La alternativa ante la que se encuentra hoy la política de los Estados Unidos de América ha quedado perfectamente identificada, con lógicos interrogantes, por dos de mis analistas favoritos: Estado fallido (Pat Buchanan) o gobierno de idiotas (Greg Gutfeld).
Si nos detenemos a observar la tropa de personajillos en el poder, como Joe Biden, Kamala Harris, Nancy Pelosi, Tony Blinken, Jack Sullivan, Ron Klain, Susan Rice, Lloyd Austin, Mark Milley, Jen Psaki, Chuck Schumer, Adam Schiff, Jerry Nadler, Dick Durbin, etc., incluidos algunos de la teórica oposición, el Establishment GOP y los RINOs como, por ejemplo, el senador Mitt Romney y los representantes Liz Cheney o Adam Kinzinger (y asimismo incluidos todos los medios progresistas de prensa, televisión y Big Tech, serviles de la China comunista), me inclinaría por la hipótesis de Gutfeld. Pero las observaciones de Pat Buchanan son serias y deben tenerse en cuenta.
Por tanto me inclinaré más bien por una combinación de ambos diagnósticos.
Greg Gutfeld lo dice o lo insinúa casi todos los días, con mordaz ironía y humor, en sus programas de la cadena FOX (The Five y Gutfeld!). Pat Buchanan ha expresado tal preocupación en un artículo publicado recientemente (“Is America Becoming a Failed State?”, Patrick J. Buchanan-Official Website, August 10, 2021).
Resulta problemático hablar de “Estado fallido” en los EEUU, ya que el propio concepto de Estado es histórica y semánticamente cuestionable. A diferencia de Europa, el “Estado” o los “Estados” son una parte de un todo, la Unión (Estados Unidos de América), unión federal desde la Constitución de 1787, reafirmada tras la Guerra de Secesión 1861-1865, pero donde las memorias e inercias centrífugas, de signo confederal, no han permitido la plena consolidación de un Estado central como en el Viejo Continente.
Por tanto no puede resultar exactamente “fallido” lo que nunca se ha consolidado. Lo que está en crisis es el gobierno o sistema democrático, por una mezcla de incompetencia y de corrupción de la clase política -el Establishment– responsabilidad bipartidista pero con un mayor peso y protagonismo del partido Demócrata. El declive de la democracia americana es muy evidente y simbólico en los últimos sesenta años que van desde el desastre de Bahía de Cochinos (1961) hasta el reciente en el Aeropuerto de Kabul (2021). Desde el presidente Kennedy hasta el presidente Biden.
Lamento recordar que han sido los dos únicos presidentes católicos de los EEUU (para la historia, el Gran Adúltero y el Gran Abortista), expresión estadounidense de la hipocresía y el fiasco internacional de algunos políticos “demócratas cristianos” con sus ramificaciones vaticanas (pero ese es otro tema en el que no entro ahora).
Buchanan a veces idealiza la presidencia de Kennedy, obviando que le robó las elecciones a Nixon, llevó a cabo –hay que recordarlo- una política exterior desastrosa en Cuba, iniciando también la escalada militar en Vietnam y en Laos, y fue responsable directa o indirectamente de acciones golpistas criminales: frustradas contra Salazar en Portugal y contra los hermanos Castro en Cuba; exitosas –con asesinatos incluidos- contra Lumumba en el Congo, contra Trujillo en Santo Domingo, y contra los hermanos Diem en Vietnam del Sur.
Biden, tras robar las elecciones a Trump, inmediatamente permitió la entrada masiva de ilegales por la frontera sur, traicionando la soberanía y seguridad nacionales. Como apunta Buchanan, un Estado sin fronteras seguras es un Estado fallido. Y poco después tendrá su “momento Bahía de Cochinos” en el aeropuerto internacional de Kabul, con la retirada militar más desastrosa y cobarde de la historia americana, a merced del terrorismo islamista, sacrificando por nada la vida de 13 soldados estadounidenses y casi 200 civiles afganos.
El ABC de las crisis del gobierno Biden (A por Afganistán, B por Border -la frontera-, y C por Coronavirus) ha conducido finalmente al dictado autoritario-“faucista” (por asesoramiento y recomendación del mentiroso doctor Fauci) del 9-9 (9 de Septiembre), imponiendo la vacunación obligatoria para todos los empleados públicos y contratistas federales y trabajadores (excepto los funcionarios de correos, ¿por qué?).
La orden presidencial es claramente ilegal y anticonstitucional. Resoluciones de la Corte Suprema de 1903 y 1922 sobre otras epidemias y vacunas del pasado, conferían la competencia correspondiente a los Estados, lo que quiere decir que lloverán los litigios de los Estados y de los particulares contra la Presidencia (mientras escribo, más de veinte Estados ya han emprendido acciones). Pero sobre todo tal orden es una carga en profundidad contra las libertades de los ciudadanos, no respetando los millones de casos de inmunidad natural (tras superar un contagio del covid-19), de incompatibilidad por razones médicas particulares, o simplemente por la voluntad y libre elección individuales.
Quizás la intención real de Biden y del partido Demócrata sea precisamente confundir y distraer la atención de las gravísimas crisis en Afganistán y en la frontera sur, para dividir a la sociedad civil. Un síntoma abrumador e inquietante para una democracia: gobierno fallido y de idiotas.