¿Forma parte ya el PSOE del amplio número de partidos antisistema? La búsqueda de Sánchez de un acuerdo con ellos para constituir gobierno podría ser una pista, pero quizás no sea suficiente, debido a la carencia de conciencia sobre lo que supondría un gobierno calificado de Frankenstein. Sin embargo, incluso dejando a un lado todos los devaneos pro derecho a decidir de sus federaciones periféricas, resulta difícil encontrar al PSOE en estos momentos dentro del ámbito constitucional que sostiene el sistema, cuando es incapaz de dar salida al gobierno, pieza fundamental del ordenamiento. Es decir, de dar estabilidad, continuidad y validez a esta democracia, la democracia que existe, frente al acoso nacionalista y libertario con los que, por el contrario, coquetea. Si el PSOE ya no es capaz de ofrecer estabilidad, el resto de las fuerzas, salvo Ciudadanos, tampoco, porque desertaron tiempo atrás del constitucionalismo producto de la Transición.
Es a él, promotor fundamental de aquella constitución, al que le toca dar viabilidad al sistema, aunque fuera en el humillante puesto -humillante porque así lo han pregonado hasta la saciedad- de comparsa de Rajoy, cuando consiste en una simple abstención patriótica de unos pocos diputados. Pero la fobia desatada contra la derecha para encubrir la carencia de proyecto político le invalida, salvo que de una forma definitiva rompa con esta dinámica sectaria, para la política dentro del sistema. El «no es no», formulación pre política, tribal, tiene la virtud de aclararnos a algunos que, si los nacionalistas y Podemos rompen con el sistema separándose de él, el PSOE lo hace expulsando del mismo a la derecha evitando el mínimo diálogo con ella sobre cuestión tan vital. Ante este comportamiento democráticamente irresponsable, coherente con opciones rupturistas, no es de extrañar que los socialdemócratas centroeuropeos no entiendan lo que ocurre es España.
Se echa de menos un cierto respeto por el sistema, que implica un cierto respeto hacia los adversarios que conviven en él. Ambos han ido a la par en estos últimos años de desencuentro y difamación del adversario. Hoy sería imposible a Suárez o González constituir gobierno con el apoyo de los nacionalistas catalanes, y a Aznar con el apoyo de éstos, del PNV, y el discreto dejar hacer de González, que sostuvo la norma no escrita de favorecer la lista más votada, obviando cualquier maniobra con nacionalistas -traspiés que cometió Ciudadanos yendo de la mano de Sánchez en la anterior investidura-. Lo importante era la estabilidad del barco común. Hoy todos los partidos, salvo C’s y el del gobierno, buscan su salvación sectariamente fuera del sistema, como si fuera posible hacerlo fuera de la política, error que está descubriendo la antigua CDC.
La falta de respeto por el sistema político, resultado del exceso de crítica al adversario, la falta de conciencia de pertenecer a un proyecto común inclusivo, suaviza y camufla la opción de impedir la creación del gobierno, ofreciendo, por consiguiente, el desgobierno como una opción democrática, aunque esencialmente sea una carga de profundidad contra la misma. Para los promotores de la ruptura lo importante es salvarse ellos mismos, sin reconocer que tras esa horrenda estrategia nos hundimos todos.
Si los nacionalismos decidieron separarse del sistema, luego vino Podemos con poca preocupación por ello, al fin y al cabo, Podemos es antisistema, como los son los soberanismos al uso hoy. El problema es grave porque el PSOE parece que lo es también, porque la desmesurada fobia propagada desde su seno contra la derecha, anuncia en su desmesura que rompe cualquier vínculo con ella, Es decir, rompe el vínculo constitucional y democrático con ella, sabotea de una forma práctica, sin discurso explícito en contra de la Constitución, el sistema excusándolo en la maldad del contrincante.
Padecemos una grave crisis política que sólo los niveles de cierto bienestar y la permanencia de la dinámica persistente del anterior gobierno encubre, pero estamos en una crisis constitucional sin parangón en la breve historia de la democracia española. Estos últimos años han sido testigos de una espiral de desencuentro radical, de la creación de discursos viscerales enfrentados, de formas y comportamientos descorteses e insultantes, que han creado la falsa visión de que la política es esto. Sin embargo, de seguir así, y el sin gobierno es consecuencia de esa idiotez generalizada, la crisis institucional será profunda. De seguir llamando a los ciudadanos a las urnas para que sus representantes no resuelvan nada, sino que lo perjudiquen, pasaremos de una sensata democracia representativa a una democracia directa, y de ahí, a la situación de caos anhelada por sueños revolucionarios. Hoy existe una solución para todo esto, la responsabilidad del PSOE, lo contrario supondrá encontrarlo dentro de poco en el muladar de la historia y a nuestro sistema profundamente quebrado.
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