Después de más de cuarenta años dedicado a la enseñanza universitaria de la Ciencia Política, sinceramente creo que nuestra disciplina debería rebajar sus pretensions científicas y aceptar una más humilde y noble denominación: simplemente Política, aunque con mayúscula.
Ciertamente hoy la Política necesita ennoblecerse ante los sufridos (e indignados) ciudadanos de nuestras democracias contemporáneas, y para tal empresa merece rescatarse el noble significado que le atribuyeron los filósofos clásicos que primero reflexionaron sobre la materia: los Sofistas (cuyo nombre y función también deben rehabilitarse en algunos casos) y, entre ellos, el más grande de todos los tiempos, Sócrates, y sus discípulos Platón y Aristóteles. Asimismo los fundadores de la historia política realista, el también socrático Jenofonte y sobre todo el primero de todos en el tiempo, el gran Tucídides, admirado por Polibio, Plutarco, Cicerón, Lorenzo Valla, Thomas Hobbes, David Hume, Thomas Macaulay, Friedrich Schelling, Friedrich Nietzsche, Leopold von Ranke, Carl Schmitt, Hans Monguenthau, Edward Carr, Leo Strauss e Irving Kristol, entre otros.
No es una cuestión baladí que frente a la más general y común denominación en nuestros centros universitarios en Occidente de los departamentos de Ciencia Política, algunos entre los más antiguos y de más alta reputación tengan el simple nombre de Departamento de Política (Department of Politics: University of Cambridge, University of Oxford, England, U.K.; Princeton University, New Jersey, U.S.) o Departamento de Gobierno (Department of Government: Harvard University, Massachussets, U.S.). Generalmente en todos los departamentos modernos de Política o de Ciencia Política de casi todo el mundo (España es una excepción un poco absurda y anti-científica) está integrada el área de las Relaciones Internacionales. Así, el nombre completo en la Universidad de Oxford se llama Department of Politics and International Relations, y en la Universidad de Cambridge Department of Politics and International Studies (POLIS). Los más importantes en los Estados Unidos (Harvard, Princeton, Yale, Columbia, etc.) integran también las Relaciones Internacionales, sin necesidad de incluir la expresión en el nombre oficial: Department of Government, Department of Politics, Department of Political Science…
Como es sabido, en nuestro país los estudios superiores de Ciencia Política se inician tras la crisis del Antiguo Régimen y la promulgación de la Constitución de Cádiz (1812). Comienzan a crearse cátedras de Derecho Constitucional (de Ramón Salas, en la Universidad de Salamanca) y de Derecho Político (de Alcalá-Galiano, Pacheco y Juan Donoso Cortés, en el Ateneo de Madrid), y con este nombre se consolida el área de conocimiento en el seno de las Facultades de Derecho desde mediados del siglo XIX , con nombres emblemáticos de profesores, antes de la Guerra Civil, como Adolfo Posada, Tomás Elorrieta, Luis de Izaga, Fernando de los Ríos, Manuel Pedroso, Teodoro González, Francisco Ayala, J. M. Gil Robles, Nicolás Pérez Serrano, Carlos Ruiz del Castillo; después, ya en la posguerra, Javier Conde, Juan Beneyto, Luis del Valle, C. Ollero, Luis Sánchez Agesta, M. Fraga Iribarne, Enrique Tierno Galván, Francisco Murillo Ferrol, Pablo Lucas Verdú, Manuel Jiménez de Parga, J. M. Hernández Rubio, Gumersindo Trujillo, Ramiro Rico, J. A. González Casanova, R. Morodo, Francisco Rubio Llorente, Pedro de Vega, etc., hasta que recientemente se adopte en estas mismas Facultades la nueva denominación de las cátedras y los departamentos de Derecho Constitucional.
Tras la Guerra Civil (1936-39), se inicia una nueva etapa con la creación de la Facultad de Ciencias Políticas, Económicas y Comerciales (1944) en la Universidad Complutense. En ésta se crean varios departamentos (con las cátedras de José Antonio Maravall, Luis Díez del Corral, Antonio Truyol y Serra…) siendo el más pertinente a nuestro objeto el denominado Departamento de Teoría del Estado y Derecho Constitucional (posteriormente Departamento de Ciencia Política y de la Administración), integrando las cátedras de Carlos Ollero Gómez, Manuel Fraga Iribarne y Jesús Fueyo Alvarez, dirigido sucesivamente por los profesores Carlos Ollero Gómez (hasta 1983) y Manuel Pastor (1983-1994). Con los cambios administrativos que afectarían a la Facultad (primero separandose de Económicas y Comerciales, cambiando su denominación por Facultad de Ciencias Políticas y Sociología), y siguiendo el mal ejemplo del área de Sociología, a mi juicio de manera arbitraria y poco científica, finalmente el Departamento se dividió en tres, con sus respectivos directores (el departamento original, ahora denominado de Ciencia Política y de la Administración 1, será sucesivamente dirigido por Julián Santamaría, 1994-2010, y de nuevo por Manuel Pastor, 2010-2014), además de mantenerse aparte un Departamento de Relaciones Internacionales. En esta situación burocrática y académicamente un tanto confusa nos encontramos al revisar esta Introducción en los inicios de 2016.
Concepto de la política y de lo político.
Uno de los primeros pensadores clásicos en proponer un concepto de la Política y de lo político fue el gran historiador y filósofo griego cuya obra Thomas Hobbes, con genuina fascinación, tradujo al inglés en 1628 y al que describió como «the most Politick Historiographer that ever writ». Se trata de Tucídides y su obra La Guerra del Peloponeso (Historia de la Guerra entre Atenas y Esparta), del siglo V a. C. Tucídides es coetáneo de Sócrates, y sus escritos son anteriores por tanto a los socráticos de Jenofonte, Platón y Aristóteles. Tras dejar sentado en el libro primero, capítulo primero, la importancia del tema, afectando no solo al mundo helénico sino a toda la humanidad, precisa con claridad que su método es diferente al de los poetas y los cronistas en prosa romántica: «Mi trabajo no es una pieza de escritos para el gusto del público del momento, sino que estan hechos para durar en el tiempo.» Y en el capítulo sexto del mismo primer libro, relatando el debate en una asamblea de Esparta, antes de estallar la Guerra, pone en boca de los delegados atenienses, que replican a las acusaciones de los aliados contra el Imperio ateniense, lo que podemos identificar como el concepto original de la Política: el arte o técnica del Poder. Que Atenas no ha hecho nada extraordinario, nada contrario a la naturaleza humana, al construir un Imperio, que «Tres poderosos motivos…la seguridad, el honor y el interés de la Polis (Estado) justifican nuestro poder… Y aunque es humano gozar del Poder, lo más admirable es buscar la Justicia. » Asimismo respecto a la voluntad imperial o hegemónica, indican, Atenas no fue la primera en hacerlo: «Siempre ha sido la regla que los débiles deben ser dominados por los fuertes».
En el tránsito del siglo XIX al XX, cuando Friedrich Nietzsche está pergeñando su filosofía política sobre «la voluntad de poder», dejó escrito que su admiración por Tucídides residía en su filosofía realista, y que su lectura era siempre una medicina contra el exceso de platonismo.
En el siglo IV a. C., Aristóteles proclamó la Ciencia Política «ciencia soberana y más que todas arquitectónica…que determina cuales son las ciencias necesarias en la ciudad (Polis) y cuales cada ciudadano debe aprender» (Ética para Nicómaco, libro I, 2), y la Política, como ciencia de la Polis, consiste en : «La observación y conocimiento de la Polis (Ciudad, Estado), asociación específica, la más soberana e inclusiva de todas las asociaciones humanas, que por tanto llamamos asociación política» (…) «La Polis es una de las cosas que existen por naturaleza y el hombre es por naturaleza un animal político» (Política, libro I, 1).
Un admirador de Tucídides y de Aristóteles en el siglo XX, Carl Schmitt, nos proporciona una de las definiciones mas precisas, aforística y polémica, de lo político (entendido mas como arte que como ciencia): «La específica distinción de lo político, esencia de la política, es la distinción entre el amigo y el enemigo» (El concepto de lo político, 1927).
En el debate de la asamblea en Esparta, en el libro primero, capítulo sexto, de Tucídides, antes mencionado, los delegados corintios, acusando al imperialismo de Atenas, plantean la distinción entre el amigo y el enemigo de manera explícita, distinguiendo asimismo las críticas amigables a los aliados (Esparta) de las acusaciones graves contra los enemigos reales (Atenas) y advierten a los primeros: «No permitáis que vuestros amigos caigan en manos de sus amargos enemigos. No nos forcéis en la desesperación a buscar diferentes alianzas.»
Resulta curioso recordar otro texto clásico, coetáneo de Tucídides en la cultura oriental, el del pensador chino Sun Tzu, El Arte de la Guerra (siglo V. a. C.), obra específicamente de estrategia militar pero que presupone una teoría política o del Estado («El arte de la guerra es de vital importancia para el Estado», libro I, 1.; «El General es el servidor del Estado», libro III, 11.; «En la guerra, el General recibe las ordenes del Soberano político», libro VII, 1., libro VIII, 1.; remarcando con reiteración la importancia del «Gobernante ilustrado» e «inteligente», libro XII, 16., 22., libro XIII, 4., 27. (especialmente en este capítulo o libro XIII final de la obra dedicado a la inteligencia y la contra-inteligencia en el Estado y en la guerra). Pues bien, la frase probablemente más conocida y citada de Sun Tzu es precisamente: «Conoce al enemigo y conócete a tí mismo» (libro III, 18.).
Volviendo a la Filosofía política en sentido estricto, Aristóteles dedica dos extensos capítulos de la Ética para Nicómaco a reflexionar sobre la importancia de la amistad en la política («De la Amistad», libros VIII y IX): «La amistad parece vincular las ciudades, y podría creerse que los legisladores la toman mas a pecho que la justicia (…) Donde los hombres son amigos, para nada hace falta la justicia, mientras que si son justos tienen además necesidad de la amistad. La más alta forma de justicia parece ser una forma de amistad.» (…) «Los que están en el poder parecen servirse de amigos» (…) «En cada una de las formas de gobierno la amistad aparece en la misma medida que la justicia» (…) «Toda amistad descansa en una asociación…», etc.
Carl Schmitt, que era conocedor de la literatura política española tacitista del Siglo de Oro (versión católica durante el Barroco del maquiavelismo y la razón de Estado), probablemente recordaba el aforismo de Diego Saavedra Fajardo: «En las repúblicas es más importante la amistad que la justicia» (Empresas Políticas. Idea de un Príncipe político-cristiano, 1640, Empresa 91), añadiendo que «estas amistades son más razón de Estado…los amigos se han de sustentar con el acero, no con el oro…más amigos da el temor a la fuerza que el amor al dinero… porque la razón de Estado dicta, que de una u otra suerte, defendamos al príncipe confinante que corre con nuestra fortuna, dependiente de la suya.»
Resumiendo, proponemos a los estudiantes de los primeros cursos de Ciencia Política una definición funcional, descriptiva y operativa:
«Política es todo proceso de competencia y lucha por el poder y su ejercicio -dentro de un sistema político- por los diversos actores de una sociedad nacional o internacional, presuponiendo la distinción entre el amigo y el enemigo, los aliados y los rivales.»(M. Pastor, 2014).
Por supuesto, es una definición general aplicable tanto a las Autocracias como a las Democracias. El ideal humanista es que el fin perseguido sea lo que los clásicos llamaban Justicia (Tucídides, Platón, Aristóteles), que algunos autores modernos reinterpretan desde la filosofía racionalista y liberal-progresista (John Rawls), o lo que desde la Independencia americana llamamos Democracia liberal (John Adams y los Federalistas, Alexis de Tocqueville), reinterpretada como proceso de reglas neutrales o Rule of Law desde la filosofía liberal-conservadora de una Constitution of Liberty (Friedrich Hayek).
Método de la Ciencia Política
Nos referimos aquí al método como enfoque general, vía de aproximación al objeto es estudio (el poder, el Estado, sus funciones y sus fines). No a las técnicas concretas de investigación empírica o estadística, sino a la concepción filosófica o teoría del conocimiento, como entendían Max Weber o Leo Strauss los «problemas metodológicos» de las ciencias sociales, según destaca el último en su polémica con el primero (Natural Right and History, 1953).
El método de la Ciencia Política a mi juicio debe ser interdisciplinario, histórico y comparativo. Y en un profundo sentido, individualista o subjetivista. Debe hacer uso, para emplear una terminología de Friedrich Hayek («Two Types of Mind», 1974), tanto del conocimiento verbal, empírico-cuantitativo, explícito, como del conocimiento intuitivo, tácito, todavía no verbalizado. Y dada la alta complejidad de los fenómenos sociales y políticos (a diferencia de los fenómenos físicos), debe ser muy modesto en sus aspiraciones predictivas o de control experimental (lo que se entiende como «ingeniería social»).
No está mal recordar la evolución histórica de las distintas materias o denominaciones, con sus respectivos objetos y sujetos, que conforman lo que al final del proceso llamamos Ciencia Política.
Edades Antigua y Media:Filosofías políticas/especulación/individuos
Edad Moderna:Teorías políticas/explicación/élites
Edad Contemporánea:Ideologías políticas/movilización/masas
Lo relevante es que en este orden cronológico cada nueva denominación no ha sustituido plenamente a la anterior. Dicho de otra manera, la Ciencia Política hoy se nutre de Teorías, Ideologías y Filosofías políticas, complementarias o antagónicas, y como sugería al principio quizás la Filosofía representan el correctivo necesario tanto al excesivo optimismo de la voluntad como al excesivo pesimismo de la razón, si se me permite cierta ironía sobre el célebre aforismo gramsciano.
2. Actores y Procesos.
Propongo que aceptemos la noción de Poder como la capacidad de influir en la conducta de alguien:a) Por presión (violencia actual, potencial, organizacional…)b) Por persuasión (racional, no-racional, información, propaganda…)c) Por retribución (directa o indirecta, explícita o implícita…)
En todo caso podemos diferenciar los actores activos y pasivos. Los que ejercen el poder y los que lo padecen. Tales actores, a su vez, pueden ser: Individuales y Colectivos.Actores individuales son los líderes (tradicionales, racionales o carismáticos, segun la conocida tipología de Max Weber), pero también los súbditos (en las Autocracias) y los ciudadanos (en las Democracias).
Actores colectivos son, en primer lugar las instituciones políticas y públicas (partidos, sindicatos, organizaciones profesionales y empresariales, burocracias civiles y militares, etc., el Estado, el gobierno y sus ramificaciones administrativas, etc.), y también las asociaciones privadas o estructuras intermedias entre el individuo y el Estado (familias, denominaciones religiosas, asociaciones culturales, asociaciones caritativas y otras asociaciones voluntarias, grupos de interés o de presión, etc.) que a veces tienen también un estatuto público. Un fenómeno nuevo e interesante es el de los movimientos sociales, al margen de los partidos políticos (por ejemplo, los movimientos estudiantiles, ecologistas, feministas y de gays, internacionalmente; el Tea Party y el Occupy Wall Street, en Estados Unidos; la Asociación de Víctimas del Terrorismo, los Indignados del 15-M y el incipiente Movimiento de los Ciudadanos, en España, que en gran parte han evolucionado hacia formas de partidos politicos de tipo populista, al denunciar -con razón- la partitoracia y la corrupción: Vox, Podemos, Ciudadanos…).
Los métodos de actuación, tanto de los actores individuales como de los colectivos, varían según los sistemas políticos, principalmente son muy diferentes en las Autocracias y en las Democracias. En éstas, como se supone, los actores individuales (los electores) y los colectivos (los partidos políticos) tienen un papel dominante. En las Autocracias suelen aparecer movimientos de resistencia y oposición clandestina, vinculados o no a los partidos políticos, utilizando o no la violencia. El fenómeno del terrorismo, interno e internacional, no es exclusivo de las Autocracias, y puede estar inspirado por razones ideológico-políticas, religioso-teocráticas, étnico-raciales o de identidad nacionalista.
Entre los actores individuales en todas la épocas conviene recordar la importancia de los intelectuales, en sentido amplio (filósofos, pensadores políticos, científicos, escritores, artistas, etc.) que pueden ejercer una poderosa influencia en su época o cultura. Es importante, al analizar las ideologías y movimientos políticos contemporáneos, ver las diferencias entre Intelligentzia e Intelectuales (como sustantivos, el primero comienza a emplearse en Rusia a principios del siglo XIX, y el segundo aparece en Francia durante la crisis del Affair Dreyfus, siendo empleado en España por Unamuno en torno a 1898), como propuso Isaiah Berlin al estudiar el movimiento populista ruso y su contraste con los partidos socialistas occidentales, especialmente los marxistas. Un criterio puede ser el que representan los tipos platónico y aristotélico: Platón propone el ideal del Filósofo-Rey, mientras Aristóteles, mas modestamente, el del Filósofo-Consejero y educador de los ciudadanos. El tipo platónico culmina históricamente en el concepto marxista-leninista del intelectual revolucionario, miembro de la vanguardia o élite dirigente. El tipo aristotélico se compadece mejor con la figura de los miembros de la Intelligentzia en el populismo ruso, consejeros y educadores, pero no dirigentes políticos. Asimismo la figura del «intelectual orgánico» en las sociedades burguesas contemporáneas que describiría Gramsci, pensando en Benedetto Croce en Italia (igualmente, un Max Weber en Alemania, José Ortega y Gasset en España, Reinhold Niebuhr en Estados Unidos, Octavio Paz en Méjico…) ilustra el fenómeno de la poderosa influencia y representación de algunos escritores o intelectuales individuales en la vida social y política de una nación en determinadas circunstancias históricas.
Concretamente hay que subrayar en esta introducción a la Ciencia Política la importancia de ciertos intelectuales en la formulación de las Teorías políticas modernas, normativas o empíricas, a partir del Renacimiento, cuyo objeto es la explicacion «científica» de los fenómenos sociales y políticos, por el indudable impacto que han tenido y tienen en la acción y proceso político, en el ámbito de las minorías o élites científicas y del poder (pensemos en un Nicolás Maquiavelo, un Thomas Hobbes, un Adam Smith, un Karl Marx, o un Max Weber…Es inevitable, por ejemplo, imaginar la escena de este último enfrentado al mariscal Ludendorff, reprochándole la derrota alemana en 1918, asi como el asesoramiento que después prestaría a los redactores de la Constitución de Weimar en 1919); y asimismo los intelectuales responsables en la creación y la divulgación de las Ideologías políticas en la época contemporánea (el neologismo ideología, al parecer, se genera en la escuela filosófica de Condillac, pero desde 1776 lo emplean ya en España, entre otros, Antonio de Capmany y más tarde Melchor de Jovellanos, con anterioridad al tan citado título de Destutt de Tracy) cuyo objeto específicamente es la movilización política y generalmente son un producto para el consumo de las masas, como trato de exponer en la sección segunda.
El marco histórico e institucional donde se desenvuelven los actores individuales y procesos políticos, son en sí mismos actores colectivos: las Naciones, los Estados, y los Gobiernos.
3. Autocracias y Democracias.
Ya hemos mencionado los dos grandes ámbitos en que podemos clasificar los sistemas políticos. Como es fácil inferir, la Autocracias han dominado la mayor parte de la historia y su persistencia en el presente resulta obvia. Si consideramos la naturaleza de los aproximadamente 200 gobiernos que forman la ONU, veremos que la gran mayoría, unas tres cuartas partes grosso modo, siguen siendo Autocracias, sin contar los que no forman parte de la propia organización internacional, como el régimen de Korea del Norte y otros despotismos diversos (el régimen de «Hamastán» en Gaza, el «Estado Islámico» en Siria/Irak…). El ámbito de las Democracias, y somos muy generosos, solo lo representan aproximadamente medio centenar de paises, que se caracterizan en su mayoría por ser democracias no consolidadas.
El estudio de las Autocracias, como percibieron muy tempranamente Tucídides y Jenofonte, es una premisa necesaria de la Filosofía y de la Ciencia Política. En cierto modo, es una condición necesaria para comprender cabalmente el carácter de las Democracias.
Tucídides nos indica en las primeras páginas de su Guerra del Peloponeso, analizando los prolegómenos del conflicto, que «La vieja forma de gobierno (en la polis griega) era la Monarquía hereditaria con derechos y limitaciones establecidos, pero a medida que la Hélade llegó a ser mas poderosa y la importancia de la adquisición de riqueza llegó a ser mas evidente, las Tiranías se establecieron en casi todas las ciudades-Estado, incrementando los recursos (mediante impuestos y expropiaciones), floreciendo la construcción de barcos y orientandose la ambición hacia el poder marítimo». Posteriormente el socrático Jenofonte escribiría dos monografías para ilustrar dos formas de Autocracia: la maligna, Hieron el Tirano, y la benigna, Ciropedia.
Platón, en el Libro VIII de La República, analizando el proceso cíclico de los cambios de régimen, presenta la teoría de la Tiranía como una consecuencia de la degeneración de la Democracia. Y en su clasificación de los tipos de Estado (Aristocracia, Oligarquía, Democracia y Tiranía, mas los casos especiales de la Timocracia y el sistema de Esparta), realmente todos menos la efímera Democracia –la misma percepción que tuvo Tucídides respecto a la Atenas de Pericles- son formas de Autocracia.
En cierto modo, el gran introductor de la Modernidad en el pensamiento político, Nicolás Maquiavelo, también trató la cuestión de las Autocracias benigna y maligna, respectivamente en sus dos famosas obras, El Príncipe (1513) y los Discursos (1513-), donde contrasta la Tiranía, la institucion de la Dictadura, la Aristocracia/Oligarquía, y el Principado con otras formas de representación republicana más liberal y democrática.
Hemos celebrado precisamente el pasado año 2013 el 500 aniversario de la obra más famosa de Maquiavelo y, posiblemente, de política en general de todos los tiempos, El Príncipe, que terminada de escribir en 1513, no se publicaría hasta 1532. Por tal motivo en Estados Unidos se han publicado al menos cuatro obras, de Philip Bobbit, Alan Ryan, Maurizio Viroli y de Corrado Vivanti. La de éste último, Niccolo Machiavelli: An Intellectual Biography (Princeton U. P., Princeton, 2013), va a ser durante mucho tiempo la biografía de referencia, siendo su autor además el editor de las obras completas estándar del célebre florentino. Como ha destacado en una recensión el asimismo especialista en Maquiavelo y profesor de Harvard, Harvey C. Mansfield, de su mente emerge el concepto moderno de Estado, y no es meramente un hombre de su tiempo, el Renacimiento, sino el fundador de la Modernidad. «El Príncipe, dijo, debe actuar de acuerdo con los tiempos, pero de tal manera que contribuya a cambiar esos tiempos. Para tener éxito el Príncipe debe ser un Príncipe Nuevo, que no acepte el status quo (…) teniendo en cuenta a sus rivales y enemigos, no esperar a que lo desplacen, anticipandose a las tendencias, proactivamente (virtuosamente, diría Maquiavelo) y hacer que todos dependan de él.» (WSJ, New York, June 24, 2013).
Una tesis de Corrado Vivanti que probablemente sorprenderá a muchos es que relativiza el supuesto republicanismo de Maquiavelo en los Discorsi, es decir, que para el gran pensador político la realidad fáctica y permanente de las autocracias (benignas o malignas) era lo más destacable en la naturaleza humana y en la conducta política de los pueblos.
Es una percepción coincidente con la de James Burnham en The Machiavellians (1943), obra en la que utiliza el método de análisis político del florentino, actualizado por los teóricos modernos de las élites u oligarquías políticas (Mosca, Pareto, Sorel y Michels) para desarrollar su tesis de que la democracia, en cuanto «gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo» no solo ha sido practicamente inexistente en la historia, sino que es técnicamente imposible, y por tanto la «autocracia elitista» (en la terminología de Burnham, los managers) resulta inevitable.
Autoritarismo y TotalitarismoLas ideologías colectivistas y estatistas del siglo XX (comunismo, fascismo, nazismo) han desembocado en el fenómeno del Totalitarismo, que conviene diferenciar del Autoritarismo. El Totalitarismo implica una voluntad de dictadura total en todos los ámbitos del sistema social (político, económico y cultural), mediante el terror de masas, el trabajo forzado, la planificación central y el colectivismo económico. El conservador español Juan Donoso Cortés lo previó en su Discurso sobre la Dictadura (1849) al referirse a un «depotismo universal» en ciernes, resultado de las dictaduras revolucionarias («del puñal»), socialistas y ateas, frente a las cuales propuso como antídoto el autoritarismo de las dictaduras gubernamentales («del sable»), defensoras del sistema establecido y la religión. Carl Schmitt en los años 1920s-1930s refinó los conceptos, que cuajarían en su distinción entre dictaduras comisorias-constitucionales y dictaduras revolucionarias, dictaduras cualitativas y dictaduras cuantitativas, autoritarismo y totalitarismo. Aunque en un ensayo posterior, Teoría del partisano (1963), apuntaría que lo peculiar del totalitarismo es la suplantación del Estado por un partido totalitario, tal como ocurriera en los casos del comunismo y del nazismo (y, añadimos hoy, ciertas concepciones islamistas radicales, teocráticas). El fascismo, el franquismo y las múltiples variedades de dictaduras civiles o militares, nacionalistas y conservadoras, generalmente respetuosas con el Estado y cierta libertad en los ámbitos económico y cultural-religioso, se encuadrarían más bien en el tipo de regímenes autoritaros. El historiadoir Stanley G. Payne, decano del hispanismo en los Estados Unidos y sin duda el máximo experto mundial en el fascismo y el franquismo, en su enciclopédica obra A History of Fascism, 1914-1945 (1996) y casi una veintena de libros relacionados con la materia, nos ofrece las tipologías y análisis comparados más pertinentes.
El profesor Payne ha planteado adecuadamente la cuestión del «fascismo genérico», y autores como Jonah Goldberg han postulado la posiblidad de una nueva forma de autoritarismo que él denomina «fascismo liberal» (que traducimos como «fascismo progresista»), sin olvidar asimismo las derivas autoritarias de la partitocracia en los sistemas democráticos.
Más cuestionable, a mi juicio, es la percepción del papa Francisco en su reciente documento Evangelii Gaudium (2013) de la existencia de una «nueva tiranía» del capitalismo, por culpa de la excesiva autonomía de los mercados, que a mi juicio refleja una deficiente y políticamente sesgada formación intelectual (jesuita), y una patética experiencia histórica (argentina). Lo que el papa y muchos adeptos a la Teología de la Liberación (a veces compañera de viaje del marxismo-leninismo) defienden como estatismo y «justicia social» es, precisamente, la base estructural-ideológica de lo que algunos autores, siguiendo a Goldberg, llamamos fascismo progresista: por ejemplo, el peronismo, y los múltiples populismos anti-capitalistas que hoy anegan el continente latinoamericano. Más productivo sería explorar y profundizar en la hipótesis de una «tiranía de la mayoría» que puede amenazar las democracias cuando vulneran las libertades individuales o de las minorías, como plantearon temprana y agudamente los Federalistas americanos (Alexander Hamilton, James Madison) y algunos liberales europeos (Alexis de Tocqueville, John Stuart Mill). En general, la obra clásica de Friedrich A. Hayek, Camino de servidumbre (1944), es la crítica más contundente de los riesgos autoritarios y totalitarios del estatismo y del colectivismo.
Transiciones y Consolidaciones
Toda la historia es un proceso de cambios políticos graduales o violentos, evoluciones o revoluciones. Las revoluciones son un capítulo importante de la historia y la política modernas, pero en esta obra solo haremos referencias generales a ellas a propósito de los procesos ideológicos que las acompañan y los regímen políticos en que cristalizan (Revolución Inglesa del siglo XVII, Revolución Americana de 1776, Revolución Francesa de 1789, Revolución Rusa de 1917, etc.). Los procesos de evolución política que nos interesan aquí son las que llamamos transiciones de la autocracia a la democracia en la época contemporánea, así como el corolario, menos estudiado o realizado con menor profundidad, de las consolidaciones democráticas.
Las revoluciones inglesa, americana y francesa cristalizaron, en efecto, en sendos sistemas políticos democráticos, pero la consolidacion democrática en ellos fue distinta: larga y gradual en el caso británico y de la Commonwealth (también en Suiza y en los paises escandinavos); corta (en términos históricos) y nítida en el caso estadounidense; muy problemática y alargada en el tiempo en el caso francés, tras sufrir sucesivas regresiones temporales a formas autocráticas. Caso aparte es el especial y singularísimo de Israel, que coincide cronológicamente con el establecimiento de las democracias europeas de posguerra (Francia, Italia, Alemania…)
El caso de España es pertinente al tema, ya que es un modelo reciente y ejemplar de transición política (ver Raúl Morodo, La transición política, Madrid 1984), pero a mi juicio de consolidacion fallida hasta la fecha. El caso español es similar en muchos aspectos a los problemas de las democracias de la Europa continental (incluida Francia), y especialmente de los paises que han experiementado la transición a la democracia en las últimas olas (como las denomina Samuel P. Huntington): Portugal y Grecia en Occidente, las naciones de Hispanoamérica y del Este de Europa, aparte del ámbito asiático donde los nuevos sistemas democráticos presentan características culturales específicas (Taiwan, Corea de Sur, India, Indonesia, etc.).
Mencionaba al profesor Morodo y su pequeño libro, muy apropiado como introducción al caso español, ampliamente investigado por especialistas tanto españoles como extranjeros, especialmente teniendo en cuenta que además de politólogo el autor fue un actor destacado de la misma transición española, asi como uno de los co-autores del Preámbulo de la Constitución de 1978, que en cierto modo es una síntesis de la filosofía política de la misma.
Mi objeción a la práctica totalidad de los estudios académicos sobre la transición española es que han aceptado muy pronto y acríticamente el supuesto de la consolidación, sin tener en cuenta los análisis comparados con otros procesos de democratización (para empezar el primer modelo histórico consumado, el estadounidense, que ha sido el más corto temporalmente en la transición, aunque Walt Whitman en Democratic Vistas estimó que fue necesario todo un siglo, 1776-1876, hasta su consolidación). En este modelo se ven con claridad los tres requisitos funcionales de la misma: 1. La regular alternancia de gobierno. 2. Vigencia del principio imperio de la ley (rule of law), algo diferente a la expresión europea continental Estado de Derecho. 3. La afirmación de una cultura política democrática, de fair play, con normas escritas y no escritas (criterio muy complejo, que implica entre otras cosas la sustitución de la partitocracia por una auténtica democracia individual, libre, y representativa).
Vengo postulando en los últimos años que el requisito esencial para obtener una cultura política democrática y realizar la consolidación pendiente, concretamente en España, es precisamente rechazar los intentos de politización de la democracia con la llamada Memoria Histórica en general, y la Guerra Civil y el franquismo en particular (algo que hay que dejar a los historiadores, politólogos profesionales y otros expertos), y quizás prestar más atención a los «agujeros negros» en nuestra proceso democrático reciente (el 23-F, el caso GAL, el 11-M, el caso Faisán, la partitocracia y la corrupción política e institucional). Sospecho que mucha de la propaganda sobre la Memoria Histórica no solo responde a una memoria histérica, inconsciente pero humanamente comprensible, sino a una voluntad de manipulación por parte de los partidos y sindicatos para ocultar, difuminar o distraer sus propios problemas de corrupción.
En el intento de profundizar en la calidad de las democracias, los estudiosos deben reconsiderar las diferencias estructurales entre el parlamentarismo (según el modelo U.K.), y el presidencialismo (según el modelo U.S.); las teorías de la representación en función de los sistemas electorales y su eficacia o funcionalidad; las diferencias entre la partitocracia y la democracia, hoy tan evidentes, cuyas explicaciones se remontan a las teorías sociológicas elitistas (Mosca, Ostrogorski, Pareto, Michels) y de la oligarquía y el caciquismo (Costa). Es el tema que planteó con vigor y profundidad James Burnham en su obra The Machiavellians. Defenders of Freedom (1943), y que nos retrotrae a otro problema mayor: la disyuntiva tocquevilliana entre democracia y libertad.
Asimismo, se deben repensar los aspectos fundamentales de la constitución escrita y la constitución no escrita (por ejemplo en la más veterana y todavía vigente, la de Estados Unidos), sobre cuestiones tan diversas como la representación individual y territorial , el federalismo, la separación de poderes, el checks and balance, los partidos, la misma democracia, etc.
4. ¿Fin de la Política?
Desde la Revolución soviética en Rusia de 1917 (de la que el comunismo sería una parte que luego dominaría el todo), el mundo contemporáneo presenció un intento abrupto y violento de cambio económico y social (mediante Terror y Totalitarismo) sin precedentes en la historia, cuantitativa y cualitativamente. Cuando dicho intento, pese a los millones de víctimas, fracasó, algunas mentes lúcidas certificaron el hecho empírico, dando paso a una literatura finalista, que inicialmente postuló el Fin del socialismo en Rusia (Max Eastman, 1936), el Fin de las ideologías (James Burnham, 1941; Albert Camus, 1944) en un sentido político, y en un sentido mas sociológico (socialistas convertidos en neo-conservadores como Daniel Bell, Seymour Martin Lipset, Irving Kristol, Raymond Aron, etc., o liberal-conservadores como Friedrich Hayek, en los años cincuenta).
Hubo que esperar a los primeros síntomas del colapso de la Unión Soviética (la hipótesis del «colapso» fue postulada muy tempranamente por uno de los padres de la Guerra Fría, James Burnham en 1947-49) para que Francis Fukuyama hiciera popular y polémica su tesis sobre el Fin de la historia (1989), expresión hegeliana que en este caso quería significar el triunfo final del capitalismo y la democracia de Occidente. Tras la caída del Muro y el fin de la Unión Soviética se extendió la percepción del Fin del comunismo/Fin de la Guerra Fría, pero pronto surgieron nuevas concepciones que custionaron la de Fukuyama, y entre ellas la más exitosa ha sido la del Choque de Civilizaciones (Samuel Huntington, 1993), que considera que Occidente (resultado de la Civilización judeo-cristiana), donde el triunfo del capitalismo y la democracia parecen evidentes, es solo una parte del mundo donde otras Civilizaciones (Islámica, Ortodoxa, Budista, Hindú, etc.) van a competir con un poder emergente en el escenario político globalizado.
Si de la tesis del fin de las ideologías algunos pensadores sacaron precipitadamente la idea de la despolitización progresiva y el triunfo de la tecnocracia (una idea por cierto muy cara a los autoritarismos y dictaduras paternalistas ibéricos, en Portugal y en España, a lo largo del siglo XX: «poca política y mucha administración»), y otros más pesimistas vinculados a un nihilismo posmoderno, han llegado a insinuar el Fin de la democracia, los análisis de Huntington nos permiten comprender adecuadamente algunos fenómenos contemporáneos, como el yijadismo y otras formas de terrorismo, la limpieza étnica, el multiculturalismo, los nuevos populismos identitarios, el estatismo y la partitocracia anti-democráticos, etc., que en cualquier caso ponen de manifiesto que el fin de la política era una ilusión o un wishful thinking.
La política no solo no desaparece, sino que adquiere una enorme complejidad en el mundo globalizado del siglo XXI, lo cual require un enfoque holístico que la filosofía política, más que las ciencias sociales particulares, nos permite aplicar. La política nacional y la internacional, la estatal y la interestatal, la cultural y la multicultural (en el sentido huntingtoniano: dentro de una nación política particular y en la sociedad internacional ), asimismo están íntima y dialécticamente unidas, aunque a mi juicio sigue siendo útil, como proponía Carl Schmitt, la distinción entre el amigo y el enemigo.
Teniendo en cuenta el principio de Sun Tzu, «Conoce al enemigo y conócete a tí mismo», y asimismo la observación del profesor Tierno Galván de que toda política en el fondo es una conspiración, evitando caer en una destructiva paranoia (quizás por eso el genial Salvador Dalí postulaba irónicamente un método paranoico crítico, que por cierto las agencias de Inteligencia y Contra-Inteligencia han considerado muy conveniente), de manera que el conocimiento del enemigo nos obligue también a conocernos a nosotros mismos.
Ahora bien, debemos tener siempre presente el dictum (atribuido a Aristóteles), relativo a la amistad: «Soy amigo de Platón, pero más amigo de la Verdad.» (En la Ética a Nicómaco lo que escribe literalmente es: «Con sernos ambos queridos, es deber sagrado reverenciar la verdad de preferencia a la amistad», Libro primero, VI).
Es un criterio que, en mi opinión personal, debe inspirar a los profesores de Ciencia Política o de Política a secas, es decir, que sería deseable que las amistades y militancias políticas quedaran aparcadas, y que –reiterando la recomendación kantiana, más que pensamientos políticos enseñaran a los alumnos a pensar.
Autores y obras citados:
Las citas del texto clásico de Tucídides, La Guerra del Peloponeso, son versión libre mía de la traducción en 1628 de Thomas Hobbes (Works, edición Bohn, vol. 8, London, 1848). De Platón cito la edición en inglés, The Republic (traducción de B. Jowett, The Modern Library, New York, s.a.), y de Aristóteles la edición española, Ética Nicomaquea y Política (traducción de Antonio Gómez Robledo, Editorial Porrua, México, 1977). Las citas de Sun Tzu, El Arte de la Guerra, son también versión mía de la edición de Dallas Galvin (traducción del chino al inglés de Lionel Giles, The Art of War, Barnes & Noble Classics, New York, 2003).
De las obras de Nicolás Maquiavelo hay múltiples ediciones, siendo la estándar en inglés The Prince and the Discourses (Richard McKeon, ed., The Modern Library, New York, s.a.); en español: El Príncipe y Discursos, en Obras Escogidas (Argos-Vergara, Barcelona); Diego Saavedra Fajardo, Empresas Políticas. Idea de un Príncipe político-cristiano, 1640 (Ed. Quintín Aldea Vaquero, Editora Nacional, Madrid, 1976); Juan Donoso Cortés, Discurso sobre la Dictadura, 1849, en Obras Completas (BAC, Madrid); Alexander Hamilton, James Madison y John Jay, El Federalista, 1787-88 (FCE, Méjico); Alexis de Tocqueville, La democracia en América, 1835-40 (FCE, Méjico, y Alianza Editorial, Madrid); John Stuart Mill, Sobre la Libertad, 1859 (Tecnos y Alianza Editorial, Madrid).
Otros autores mencionados: James Burnham, The Machiavellians. Defenders of Freedom (John Day, New York, 1943); Friedrich Hayek, The Road to Serfdom (Routledge, London, 1944), The Constitution of Liberty (Univesity of Chicago Press, Chicago, 1960) y el artículo «Two Types of Mind» (1974); Samuel P. Huntington, The Clash of Civilizations and the remaking of World Order (Simon & Schuster, New York, 1996); Raúl Morodo, La transición política (Tecnos, Madrid, 1984); Stanley G. Payne, A History of Fascism, 1914-1945 (Routledge, London, 1996); John Rawls, A Theory of Justice (Harvard U.P., Cambridge, MA, 1971); Carl Schmitt, Concepto de lo político (1927) y Teoría del partisano (1963), diversas ediciones en alemán y español; Leo Strauss, Natural Right and History (U. Chicago Press, Chicago, 1953) y On Tyranny (Cornell U. P., Ithaca, New York, 1963); Enrique Tierno Galván, Anatomía de la conspiración (Taurus, Madrid, 1962).
PUBLICACIONES DEL PROFESOR MANUEL PASTOR
De mis trabajos me permito mencionar extensamente (para más información y mejor conocimiento de la evolución de mis ideas por parte de mis alumnos o lectores) los siguientes:
Sobre Política, Pensamiento Político y Ciencia Política:»Introducción», en R. Morodo y M. Pastor (ed.), Lecturas de Ciencia Política, Tucar, Madrid, 1975; «Una revisión del revisionismo» (Revista de Política Comparada, UIMP, Madrid,1982); «Hermann Heller in memoriam «(Revista de Política Comparada,UIMP, Madrid, 1983); «Ortega y Octavio Paz» (Revista de Occidente, Madrid, 1983); «Octavio Paz, ensayista político», (Debate Abierto, Madrid, 1992); «Teoría de las ideas e ideologías políticas en España» (Debate Abierto, Madrid, 1993); «Las ideologías políticas » y «La Ciencia Política en España», en M. Pastor (coord.), Fundamentos de Ciencia Política, McGraw-Hill, Madrid, 1994; «El neoconservadurismo, según un neocon español», (TA, 2012); «En defensa de la filosofía política», (TA, 2012); «Historia y Memoria: sobre guerras civiles y memorias históricas», (TA, 2012); «El Sexenio Leo Strauss (2003-2009): neoconservadurismo norteamericano y paranoia anti-neocon» (Libro Homenaje a Amando de Miguel, CIS, Madrid, 2013); «Padres e Hijos. Un ensayo sobre el amor, la política y el nihilismo» (kosmos-polis, 2013); «El pensamiento político español de los tiempos bobos» (kosmos-polis, 2014); «Quinto Centenario de El Príncipe» (kosmos-polis, 2014), «La banalidad del bien: el dilema político y moral de Carl Schmitt» (kosmos-polis, 2014); «La invención del federalismo moderno» (con María Corrés, kosmos-polis, 2015); «Populismo, ¿enfermedad infantil del izquierdismo?» (kosmos-polis, 2015); «El momento populista» (kosmos-polis, 2015); «Stalin vs. Lincoln» (kosmos-polis, 2015); «El Capitalismo del Siglo XXI según el Papa Francisco y Thomas Piketty» (kosmos-polis, 2015); «El proyecto Floridablanca» (Floridablanca, 2015); «Democracia vs. Partitocracia: el populismo democrático» (Floridablanca, 2015); «James Burnham (1905-1987): un liberal-conservador americano» (Floridablanca, 2015); «Thomas Sowell, filósofo político mondain» (Floridablanca, 2015); «Un pensador conservador español» (La Crítica, 2015, y kosmos-polis, 2015).
Sobre la Autocracia:Los orígenes del fascismo en España (Tucar, Madrid, 1975); Ensayo sobre la Dictadura. Bonapartismo y Fascismo (Tucar, Madrid, 1977); «El fascismo», en M. Pastor (ed.), Ideologías y movimientos políticos contemporáneos (UIMP, Madrid, 1980); «Naturaleza del franquismo» (El Siglo, Madrid, 1992); «Las postrimerías del franquismo» (en Ramón Cotarelo, ed., CIS, Madrid, 1992); «Las Dictaduras» (con Carmen Ninou), en M. Pastor (coord.), Fundamentos… ant. cit. (1994), ; «Finalismo comunista y fin del Comunismo», (Aldaba, Melilla, 1993);»Memoria histórica: los crímenes del Comunismo» (CPP, 2008); «A propósito del término islamofascismo» (LIL, 2007); «El fascismo progresista» (LIL, 2010); «Del Gran Gatsby al Gran Hermano: la cara amable del autoritarismo progre americano» (kosmos-polis, 2013); «Enigmático Stalin» (kosmos-polis, 2014); «El pensamiento liberal de Unamuno frente al Autoritarismo» (kosmos-polis, 2014); «El fascismo progresista: el caso de las hermanas Mitford» (kosmos-polis, 2015); «Hermanos en la fe, el poder y la muerte (los Ngo, los Kennedy y los Castro)» (kosmos-polis, 2014); «Autoritarismo y Totalitarismo» (Libro Homenaje a Ramón Cotarelo, Akal, Madrid, 2015); «Dirty Little Secret: ¿el fascismo-leninismo?» (kosmos-polis, 2015); «Rusia, Occidente, y la Nueva Guerra Fría» (kosmos-polis, 2015); «Persona y Sistema: Franco y Franquismo» (La Crítica, 2015, y kosmos-polis, 2015); «El siglo del Totalitarismo» (La Crítica, 2016).
Sobre la Democracia (En Estados Unidos):»Alexander Hamilton…» (Revista de Estudios Políticos, 2005); «Abraham Lincoln…» (La Ilustración Liberal, 2009); «El pensamiento político de Barack Hussein Obama» (CPP, 2009). Véanse asimismo mis artículos sobre la historia y la política estadounidense reciente en theamericano.com (TA), libertaddigital.com (LD) y La Ilustración Liberal (LIL), especialmente: la polémica sobre Lincoln con José Carlos Rodríguez (LD, 2009); «Edward Said y Obama» (TA, 2010); «La Doctrina Obama» (LD, 2010); «Sarah Palin» (LD, 2010); «Michele Bachmann y el Tea Party» (LD, 2010); «Tríptico Americano: A. Hamilton, A. Lincoln, y T. Roosevelt»(LD, 2011); «Obama y las primeras primarias» (LD, 2011); «La excepcionalidad americana» (TA, 2012); «El peso del mundo sobre Iowa» (TA, 2012); «Primarias USA: Democracia versus Partitocracia» (TA, 2012); «A propósito del Tea Party» (LD, 2012); «Obama contra la Constitución»(LD, 2012); «Benghazi-Gate» (LD, 2012); «Fin de la era WASP» (LD, 2012); «Bengasi como síntoma» (LD, 2013); «Impeachment?» (LD, 2013). Asimismo, «Dos hombres y un destino…» (CPP, 2011) y «John F. Kennedy» (CPP, 2012); «Algunas claves sobre el asesinato del presidente John F. Kennedy» (kosmos-polis, 2013); «Un legado siniestro: J. F. Kennedy y sus muertos» (kosmos-polis, 2014); «Dos escritores políticos americanos: H. L. Mencken y Sinclair Lewis» (kosmos-polis, 2014); «El Congreso Americano» (kosmos-polis, 2014); «El excepcionalismo de la ideología liberal americana» (komos-polis, 2014); «Obama, ¿Teólogo o Teleólogo?» (kosmos-polis, 2014); «Los orígenes del populismo democrático moderno» (kosmos-polis, 2015); «Princess Alice» (kosmos-polis, 2014);»Microanálisis del populismo democrático: las elecciones al Congreso en el distrito sexto de Minnesota» (kosmos-polis, 2014); «Obama impotente» (Floridablanca, 2015); «Lincoln y el derecho de autodeterminación» (Floridablanca, 2015)»Los Bush: una dinastía política americana» (kosmos-polis, 2015); «El Congreso» (en la obra de Y. Casado,… Tecnos, Madrid, 2015); «Vanity Fair: las primeras primarias USA-2015» (kosmos-polis, 2015); «El Factor S en las primarias del partido Demócrata» (kosmos-polis, 2015); «Hacia las primarias USA-2016» (Floridablanca, 2015); «Elecciones USA-2016: una larga campaña con ecos de Benghazi» (kosmos-polis, 2015); «Los héroes políticos de Albert Rivera» (La Crítica, 2015); «Cruz vs. Rubio» (La Crítica, 2015, y Floridablanca, 2016); «Los Kennedy y los Bush: Degeneración de dos dinastías políticas norteamericanas» (kosmos-polis, 2016).
Sobre la Democracia (En España):»Reflexiones sobre la transición política y la consolidación democrática en España» (Debate Abierto, 1994); «La democracia en España: ¿La consolidación pendiente?» (Libro Homenaje a Carlos Moya, CIS, Madrid, 2007); «Los intelectuales catalanes y el federalismo» (LIL, 2008); «España, ¿una democracia fallida?» (LD, 2010); «Una generación perdida: La clase política española del 23-F» (TA, 2012); «Historia de la UGT» (Revista Española de Ciencia Política, 2012); «El fin del juancarlismo» (LD, 2012); «Reflexiones sobre el 23-F» (kosmos-polis, 2014); «La resistible ascensión de Arturo Mas» (kosmos-polis, 2014); «España, ¿democracia o partitocracia?» (kosmos-polis, 2014); «El Rey Felipe y la consolidación democrática pendiente» (kosmos-polis, 2014); «Memorias y desmemorias históricas: del guerracivilismo a los agujeros negros de la democracia española» (kosmos-polis, 2015); «La redención de los municipios» (kosmos-polis, 2015); «España, ¿una democracia fallida?» (La Crítica, 2015); «Un buen discurso, pero…» (kosmos-polis, 2015, y La Crítica, 2015)
Sobre Relaciones Internacionales:»Las relaciones hispano-norteamericanas en perspectiva» (La Ilustración Liberal, 2003); «Bernardo de Gálvez y la Revolución Americana» (Libertad Digital, 2010); «Mariano G. Vallejo. Un republicano español en California» (Libertad Digital, 2010); «Diez años que cambiaron el mundo» (La Ilustración Liberal, 2011); «Hacia una historia de las relaciones hispano-norteamericanas» (The Americano, 2011); «Estados Unidos y el Rey en el 23-F» (The Americano, 2012; kosmos-polis, 2014); «Civilización Atlántica y relaciones hispano-norteamericanas», kosmos-polis, 2014); «Leoneses en la historia y en la cultura norteamericanas» (kosmos-polis, 2014); «Europa impotente: a propósito de la crisis en Ucrania» (kosmos-polis, 2014); «El Conde de Floridablanca y la Independencia de los Estados Unidos» (kosmos-polis, 2015); «Rusia, Occidente, y la Nueva Guerra Fría» (kosmos-polis, 2015); «Choque de Civilizaciones» (La Crítica, 2015, y Floridablanca, 2015).
- política
- democracia