Entre los mitos más prominentes en el discurso general sobre la historia contempo-
ránea de España, sobresalen dos. El mito de izquierdas es que la Segunda República
seguía siendo democrática durante la Guerra Civil, y el mito de derechas (o al menos de
los franquistas) es que Franco no estaba al lado de Hitler durante la Segunda Guerra
Mundial. Ambos mitos son falsos.
Se estableció un nexo entre el Tercer Reich y el régimen de Franco durante la
Guerra Civil, y en otras formas esta relación especial se mantenía durante la mayor
parte de la Guerra Mundial. Por casi tres años y medio, el gobierno español se declaró
oficialmente “no beligerante,” no neutral, adoptando la postura de Mussolini durante el
primer año de la guerra, que fue “pre-beligerancia,” o etapa anterior a la entrada en la
guerra. El régimen de Franco colaboró mucho más con la Alemania de Hitler que
cualquier otro gobierno europeo que no entraba en la guerra, tanto en la dimensión
de la diplomacia, como en relaciones comerciales y económicas, intercambio cultural,
la utilización de la propaganda, y hasta en aspectos técnicos militares de varios tipos,
que incluían el envío de una división especial de tropas españolas, la famosa “División
Azul,” para combatir con la Wehrmacht en el frente ruso.
Aunque los Aliados forzaron un cambio de política de Madrid durante el último
año de la guerra, la historia de la relación especial y la colaboración con el Tercer Reich
mancillaban al régimen español con lo que se ha llamado con frecuencia “el estigma del
Eje.” Esto abocó a una situación de semi-aislamiento del gobierno de Franco
después de la guerra, que duró hasta el comienzo de la Guerra Fría.
La asociación con la Alemania de Hitler surgió de repente y de un modo imprevisto
en 1936. Aunque Franco había visitado brevemente la Academia de Infantería en Dresde
en 1928, no tenía ninguna conexión personal de importancia con Alemania antes de la
Guerra Civil, como tampoco demostró el menor interés especial en el fascismo dentro o
fuera de España. Adolf Hitler tenía aún menos interés en España. El pensamiento de
Hitler estuvo dominado por sus doctrinas raciales, en las cuales España no ocupaba un
lugar de la menor importancia. Casi no mencionaba España en Mein Kampf, mientras
prefería dejar el sur de Europa en la esfera de Mussolini.
El estallido de la Guerra Civil en julio de 1936 creó una nueva situación del mayor
dramatismo, en que Franco, como jefe de la parte más importante de las fuerzas
sublevadas, encontró que necesitaba desesperadamente algún apoyo militar exterior.
Todo esto cogió por sorpresa a Hitler, que no había demostrado interés en los asuntos de
España, pero después de una conversación con representantes de Franco en la noche de
25-26 de julio, tomó la decisión de mandar una cantidad—al comienzo bastante
limitada—de aviones, otras armas y un poco de personal militar a la fuerzas de Franco.
Luego esta modesta ayuda inicial se aumentaba más y más, y se extendió hasta el final de
la Guerra Civil.
¿Por que ayudó Hitler a Franco? Intervino originalmente por cálculos geoestratég-
icos, para combatir a un régimen izquierdista (que se presumía pro-soviético) en España,
ganar un amigo político, y debilitar la situación estratégica de Francia. Con la interven-
ción soviética al lado de la República, este cálculo fue reesforzado, mientras el paralelis-
mo entre la política de Alemania e Italia con respecto a España inició la colaboración
entre Hitler y Mussolini, quienes entonces hicieron el acuerdo del Eje, colmada en 1939
por la alianza militar entre los dos dictadores fascistas.
Hitler utilizó la guerra española como factor de distracción en las relaciones
internacionales para desviar la atención de Londres y París de su programa del rearme y
de los primeros pasos de su propia expansión. Deseaba el triunfo de Franco pero no
quería una victoria rápida, sino la continuación de la guerra en la península hasta que
hubiera consolidado la situación del Tercer Reich. Cuando la guerra se terminó en la
primavera de 1939, Hitler había alcanzado un éxito completo con su política en
España, como en otros frentes.
Durante la Guerra Civil la postura política de Franco se radicalizó mucho, y en
1937 empezó la construcción de un régimen nuevo, basado parcialmente no en el régimen
de Alemania sino en el de Italia, más moderado y semi-católico y en un país mucho más
parecido a España. Al fin de la guerra firmó unos pactos especiales con Berlín y por
razones obvias consideraba a Hitler y Mussolini los mejores amigos de su gobierno. Es
dudoso que Franco jamás entendiera completamente a Hitler, su doctrina y el Tercer
Reich, pero esperaba mantener el favor y la ayuda de Berlín y de Roma en sus grandes
planes del desarrollo militar de España formados en 1939-40, aunque éstos tuvieron que
ser rápidamente abandonados por la extrema penuria económica del país.
Sin embargo, el estallido de la guerra de Hitler en septiembre de 1939 sorprendió
a Franco. Tan pronto después de una guerra civil agotadora, tuvo que declarar la
neutralidad de Madrid, aunque tenía un entendimiento secreto con Hitler para hacer lo
que podía para ayudar a Alemania en términos económicos, logísticos y políticos.
Esta postura inicial cambió rápida y dramáticamente en junio de 1940 con la
caída de Francia. Entonces casi todo el mundo creía que Hitler estaba al borde de una
victoria total, y Franco expresó el interés del gobierno español de participar en la guerra
al lado de Alemania. Por seis semanas el Fuehrer alemán mostró poco o ningún interés,
creyendo Inglaterra al borde del colapso. Su única consideración a España era como una
fuente de materias primas, como subordinado económico en el Grossraumwirtschaft del
Reich, algo que Francó no entendía.
La actitud de Hitler hacia España cambió en agosto de 1940 cuando veía que el
gobierno de Churchill seguía resistiendo. Entonces empezó a solicitar la entrada de
España para facilitar la toma de Gibraltar y la clausura del Mediterráneo. Las
negociaciones serias tuvieron lugar en septiembre y octubre, colmadas por el famoso
encuentro de Franco y Hitler en Hendaya.
Pero los dos dictadores no pudieron ponerse completamente de acuerdo. La
posición básica de Franco era, como decía a su cuñado y ministro de exteriores Serrano
Suñer, que “España no puede entrar por gusto.” Tendría que tener aseguradas contra-
partidas importantes: la cesión de todo Marruecos, el oranesado en Argelia y mucho
territorio francés en Africa occidental, más grandes cantidades de apoyo militar y
económico. Hitler no estuvo dispuesto a proveer tanto. El nuevo régimen francés de
Vichy era un satélite suyo importante, cuya ayuda económica y complacencia estratégica
Alemania necesitaba, y no podía alienar o ultrajarlo con la entrega de una gran parte de
su imperio.
El periodo de la no-beligerancia española puede ser dividido en dos etapas:
- Por dos años y medio, desde junio de 1940 hasta diciembre de 1942, Franco y sus
colaboradores principales pensaron intervenir, primero casi en seguida y luego
eventualmente, una vez que España se hubiera fortalecido y Alemania hubiera
provisto las contrapartidas necesarias. Pero finalmente, con el éxito del desembarco
de los Aliados en el norte de África, vieron que nunca sería aconsejable la entrada de
España, puesto que Hitler ya no podía alcanzar la victoria; 2) Luego, por un periodo
de aproximadamente diez meses, entre diciembre de 1942 y el primero de octubre de
1943, se mantenía oficialmente la no beligerancia, pero ya no con ninguna intención
de intervenir en el conflicto, sino más bien de ayudar Alemania a obtener los términos
de una paz por separado en el occidente de Europa.
Después, por siete meses más, desde octubre de 1943 hasta mayo se 1944, Madrid
mantenía una postura todavía favorable a Alemania, en la esperanza de que ésta pudiera
de algún modo mantenerse como gran potencia hasta después de la guerra, aunque sin
victoria total. Entonces Hitler vería que de todos los países de ciertas dimensiones en
Europa, España se habría quedado como su amigo principal, y así una Alemania todavía
potente ayudaría en su reconstrucción y desarrollo posteriores. Solamente después del
bloqueo económico de España por los Aliados en el invierno de 1944 Franco se vió
forzado a cambiar de política. En la última fase de la guerra Madrid tuvo que hacer más
y más concesiones a los Estados Unidos y Gran Bretaña.
A pesar de toda la colaboración española, el hecho de que Franco nunca entró
directamente en la guerra disgustó y enfureció a Hitler. Llegó a hablar de Franco como
“un charlatán latino”e insistió en que su régimen nunca podría sobrevivir a la derrota de
Alemania. Hasta llegó a opinar que se había equivocado en cuanto a la guerra de España,
que Franco no era un verdadero revolucionario como él, que los españoles “rojos” no
fueron verdaderos comunistas, que de todas formas el régimen de Franco estuvo
destinado a un fracaso rápido y total, y que la próxima vez ayudaría a los “rojos,” juntos
con los falangistas, a derrocar a Franco y luego llevar a cabo una verdadera revolución
en España, eliminando al catolicismo.
Sin embargo, Franco se salvó porque, a diferencia de Mussolini, no cometió el
error fundamental de intervenir directamente en la guerra. El hecho de que España era
tan débil después de la Guerra Civil fue una especie de bendición disfrazada; quería
decir que Franco no pudo portarse como Mussolini sino que tendría que tener grandes
contrapartidas, con muchísima ayuda, para entrar en el conflicto. Desde el punto de
visto de Franco, había hecho todo lo posible, dada la debilidad de España, para
recompensar Alemania por su ayuda durante la Guerra Civil y en cuanto a la Guerra
Mundial. Eventualmente no tuvo alternativa a ajustarse más y más a las demandas de
los Aliados. La economía española dependía de comestibles, petróleo y otras cosas
importadas desde el hemisferio occidental, y para asegurarlas Franco siempre había
tenido que asegurar a los anglo-americanos que su amistad con Alemania nunca
implicaba una entrada en la guerra. Desde mayo de 1944, Franco había perdido la
mayor parte de su espacio de maniobra.
Otro mito, aunque menos exagerado y con una cierta dosis de la verdad, es que el
régimen de Madrid era un gran amigo de los judíos perseguidos. Comparado con Hitler,
Franco no fue antisemita, pero la verdad es que solamente en la última fase de la guerra
tomó una iniciativa directa para ayudar a los judíos, y hasta con respecto a los sefardíes
no repatrió a España a más que dos mil, pero permitió que todos los judíos con visados de
tránsito (y hasta algunos “ilegales” que no los tenían) pudieron pasar por España a la
libertad o quedarse por una temporada, hasta pasar a otros países. No hay documentación
que ningún judío que alcanzó España fuera devuelto a los nazis, pero la política española
hacia los judíos fue muy compleja, claudicante y con altibajos. Luego, empezando en el
otoño de 1944, hubo intentos continuados de exagerarla para escapar del “estigma del
Eje” y ganar el favor de los Aliados.
Aunque una parte de la documentación española ha desparecido, existe abundante
documentación alemana. El libro se basa en estos datos, junto con materias del archivo
de la Fundación Nacional Francisco Franco, y con otros datos presentados en varias
monografías publicadas sobre temas específicos. Presenta un análisis pormenorizado de
la formación del nexo especial entre los regímenes de Franco y Hitler durante la Guerra
Civil, junto con la política de Hitler con respecto a España y las dimensiones y el
significado de la ayuda alemana.
La parte principal del libro estudia fase por fase las relaciones entre Madrid y Berlín
durante la Guerra Mundial en sus dimensiones políticas, militares y económicas. Un
capítulo explica los términos exactos de la colaboración directa con Alemania, mientras
otro analiza el significado de la División Azul. Dos capítulos están dedicados a la
política española con respecto al Holocausto.
Pero también hay atención a las muchas diferencias entre los dos regímenes, a los
límites de la colaboración y de las relaciones estrechas entre ellos. Hay una exposición
de la incertidumbre y resistencia creciente de Franco a la entrada directa en la guerra, y
de la creciente diferenciación y desfascistización, aunque incompleta, del régimen
español.
Se trata de uno de los aspectos más tensos y dramáticos de la historia reciente de
España y constituye la primera investigación de conjunto sobre las relaciones, tan
controvertidas, entre Franco y Hitler, y de cómo el modo de llevarlas y de empezar a
superarlas contribuyó a la supervivencia del régimen de Franco.