Se ha cumplido el pronóstico atribuido a Huey Long, gobernador y senador de Louisiana, antes de que fuera asesinado en 1935 por el gansterismo de su propio partido Demócrata: si algún día el fascismo llega a los Estados Unidos –insinuó- será disfrazado de “antifascismo”.
Antifa y su organización fraterna Black Lives Matter han sido la punta de lanza, tropas de choque, durante todo el violento verano 2020 de una larga y sostenida operación golpista anti-Trump a favor del partido Demócrata, con un sistémico fraude electoral que ha provocado masivas protestas, culminado en los incidentes del Capitolio del pasado 6 de Enero.
En el momento crítico la “derechita cobarde” americana (los RINO, los NeverTrump, el Establishment GOP, The Wall Street Journal, National Review, etc.), como la española (el PP, el ex presidente Aznar, el ex embajador Rupérez, el ex nadie Borja Coromines, etc., arropados por casi todos los medios “conservadores y liberales”: ABC, La Razón, El Mundo, El Confidencial, okdiario…) se han sumado al intento, aplaudiendo el Nuevo Macartismo izquierdista o progresista, y la censura de Trump y del Trumpismo por las siniestras corporaciones Big Tech.
La expresión “fascismo progresista”, traducción libre de “liberal fascism”, es el título de una obra “best seller” de Jonah Goldberg (Liberal Fascism. The Secret History of the American Left, from Mussolini to the Politics of Change, Doubleday, New York, 2009) sobre la deriva autoritaria del partido Demócrata con Barack Obama y Hillary Clinton, obra a propósito de la cual escribí un largo ensayo (v. Manuel Pastor, “El fascismo progresista, La Ilustración Liberal, 44, Verano 2010).
Mi hipótesis, inspirada en Goldberg (aunque la expresión “fascismo liberal” o “liberal-fascismo” la usaron anteriormente H. G. Wells y la Komintern de Stalin, positivamente el primero, denigratoriamente en el segundo caso acompañando a la de “social-fascismo”), es que –como indicó magistralmente Friedrich A. Hayek (Camino de servidumbre, 1944)- todo fascismo es de izquierdas y “progresista”, ya que siendo un sistema fuertemente estatista y pro-colectivista nunca podría ser de derechas y conservador. De hecho los fundadores del Fascismo y del Nazismo, Mussolini y Hitler, eran socialistas aunque de tipología no ortodoxa.
Siguiendo la “doctrina Huey Long”, en una de las primeras declaraciones de Joe Biden tras los incidentes del Capitolio ha sido acusar de “nazis” a los defensores de Trump, los senadores Ted Cruz y Josh Hawley, por reclamar una investigación sobre el fraude electoral. Nada nuevo. Todos los populistas de derechas, críticos del Establishment y la corrupción, desde el propio Huey Long y Joe McCarthy, hasta el Tea Party, Trump y los trumpistas (¡casi 75 millones de ciudadanos que le votaron!), han sido descalificados e insultados como fascistas o nazis por idiotas periodistas e intelectuales de todos los colores.
Trump y sus fans han podido cometer errores, y la ocupación con vandalismo del Capitolio (y lo peor: cinco muertes y múltiples heridos) fue un error muy grave, aunque no creo que fuera la intención del presidente y de la gran mayoría de los manifestantes en el exterior. Espero que una investigación seria algún día revele todos los datos y los responsables sobre tan extraño suceso, con la inexplicable dejación de la policía (que seguramente –según testigos cualificados entre los congresistas- no estuvo libre de provocaciones por terroristas domésticos de Antifa y otros grupos extremistas como Insurgence USA).
Hubo un punto de inflexión en la democracia americana con el gran fraude electoral de 1960 que benefició a John F. Kennedy (S. M. Hersh, 1997; I. Gellman, 2021), y el golpismo posterior contra el presidente Richard Nixon (L. Colodny & R. Gettlin, 1991; R. Locker, 2019). El partido Demócrata ha profundizado en esa ruta antidemocrática, con la ayuda del Deep State y las agencias de inteligencia: FBI, CIA, DNI, etc. (D. Nunes, 2018; L. Smith, 2019, 2020; S. Lokhova, 2020).
El reputado como mayor experto en teoría y praxis del golpismo, Edward N. Luttwak (autor de la obra clásica, Coup d´État: A Practical Handbook, 1968) analizó inmediatamente los incidentes del Capitolio, y desechó la idea de que fuera un intento de golpe (“The Mob on the Hill Was Far From a Coup”, The Wall Street Journal, Jan. 8, 2021), y aprovechó la ocasión para criticar el proceso de espionaje y golpismo durante cuatro años contra el presidente legítimo Donald Trump bajo el pretexto de la falsa acusación de una “Russia Collusion”, “rehusando considerar la posibilidad de que en una confrontación con China, podría ser una buena idea hacer la vista gorda de los pecados de Putin, como hizo Nixon con Mao para contrarrestar a la Unión Soviética.” (Yo mismo he aludido recientemente en un artíulo a esa posible “Nueva Triangulación” en la mente de Trump: Estados Unidos y Rusia versus China).
Sin embargo un editorial del mismo medio al día siguiente estimó que la Speaker Nancy Pelosi, líder principal en el partido Demócrata del movimiento golpista silencioso (“Silent Coup”, según Colodny & Gettlin, o “Paper Coup” según Smith) mediante los Fake Impeachments, ha podido incurrir en un acto golpista burdo cuando intentó intervenir -en un claro abuso de poder- en la cadena de mando militar (“A Coup of Her Own”, The Wall Street Journal, Jan. 9, 2021).
Repetiré la advertencia que ya hice hace meses: no son creíbles en España los que critican el golpismo secesionista en Cataluña o de cualquier otro tipo si no hacen lo mismo con los golpistas en los Estados Unidos.