“El Señor envió un pez gigantesco para que se tragara a Jonás, y estuvo Jonás en el vientre del pez tres días con sus noches”
Jonás 2, 1
Han pasado ya más de seis meses desde que fuimos confinados. Y el confinamiento no fue hispano. Fue planetario, TOTAL, la culminación de ese siniestro proceso que han llamado Globalización, que parece haber alcanzado todos sus objetivos y que, como si estuviéramos en la China maoísta, nos anuncia ahora el Gran Salto Adelante que nos espera: la Nueva Normalidad.
¿Qué buena Nueva es ésta? Tiempo tendremos de analizarlo pero, de momento, para que no se nos tache anticipadamente de “teóricos de la conspiración” -lo cual nos importa una higa porque hace tiempo que nos doctoramos cum laude con esa acreditación- expondremos los Hechos de lo que solo se puede calificar, esta sí, como la Conspiración a mayor escala que se haya urdido contra la Humanidad.
Primer hecho inequívoco: a principios de año se desató en China una epidemia de un virus desconocido, de la familia de los coronavirus, al que la OMS llamó impropiamente Covid 19, para ocultar su origen: la China comunista. Está claro que esas denominaciones solo pueden atribuirse, y además de manera falsa, a España, como la mal llamada Gripe española de 1920, que la llevaron soldados estadounidenses al campo de batalla en Francia, desde dónde se propagó por todo el orbe.
Muy poco después, ante el desconcierto, la incompetencia y la perfidia de casi todos los mandatarios del mundo, el virus se expandió por doquier, y de una manera unilateral, pero casi sin fisuras -para no decir orquestada-, se tomó una decisión radical: confinar, i.e.- encerrar, a todas las personas en sus casas, restringir prácticamente todas las libertades constitucionales -para quien las tuviera-, condenar a las personas a renunciar a ganarse el sustento con su trabajo, y desatar la mayor depresión económica de los últimos 90 años, camino de superar a la de los años 30.
¿Cómo y por qué se tomó esa decisión? Lo responderemos. Pero antes vayamos con el primer asunto capital: ¿Qué ha sido ese virus? La primera Versión Oficial (aquí también, como en el 11-M y todas las fechorías que emanan del Poder, hay una Verdad Revelada), lanzada por los propios chinos y asumida lanarmente por gran parte de la comunidad científica internacional y la casi totalidad de medios de comunicación, fue que se produjo de una manera “natural” por una mutación del coronavirus del SARS, al pasar del “murciélago de herradura” a un huésped intermedio, el pangolín, y de ahí al género humano al consumirlo. Y todo ello ocurrido en un mercado de animales salvajes de la ciudad de Wuhan. Toda una serie de saltos “naturales” que han sido puestos en cuestión por científicos muy acreditados, empezando por el premio Nobel y Príncipe de Asturias, Luc Montagnier, codescubridor del virus del Sida (VIH), que aseguró que el Covid presentaba elementos genéticos compartidos con el VIH y la malaria, y que eso sólo se podía haber obtenido en laboratorio.
Muchas otras voces científicas abundaron en esta tesis, pero todas ellas fueron ridiculizadas y acalladas, incluidas la de Montagnier (consúltese cualquier buscador de internet) por la mayoría de medios de comunicación y, sobre todo, las totalitarias plataformas tecnológicas (Facebook, Google, Twitter, Youtube…), que adoptaron la decisión de bloquear toda cuenta, video o información sobre el Covid 19 que pusiera en cuestión la Versión Oficial administrada por la no menos totalitaria OMS.
Pero sigamos con los hechos. Como bien sabrán los lectores, el Instituto de Virología de Wuhan se encuentra a escasos 30 km del mercado donde supuestamente se produjo el fenomenal suceso del roce entre el murciélago y el pangolín. Y se sabe con certeza que este instituto (dedicado a la manipulación y fabricación de virus, i.e.- guerra biológica) llevaba desde el año 2007 experimentando con una variedad del coronavirus del SARS del tipo COV al que mutaron con el VIH y consiguieron de esta manera infectar en laboratorio a “murciélagos de herradura”. Uno de los más conocidos portales de internet, crítico con el Poder Global, “Zero Hedge”, lo desveló y demostró con datos y documentos inequívocos, lo cual le valió que con dos millones de seguidores en Twitter fuera instantáneamente bloqueado por esta destacada Plataforma de la Censura Global.
La pregunta es obvia: ¿Qué es más probable, que el virus del Covid 19 surgiera de manera natural e infectara al hombre por zoonosis en el mercado de Wuhan (secuencia que en ningún caso ha sido demostrada), o que se hubiera escapado o filtrado de un laboratorio donde previamente ya había sido obtenido? Se da, además, la circunstancia de que el hábitat del murciélago de herradura está en el Norte de China a 1.000 km de Wuhan. En esta ciudad solo se podía encontrar este espécimen en el Instituto de Virología…
La respuesta es obvia: Solo hay que acordarse del famoso principio de la Navaja de Occam: «De un suceso la explicación más sencilla es la más probable”. Pero no es necesario apelar a la lógica y al sentido común para encontrar la respuesta. El 12 de Marzo de 2020, por medio del portavoz del Ministro de AAEE, Zhao Lijian, fueron los propios chinos los que desecharon la hipótesis “natural” cuando -para defenderse de los ataque estadounidenses por su negligencia dolosa en la expansión de la epidemia- acusaron a EEUU de haber traído el virus a los Juegos Olímpicos Militares de Wuhan en Octubre de 2019, algo que, por otro lado, no es descartable, porque se ha sabido que varios militares estadounidenses en estos juegos presentaron síntomas de una extraña neumonía. Incluso un militar español también padeció esos síntomas, y en análisis posteriores dio positivo de haber estado infectado de Covid. El Secretario de Estado USA, Mike Pompeo, con toda la artillería contraatacó el 3 de Mayo afirmando que “tenían pruebas abundantes de que el virus se había originado en un laboratorio de Wuhan”.
Cualquiera de las dos hipótesis es probable, y algunas más, incluyendo la posibilidad de que el virus hubiera traspasado el recinto del laboratorio de Wuhan de forma no casual. Pero, en cualquier caso, ¿dónde queda el pangolín en toda esta historia?
Está claro que habiéndose elevado el listón de los “teóricos de la conspiración” muy por encima de los sospechosos habituales las preguntas que hay que hacerse son muy numerosas. En primer lugar, ¿cómo no se ha abierto una investigación internacional para esclarecer con qué se ha estado experimentando en el laboratorio de Wuhan? ¿Es que acaso el daño que se ha infligido a la Humanidad puede dejarse sin respuesta? Pero aún más. ¿Qué es lo que se fabrica en los numerosos laboratorios biológicos que hay en el mundo? Si la experimentación con virus letales, bien sea por motivos altruistas o por otros menos confesables, puede dar lugar a filtraciones, causales o intencionadas, de consecuencias incalculables, como es el caso del Covid 19, ¿no habría que desmantelar todos y cada uno de esos laboratorios para preservar a la Humanidad de su destrucción?
Estas serían las preguntas que tendrían que hacerse en las más altas instancias internacionales, pero no hay que ser demasiado perspicaz para adivinar que nunca se van a formular a ese nivel. Ninguno de los países, que son innumerables, y mucho menos las grandes superpotencias, van a renunciar a disponer y desarrollar su arsenal de armas biológicas, por mucho que sólo una pequeña fuga de un virus de mediana, si no pequeña, letalidad, haya puesto al mundo patas arriba. Y tengan mucha menos esperanza de que ese debate se plantee en los grandes medios de comunicación, meras correas de transmisión del Poder Global, que siguen llamando “teóricos de la conspiración” (excepto a Pompeo y a Zhao Lijian, faltaría más) a los que dudan de la mutación y el salto “natural” por zoonosis. Véase cómo recientemente la especialista viróloga Li-Meng Yan, huida de China, ha denunciado cómo el virus ha sido obtenido artificialmente en el laboratorio de Wuhan, y en menos de 48 horas, Twitter ha bloqueado su cuenta, y Facebook e Instagram han suprimido la entrevista que realizó en Foxnews…
No. En la crisis del Covid 19, lo único que debemos tener claro es que nada se ha hecho, ni se hará, para preservar la salud de las personas. Más bien, siguiendo a Von Clausewitz, podríamos decir que el Covid ha sido, y es, una excusa, uno de los señuelos utilizados para conseguir el control y el dominio Global de la Humanidad por otros medios. Entremos ya, por tanto, en cómo se ha llevado a cabo esa gran Estafa, envuelta en una Gran Mentira, por qué todos y cada uno de los mandatarios internacionales, con honradas excepciones, decidieron someternos a un arresto domiciliario y mandar a la miseria a media humanidad.
En el principio fue China. Las imágenes que nos llegaron de Wuhan, dignas de una película de terror vírico fueron determinantes para predisponer a la población mundial sobre la única alternativa para vencer a un virus desconocido que presentaba una amenaza letal: el encierro. Desde los medios de comunicación occidentales se criticaba a China por lo despótico de sus métodos. Sin embargo, estos mismos medios enseñaban la patita y destacaban las ventajas del sistema chino para afrontar con eficacia la epidemia, pues la ausencia de libertades permitían tomar medidas drásticas urgentemente sin oposición de la población…
Sin embargo, durante todo el mes de enero y febrero, las Agencias de Salud, principalmente la OMS, así como la CDC y la FDA americanas, con el Dr. Fauci (el Simón de los USA) a la cabeza, así como los medios de comunicación Globales, devaluaron la peligrosidad de la amenaza, y se lanzaron en tromba contra Trump cuando prohibió los vuelos de China a EEUU a finales de enero. Se le llamó de todos menos bonito. Sin ir más lejos, la plaga bíblica que nos ha tocado a la cabeza del Gobierno de España acuñó un profundo pensamiento “inclusivo”: “las personas no son un virus, la xenofobia sí” (de España, caso paradigmático, por lo que tiene de país escogido como campo de pruebas, hablaremos en otro artículo).
Como consecuencia de esta lenidad profiláctica, prácticamente todos los países adoptaron un perfil bajo, como si la procesión no fuera con ellos, no tomándose medidas preventivas (el 10 de marzo, recogiendo a mi hijo de Madrid, nos encontramos en Bailén un autobús de turistas chinos…) ni proveyéndose del material sanitario que hiciera frente a la posible pandemia. Unos, desde luego, como España y EEUU, mucho más que otros.
Hasta que llegó marzo y el virus saltó al resto del planeta. Y lo que fue todo complacencia se convirtió de la noche a la mañana en un desaforado Armageddon, sobre todo en los países del denominado “mundo libre”, que no le fueron a la zaga a China, más bien al revés, a la hora de tomar medidas draconianas, y mucho menos aún para conseguir el asentimiento de la población.
La labor de los Medios de Comunicación y las omnímodas Plataformas de internet (Twitter, WhatsApp, Youtube, etc) con su bombardeo inmisericorde sobre la altísima tasa de contagio del virus, que parecía transmitirse por la simple mirada (no digamos si se produjera un simple roce), y su altísima letalidad, que se asimilaba a la mal llamada gripe española (50 millones de muertos de entonces), fue el vehículo necesario por el que se creó el ambiente de terror, el estado de ansiedad y amedrentamiento colectivo, para hacer más digerible la terrible píldora, el indigesto engrudo que se estaba preparando a la población mundial.
Y al unísono, en perfecta orquestación, las grandes Agencias de la Salud mundiales, empezando por la OMS, las CDC y FDA americanas, y las de todos los países, con muy pocas honrosas excepciones, como Suecia y algún otro, dieron ya las definitivas voces de alarma que permitieron (u obligaron, en algunos casos) a los Gobiernos erigirse en los nuevos Leviathanes, haciendo tabla rasa de todos los derechos fundamentales y las garantías constitucionales que pudieran albergar.
Tuvo especial relevancia el estudio que lanzó el “prestigioso” Imperial College de Londres, por medio de su epidemiólogo estrella, Neil Ferguson, el 16 de Marzo, 5 días después de declarar la OMS la pandemia. Aplicando unos modelos matemáticos que no ha tenido a bien exponer a la luz pública, Ferguson vaticinaba millones de muertes por la pandemia, que asimilaba a la gripe “española”, en concreto más de 200 millones de la población mundial, si no se tomaba ninguna medida, dando cifras por países: EEUU 2.200.000, GB 510.000, Japón 1.400.000, Suecia 85.000, etc. Pero aun si se tomaban medidas y se pudiera atender hospitalariamente a todos los pacientes, la cifra no bajaría de 1.200.000 en EEUU y 250.000 en GB. Las medidas que recomendaba, cómo no, eran el confinamiento, la cuarentena y la distancia social.
Este estudio fue la puntilla, el detonante último que disparó la voz de alarma mundial. El Imperial College gozaba de gran predicamento en los Gobiernos y en las Agencias de Salud, especialmente la OMS, que no tardó en suscribir las medidas recomendadas por Ferguson, a pesar de que anteriormente mantuvo un criterio contrario con las cuarentenas para combatir las pandemias, por considerarlas ineficaces. Italia, y después España, ya habían sido pioneras en la adopción de las medidas draconianas, y el resto de países se sumaron al carro a partir de ese momento. El caso de Inglaterra es paradigmático. Boris Johnson, siguiendo a sus asesores, era partidario, como Suecia, de esperar a que la libre transmisión del virus entre personas de bajo riesgo, la gran mayoría, consiguiera la llamada “inmunidad del rebaño”. Pero al dispararse los casos no pudo aguantar la presión mediática internacional y tuvo que agachar la cerviz y unirse a los partidarios del “rebaño estabulado”.
Con Trump pasó algo parecido. Él no era partidario de parar al país, pero no pudo ofrecer resistencia a su asesor, el siniestro Dr. Fauci, y al gran conglomerado de Agencias sanitarias, GLOBAL MEDIA, las grandes Plataformas de Internet y el partido Demócrata, todos a una a favor del confinamiento. Así y todo, la legislación americana tenía transferidas después del 9/11 las competencias en materia de alarma sanitaria a los gobernadores de los Estados. El confinamiento -y otras medidas drásticas- se decretó en todos los estados de la Unión con gobernanza Demócrata, y en la mayoría de los republicanos, con la excepción de siete, que no tomaron ninguna medida excepcional, con la salvedad lógica de las aglomeraciones, y se limitaron a pedir a la población precaución y un comportamiento responsable: todos los lugares públicos, restaurantes, colegios, etc., permanecieron abiertos en estos estados republicanos.
Ya han pasado 6 meses desde que se desató la pandemia, tiempo suficiente para hacer recuento de daños ¿En qué ha quedado el estudio de Ferguson? O, si se prefiere, ¿en qué ha quedado la Alarma Mundial? Un solo dato que debería ser arrojado diariamente a la cara de todos los mandatarios, agencias, expertos y medios de comunicación que nos han llevado a esta locura colectiva, habla por sí solo: las muertes anuales por gripe en el mundo rondan los 650.000 casos. A 20 de septiembre de 2020, las muertes por coronavirus eran 898.000. ¿Cómo se puede justificar el destrozo de economías, de vidas, de proyectos, con estas cifras, por una epidemia ligeramente más letal que la gripe?, aunque esto último tendremos ocasión de ponerlo en contexto más adelante. Resulta, además, que la inmensa mayoría de las víctimas son personas mayores o con morbideces graves. ¿Cómo se puede recluir en arresto domiciliario a personas sanas y condenarlas a no trabajar? No existe ningún precedente en la historia de la humanidad en que se haya confinado en sus casas a la inmensa mayoría de la población, todo personas sanas.
Se dirá, nos dirán, que para salvar vidas. Lo cual es sencillamente falso. Primero, ¿cuántas vidas no se habrán perdido, y se perderán, por el secuestro hospitalario del sistema sanitario por el Covid, por el ingente número de enfermedades no atendidas, y por la miseria, el hambre y el deterioro económico causado por la paralización de la economía mundial en estos seis meses, y sus secuelas, que durarán años? Estas sí se van a poder contar en muchísimos millones, como, saliéndose del lanar consenso Global, reconocía recientemente el ministro alemán de cooperación Gerd Muller.
Pero es que, además, los datos que arrojan los pocos sitios donde no han confinado a la población, ni paralizado la economía o la vida normal, como es el caso de Suecia, contradice esa pretensión. En Suecia, siguiendo al gran epidemiólogo Anders Tegnell, se prohibieron concentraciones de más de 50 habitantes, pero se mantuvieron abiertos todos los lugares públicos, restaurantes, escuelas, gimnasios, etc., y no fue obligatorio el uso de mascarillas. Se recomendó a la población un comportamiento responsable, y la reclusión voluntaria de los que presentaran síntomas.
No se lo pueden perdonar. Y por eso se lanzan como fieras contra la Ultima Thule, aduciendo que sus vecinos sí se confinaron y tuvieron menos muertes. Lo cual es verdad. Pero lo que no dicen es que las de Suecia, 57,7 por 100.000 habs., son inferiores a las de España (65,17), EEUU (62,27), Gran Bretaña (62,7%) o Bélgica (86,97), ni dicen que su economía se redujo un 8% en el 2º cuatrimestre del año, frente al 32% de EEUU, el 22,1% de GB y el 18% de España, o, lo que es más importante, mientras la mayoría de países confinados presentan una nueva ola de contagios, como es lógico por las bajas defensas fruto del encierro, Suecia está ya cerca de haber conseguido la inmunidad del rebaño.
Pero no solo en Suecia. En EEUU, que presenta una tasa de defunciones de 62,27 por 100.000, los siete estados republicanos que se negaron a encerrar a su población han presentado todos tasas inferiores, desde los 40 de Iowa a los 9 de Wyoming. ¿Y qué decir de Japón, con la población más avejentada del mundo, que no ha confinado, ni cerrado bares, restaurantes, hasta altas horas de la noche…? A 26 de septiembre ¡¡¡1.560 fallecidos!!!, escasamente 1,23 defunciones por cada 100.000 habs.
¿Tienen algo que decir los responsables e inductores de este ataque letal al funcionamiento “normal” de nuestras vidas? Las muertes del Covid (900.000), representan un 0,01% de la población mundial; al año fallecen por diferentes causas alrededor de 56.000.000 de personas, es decir, que las muertes del Covid no llegan al 2% del total de muertes anuales que se registran en el mundo. ¿Cómo pueden justificar lo que han hecho? ¿Dónde debería meterse Ferguson, que ya se hizo famoso pronosticando 200 millones de muertes -su número fetiche- por la gripe aviar, cuando apenas llegaron a 455? Pues, por de pronto, el “prestigioso” embaucador fue cogido por dos veces in fraganti saltándose de noche el confinamiento para ir a visitar a su amante, lo cual, hay que reconocer, debe ser de las pocas cosas sensatas que haya hecho esta calamidad…
No esperemos, por tanto, ninguna justificación, mucho menos ningún arrepentimiento por el inmenso daño infligido. Todo lo contrario, como ya estamos comprobando con esta nueva “oleada”, de mucha menor virulencia que la de marzo, pero a la que se está magnificando presentando unas estadísticas alarmantes de “contagios”, como si fuera la peste o la lepra, obviando el hecho de que esos casos son en su inmensa mayoría asintomáticos, que los que presentan síntomas las pasan en su mayor parte como una gripe, y que los índices de hospitalización y defunciones son mucho menores que los de la primera ola.
Es más, viendo que se producen de nuevo muchos casos, deberían estar contentos porque se estaría consiguiendo “la inmunidad del rebaño”, poniéndose los mimbres para el control y neutralización del virus. Pero tal iniciativa acabaría con su juego tenebroso, y no van a soltar su presa -que somos todos nosotros- tan fácilmente. La única concepción que tienen de rebaño es el “estabulado”. Así nos quieren, y para ello nos bombardearán con nuevas dosis de Amedrentamiento Global, de manipulación y desinformación a gran escala, de supresión de nuestras libertades civiles, dándole una nueva vuelta de tuerca a la maltrecha economía mundial, para conseguir la total postración de la Humanidad y poder así llevar a buen término los últimos ensayos de ingeniería social y política que dejarán nuestro mundo totalmente irreconocible.
Pero de todo ello hablaremos en las siguientes entregas, así como de los tratamientos del Covid y, cómo no, de la “solución final”, que nos hace rememorar la película de Stanley Kubrik “Dr. Strangelove, o cómo aprendí a amar la bomba”, que en nuestro caso habrá que traducir por “Dr. Gates, o como aprendí a amar la vacuna”.
Para terminar este capítulo querría hacer un último apunte que, sorprendentemente, no he visto resaltado en ningún sitio. El confinamiento se puso en práctica primero en China. Pero los chinos solo la aplicaron a la ciudad de Wuhan y a la provincia donde esta se encuentra, Hubei. La población de Hubei es de 56 millones, es decir, el 4,5% del país. ¿Cómo es esto posible? ¿Cómo se pudo propagar por todo el mundo y pasar de largo por el resto de China (otros 1.350 millones de habitantes) que estaba al lado y en pleno contacto con Wuhan y Hubei? ¿O es que los chinos sabían perfectamente con qué se la estaban viendo y conocían que no era para tanto? Da la impresión en todo este asunto que hay un gatazo encerrado. Pero, claro, con los chinos, tan aficionados a los proverbios, se podría decir aquello que le dijo Deng Xiao Ping a Felipe González, y que tanto influyó en el pensamiento político del estadista hispalense: “gato blanco, gato negro, lo importante es que cace ratones”.
No sé si los pobres habitantes del mundo “libre” hemos quedado como unos simples ratoncillos, o como un pangolín. Lo que en cualquier caso hay que revisar y poner en cuarentena es el dicho de que “te han engañado como a un chino”.