidad, fraude o corrupción. En una palabra, ilegitimidad.
Creo no equivocarme en decir que –por ahora- para el republicano Trump existe la certeza absoluta de que las elecciones han sido fraudulentas y por tanto no va a conceder la victoria al demócrata Biden. Aquí reside la raíz del Cisma: Biden es, para Trump, un Presidente ilegítimo. Un alto porcentaje -casi la mitad- del electorado, según encuestas recientes, piensa lo mismo.
La ironía es que en la elecciones de 2016 la victoria de Trump también fue considerada ilegítima por su rival Hillary Clinton y por un gran número de políticos demócratas (y algunos republicanos anti-Trump), altos burócratas y periodistas, en una inmensa conspiración del “Establishment” y del “Deep State”. Entonces no se produjo formalmente un Cisma, aunque comenzó un proceso subterráneo de intentos golpistas (“Paper Coup”) que condujeron a un “Impeachment” fallido en 2019, y a una campaña y a unas elecciones en 2020 bajo sospecha de ser un gran fraude.
Para algunos observadores estaríamos ante el Gran Escándalo (espionaje y persecución del presidente Trump) y el Gran Fraude (elecciones y victoria de Biden). Escándalo y fraude mayores de la historia política de los Estados Unidos.
Aunque existen precedentes, no han sido suficientemente publicitados. La elección presidencial del demócrata John F. Kennedy en 1960 fue robada al republicano Richard M. Nixon. Éste mismo fue víctima más tarde, tras su victorias presidenciales en 1968 y en 1972, de un acoso similar del “Estado Profundo” (a propósito del caso Watergate, irónicamente protagonizado, entre otros, por un siniestro alto burócrata del FBI conocido periodísticamente como “Garganta Profunda”, y famosos periodistas practicantes de Fake News) que llevó a cabo un golpe silencioso con el intento de “Impeachment” y final dimisión voluntaria del presidente (L. Colodny & R. Gettlin, Silent Coup, 1991; R. Locker, Haig´s Coup, 2019). Nixon no planteó una resistencia o recurso, ni contra el robo de 1960, ni contra el golpe de 1973-74. Por tanto no hubo Cisma.
En el caso de Trump, creo, la reacción va a ser diferente.
En primer lugar, no olvidemos el espionaje y los intentos golpistas entre 2016-2019, alentados por el “Steele Dossier”, el “Mueller Dossier” y el “Fake Impeachment”. Los golpistas del FBI en la operación “Crossfire Hurricane”, Lisa Page y Peter Strzok, en su intercambio de mensajes sentimentales invocaron el modelo golpista del caso Watergate (D. Nunes, Nunes Memo, 2018; L. Smith, The Plot Against the President, 2019, y The Permanent Coup, 2020; S. Lokhova, Spygate Exposed, 2020).
En segundo lugar, el caótico fraude electoral que estamos presenciando un mes después de las elecciones, ahora en manos de abogados y jueces, es una auténtica crisis constitucional sin precedentes cuya solución va a depender de la Corte Suprema.
De momento tenemos un Presidente real (legítimo) y un Presidente virtual (presunto “Presidente electo”), al menos hasta el 20 de Enero de 2021. La cuestión es: ¿Quién será después el Presidente en “Aviñón”? ¿Y dónde se localizará el simbólico “Aviñón”… en Mar-a-Lago, Florida, o en un sótano de Wilmington, Delaware?
Aparte de la duda que siempre persistirá (como ocurrió con los Papas en Roma y en Aviñón) sobre si la legitimidad está en la Casa Blanca o en la nueva “Aviñón” simbólica.
Conviene que los ciudadanos en las sociedades libres comencemos a meditar seriamente sobre las consecuencias de este Nuevo Cisma de Occidente para los intereses y la seguridad occidentales.
En el equipo de Biden resultan preocupantes los casos de Jake Sullivan, peón de Hillary Clinton, designado Consejero de Seguridad Nacional, y de Antony Blinken, socio de Hunter Biden, designado como Secretario de Estado (¿siguen ambos creyendo, como declararon hace poco tiempo, en la validez todavía del “Steele Dossier”, ese documento-basura mendaz, base del golpismo en 2016-17 contra Trump?). Sin duda ambos representan una política exterior y de seguridad globalista y multilateralista, típica del “Establishment”, y que intentarán modificar o anular las políticas de Trump en relación a Europa, la NATO, Oriente Medio, Méjico, Cuba, Venezuela e Hispanoamérica en general, Rusia, China, Irán, etc.
La nota cómica la pone John Kerry, designado por Biden como futuro Zar del Cambio Climático. El carota millonario Kerry lo que realmente es el Zar de la Hipocresía: propietario de 6 mansiones, 12 coches de lujo, 2 yates y 1 jet, va a aleccionarnos a todos sobre la polución y el calentamiento global.