Pedro Sánchez se presentó ayer ante el Foro de La Razón al cumplir los cien días como nuevo secretario general del PSOE. Su discurso sonó bienintencionado en lo que respecta a sus propuestas en la lucha contra la corrupción política y del dinero, arduo propósito, dado que la corrupción está en la propia raíz del sistema partitocrático desarrollado por el Partido Popular y el Partido Socialista. En otros momentos sus palabras nos trasladaron al discurso ilusionante de Felipe González de 1982, como muy bien le recordó Javier González Ferrari. Pero Pedro Sánchez se equicova al declararse ferviente partidario del sistema autonómico, la institucionalización del caciquismo, que está siendo el cáncer de la deconstrucción y disolución de España como nación, y de ‘avanzar’ en el galimatías semántico del Estado federal, una confederación de facto, con el reconocimiento de varias naciones, que sería instalar a España en las taifas de la Edad Media. Y otro grave error grosso modo de Pedro Sánchez, en estos momentos de descomposición del sistema de partidos del pacto constitucional de 1978, es renunciar a la gran coalición y declararse partidario de pactos ocasionales, incluyendo a Podemos. A los partidos políticos del sistema les sigue sobrando ambición de poder y les falta patriotismo. Su deber está en proyectarse como servidores de la sociedad y no servirse de ella para retroalimentar una casta podrida. Y a Podemos, certero en el diagnóstico de la corrupción del sistema, le sobra su pretensión de instalarse en la dictadura del miedo y del terror.