El pacto, lejos de ser perfecto, ha sido definido por la mayoría de observadores de clara ganancia de la diplomacia rusa, que obliga a bastantes concesiones a Ucrania que, con el tiempo, podría llevarle a una posible federalización.
¿Cuál o cuáles han sido las razones por las que los acuerdos de Minsk II no entraron en vigor de inmediato tras su firma?, ¿por qué una dilación de más de 48 horas? Durante esos dos días y medio han muerto muchas personas al intensificarse los bombardeos con artillería pesada, hasta que soldados ucranianos embolsados en Debaltsevo destrozado se rindieron y entregaron las armas.
El mismo Vladimir Putin, unas horas después de firmar el acuerdo, reconoció que ante la situación surgida en Debaltsevo, sería difícil cumplir el alto el fuego. Pero la posterior toma de la ciudad por los rebeldes (un importante centro de comunicaciones y punto estratégico entre la conexión viaria y ferroviaria desde el norte de Donetsk hasta Lugansk), facilitaba a los separatistas la posibilidad de abastecer sus territorios por tren. Y desde el lado gubernamental ucraniano, han confirmado que es la vía útil para transportar el carbón de Donbass al exterior sin ningún control. Por todos esos motivos ambas partes llevaban varios días luchando por la ciudad.
No cabe duda de que el gobierno ucraniano y los líderes de la UE han negociado con Putin bajo déficit y no transmitieron la situación difícil y los graves escollos de la negociación.
La cuestión ahora es si la retirada de armas pesadas de ambos bandos se está llevando a cabo totalmente y si estará completada en unos días, dejando una franja de seguridad entre 50km y 140 km bajo la supervisión de la OSCE. Sin embargo, dicha retirada se podría retrasar. Pero en todo caso, tal línea de separación supone de hecho una ganancia territorial para los rebeldes prorrusos.
En los acuerdos Minsk II también está prevista la retirada y desarme de todas las unidades y combatientes extranjeros y mercenarios. Como sabemos bien, ningún país reconoce la presencia de sus tropas en el territorio ucraniano, por lo tanto ese punto no se cumplirá, al menos a corto plazo.
En diversas ocasiones el presidente ucraniano ha denunciado el despliegue de tropas rusas en Ucrania, motivo por el que ha propuesto reuniones urgentes del Consejo de Seguridad de la ONU y del Consejo de la Unión Europea, con el fin de que tales organismos enviaran al este de Ucrania observadores y pacificadores con mandato expreso del Consejo de Seguridad de la ONU, pero tras la firma de los acuerdos de Minsk II (anteriormente esa posición levantaba dudas ante la posibilidad de congelar el conflicto), Rusia aseguró que ello iba contra lo acordado.
Los acuerdos de paz presentan una serie de escollos importantes para Ucrania; por ejemplo, la forma en la que el gobierno va a llevar a cabo la liberación de todos los rehenes y el canje de prisioneros de guerra, además de la amnistía para todos los que han participado en el conflicto, cuando anteriormente había garantizado a su población que no haría excepciones con los delitos calificados de crímenes contra la humanidad, torturas, etc., sobre los que el documento de paz no dice absolutamente nada. Rusia por su parte, ha prometido liberar a Nadezhda Savchenko, la piloto ucraniana encarcelada desde julio de 2014, pero hasta ahora, que se sepa, tampoco lo ha hecho.
Hay que iniciar el diálogo sobre la convocatoria de las elecciones locales, así como la de la reforma de la Constitución que permita la descentralización de Donetsk y Lugansk antes de fin de año. Ello facilitará que el control total de la larga frontera con Rusia pase al gobierno de Kiev a finales del año 2015, si antes se verifican estos puntos.
Ucrania se compromete a restablecer el sistema bancario en el este, y con ello el pago de ayudas, pensiones, etc. Sin embargo, todavía quedan muchas cuestiones lejos de resolver. Por ejemplo, en febrero pasado volvió a surgir una nueva disputa sobre el gas a raíz del cese de suministro por parte de Kiev a las regiones de Donetsk y Lugansk. Ucrania ha justificado el corte del suministro energético a las regiones separatistas por daños en los gasoductos, mientras que Rusia ha considerado que se ha hecho de forma deliberada para no pagar una parte de su deuda, lo que podría plantear problemas para el tránsito hacia Europa. Por el momento el paquete de invierno está en vigor hasta finales de marzo, acordando tratar la cuestión de los suministros de gas a los territorios de Donetsk y Lugansk independientemente de la factura a la Kiev debe hacer frente. Veremos qué rumbo toman nuevas negociaciones previstas para el marzo de este año.
Otro de los problemas surgidos antes de sentarse a la mesa de negociación era el reconocimiento de los representantes actuales de Donetsk y Lugansk por parte de Ucrania. Hace tiempo Kiev aprobó una ley que calificaba a los separatistas prorrusos de terroristas, lo que nos llevaba a preguntarnos si la amnistía supondría el reconocimiento de facto de los separatistas como los representantes de la región, al menos hasta las elecciones locales. Por lo visto ahora Ucrania insiste de nuevo que los representantes de Donbass no están legitimados y habrá que realizar las elecciones en la zona lo que ya está provocando nuevas tensiones entre ella y los separatistas.
Según los acuerdos de Minsk II, los poderes locales de Donbass van a participar en el nombramiento de los jueces y en otras áreas importantes, como las de seguridad interna, economía, social y cultural. Así Ucrania, en parte, ha tenido que admitir las exigencias prorrusas, cuyo programa máximalista era un acuerdo sobre la confederación, con la constitución de una república con sus propias fuerzas armadas, lo que no será admitido, y un sistema judicial propio, que en gran medida sí será reconocido, así como una regulación del comercio exterior, incluyendo el derecho a integrarse en la Unión Aduanera (que por el momento no se llevará a cabo, pero sí su desarrollo con Rusia).
La dureza de las negociaciones y su resultado para Ucrania se ha reflejado en el propio rostro de Petr Poroshenko en el momento de estampar su firma en Minsk II. Estaba claro que tendría que haber ciertos cambios, que se irán aplicando a lo largo de 2015. Pero los acuerdos sin duda alguna se irán cumpliendo a medio o más bien a largo plazo.
Para los actores internacionales llegar a un punto de entendimiento temporal ha sido más fácil: Hollande y Merkel lo que querían era la paz y poder solucionar los problemas internos de la UE sin desentenderse demasiado de los rusos, mientras que para Rusia mantener el conflicto congelado o de baja intensidad, era un objetivo básico para intentar mejorar su mala situación financiera y económica, así como vigilar otros frentes posibles a nivel global: próximas elecciones en varios países de Asia Central con economías dependientes e inestables, intensificación de conflictos congelados en el espacio postsoviético, Oriente Medio, etc. También para ello Rusia ha aumentado en 2015 su gasto militar en un 4,2 % de su PIB. Mientras que los EE.UU siguen teniendo puesta su principal mirada en Siria, Irak, Irán y el Estado Islámico.
Por otro lado, las reformas en Ucrania no avanzan. Con independencia de la guerra, las controversias internas son bastante obvias, expresadas con mayor intensidad por el Partido Radical, aunque en realidad hay poco acuerdo entre todos ellos, además de nuevo se intensificaron las tensiones entre los oligarcas. Todavía están en cola muchísimas reformas a realizar (empezando por la judicial ej.). En realidad, la situación de guerra favorece, como siempre, solo a unos pocos. Una de las primeras leyes aprobadas hasta ahora ha sido la abolición de impuestos para las armas importadas o la autorización del uso de armas contra los desertores, lo que también irrita a gran parte de la población, al contemplar como los hijos de los muchos oligarcas y funcionarios no han participado en la guerra.
En el caso de que los cambios no se produzcan a medio plazo, y si no surge un nuevo pacto en la Rada (Parlamento), es más que posible que el gobierno haga crisis, sin prever por el momento en qué dirección y si la misma será positiva o no para Ucrania. Aunque sí es verdad la reciente ayuda económica podría retrasarlo. No hay que olvidar que algunos partidos han estado apoyando la guerra hasta final, y para Petr Poroshenko por razones políticas será difícil tomar cualquier decisión que reclama la sociedad civil, ya sea relacionada con una renovación de las élites y con un verdadero cambio político y económico.
El escenario internacional es muy inquietante, y hay que reconocer que los intentos de no eliminar a los actores internacionales involucrados en las negociaciones, junto a la posibilidad de tener un diálogo incluido en el formato de Minsk II, es lo que sostiene que la situación de conflicto no se haya expandido hacia otros territorios fronterizos, algunos de ellos de la Unión Europea, o que la inestabilidad haya aumentado más en el sudeste de Ucrania. Un ejemplo claro es la ciudad de Mariupol, de 500 000 habitantes y situada en la cuenca del Donbass, que permite acceder al importante puerto del mar de Azov y que podría ser un puente terrestre a tan solo 300 km de Crimea, y que de caer en manos de los rebeldes prorrusos, sería una garantía de viabilidad de las repúblicas autoproclamadas de Donetsk y de Lugansk y, a la vez, un grave empeoramiento de la situación para Ucrania. En dicha ciudad se encuentran diversas fabricas metalúrgicas como Metinvest o Azovstal, similares a las que ya ha perdido Ucrania en Donbass.
Sin embargo, la congelación de la crisis no será la solución ni para Ucrania ni para la mayoría de sus vecinos, y sin duda habrá que buscarla, entendiendo que no se trata de un simple conflicto local y que la solución definitiva tampoco va a ser local.
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