RUSIA, OCCIDENTE, Y LA NUEVA GUERRA FRÍA

RUSIA, OCCIDENTE, Y LA NUEVA GUERRA FRÍA
Reflexiones a propósito de los libros de Karen Dawisha, Putin´s Kleptocracy. Who Own Russia? (Simon & Schuster, New York, 2014, 445 páginas); de Rajan Menon y Eugen Rumer, Conflict in Ukraine. The unwinding of the Post-Cold War Order (The MIT Press, Cambridge, MA, 2015, 221 páginas); de Marin Katusa, The Colder War (John Wiley & Sons, Hoboken, NJ -Casey Research, Stowe, VT, 2015, 246 páginas); y Ann Coulter, ¡Adios, America! The Left´s Plan to turn our country into a Third World Hellhole (Regnery, Washington DC, 2015, 392 páginas).
En 2008, en vísperas de la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca, se publicó un libro de Robert Chandler titulado Shadow World. Resurgent Russia, the Global Left, and Radical Islam (Regnery, Washington DC, 2008). Chandler, un intelectual que había luchado en la Guerra Fría –viudo de una española, catalanista y anticomunista, Esperanza Millas Estany-, mostraba una rara perspicacia, unas dotes estratégicas visionarias en las que anticipaba muchos de los análisis que posteriormente se han hecho sobre las actuales relaciones internacionales, y concretamente, por ejemplo, muchos elementos de los que apreciamos en las interesantes obras recientes de Karen Dawisha, Rajan Menon, Eugen Rumer y Marin Katusa sobre las complejas relaciones de la Rusia post-soviética con Occidente, e incluso algunas percepciones sobre la «guerra cultural» de que trata Ann Coulter en su último libro, que no es sino la continuación, un episodio más, de su personal guerra ideológica contra el progresismo izquierdista en EEUU. Asimismo en la misma fecha apareció otra obra cuyo título anticipaba el de esta reseña: Edward Lucas, The New Cold War: Putin´s Russia and the Threat to the West (Palgrave, London, 2008).
Por otra parte, conviene tener en cuenta que por segundo año consecutivo –lo que significa una clara confirmación-, la revista Forbes coloca a Vladimir Putin en el primer puesto del ranking de líderes más poderosos del mundo, seguido de Barack Obama, Xi Jimping, el Papa Francisco, y Angela Merkel, por ese orden. Como comenté el año pasado, los cuatro primeros son personajes autoritarios de distinto tipo, y la crisis de Ukrania entre Rusia y Occidente pobablemente ha revalidado la posición hegemónica de Putin. Los únicos líderes políticos democráticos destacados –aparte del problemático caso del presidente Obama- son la canciller Merkel (quinto puesto) y el primer ministro Cameron (décimo puesto).

Independientemente de otros factores, me interesa subrayar en estas reflexiones la naturaleza del liderazgo de las potencias enfrentadas en esta presunta Nueva Guerra Fría.
La obra de Karen Dawisha viene precedida de una ya notable literatura crítica sobre el régimen de Putin: Satter (2003), Lucas (2008), Goldman (2010), Soldatov & Borogan (2010), Tregurova (2011), Gessen (2012), Hill & Gaddy (2013), y Sakwa (2014), entre los autores más importantes. La propia autora Dawisha ya publicó tempranamente sobre el trasfondo y evolución de Rusia y la Europa post-comunistas: Russia and the New States of Eurasia (1994), y la impresionante serie Karen Dawisha & Bruce Parrot: Democratization and Authoritarianism in Postcomunist Societies (4 vols., 1997). Nos encontramos, en efecto, ante la probablemente máxima especialista en el tema y una obra con metodología académica (la otra obra también de carácter más académico es la Menon y Rumer, mientras que la de Katusa y la de Coulter son más bien ensayos de divulgación, aunque rigurosamente documentados).
Con el retorno de Rusia bajo Putin al «Capitalismo de Estado», señala la autora, se ha construido un sistema basado en una predación masiva con niveles no vistos desde el zarismo: «It is this Kleptocratic tribute system underlying Russia´s Authoritarian Regime» (p. 4). La investigación rechaza la idea frecuentemente promulgada en los círculos académicos de Occidente de Putin como «autócrata accidental» o «buen Zar rodeado de malos Boyardos»: «The group did not get lost on the path to democracy. They never took that path (…) Putin rose from being an out-of-work deputy major, whose boss had just lost his bid reelection, to the head of the Federal Security Service, the modern-day KGB. One year later Putin was prime minister; six month after that he was president» (p. 5). Dawisha presenta la tesis principal del libro así: «Instead of seeing Russia politics as an inchoate democratic system being pulled down by history, accidental autocrats, popular inertia, bureaucratic incompetence, or poor Western advice, I conclude that from the beginning Putin and his circle sought to create an Authoritarian Regime (…) In other words, Russia is both a democratic failure and a resounding succes -that is, a succes for Putin and his cronies, and a succes on their terms» (p. 8). La autora se basa, entre otras fuentes, en los testimonios ante el Congreso de los EEUU del ex alto cargo de la CIA Richard L. Palmer y, curiosamente, de un fiscal español al que le atribuye la utilización de la expresión «Mafia State» referida a la Rusia de Putin.

Marin Katusa nos ofrece una interpretación singular del poder de Putin. Sin negarle el carácter autocrático en la tradición histórico-cultural rusa, subraya su dimensión tecnocrática, como experto en cuestiones energéticas (recordemos que el líder ruso es autor de una tesis doctoral sobre los recursos energéticos de Rusia), y asimismo su habilidad diplomática y estratégica en controlar las fuentes y vías de distribución de las mismas (esencialmente del petróleo, del gas y del uranio) en un área geopolítica de dimensiones impresionantes, y destacando su iniciativa en la creación de un espacio económico orientado hacia la Unión Euroasiática, en competencia con los mercados europeo y chino.
El autor critica los estereotipos que en Occidente (especialmente en EEUU) se han divulgado sobre el Dr. Putin, porque han contribuido a una desinformación con graves consecuencias negativas para las relaciones con Rusia, aunque ha sido capaz de instalarse como «el nuevo hombre fuerte ruso, un nouveau Zar para la resurgente Rusia» (p. 55). «Resurgente Rusia» era precisamente el subtítulo de la obra de Robert Chandler (2008).
Como curiosidad, Katusa menciona el dato que ya había revelado el historiador británico Simon Sebag Montefiore en su libro sobre Stalin de 2003: la influencia de su abuelo paterno, Spiridon Ivanovich Putin, cocinero sucesivamente de Rasputin, Lenin y Stalin. Tal cargo era impensable sin su pertenencia sucesiva a la Okhrana (policía secreta zarista), la Cheka y la NKVD. El abuelo Spiridon, arguye el autor, fue clave para la educación del joven Vladimir en los arcana del espionaje, y sin duda sería también un aval importante para su futura carrera en la KGB (pp. 56-57).
Katusa y Dawisha coinciden en subrayar la meteórica carrera política de Putin en la Rusia post-soviética: en 1998 es nombrado por el presidente Yeltsin jefe del FSB, sucesor del KGB; apenas un año más tarde es nombrado primer ministro; seis meses después, en el año 2000, gracias a su popularidad por la victoria en la segunda guerra contra Chechenia, gana la presidencia con el 53 por ciento de los votos. Comienza el régimen de Putin, con la apoyatura formal de su asociado Dimitri Medvedev, que llega sin interrupción hasta el día de hoy sin que su término se pueda adivinar con certeza.
Por otra parte Katusa coincide con los autores Menon y Rumer en apuntar al conflicto en Ukrania como ejemplo de la Nueva Guerra Fría y la, en su opinión, falsa percepción o mala información de Occidente (capítulo 5, «Ukraine», pp. 65-82), lanzando una advertencia: «No one wants the Colder War to turn hot. However that´s not the only danger from U. S. involvement in Ukraine. Continuing to provoke Putin will only add urgency to his plan for demise of the petrodollar» (p. 80).

Ukrania no solo cumple una función lógica de «buffer State» para la seguridad de Rusia, sino, como explican Katusa (sumariamente) y los autores Menon y Rumer (extensamente), histórica, cultural, y demográficamente, ha sido parte esencial en la génesis del Estado (Kiev) y la nación rusa.
La obra de los últimos es la primera monografía publicada, con base académica e investigación actual rigurosa, sobre el conflicto reciente de Ukrania. Pero como subrayan los autores, dicho conflicto es un síntoma de un problema más amplio en el orden mundial Post-Guerra Fría, en el que el conflicto de Georgia en 2008 fue solo un anticipo, y que prefigura un clima que puede evolucionar hacia una Nueva Guerra Fría entre Rusia y Occidente. En la introducción ya avisan que «The 2014 crisis is about more than Ukraine. What has happened is a symptom of a much larger and more complicated poblm, one that has received Little attntion from analysts and policymakers undestandably peoccupied with the immediate fallout from Russia´s annexation of Crimea and its multifaceted and growing support from the Donbas rebels. The larger lesson of the conflagration in Ukraine is that there is no longer a European security architecture that Russia and the West recognize and are prepared to consider as providing rules of the road, however rough and ready.»(p. xix)
Al final del libro insisten en la tesis de que toda la arquitectura política y de seguridad europeas en la Post-Guerra Fría se han basado exclusivamente en la UE y la NATO, dos organizaciones que no han incluido a Rusia, y los gobernantes de Europa no han sabido desarrollar una estrategia realista y adecuada respecto a su gigante y poderoso vecino. Es, sin duda, una monumental tarea pendiente para la comunidad transatlántica en los años venideros (p. 162).
En un ensayo reciente de Joaquín Martínez de la Rosa en Kosmos-Polis sobre el fenómeno paradójico del «fascismo-leninismo» el autor citaba , como ejemplo reciente, el que el franquismo había anticipado al actual modelo chino de los herederos del leninismo maoísta, según destacaban los historiadores Stanley G. Payne y Jesús Palacios en su magistral obra Franco. Una biografía personal y política (2014). El autor plantea el caso del «fascismo-leninismo» como un» tipo ideal» (en sentido weberiano), que podía igualmente ilustrarse con la simbiosis casi perfecta del régimen de Putin en Rusia. Hablamos de régimen de poder más que de ideología. El fascismo genérico sería en última instancia –como apunta el autor- un nacionalismo radical y autoritario/totalitario, caracterizado por un estatismo excesivo que ahoga la sociedad civil. Ahora bien, muchas sociedades han llegado a la modernidad sin haber desarrollado una sociedad civil, y en tales casos el papel dominante del Estado no siempre es percibido negativamente. Es decir, existen formas muy diversas de fascismo genérico (estatismo, no necesariamente totalitario, con «Capitalismo de Estado» y «socialismo en un solo país» o un variopinto socialismo nacional/socialdemocracia nacionalista) que eventualmente cumplen un papel histórico en la evolución y desarrollo de tales sociedades que no se han beneficiado de una revolución burguesa al estilo anglicano-americano o galicano-europeo, con su concomitante sociedad civil, libertades e imperio de la ley. Keynes ha aportado las fórmulas económicas oportunas y variables que desde la Primera Guerra Mundial se han aplicado indistintamente en el comunismo (NEP en la URSS), el fascismo autoritario (Italia), el fascismo totalitario (Alemania), el franquismo (España), y las democracias (U.K., U.S., Francia, etc.). La caída del Muro de Berlín, y la evolución del comunismo chino (y ahora parece que también el cubano) ha significado la generalización del modelo keynesiano + fascismo genérico. Como titulaba no hace mucho su columna Willian A. Galston, «Modern Autocrats Are on the March» (The Wall Street Journal, New York, June 24, 2015, p. 11)

Evidentemente Putin tiene muchos admiradores en el Este de Europa (concretamente, por ejemplo, en Bielorrusia y en las regiones orientales de Ukrania) y en las naciones del antes denominado Tercer Mundo. El autócrata ruso nos puede gustar más o menos -más bien menos desde nuestra cultura eurocéntrica occidental-, pero no es menos honorable que algunos líderes «cleptómanos» cercanos a nosotros, como por ejemplo algunos presidentes regionales españoles, de derechas y de izquierdas (e incluso algunos miembros de la Familia Real), por no mencionar también los múltiples y multiplicables «Bárcenas» en todos los partidos. Ann Coulter precisamente dedica todo un capítulo en su libro al super-oligarca mejicano Carlos Slim, generado bajo la protección de la dictadura del PRI, con un gran poder no solo en Méjico sino también en Estados Unidos, al que califica, entre otras lindezas, de «monopolist», «theft», «The New York Times´ Sugar Daddy» y «pimp» de la opinión izquierdista americana (capítulo 13: pp. 213-232).
Respecto al talante autocrático, un líder de Occidente como Barack Obama tampoco se ha librado de sospechas y críticas por su desviación autoritaria -en el sistema democrático liberal y constitucional más consolidado del mundo- por parte de personas con reputación democrática -intelectuales y analistas liberal-conservadores- en su propio país (sin nombrar los propiamente políticos, la lista es larga pero destacaría, como muestra, los siguientes: Thomas Sowell, Charles Krauthammer, Sean Hannity, Jonah Goldberg, Mark Steyn, David Horowitz, Ann Coulter, Hebe Nigatu, Michelle Malkin, Charles Kesler, Daniel Henninger, Mona Charen, Andrew McCarthy, y los biógrafos críticos Jerome Corsi, David Fredosso, Stanley Kurtz, Dinesh D´Souza, Aaron Klein, etc.). Jonah Goldberg acuñó la expresión «Liberal Fascism» (que traducimos «fascismo progresista») referido a la deriva autoritaria de Obama, y que no sería más que un ejemplo «soft» del variopinto fenómeno del fascismo genérico, siendo otro ejemplo «hard», diferente, el «fascismo-leninismo» del que habla Joaquín Martínez de la Rosa.
Un factor decisivo en la ecuación de la Nueva Guerra Fría es la «Guerra Cultural» o «guerras culturales», lo que genéricamente S. P. Huntington denominó «Clash of Civilizations», tras el colapso de la Unión Soviética y frente al optimismo excesivo del «Fin de la Historia» (según Francis Fukuyama). Karen Dawisha explicita en la introducción de su libro que sus investigaciones siguen los enfoques teóricos de Huntington (y de Mancur Olson).
Ann Coulter en la tradición satírico-política y mordaz del gran H.L. Mencken y del «culture warrior» Pat Buchanan (véase de éste su último artículo, «Quo Vadis, America?», Townhall.com, June 30, 2015), como en obras suyas anteriores, en su último libro apunta directamente al problema en América, o si se prefiere, los Estados Unidos de América. Pero aunque la obra se refiere a cuestiones internas, como la política de inmigración del partido Demócrata (alentada desde los años sesenta por el senador Edward Kennedy), la inmigración ilegal hispana (principalmente mejicana), el multi-culturalismo, etc., el título también puede servir como metáfora a la pérdida de liderazgo hoy de los EEUU en Occidente.

James Burnham definió la vieja Guerra Fría como la III Guerra Mundial. Norman Podhoretz y otros calificaron la guerra global contra el terrorismo islamista como la IV Guerra Mundial. Si en efecto nos encontramos en el umbral de una Nueva Guerra Fría, sería la V Guerra Mundial. La III fue una guerra ideológica entre las democracias capitalistas y el totalitarismo comunista. La IV y la V responden más bien a algo que también había anticipado Burnham, pero que formuló con mayor precisión y sistematicidad Huntington tras el colapso y desaparición de la Unión Soviética: guerras de civilizaciones. La IV entre Occidente y la teocracia islamista en todo el mundo; la V entre Occidente y la autocracia ortodoxa en Rusia y sus satélites. La primera, guerra «caliente» en distintos frentes, ya presenta un saldo sangriento; la segunda esperemos que sea realmente «fría» y se reduzcan al mínimo los daños colaterales si, como Putin ha declarado recientemente, Rusia no busca la dominación sino el respeto. Pero probablemente, como anticipaba Robert Chandler (el autor mencionado al principio), la IV y V guerras mundiales van a coexistir y entrelazarse contra Occidente en el escenario más plausible para las próximas décadas. Las naciones democráticas deben tener en cuenta los riesgos del multiculturalismo en su seno, así como el potencial conflicto cultural que plantean algunos de sus asociados en la UE o en la NATO (casos de las culturalmente ortodoxas Grecia o Bulgaria, y de la islámica Turquía). Como advertía muy recientemente Gary MacDougal, «Moscow doesn´t always need tanks and tropos when trying to dominate its neighbors» («Putin Targets Pro-Western Bulgaria», The Wall Street Journal, New York, June 29, 2015, p. 13).
En este contexto, la pérdida de liderazgo de los Estados Unidos durante la presidencia de Obama -por una combinación de incompetencia, dejación, apaciguamiento y «leadership from behind»- preocupante para los intereses de Occidente, es un hecho constatado y documentado en centenares de publicaciones. Ann Coulter, que lo ha denunciado en obras anteriores, ahora nos ofrece el último capítulo de esa deriva en el debilitamiento de la Nación que durante la mayor parte de todo el siglo XX y primera década del XXI (desde Teddy Roosevelt hasta George W. Bush) simbolizó y ejerció como guardián o policía de la seguridad de Occidente. La autora, como dije, se centra en los problemas de la inmigración, legal e ilegal, y específicamente la proveniente de Méjico (cuya cifra eleva sorprendentemente a… ¡treinta millones!, una cuarta parte de la población del país al sur del Río Grande, que algunos consideran un Estado fallido), y cuyas remesas en dólares a su patria es un componente fundamental –explica detalladamente Coulter- del enriquecimiento incontrolado de los oligarcas como Slim.

Tras relatar la grave responsabilidad histórica del senador Kennedy –el avalista de Obama- y del partido Demócrata, desde los años sesenta, en promover tal inmigración masiva y sin control (capítulo 2: «Teddy: Why Not the Third World?», pp. 13-ss.), comparando el caso estadounidense negativamente con el caso más eficaz, en términos de control de fronteras y seguridad nacional, de Israel (capítulo 8, pp. 115-ss.), destaca las consecuencias en el orden estratégico y de las «guerras culturales», con el deterioro progresivo del carácter nacional (capítulo 12: «Keep America … Multicultural», pp.195-ss.). Ya en las primeras páginas anunciaba el riesgo asimismo estratégico de una eventual amnistía: «Any other bad law can be repealed. Roe v. Wade can be overturned. Obamacare can be repealed. Amnesty is forever» (p. 2). Juzgo el libro ¡Adios, America! como un serio aviso. Pero, gracias al sistema democrático y constitucional americano, en el presente ciclo electoral que culminará en 2016 con la elección de un nuevo presidente, existen alternativas plausibles en el campo republicano a la decadencia hegemónica de los Estados Unidos bajo las últimas administraciones demócratas. En cualquier caso, rebajemos el pesimismo crítico de Ann Coulter sobre el fin del liderazgo americano parafraseando su título con un simple e inevitable «¡Adiós, Obama!»

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    Acerca de Manuel Pastor

    Catedrático de Teoría del Estado y Derecho Constitucional (Ciencia Política) de la Universidad Complutense de Madrid. Ha sido director del Departamento de Ciencia Política en la misma universidad durante casi dos décadas, y, de nuevo, entre 2010- 2014. Asimismo ha sido director del Real Colegio Complutense en la Universidad de Harvard (1998-2000), y profesor visitante en varias universidades de los Estados Unidos. Fundador y primer presidente del grupo-red Floridablanca (2012-2019)