El titular sin duda nos remite a tiempos pasados en los que nuestro continente se incendió dando lugar a una guerra que abominarían tanto vencedores como vencidos. Sin embargo, si nos preocupamos por informarnos y observamos los acontecimientos que se están desarrollando últimamente, nos percataremos que nos encontramos en puertas de revivir un pasado no tan lejano, aunque los protagonistas que se enfrentan en este caso sean los que en su día se consideraron aliados y se unieron para derrotar al nazismo. La Historia, y más concretamente la referida a nuestro continente tiene esas paradojas, las alianzas y los enfrentamientos entre unos y otros se suceden a lo largo de toda ella con unos mismos denominadores comunes: imponer y dominar, resistir y vencer.
La consciencia histórica no es una de las características de nuestra época, y no nos damos cuenta de que determinadas conductas y manifestaciones reavivan sentimientos de animadversión cuando no de fobia que, en la mayoría de los casos, provocan una reacción a veces excesiva a los ojos de algunos. Hoy día ya no se declaran las guerras, sino que estas se inician por provocaciones, y así estamos presenciando un sinfín de ellas. Nuestros dirigentes parecen no ser conscientes de ello a la vista de su comportamiento. Y si no llegamos a una guerra abierta, por ahora, es porque no se ha hecho lo suficiente para ello, porque no faltan las provocaciones para que Rusia salga de sus casillas.
La escalada del conflicto al que estamos asistiendo, y a la que de manera significativa participa la prensa generalista occidental con su posicionamiento unánime del lado ucraniano, al que considera víctima, y la desinformación sobre la realidad de los acontecimientos, nos ha llevado a una situación de preguerra activa.
Conceptualmente se puede afirmar que Rusia en este conflicto es el agresor y que Ucrania es la agredida, pero desde el punto de vista del Derecho internacional los conceptos no están tan definidos y habría mucho que debatir al respecto, ya que desde su punto de vista Rusia se vio obligada a intervenir en aplicación de sus compromisos y tratados, subyaciendo la legitima defensa de su soberanía amenazada por la intromisión de terceros países que amenazaban no solo su integridad territorial fomentando disturbios sociales, sino también, su economía interviniendo en sectores estratégicos. Nadie menciona el acuerdo firmado en noviembre de 2021 por Antony Blinken, por el que los Estados Unidos se comprometían a ayudar al gobierno ucraniano militarmente para la liberación de los territorios del Donbass, premonitorio de lo que iba a ocurrir después con las reiteradas provocaciones de los ucranianos incrementando los bombardeos a la población del Donbass. La falta de legitimidad de Rusia a ojos de Occidente, interviniendo en esta disputa como lo ha hecho, no admite un juicio contradictorio y no puede tener otra sentencia que la condenatoria, algo que los historiadores se encargarán de matizar.
Ha transcurrido suficiente tiempo desde el inicio del enfrentamiento y pronto se cumplirá un año, para que lejos ya de la emotividad del primer momento, se tenga un análisis más racional y crítico sobre los motivos de su origen, que permitirían plantear una solución al conflicto. Sin embargo, la realidad es la prosecución de este por espurios motivos que podemos intuir. La realidad es que no se quiere proteger a Ucrania, sino vencer a Rusia.
La propaganda institucional o de los medios de comunicación -la mayoría subvencionados con fondos públicos o dependientes en uno u otro lado- tiene su espacio, pero produce reacciones distintas en sus destinatarios. La sociedad rusa es menos receptiva a ella, más crítica y adopta cierta distancia, sin duda alguna por haberla sufrido en los años del comunismo, mientras que en Occidente la narrativa preestablecida no se cuestiona en modo alguno porque no puede ser sospechosa de falsedad, dado que se supone que vivimos en una sociedad libre y democrática donde predomina la libertad de expresión y la libertad de opinión. Esa fabricación del consentimiento, que ya anunció Chomsky, tiene todo su protagonismo hoy día a este lado de la frontera.
Resulta ya hasta anecdótico que cualquier información, dato, comunicación o declaración que tenga su origen en la esfera rusa o se posicione a su favor está desacreditada desde el primer momento, se silencia o simplemente se envilezca a sus autores; sin embargo, nadie se pronuncia sobre el motivo por el cual la conducta de los rusos en este caso es condenable sin más juicio, y no lo son ni lo han podido ser el resto de las intervenciones llevadas a cabo por el mundo occidental en las últimas décadas. Sorprende que sean los medios situados en la órbita angloamericana, donde se puedan encontrar opiniones distintas a las que conforman la narrativa oficial, y puedan oírse voces discrepantes, mérito que hay que reconocerles por su defensa de la libertad de expresión todavía anclada en su ADN. Son dos varas de medir.
De chiste es ya lo sucedido en España al imputarse el envío de cartas bombas a ciertas autoridades; embajada de Ucrania, Presidencia del Gobierno, ministra de Defensa, base de Torrejón, etc., a un supuesto grupo de extrema derecha. La noticia, absolutamente falsa, fue publicada con grandes titulares en todos los medios de prensa y televisión; se crearon editoriales sesudos y se emitieron videos sobre la peligrosidad del grupo señalado para el momento. La cancillería de Rusia en España lo desmintió tachándolo de falsedad absoluta, sin efecto alguno. Pero he aquí que a los pocos días la policía detuvo en Miranda de Ebro a su autor, un jubilado de 74 años, adorador de Lenin y Pasionaria. Simplemente patético.
El seguidismo europeo. Todos a una.
Los dirigentes occidentales, más que políticos son comunicadores y analfabetos funcionales que desconocen su propia historia, siguen la corriente marcada por esos medios de influencia abstraídos por su imagen y sus resultados electorales sin preocuparles el destino de sus conciudadanos, y cuando no para complacer los intereses de otros.
Los gobiernos europeos, a cada cual más inepto e incompetente salvando alguna rara excepción, se han plegado a las exigencias del que rige e impone sus reglas que no es otro que el Gobierno de los Estados Unidos apoyado por los países de la esfera angloamericana. La arrogancia y la prepotencia con la que actúan es inversamente proporcional al desprecio y rechazo que desprenden en sus correligionarios del resto del mundo, que están esperando su momento para imponernos sus condiciones. La réplica puede resultar muy violenta y no nos estamos dando cuenta de ello.
La decisión de facilitar a Ucrania armamento pesado por parte de los países de la OTAN -además del que se ha venido entregando hasta la fecha-, si bien desde el punto de vista del corpus del Derecho internacional y de la guerra, la figura del cobeligerante, propiamente dicha, no existe, y habría que referirse más a la jurisprudencia, la entrega de armamento pesado de carácter ofensivo sí que pone a estos países de facto en situación de beligerantes. Sobre este tema puede abrirse un debate contradictorio según nos situemos a un lado u a otro. Es cierto que la decisión de entregar este armamento no es más que otro paso dentro del acuerdo de armar a Ucrania por parte de los occidentales, pero para los rusos es una de las líneas rojas que no se debía cruzar y supone una muy peligrosa escalada del conflicto.
El uso de carros de combate Leopard y Abrams en zonas consideradas por los rusos como parte de su territorio, a raíz de la anexión de las regiones del Donbass, Zaparoje y Jersón, sitúa a Occidente y a los anglonorteamericanos en estado de cobeligerantes de hecho, por lo que podría considerarse objetivos militares cualquier centro de decisión, industria armamentística o base dentro del territorio europeo si así lo decidiera la parte atacada. El Derecho a veces se escribe con renglones torcidos.
El Gobierno ruso, según declaraciones de su ministro de Asuntos Exteriores, Serguey Lavrov, considera que ya no estamos en una guerra híbrida sino en una guerra real con lo que todo ello puede conllevar. La implicación de los occidentales en este caso tiene un solo objetivo, y no es precisamente ayudar a los ucranianos a recuperar los territorios perdidos, sino simple y llanamente derrotar a Rusia. La presencia de ese armamento en zonas que Rusia considera como territorio propio le legitima para adoptar todo tipo de acciones al respecto sean éstas militares o políticas. Cada vez quedan menos líneas rojas que cruzar y el riesgo se hace más real. Los rusos son pacientes, pero racionales y duros en sus decisiones, y las que puedan adoptar en un futuro nos pueden perjudicar mucho a todos.
El trío calavera europeo que nos gobierna sin que ninguno de ellos haya sido elegido; Charles Michel, Ursula Van Der Layen y Josep Borrell, con el director de orquesta OTAN, Stoltemberg, y espoleados por el más rusófobo de todos, el presidente de Polonia, Andrzej Duda, y su corte báltica de estonios y letones, ya han declarado que hay que vencer a Rusia cueste lo que cueste, y que la mejor forma de hacerlo es facilitando a Zelensky todo el armamento pesado posible. Por su parte, el presidente Biden, en su última conferencia de prensa en la que anunció el envío de carros de combate norteamericanos a Ucrania, se ha referido también a la necesidad de recuperar los territorios anexionados por Rusia, incluida Crimea, lo que supone una implicación directa en el conflicto por su compromiso en obtenerlos, llegando incluso, a fijar el momento concreto en que deberán llevarse a cabo las ofensivas y hasta donde por parte del ejército ucraniano. Con lo que ha dejado bien claro quien dirige las operaciones militares.
Por cierto, nadie recuerda ya las declaraciones que hizo Biden en el mes de marzo del año pasado, cuando dijo que enviar carros de combate y aviones suponía de facto una declaración de guerra. Por lo que su matización reciente de que el envío de tanques no debe considerarse una amenaza a Rusia, no son más que palabras al viento. En ese mismo sentido beligerante se ha declarado la ministro de Asuntos Exteriores de Alemania, Annaelena Baerbock, al afirmar ante el Consejo de Europa que “estamos en guerra contra Rusia”.
Franceses y alemanes, también apoyan con entusiasmo la iniciativa, aunque señalen que tal hecho no supone una escalada del conflicto, lo que nos da una idea del nivel de inteligencia política en ambos Gobiernos. Los ingleses, como no podían ser menos, apoyan la decisión manifestando igualmente el envío de carros de combate a Ucrania Está claro que el eje fundamental de la OTAN hoy día es Washington-Londres-Varsovia-Kiev.
Como podemos observar, nadie se ha manifestado en pro de llevar a cabo negociaciones de paz, el único objetivo es vencer a Rusia a toda costa y cueste lo que cuesta, aunque eso sí y mientras se pueda, hasta el último ucraniano. Paradójicamente, han sido los militares los que se han pronunciado sobre la necesidad de negociar, pero ningún político lo ha hecho; y así se ha manifestado recientemente el Jefe de Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, general Milley y algún almirante y generales alemanes.
La OTAN y sus socios le han declarado la guerra a Rusia de facto y a ninguno se nos preguntado si queremos participar en ella. Los parlamentos, supuestos depositarios de la soberanía popular, han sido simple y llanamente ignorados. Un asunto de tanta trascendencia debería ser cuanto menos objeto de debate parlamentario, sino de consulta popular con total transparencia de información, pero en este último caso, el resultado, probablemente, sería distinto a los intereses de la casta política. A todo ello, ninguno habla del coste para cada país del envío de ese armamento, no sabemos si es de forma gratuita u onerosa, a crédito y en qué condiciones, y en su caso el coste que repercutirá en nuestras economías.
¿Qué opinan los rusos?
Siempre he sostenido que el pueblo ruso se caracteriza por una serie de cualidades; en concreto, son prudentes, tenaces, pacientes y determinados, y cuando golpean lo hacen con precisión, bien y con fuerza. Uno de los grandes errores más comunes respecto del análisis que se hace de la política rusa y de su sociedad, es en primer lugar realizar esa aproximación desde la perspectiva occidental y, en segundo lugar, no distinguir la diferencia existente entre los habitantes de la capital, Moscú y resto de las grandes ciudades.
Por lo pronto, el anuncio del envío de los Leopard con las cruces blancas en las llanuras ucranianas reavivará muchos sentimientos en la sociedad rusa, que no ha olvidado su historia reciente porque así se ha encargado de recordárselo con insistencia el Gobierno ruso esta última década a la vista de la deriva ideológica en la que se sumía su vecino ucraniano, y la rusofobia ascendente en Polonia y Países Bálticos y la propagada en los medios de comunicación occidentales.
Equiparar a los rusos con la figura de su presidente, Putin, centrando todas sus críticas y portadas ha sido la mayor de las torpezas cometida por los políticos y medios occidentales, porque lo único que ha provocado es una mayor incomprensión en el pueblo ruso, y más apoyos a la vista de los resultados que está obteniendo su política exterior, y tal vez en menor medida en el interior, a juicio de algunos.
Y en esta elevación ad nauseam, en Occidente se ha dejado de focalizar la figura de Putin como responsable de todos los males, para dirigir todas las recriminaciones sobre los rusos en general, tal vez por el apoyo que Putin está recibiendo en este conflicto de sus conciudadanos o porque la sociedad rusa representa todo lo que rechazan los políticos occidentales y dirigentes que con tanto ahínco ven un peligro en ella para sus propios intereses. Históricamente, las criticas han unido más a los pueblos que dividido.
Rusia tiene un pueblo que sabe sufrir, y por ello tiene arraigada en su alma la esperanza, y en ello ha contribuido en buena medida la religión ortodoxa. El recuerdo de la Gran Guerra Patriótica con su sufrimiento y el de sus héroes están instalados en el pensamiento ruso, y a la vista de lo que venía sucediéndose en los últimos tiempos, la sociedad rusa era consciente de que volvería a pasar irremediablemente por ese sufrimiento; de ahí, esa resiliencia que sorprende al resto del mundo y que estimula a países emergentes. Lo que parece instalarse en la población rusa es que este conflicto no se va a acabar pronto y que durará más tiempo del que desean que dure, de ahí que existan sectores que reclaman mayor contundencia en las acciones militares.
Los rusos ya se percataron de esa rusofobia incipiente cuando tras la anexión de Crimea se decretó su aislamiento por parte de los países occidentales con la imposición de sanciones. Sin embargo, los rusos reaccionaron con gran resistencia, reforzando sus lazos internos, obligándose a desarrollar su economía en sectores tan variados como la agricultura, la industria o las nuevas tecnologías, alcanzando grandes logros y posicionamiento a nivel mundial.
Las sanciones tuvieron un efecto contrario al esperado, y ello supuso una movilización de las élites que de lo contrario se habrían acomodado, algo que nos está pasando y de lo que no nos estamos dando cuenta. Por otro lado, aunque pueda resultar anecdótico, el hecho de que los oligarcas no puedan invertir sus ganancias en el extranjero por el riesgo de que se les sean incautadas en aplicación de las sanciones, supone que tengan que reinvertirlas en la economía interior rusa y dejen de salir de Rusia cerca de cientos de miles de millones de dólares al año.
El efecto de las sanciones en el conjunto de la sociedad rusa tiene si acaso, más incidencia en las poblaciones urbanitas, acostumbradas ya a un determinado consumo, que en el resto de la población rusa con hábitos de vida mucho más sencillos.
Los rusos no entienden por qué ese afán de persecución, impidiéndoles viajar a Europa, censurando su cultura, señalándolos como bestias o apestados, limitándoles sus derechos en el extranjero, prohibiéndoles expresarse y mantener sus opiniones cuando han aportado tanto al género humano con sus investigaciones y logros científicos, su música, su danza, su literatura. ¿De qué tenemos miedo? ¿Qué pretendemos? Nos puede la arrogancia y la soberbia sencillamente, pero no olvidemos que torres más altas han caído. Algo de humildad nos vendría bien.
La agresión y el desmantelamiento de monumentos conmemorativos a los caídos del Ejército Rojo en los países que en su día formaron parte de la órbita soviética, se interpreta como una agresión más y ofensa a toda la sociedad rusa, donde prácticamente cada familia tuvo un familiar que lucho o murió en su momento dado el altísimo precio en vidas humanas que supuso para la URSS la Segunda Guerra Mundial. Los rusos tienen muy desarrollado el sentimiento patriótico, y conocen bien su historia y la sienten como suya. Hoy día están haciendo la guerra que hicieron sus abuelos. Tal vez no se llegue al odio, pero seguro que sí al desprecio absoluto por ese comportamiento agresivo.
Por otro lado, la persecución en Ucrania a la Iglesia Ortodoxa canónica, la que hasta el inicio del conflicto dependía del Patriarcado de Moscú, también está contribuyendo a alimentar el sentimiento de irritación y cólera no sólo entre la sociedad rusa en general, sino también en una gran parte del clero ruso solicitando que se ponga fin a ese abuso y reclamando una intervención más enérgica por parte de las autoridades.
LA TERCERA GUERRA MUNDIAL HA EMPEZADO.
Lo que al principio fue un enfrentamiento territorial limitado se está convirtiendo en un enfrentamiento global entre el conjunto de un Occidente oxidado frente a una Rusia apoyada tácitamente por China, y a la que se han ido asociando el resto de países que ven una oportunidad de romper con el imperialismo norteamericano y sus particulares reglas.
Como sostiene el antropólogo e historiador francés, Emmanuel Todd, lo que en un principio era para los rusos una cuestión de supervivencia ante la expansión de la OTAN, de facto en su zona de seguridad, con lo que todo ello podía conllevar y la imposición por parte de Occidente de reglas de obligado cumplimiento, ha generado a su vez que los Estados Unidos luchen por su supervivencia en lo económico frente al resto de países que representan el 75% del planeta, que pugnan por romper con los controles financieros y monetarios impuestos por los gobiernos norteamericanos siguiendo las instrucciones del entramado especulador que promueve la globalización.
El interés por la dedolarización de las nuevas economías emergentes en sus transacciones comerciales, amenaza seriamente la hegemonía americana. En la misma línea, lo es también la implementación de sistemas de transferencia bancaria internacionales distintas al SWIFT, siendo el último en adherirse Irán después de hacerlo Rusia y China, lo que facilitará el comercio en monedas de sus propios países. Los países emergentes observan con especial atención cómo Rusia se está desenvolviendo en este conflicto y ven la oportunidad de independizarse del despotismo USA.
La economía americana sufre con su enfrentamiento con China y por mantener un liderazgo mundial. El enfrentamiento con Rusia y la inesperada resistencia de su economía frente a las sanciones, pone en serias dificultades al sistema imperial de Norteamérica basado fundamentalmente en los controles monetarios y financieros.
Las guerras nos devuelven a las economías reales, y permiten hacernos una idea de lo que son las riquezas de las naciones y sus capacidades de producción. Con la deslocalización de la producción de Estados Unidos en las últimas décadas no podemos saber si la producción que requiere una guerra con Rusia podrá seguir el ritmo. Cierto que se enfrentarán una producción en masa a una producción de tecnología avanzada, aunque en este aspecto para los norteamericanos su talón de Aquiles esté en la capacidad de incorporar ingenieros en número suficiente para mantener el nivel tecnológico adecuado. Hoy por hoy tiene que recurrir a ingenieros chinos e indios, porque sus estudiantes prefieren sectores donde las ganancias son más seguras, como el legal o financiero. La tasa de estudiantes en ingeniería en Rusia es la más alta del mundo con más de 450.000 ingenieros al año, sin contar a China e India de los que no se tienen datos. En todo caso, hay que estar ciego y querer abstraerse de la realidad si no somos conscientes de que Rusia tiene ya lanzada en plena producción su complejo militar-industrial al máximo rendimiento.
A la vista del desarrollo de los acontecimientos, hay que pensar que los rusos no piensan en un final inmediato del conflicto, sino más bien que éste dure lo que tenga que durar, por lo que se han adaptado a una economía de guerra. Tal vez 4 o 5 años que es lo que suelen durar este tipo de guerras. No quieren renunciar a una estabilidad social adquirida en las dos últimas décadas y a su progreso, y por lo tanto van a esperar pacientemente a ver caer las economías europeas, que difícilmente van a aguantar el embate. La independencia energética conseguida de la que tanto se vanaglorian los adulterados dirigentes europeos, más pronto que tarde, se verá que es un embuste y se descubrirá la cruda realidad. Las sanciones a Rusia sólo han servido para derrotarnos y esclavizarnos, siendo por ahora los máximos beneficiarios de ello los Estados Unidos y China.
Los rusos tienen por delante un periodo de importantes dificultades, tal vez tres o cuatro años, sobre todo en lo referente a las nuevas tecnologías, pero como demostraron en su día con las primeras sanciones, tienen una nueva oportunidad para mejorar los sectores de producción afectados abriendo nuevos canales de producción y comerciales. Los ingresos por la venta de materias energéticas no han disminuido en exceso por el momento, y se ha reorientado su comercialización, lo que supone cierta estabilidad para su presupuesto. Tarde o temprano tendremos que recurrir nuevamente a su suministro, como lo están haciendo ahora Estonia y Letonia que han incrementado sus importaciones de gas de Rusia sin que nadie lo haya comentado. Y todo pese a las sanciones. Su esfuerzo estará orientado también en encontrar socios nuevos que sustituyan a los que se han ido o han dejado de colaborar con motivo de las sanciones, lo que por ahora no les faltan.
Por otro lado, son varios los países que se están aprovechando de la situación, India y Turquía de forma descarada, por lo que existe todo un mercado paralelo para evitar las sanciones y abastecer a la industria rusa de todo lo necesario, y nosotros pagamos el sobreprecio.
Pero además de ser un enfrentamiento en lo económico, también lo es en lo social y cultural entre un Occidente liberal frente a la mayor parte del mundo vinculado a una visión conservadora de su destino. En este aspecto, Rusia supone un conservadurismo moral asegurador para dos tercios del Planeta, frente a la orientación de valores sociales y culturales occidentales que se pretenden imponer en muchos casos por la fuerza.
Desde 2002, los Estados Unidos vienen encadenando fracasos y repliegues en su obsesión por imponer sus reglas, lo hemos visto en Irak y en Afganistán. Su debilidad es patente en zonas como el Medio-Oriente, África, Asia, pero sin embargo no lo es en Europa donde, al contrario, logra sus objetivos consiguiendo el desmembramiento de las economías europeas y una desconstrucción de sus sociedades.
Ha quebrado la impetuosa economía alemana privándola del gas ruso, lo que conlleva a la deslocalización industrial cuando no a la desindustrialización, ha neutralizado las empresas tecnológicas fragmentando su capital social y controlando su producción llevándolas a su desaparición, ha impedido el desarrollo y la cooperación para la mejora de recursos energéticos más limpios y duraderos, nos empobrece día a día obligándonos a adquirir gas y petróleo más caro con la consiguiente repercusión en la ciudadanía incrementando el coste de vida y tasas de inflación de más del 20% en algunos casos. Desmantela toda la industria de defensa europea obligando a la adquisición de material de procedencia estadounidense caro y deficiente, limitando con ello la investigación lo que conlleva un declive tecnológico considerable y difícil de enderezar.
Como es de suponer el principal beneficiado de todo este conflicto es Estados Unidos, y en cierta medida China, no sólo por los réditos que obtiene de la venta de su gas a Europa y de la sustitución del armamento de todos aquellos países que se han desprendido de sus arsenales y que lo renovaran con los suministros norteamericanos, sino principal y fundamentalmente porque se ha quitado de en medio a Alemania y el riesgo de que algún día pudieran haber constituido una alianza económica con Rusia a la que se hubieran adherido el resto de países europeos. Por lo pronto, es de esperar que todo el entramado de pequeñas empresas de maquinaria de herramientas, que supone un enorme activo económico alemán, que todavía venden en Rusia dejen de hacerlo por las sanciones que se les pueden imponer perdiendo de esta forma un mercado muy importante. La compra de minerales y metales a Rusia se verá también afectada, como también lo será la madera. Porque no sólo Occidente impone sanciones, los rusos pueden empezar a hacerlo en la misma proporción. Principio de reciprocidad, simplemente.
Los lazos entre rusos y alemanes se han roto de forma definitiva y no volverá a haber reconciliación. Los rusos han visto en el comportamiento de los alemanes una traición y la respuesta va a ser muy dura. Si Estados Unidos saca algún beneficio de este conflicto es el de haber acabado con Alemania primero y con Europa después como un posible competidor económico. Olvidemos la Europa de Lisboa a Vladivostok, llevará mucho tiempo para que podamos recomponer nuestras relaciones comerciales y sociales con Rusia.
A la vista de todo ello, no es descabellado suponer que, si al final Rusia vence militarmente en Ucrania, el conflicto se trasladará al Ártico, donde se sospecha se encuentran las mayores reservas energéticas.
Cumbres nevadas y salchichas alemanas.
Las recientes reuniones en Davos y en Raimstein han confirmado el belicismo del mundo occidental y corroborado la voluntad de acabar con Rusia cueste lo que cueste. El Fórum Económico de Davos ha sido todo menos económico y hay que destacar que no ha tenido el relieve que venía teniendo y hay que señalar importantes ausencias, tal vez porque no hayan querido ser retratados. No se ha hablado de economía y de prosperidad de las sociedades sino de armamento y control de la sociedad. La hipocresía ha alcanzado su máximo esplendor con los debates sobre la protección del medio ambiente al que han acudido en sus aviones y helicópteros privados los ejecutivos de grandes empresas, algunos comprometidos en oscuros negocios vinculados con el tema.
Las blancas cumbres nevadas suizas se han ennegrecido con tanto Co2 liberado por los jets privados, helicópteros, los coches de lujo, y el diésel de los vehículos militares y aviones asignados a la seguridad. Por cierto, algo desconocido del público en general, es que la ya intervencionista Suiza, ya que se ha alineado con el resto de los países occidentales imponiendo sanciones a Rusia, no le cobra impuestos a la organización del evento por un acuerdo pasado entre el gobierno suizo y la organización, permitiéndole contratar personal sin tampoco exigirle el cumplimiento de las normas laborales tan exigentes del país. Entre pillos anda el juego.
El presidente ucraniano ha vuelto a hablar, como no, para pedir más dinero y más armas, con el objetivo de recuperar los territorios perdidos. Y sobre la actual situación de Ucrania se ha hablado de su reconstrucción con fondos de inversión, apuntando a que sea el buitre BlackRock el encargado de la reconstrucción total del país o de lo que quede de él si Rusia vence en este conflicto. Si no son ellos serán los parientes cercanos. Un negocio redondo donde siempre ganan los mismos. No cabe duda de que este hecho levanta numerosas sospechas. Se ha enriquecido con el material enviado a Ucrania y se va a enriquecer aún más con la reconstrucción de lo destruido. En este sentido, la presidente de la Comisión, Ursula van der Leyen, ha aprovechado para confirmar que las reservas en divisas secuestradas a Rusia servirán también para la reconstrucción del país, saltándose de este modo todas las normas jurídicas existentes.
En Davos también se ha planteado destruir a Rusia para permitir el avenimiento de la globalización en su versión imperial totalitaria. Para ello se ha consensuado el envió de armas pesadas por parte de alemanes, franceses e ingleses. El Canciller Scholz dijo literalmente que “Rusia debe perder para poner fin a la guerra, y daremos armas a Ucrania en comunicación con nuestros socios”. El envío de carros de combate ya se acordó en ese momento y sólo quedaban los detalles de la comunicación para minimizar los efectos frente a los rusos. Las instrucciones a los políticos ya estaban dadas.
Después del Foro de Davos, la OTAN y sus socios se ha reunido en Raimstein, cerca de 50 países en total. Da vértigo pensar a lo que se tiene que enfrentar Rusia. El orden del día era sencillamente repasar el inventario de las armas que próximamente se enviarán a Ucrania para que pueda vencer a Rusia. Previamente, los norteamericanos ya habían cerrado la cuestión con alemanes, y le habían garantizado a Zelinsky que tendría sus carros de combate y probablemente en un futuro próximo sus aviones y misiles, aunque el presidente Biden diga ahora que no suministrará aviones. Ya sabemos que los norteamericanos nunca dicen la verdad.
La cumbre fue presidida nada menos que por el secretario de Defensa Lloyd Austin, a fin de hacer patente quien manda, y en Alemania para presionar a los alemanes y tomar como rehenes de sus obligaciones a los mismísimos responsables europeos, reforzando así los acuerdos previos de Suiza. La entrega del nuevo material bélico, en una escalada que, por ahora no tiene fin, servirá para que Kiev pueda iniciar una contraofensiva en primavera.
El frente se mueve.
Desde el inicio del año la situación en el frente se ha mantenido estancada, activándose algo en los últimos días. Por el momento la esperada ofensiva de invierno de los rusos no se ha llevado a cabo. Desconocemos los planes del Estado Mayor ruso al respecto porque desde el principio no ha realizado ningún movimiento que deje entrever cuáles pueden ser sus intenciones, por lo tanto, todo son conjeturas sobre si habrá ofensiva en los próximos días y por dónde se llevaría a cabo. Por su parte, los ucranianos parece que están esperando el envío de carros de combate y probablemente aviones para iniciar su ofensiva en primavera. Aunque, como se sabe, la disposición práctica de esas nuevas armas tardaría entre siete y nueve meses.
La única certeza de lo que está ocurriendo en el frente, a decir por los corresponsales extranjeros que están a un lado y otro de la línea de combate, y no los periodistas de plató y militares de despacho reconvertidos todos ellos en analistas geoestratégicos, es que la intensidad de los combates es brutal, con duelos de artillería permanentes, ataques y asaltos continuados en un entorno dantesco. Las imágenes que circulan en las redes sociales en su mayoría grabadas por los propios combatientes a ambos lados, algunas ellas de una violencia y brutalidad inusitada, atestiguan la dureza de los enfrentamientos.
Estos corresponsales de guerra, algunos aguerridos profesionales que han vivido más de una batalla, coinciden en que un conflicto con las características que se dan en este momento allí no lo soportarían nuestras sociedades acomodadas. La capacidad para aguantar esas situaciones solo se da en colectivos que tienen bien inculcadas ciertas virtudes y firmes convicciones, y así lo están demostrando ambas partes. En el caso de los rusos, muchos de ellos sienten que están reviviendo la guerra de sus abuelos dándose la paradoja que en algunos sitios están en trincheras que ocuparon sus antepasados en su lucha contra el ejército alemán y que han permanecido intactas desde el final de la guerra. Personalmente, tengo serias dudas de que nuestras sociedades aguantaran algo parecido. ¿Por qué y para qué hay que luchar se preguntará la mayoría de la población?
Por ahora, los rusos no dan la impresión de que hayan sacado sus mejores armas, y han empleado el material que tienen en sus arsenales, aunque como en todo conflicto están probando determinadas armas con un resultado hasta ahora satisfactorio a la vista de los resultados en la línea de frente. El uso de drones de forma intensa, contra medidas electrónicas para identificar la artillería ucraniana, o el uso de misiles hipersónicos son algunas de las innovaciones en esta guerra que está resultando ser una guerra convencional que ya habíamos dado por descartada.
El uso intensivo de la artillería por parte rusa es, tal vez, el elemento más determinante en su progresión a lo largo del frente. Las trincheras ucranianas son batidas intensamente por la artillería antes de ser asaltadas por la infantería rusa. Esto provoca inmensas bajas en las filas ucranianas. La desproporción en medios de artillería es patente y claramente a favor de los rusos.
Mando y movilización.
A primeros de enero se ha producido un cambio significativo en el mando de las tropas rusas implicadas en el conflicto. El general V. Guerásimov, hasta ahora Jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas Rusas, ha sido nombrado Comandante en Jefe de las fuerzas que operan en el frente ucraniano en sustitución del General Surovikin, que ha pasado a ser su segundo y jefe de la fuerza aérea con el también general O. Salyoko como jefe de las fuerzas terrestres. Este cambio se ha visto necesario para unificar el mando de los efectivos que operan en el frente. Hasta entonces, Surovikin debía solicitar del Estado Mayor de los Ejércitos la asignación de unidades y material para llevar a cabo sus operaciones, por lo que este nombramiento agiliza, además de unificar el mando de todos los ejércitos implicados en la operación, facilita el empleo de las unidades más apropiadas para la ocasión.
Los rusos mantienen la antigua doctrina soviética en lo referente al uso de infantería y -sobre todo- la artillería. Antes de cualquier acción de la infantería o de advertir la presencia del enemigo, usan una barrera de artillería con dos características: intensidad y precisión. Para ello hacen un uso considerable de drones de observación, cuyos datos son trasladados a un centro de control, a veces en simples bunkers a proximidad de la línea de fuego, y una vez tratados son remitidos a las baterías de artillería que realiza el fuego correspondiente.
Los rusos han decidido abandonar el BTG (Battallion Task Group, grupo táctico nivel batallón) como unidad base de las operaciones y optado por batallones flexibles en cuanto a tamaño y composición. Estos BTGs, batallones convencionales aumentados con “combat enablers” (infantería mecanizada, ingenieros, artillería autopropulsada, carros de combate, unidades anticarros, morteros, guerra electrónica, unidades de reconocimiento y sobre todo defensa aérea), que llegan a los 850-900 hombres, han probado su valor en operaciones ofensivas así como en la defensa móvil. Estos batallones tienen una enorme concentración de fuego para una unidad de su tamaño en comparación con formaciones militares mucho más grandes como los equipos de combate de brigada estadounidenses
En el mes de septiembre, como ya dijimos en nuestro anterior artículo, se llevó a cabo una movilización parcial en Rusia de 300.000 hombres entre reservistas y personal que había prestado servicio militar recientemente. Durante este mes se ha completado la instrucción de los efectivos movilizados entonces y han sido trasladados a sus unidades correspondientes, aunque antes de final de 2022 , 80.000 de ellos habían sido trasladados al frente. La incorporación de esos 300.000 movilizados, a los que hay que sumar unos 70.000 voluntarios aproximadamente, era absolutamente necesaria para poder controlar el espacio que representan las nuevas regiones anexionadas, y permitir que las unidades operativas pudieran dedicarse a su función principal como es la de llevar a cabo las ofensivas necesarias para terminar de conquistar las zonas del Donbass que no están bajo el control ruso y las nuevas regiones.
Aunque desde los medios de comunicación occidentales y desde los medios de oposición rusos se han apresurado a poner por delante la huida de muchos afectados por la movilización, la realidad es que la mayoría de los llamados acudieron a la convocatoria y se ha completado la movilización. Los que abandonaron Rusia en ese momento fueron principalmente gente joven en edad militar que temían ser llamados a filas. Se dirigieron especialmente a Kazajistán y a Georgia, siendo muy pocos los que lo pudieron hacerlo por la frontera con Finlandia por los impedimentos relacionados con las sanciones. ¿Cuántos? Las cifras varían según unos y otros. De 250.000 a 300.000 aunque la prensa hable de millones. En contraposición, Polonia anunció recientemente la movilización de 250.000 reservistas y nadie ha comentado la huida de muchos de ellos ni se han facilitado datos, tal vez por ser territorio Schengen y resulte más difícil contabilizarlos. Algo parecido ha sucedido en Chequia donde solo acudieron algo más de 250 voluntarios en una convocatoria de más de 12.000 plazas.
La movilización, la primera en el mundo moderno de estas características, tuvo ciertos problemas en su realización. Lo primero que se ha detectado es que las oficinas de reclutamiento no tenían al día los registros de los reservistas, produciéndose muchos errores al llamar a personal que estaba exento por su categoría profesional o dedicación. Y en algunos casos las oficinas de reclutamiento ni existían ya. Según las regiones los depósitos de material y zonas de acuartelamiento no estaban acondicionados ni poseían el material que figuraba en los inventarios. La corrupción en muchos caos ha sido la responsable de todo ello. La instrucción tampoco se ha llevado a cabo de forma uniforme, surgiendo muchas quejas en las redes sociales al respecto por lo que los responsables fueron destituidos.
Por regla general no ha habido un rechazo a la movilización en la sociedad rusa que lo ha visto en su mayoría como un deber con su patria, pero sí por la forma en que se ha llevado a cabo con las disfunciones que se han dado a nivel organizativo. El propio general Guerassimov lo ha reconocido y se supone que se van a realizar las oportunas correcciones. ¿Qué pasaría en Europa si tuviéramos que decretar una movilización en la misma proporción que en Rusia? Sin ideales y motivación poco se puede esperar.
En cualquier caso, la movilización se ha completado. Los reservistas destacados en zonas del frente se han visto mezclados con veteranos que terminan su instrucción sobre el terreno lo que le da más consistencia a la unidad. El resto, empleados como unidades territoriales se encargan de la vigilancia y lucha contra guerrillas que como era de suponer han surgido en las nuevas zonas conquistadas que estuvieron bajo la administración ucraniana. Algunos de los movilizados prefirieron incorporarse como voluntarios en las filas del Grupo Wagner donde tienen mejores condiciones económicas que en las filas del ejército regular, además hay que destacar el considerable número de voluntarios que se presentaron a filas.
Legio Patria Nostra.
Aunque la divisa es propia de la Legión Extranjera francesa, se podría perfectamente atribuir al denostado Grupo Wagner que ha sido declarado por la Casa Blanca como “organización criminal transaccional”, a lo que su fundador, Evgueni Prigozhin, les contestó que a partir de ahora se podían tratar como colegas. En cierto modo no le falta razón, ya que en poco se diferenciarían de los norteamericanos, dándose el caso de que existen los mismos grupos paramilitares en los Estados Unidos, y por lo tanto habría que aplicarles el mismo status. Incluso se han estado enfrentando en Bakhmut al grupo americano Mozart aunque sostengan que ellos sólo realizan acciones humanitarias entrenando al ejército ucraniano y evacuando a los heridos del frente de batalla, pese a que los videos grabados y enviados a las redes sociales atestiguan lo contrario.
La participación de mercenarios extranjeros es muy patente en el ámbito militar, aunque en los medios sólo se destaque la intervención del Grupo Wagner ruso. La presencia de mercenarios polacos, americanos, ingleses y en menor medida de otras nacionalidades en las filas ucranianas es muy considerable. En este sentido las bajas de polacos están empezando a plantear un serio problema a las autoridades del país, ya que no todos son mercenarios, sino que muchos son profesionales del ejército que por razones obvias actúan sin la debida identificación dada la implicación tan importante de este país en el conflicto.
El Grupo Wagner está dando mucho que hablar en este conflicto. No sólo por haber incorporado a sus filas criminales condenados a largas penas de cárcel, que se han comportado de manera heroica en el frente y algunos han sido amnistiados al cumplir su contrato, sino por los éxitos conseguidos con la toma de Soledar y en los combates en Bakhmut. Si el principio general de cumplimiento de la pena en cualquier código penal es la reeducación y la reinserción social y no el castigo, habría que pensar que su paso por el frente es una experiencia extremadamente fuerte no sólo por los combates en los que han participado sino la férrea disciplina a la que han sido sometidos, cómo para que no se hayan rehabilitado de algún modo. De hecho, algunos de ellos han solicitado su permanencia en filas. Desde el punto de vista de la historia militar este hecho no nos puede sorprender en modo alguno.
Desde el punto de vista operativo hay que reconocerles los éxitos que han tenido allí donde están actuando. Su composición con ex militares profesionales de unidades de elite, algunos de los cuales previamente ya tenían experiencia en conflictos anteriores, su intensa preparación militar antes de ser enviados al frente, una férrea disciplina, así como su particular forma de actuar mediante pequeños grupos de asalto, con la debida cobertura de la artillería e incluso de la aviación, hace que estén obteniendo importantes victorias. Concretamente en Bakhmut se están enfrentando a otra de las unidades de élite ucraniana, el batallón Kraken, formado por un 40% de ucranianos y un 60% de polacos. Si no fuera porque su retribución no la realiza el Estado ruso, se podría decir que es una unidad que no se distingue en mucho a otras formadas por extranjeros, como la Legión Extranjera, los Gurhas británicos, o incluso la Legión.
Su protagonismo en las ofensivas en Bakhmut y en especial el de su creador y propietario de la sociedad, también está levantando ciertas críticas dentro de los círculos políticos de Rusia que empiezan a cuestionar su existencia fuera de las fuerzas armadas rusas por lo que habrá que esperar acontecimientos al respecto. Su intervención en suelo ruso y su autonomía, aunque actúe siempre en coordinación con los mandos rusos es lo que chirria en el ejército regular. Tarde o temprano se deberá crear una forma jurídica que normalice su existencia y campo de actuación.
Noticias del frente.
Pero volviendo a la situación en el frente, algunos hechos dejan entrever la posibilidad de que las citadas ofensivas puedan llevarse a cabo en los próximos días. En primer lugar, aunque el invierno está resultando extremadamente benigno para lo habitual en esa zona, es previsible que de aquí a un par de semanas el suelo se vuelva más duro con las heladas y por lo tanto permita el desplazamiento de los vehículos con mayor facilidad sin tener que recurrir a las carreteras y principales ejes de desplazamiento, que incrementan el riesgo de ser interceptados con mayor facilidad.
Sin embargo, lo que si se observa es que los rusos han tomado la iniciativa a lo largo de todo el frente, y llevan a cabo pequeñas ofensivas que obligan a los ucranianos a tener que desplazar constantemente tropas para intentar taponar las brechas que los rusos van abriendo. Son pequeños ataques, siempre con una intensiva preparación artillera previa evitando así la exposición de su infantería, que a veces se concretan en ganar pequeñas porciones de terreno o que, si son rechazados, retornan a sus posiciones iniciales. Esta situación, por el momento, impide a los ucranianos llevar a cabo las ofensivas que anunciaron en su momento y les obliga a mantenerse en sus posiciones por lo que son objeto de un constante hostigamiento de la artillería y la aviación rusa netamente superiores a la ucraniana.
Los rusos evitan los asaltos frontales, lo que les causaría un importante número de bajas, sobre todo en la zona del Donbass donde las fortificaciones y trincheras construidas por los ucranianos en los últimos años han sido muy importantes. Al igual sucede con los núcleos urbanos donde los ucranianos se sitúan en el interior de las viviendas y ofrecen una ardua resistencia. En ambos casos, los rusos intentan siempre progresar sobre los flancos a la vez de forma que puedan rodear al enemigo, impidiendo que pueda ser abastecido y reforzado con nuevas tropas. El control de las vías en este caso es fundamental. Por regla general, los rusos intentan atraer a los ucranianos a zonas donde posteriormente son batidos por la artillería, de esta forma consiguen poco a poco debilitar al ejercito ucraniano.
La intensidad de los combates varía según la zona del frente.
En el sur, en la región de Jerson, el frente no se mueve prácticamente nada. Los rusos siguen ocupando la orilla izquierda del Dniéper donde se han fortificado y machacan con su artillería cualquier intento ucraniano por cruzar el río. Algunas escaramuzas e intentos de cruzarlo por parte de las tropas ucranianas han sido repelidas.
En la región de Zaporiyia, los rusos han avanzado en algunos puntos, llevando a cabo algunas incursiones en profundidad sin encontrar demasiada resistencia por parte ucraniana. La zona esta defendida por 5 brigadas, una sola mecanizada y son reservistas territoriales. La artillería pesada ucraniana brilla por su ausencia. Esta zona es muy peligrosa para los rusos, ya que una contraofensiva en ella por parte de las tropas ucranianas si llegan a alcanzar las ciudades de Melitopol o Berdiansk cortaría las comunicaciones terrestres entre Crimea y el Donbass. Sin embargo, los rusos han roto el frente y progresan hacia el norte, por lo que pueden rodear los asentamientos fortificados que defienden las comunicaciones y el aprovisionamiento ucraniano al frente del Donbass.
Los rusos han estabilizado y reforzado las defensas en el sector norte del frente en la zona de Lysychansk y Kremina, y al igual que en la zona de Zaporiyia, han progresado lentamente. Reforzar las defensas en este sector era una de las prioridades del mando ruso para evitar ser superados por ese lado y ver su retaguardia que combate en Bakhmut amenazada.
Los esfuerzos principales rusos se dan en la conquista de la ciudad de Bakhmut donde hay una considerable concentración de fuerzas ucranianas y a donde dirigen sus reservas para evitar su toma por los rusos. Aunque desde los medios occidentales se ha querido disminuir su importancia estratégica, a la vista de la insistencia en su defensa por parte de los ucranianos, se desprende que sí resulta ser un objetivo estratégico. Según los analistas militares independientes, su toma repercutiría de forma importante en la evolución del conflicto, ya que podría abrir el paso a los rusos para progresar de forma significativa en el sector y romper el frente alcanzado la línea que une Slaviansk y Kramatorsk. La progresión por el este y por el sur de los hombres de Wagner rodearía la ciudad e impediría el suministro de material y reservas obligando a los ucranianos a abandonarla para retroceder a la tercera línea defensa que tienen entre Slaviansk y Kramatorsk.
Las pérdidas que está sufriendo el ejército ucraniano en la defensa de esa zona son doblemente importantes, ya que no sólo es por el número considerable de ellas sino también porque son ya la última remesa de soldados veteranos y aguerridos. Las reservas que se están formando y las que se envían al frente carecen de esa experiencia y preparación, y sobre todo cada vez están menos motivadas.
Las autoridades ucranianas tienen cada vez más problemas para movilizar a sus ciudadanos para ir al frente, y los reclutadores persiguen a los designados empleando para ello los medios más inverosímiles como se puede ver en las redes sociales, en los que también se ve la resistencia de los ciudadanos a que se les entregue la papeleta de movilización. Los que disponen de medios económicos holgados han eludido la movilización y se les puede ver celebrando fiestas en las estaciones de esquí de los Alpes franceses o en los restaurantes más caros del litoral mediterráneo con sus vehículos de lujo ocupando la mayoría de las plazas de aparcamiento.
Un zoológico de acero
De diversos orígenes y distinto pelaje. Un zoológico de acero es lo que se va a encontrar el ejército ucraniano a la vista de la aprobación de su demanda a los países de la OTAN de carros de combate una vez agotadas las reservas de carros soviéticos existentes en los arsenales de los antiguos países del Pacto de Varsovia y aquellos que eran clientes de la extinta URSS. Ucrania ya ha consumido según los expertos, cerca de 900 carros que le han sido entregados con anterioridad lo que da una magnitud de las pérdidas que está sufriendo. El destino de esos carros tiene el propósito de que los ucranianos puedan llevar a cabo las ofensivas de primavera y demostrar que pueden ganar a los rusos.
Sin embargo, un análisis serio del número y empleo de los mismos arroja unas conclusiones muy distintas a las que nos quieren vender; de ahí, que los rusos, aunque hayan manifestado alto y claro que esta decisión tiene unas gravísimas consecuencias por la escalada del conflicto, no se sientan amedrentados por ello. Por cierto, tampoco se nos ha dicho si es una venta o una donación, si serán nuevos o viejos. Lo que está claro es que de una forma u otra los ejércitos europeos, no el americano, vacían sus arsenales y se vuelven más vulnerables.
En primer lugar, la entrega del total de los carros y en los plazos que vienen anunciando presenta importantes problemas en muchos aspectos. La puesta a punto de los mismos y el entrenamiento de sus tripulaciones, el envío hasta Ucrania atravesando media Europa por tierra o por mar, el desplazamiento de los equipos de mantenimiento próximo y remoto, su empleo táctico, la imposibilidad para algunos de ellos de transitar por carreteras y puentes existentes, son sólo algunos de los aspectos que podríamos citar.
Los rusos ya han manifestado que su aviación y su artillería se encargará de su destrucción. No esperemos, pues, un combate de carros como los vividos en la batalla de Kursk en los que se enfrentarían los carros rusos frente a los europeos y americanos porque no se dan las circunstancias. La inexistencia de aviación por parte ucraniana les hace muy vulnerables sobre todo en sus desplazamientos a la línea de frente ya que estarán a merced de la aviación y artillería rusa.
Por otro lado, cualquier carro de combate requiere de una logística importante con varios escalones de mantenimiento y reparación, y más los europeos y americanos que tienen algunos de ellos incorporados sistemas de tecnología avanzada. Esto último también es objeto de debate, ya que existe bastante reticencia en enviar modelos que lleven incorporados estos sistemas por el riesgo de que caigan en manos rusas o sean destruidos con cierta facilidad lo que pondría en solfa su eficacia como ha pasado con los Leopard en Siria.
Los primeros en llegar serán previsiblemente, los Leopard, por ser los más abundantes en los depósitos europeos, y el resto habrá que ver si llegan al final, bien porque el curso del conflicto no lo aconseje porque los rusos vayan ganando terreno y dificulte su entrega, o bien porque se llegue a un raciocinio suficiente para detener esta guerra que está desangrando a Ucrania y se busquen otras soluciones. En esta última situación, los occidentales podrán decir que han hecho todo lo posible por ayudar a Ucrania, y trataran de lavar con ello su conciencia.
Los ucranianos, además de los carros, también han pedido aviones y misiles, y aunque Biden haya manifestado su oposición a entregárselos, otros ya se han pronunciado sobre tal posibilidad, lo que sí que plantearía una escalada importante por cuanto habría que saber desde donde van a despegar esos aviones y quienes los van a pilotar. Si son pilotos ucranianos y despegan desde bases situadas en su territorio, o si despegan desde bases extranjeras próximas a las fronteras de Ucrania, que entonces serían consideradas objetivos militares por los rusos, lo que ya nos llevaría a una guerra abierta sin más. Como decía uno de los intérpretes de una película de Michel Audiard “los necios se atreven con todo”, y nuestros políticos son capaces de atreverse a ello.
Los enterradores de Ucrania.
Los kieveños están alarmados porque en los últimos días han aparecido bandadas impresionantes de cuervos en la ciudad, y piensan que es un mal presagio.
Si se pusieran en fila nos sorprendería lo muchos que son. Empezando por su actual presidente Zelensky, un sujeto cuya personalidad, a juicio incluso de sus colaboradores más estrechos, reviste las características de un individuo neurótico y obsesionado con su imagen. Personaje corrupto al que antes de ser recibido en todas las instancias occidentales con todos los honores, está incluido en la lista de defraudadores que se habían hecho millonarios en turbios asuntos y que aparecieron en los famosos Panamá Papers aunque ahora en la ficha de Wikipedia no se le mencione y sí sin embargo a su antecesor Porochenko. ¿Casualidad?
Su actitud intransigente en no negociar promoviendo incluso leyes que lo impiden pese a la situación a la que está llevando a Ucrania, pidiendo cada vez más y más dinero y armas le convierte en el máximo responsable de la desintegración del país. Hasta ahora lo que ha pedido se lo han dado, pero cada vez el órdago es más fuerte. Después de los carros, los aviones y los misiles. ¿Qué querrá?, ¿armas nucleares? Ya las pidió seis días antes de la intervención rusa públicamente en la Conferencia sobre Seguridad en Múnich.
Los miembros del gobierno de Zelinsky, viceministros y miembros de las administraciones regionales, corruptos hasta el tuétano, aprovechándose de las circunstancias para hacer caja a costa de sus conciudadanos, vendiendo en el mercado negro sin ningún tipo de pudor los efectos destinados a los combatientes en el frente. Algunos han escapado a Israel con su botín y otros han desaparecido de la circulación y reaparecerán en suntuosas villas al borde del mar y paseándose en sus lujosos coches por Suiza, Alemania o España.
Los oligarcas ucranianos, desde su declaración de independencia, se han empleado a fondo para saquear todo el tejido industrial y agrícola del país apropiándose primero y vendiéndolo a continuación. Iniciado el conflicto se han instalado todos a buen recaudo en sus mansiones en el extranjero, al sol preferentemente. Hoy las dos terceras partes del suelo agrícola ucraniano, su joya de la corona, ha sido vendida a fondos buitres extranjeros principalmente estadounidenses, entre ellos Blakrock, Blakstone, State Street, Vanguard, etc. La avaricia por obtener el control de las zonas productivas del país y saldar las empresas más rentables al mejor postor han contribuido al desmembramiento de los sectores económicos del país situándolo en el ranking de los países con mayor pobreza y corrupción.
Polonia que, como los buitres, espera la rigidez mortuoria de Ucrania para apropiarse de los territorios que siempre ha considerado como suyos, motivo por el que se implica con tanto tesón facilitando carne de cañón y armamento, posibilidades de estacionamiento de tropas y material, arrastrando en su sueño de reconstruir el Intermarium, al resto de gobiernos cuya rusofobia se está convirtiendo en obsesiva y en particular los estados Bálticos. La declaración de su presidente en Davos fue esclarecedora de sus intenciones cuando dijo “Hay que armar a Ucrania y esperara ver si sobrevive”.
Hungría espera pacientemente el desenlace de los acontecimientos, para en su momento, apropiarse de los territorios poblados por magiares que en su día formaron parte del Imperio Austro-Húngaro, y que son perseguidos por el gobierno ucraniano por querer mantener su lengua y sus costumbres como les pasaba a los residentes del Donbass.
La esfera angloamericana insiste en que los ucranianos luchen y mueran hasta el último de ellos, no sólo para satisfacer su soberbia como dominadores del mundo imponiendo sus reglas, pero también para apoderarse de las riquezas naturales de la región.
La Europa milenaria, vasalla y entregada a los intereses norteamericanos, que renuncia a su lugar en la Historia y se presta como siervo sin beneficio alguno, pues aún si obtuviera alguno se podría entender.
Todos ellos son los enterradores que aguardan la descomposición de una nación de efímera vida en la que se ha impuesto un fanatismo ideológico de terribles consecuencias.
Afortunadamente, ya empiezan a alzarse voces que denuncian esta deriva que no lleva a ninguna parte salvo a un enfrentamiento global y tal vez entre todos podamos evitarlo. Los propios acontecimientos sugieren ya un cambio de discurso, y plantearse a sentarse a dialogar y negociar. Los rusos ya han manifestado su disposición a hacerlo y los norteamericanos ya se están dando cuenta que tienen que prepararse para un conflicto mucho mayor por lo que tendrán que negociar. Recordemos las palabras del Padrino, “le voy a hacer una proposición que no podrá rechazar”.