Los EEUU, Reino Unido y la OTAN, están empujando al mundo hacia la III Guerra Mundial, un Holocausto Global, provocando a Rusia-Putin en Ucrania.

ARMAGEDDON (III) – HACIA LA III GUERRA MUNDIAL

La narrativa oficial de Occidente sobre la Guerra de Ucrania, de la que nadie se puede desviar un milímetro so pena de ser tachado de “putinista”, enemigo de la libertad o algo peor, es tan restrictiva como simple:

  • “El 23 de Febrero de 2022 Rusia invadió Ucrania, sin haber recibido previamente ninguna provocación, debido únicamente a los afanes imperialistas rusos y a la vesania criminal de su presidente (que, por si fuera poco, tiene un nombre que evoca al satánico confesor de las mujeres de la aristocracia de los zares, zarina incluida, Rasputín). EEUU y la OTAN están apoyando a Ucrania para defender la democracia y para poner freno al expansionismo ruso que amenaza a Europa y al mundo libre”.

Es decir, para esta narrativa, defendida por todos los Gobiernos occidentales y sus Grandes Medios de Comunicación de masas, la historia de Ucrania no empieza hasta el 23 de Febrero de 2022. Todo lo que ocurrió anteriormente no existió, y quien lo evoca es merecedor de que caiga sobre él el oprobio, la censura, la cancelación, o cualquiera de las medidas represivas que el “mundo libre” ha puesto en marcha desde hace ya más de cuatro años contra cualquiera que haya osado oponerse o resistirse a sus fabricadas mentiras (Covid, “vacunas” mRna, cambio climático antropogénico…), de las cuales ya nos hemos hecho eco en este foro anteriormente (ver la serie Leviathandemia, especialmente IV y V).

En los dos artículos anteriores hemos visto la falsedad de la supuesta “no provocación” de Ucrania, EEUU y la OTAN a Rusia. Todo ha sido una provocación continua, progresiva y en escalada. En cuanto a los otros dos motivos aducidos del apoyo occidental a Ucrania: la defensa de la democracia y el freno al expansionismo ruso, son, como lo anterior, una pura falsedad repetida goebbelsianamente por la propaganda globalista occidental.

Vayamos con el primero. Pocos regímenes menos democráticos y más corruptos que el ucraniano. Para empezar, el régimen actual comenzó en 2014 con el golpe de Estado de Maidan en que se echó al presidente democráticamente elegido, Viktor Yanukovich, golpe planificado, teledirigido y facilitado por el país más “democrático” del mundo, los EEUU. Lo primero que hizo el Gobierno golpista fue abolir el ruso como lengua cooficial del país, privando de sus más elementales derechos a una parte cercana al 40% de la población ucraniana. Acto seguido, se dedicó a acosar con el terror a los manifestantes que protestaban contra esa vulneración de los derechos humanos (masacre de Odessa…), y desató, sin solución de continuidad, la guerra civil contra el este de Ucrania de etnia rusa.

Una vez llegado al poder en 2019, el gran icono de la la libertad y la democracia occidental, Volodimir Zelenski, recrudeció la guerra contra la etnia rusa del Donbas, en contra de sus promesas electorales de lograr la paz en Ucrania, y no solo eso sino que con sus provocaciones -plenamente conscientes y en consonancia con los EEUU- llevó a su país a la guerra contra Rusia y a la devastación. Después de la invasión, el “democrático” presidente abolió 11 partidos de la oposición (prácticamente todos), cerró los medios de comunicación no afines y, como gran hito, acaba de abolir la Iglesia Ortodoxa de Ucrania, con la excusa de que obedece a Moscú, como también hace la prensa occidental para justificar este monumental ataque a la religión y a la libertad de culto.

Esta justificación, que quiere dar a entender, además, que la Iglesia ortodoxa ucraniana es una incrustación de Rusia en Ucrania, es totalmente falsa. La Iglesia Ortodoxa, al revés que la Católica cuya cabeza es el Papa, se constituye por 14 demarcaciones autónomas autocéfalas, de las cuales una de las más importantes desde tiempos remotos es la que abarca lo que en tiempos fue el imperio de los zares y soviético, cuya cabeza es el Patriarca de Moscú. Pero eso no significa que los ortodoxos ucranianos sean regidos por rusos. Están regidos por obispos ucranianos que reconocen la primacía del Patriarca de Moscú, como los obispos españoles reconocen al Papa como Padre de la Iglesia Católica.

Recuerde el lector que en la Constitución española de la II República de 1931, por el art. 26 se echó a los jesuitas de España aduciendo su obediencia al Vaticano. Pero ni siquiera en esta revanchista, sectaria y masónica constitución -que llevaba ya incubada la guerra civil- se llegó a abolir a toda la Iglesia Católica en España, que se podría haber hecho por los mismos motivos aducidos contra los jesuitas (recomiendo la lectura La masonería en la crisis española del siglo XX, de la historiadora María Dolores Gómez Molleda). Esto es lo que acaba de hacer Ucrania, con el beneplácito del mundo “libre”, desposeyendo al 80% de los ucranianos de poder ejercer libremente sus creencias. 

No se puede olvidar tampoco, como parte constitutiva de la singular “democracia” ucraniana, la participación en el Gobierno de Maidan -y posteriores- de los partidos nazis Sector Derecho y Svodoba, y la incorporación en el ejército de Ucrania de las brigadas nazis Azov (adiestradas por la CIA). Ni, por supuesto, la glorificación -elevado a la categoría de héroe nacional- del criminal de guerra nazi Stepan Bandera, el mentor e inspirador de todos los partidos y organizaciones nazis ya nombradas.

Como ultimo broche del carácter democrático de Ucrania, en Mayo de 2024 expiró el mandato de Zelenski y no ha convocado elecciones presidenciales, con la excusa de la guerra, extremo que no está contemplado en la constitución ucraniana, siendo, por tanto, un presidente ilegal, eso sí, con el beneplácito de sus protectores occidentales.

Este es el país que los EEUU, la UE y la OTAN están haciendo pasar como adalid de la democracia y parapeto de las “hordas” que quieren acabar con Occidente. ¿Pero, y qué decir de la corrupción? Se necesitarían páginas interminables para abarcar el tema. Pero vamos a circunscribirnos a uno de los más sonados, por lo simbólico y representativo. Nos referimos al caso Burisma/Biden. De todos es conocido la prosperidad acaecida sobre la familia Biden desde que el cabeza de familia fue elegido vicepresidente de los EEUU, asuntos que los grandes Medios, el FBI y la CIA taparon antes de las elecciones de 2020 para no perjudicar al candidato presidencial en las elecciones más tramposas de la historia que probablemente haya habido en las democracias occidentales. El hecho es que justo después del Golpe de la CIA de Maidan en 2014, el hijo predilecto de Biden, Hunter, conocido por practicar todo tipo de fechorías en el ámbito de la moral y las buenas costumbres (y de grabarlas en su ordenador que sería protegido -ocultado- por el FBI), sin tener ningún conocimiento de negocios energéticos firmó un contrato con la principal empresa ucraniana del sector, Burisma, por el que recibió un millón de dólares anuales.

El fiscal general de Ucrania, Viktor Shokin, se tomó en serio ese cometido que la UE y EEUU le pusieron a Ucrania de combatir la corrupción y comenzó una investigación sobre Burisma y su presidente, Zlochevski, pero, indudablemente, no sabía con quién se las estaba gastando. El vicepresidente Biden tomó rápidamente cartas en el asunto y le dijo al presidente de Maidan/Ucrania, Poroshenko, y a Yats (como llamaba Victoria Nuland al hombre que eligió como primer ministro antes de dar el Golpe de Estado de Maidan), que si no destituían al fiscal ipso facto EEUU no le daría a Ucrania una ayuda de 1.000 millones de $ recién aprobada, lo cual logró con la misma celeridad que exigió (todo el caso, y otros de la familia en Rusia, Kazastán y China, se puede leer en el Informe del comité del Senado de los EEUU sobre la Famiglia Biden).

Pero lo que es más espectacular del caso es que el propio Biden, ya de presidente, se jactó públicamente de su gran hazaña; nada menos que en el globalista Council of Foreign Relations (creado por David Rockefeller), donde contó con chanza y prepotencia que para echar al fiscal que investigaba a la empresa que untaba generosamente a su hijo, les dio de plazo a Poroshenko y a Yats el tiempo que tenía para coger el avión e irse de Ucrania: 6 horas. Las palabras con las que termina su relato solo son superadas, en ignominia, por las risas de complacencia del auditorio: “Son of a bitch. He got fired” (Hijo de p**a. Fue echado). Aquí pueden ver el video, una elocuente imagen de la ejemplaridad del líder del “mundo libre”.

Con todo lo expuesto es más que evidente que la democracia -inexistente- de Ucrania no era el motivo del “apoyo” (por utilizar una palabra eufemística) del bloque occidental a Ucrania. Como tampoco lo era la segunda de las razones aducidas: frenar la amenaza expansionista rusa a Europa. En esto nos encontramos con el famoso aforismo de “los pájaros tirándole a las escopetas” (valga sólo como metáfora porque Rusia no es precisamente ningún pajarito desarmado). En los dos artículos anteriores hemos visto cómo después de la caída del Muro Berlín lo que ha hecho Rusia, voluntariamente, es disolver el Pacto de Varsovia y reducir su tamaño con la independencia de seis de las antiguas repúblicas soviéticas. EEUU/OTAN, al contrario, incumpliendo sus promesas, ha ido incorporando todos esos espacios cedidos por Rusia a su Alianza militar, en una escalada continua de cerco militar a Rusia, culminada con el Golpe de Estado de 2014 en Ucrania, la guerra a la etnia rusa de Ucrania y la admisión de Ucrania como candidata a incorporarse a la OTAN, la ¨línea roja” final que provocó la ocupación rusa de 2022.

A esto habría que añadir, desde el punto de vista del belicismo, que desde 1990 Rusia solo ha participado en dos guerras, una de pequeña envergadura en Osetia del Sur como ya vimos, y ahora en Ucrania, en ambos casos para defender la seguridad de su país amenazada a cero kilómetros, al borde de sus fronteras. EEUU/OTAN, al contrario, tiene en su haber las siguientes: Serbia, Afganistán, Irak, Yemen, Libia y Siria, países a los que devastó, sin contar otras tantas de menor renombre repartidas por todo el orbe. Todas estas guerras a miles de kilómetros de sus fronteras, sin que estos países supusieran una amenaza para la seguridad de Europa, menos de EEUU (¿nos acordamos de las “armas de destrucción masiva” de Sadam Hussein?).

En el caso de Serbia, la OTAN (EEUU) la bombardeó durante 78 días en 1999, teniendo España el triste honor de que Javier Solana fuese su secretario general. Todo ello sin la autorización de la ONU, y con un doble objetivo: desestabilizar los Balcanes, y en especial a Serbia, aliada de Rusia, y poner bases militares americanas a pocos kilómetros de Rusia. Esto lo consiguieron con la separación de Serbia de la provincia de Kosovo, que se auto declaró independiente, siendo reconocida desde el principio por EEUU y sus aliados, pero la mayoría de los países de la ONU, entre ellos España, no la han reconocido todavía.

Este es un caso ilustrativo de lo que EEUU entiende por “Orden internacional basado en normas” (Rules based International Order), es decir, o aceptas sus normas o te encontrarás con el desorden, la devastación y el caos. Ellos pueden bombardear un país que está a miles de kilómetros y que no afecta para nada a su seguridad; y pueden desmembrarlo y reconocer unilateralmente la independencia de una de sus partes, en la que van a instalar al poco tiempo una base militar (Kosovo). Pero Rusia no tiene derecho a defender a una parte de un país vecino que era rusa desde hacía tres siglos y que estaba siendo atacada y diezmada durante ocho años por un gobierno hostil apoyado y espoleado por los EEUU. Al final, como lo que decía Stalin con los votos, que lo único que importaba es quién los contaba, lo mismo se podría decir con la vara de medir, de la que sólo importa quién la tiene en la mano…

Ante este panorama. ¿Quién es el belicista? ¿Quién es el expansionista? ¿Quién está poniendo en peligro la seguridad mundial? Pero es que, además, el mero sentido común echa por la borda las mentiras repetidas ad nauseam de la Elite Globalista Occidental sobre el pretendido afán imperialista ruso. Emmanuel Todd, uno de los más grandes intelectuales que todavía quedan en el “mundo libre” (ver impresionante perfil), en su reciente e imprescindible libro La derrota de Occidente (Madrid, Akal, 2024) lo pone bien claro: teniendo en cuenta que en 2021 Rusia tenía 146 millones de habitantes, y que descenderá a 126 en 2050, para una superficie de 17 millones de kilómetros cuadrados, Rusia, “lejos de querer conquistar nuevos territorios, se pregunta sobre todo cómo seguirá ocupando los que ya tiene” (vid, op. cit. pág. 52). Si tenemos también en cuenta que la población de la OTAN, sin contar Turquía, es de 880 millones de habitantes, y que el PIB de Rusia es el 3,3 % del de la OTAN sin Turquía, “hablar de una Rusia conquistadora capaz de invadir Europa después de haber liquidado a Ucrania, es pura fantasía o propaganda” (ibid, pág. 52).   

La realidad es precisamente la contraria: no es Rusia quien quiere fagocitar a Occidente, sino al revés, Occidente quien quiere desmembrar y acabar con la Federación Rusa, como veremos más adelante.  

Esto se hace mucho más evidente desde que Zelenski tiró por la borda finalizar la guerra a los dos meses de haberse comenzado, rechazando los acuerdos de paz de Estambul, que estaban ya prácticamente cerrados, cuando Boris Johnson se presentó en Kiev y le dio un ultimátum para romper las negociaciones y continuar la guerra sin cuartel, si no quería perder el apoyo militar y económico de Occidente (ver artículo de Newsweek citado), cosa que hizo sin rechistar para desgracia de los ucranianos.

Desde ese momento, la ayuda militar de Occidente no dejó de fluir en cantidades ingentes. Más de 250.000 millones de dólares ha destinado la OTAN a la guerra de Ucrania en estos dos años, de los que (como relata el Council of Foreign Relations de Rockefeller) solo 175.000 de EEUU, de los cuales 107.000 millones directamente a Ucrania, todos en armamento excepto la bicoca de 34.200 millones de $ destinados al gobierno, sin ningún tipo de auditoría, luz ni taquígrafos (el Congreso y el Senado de EEUU todavía no han podido -querido- inspeccionarlo); un dinero opaco que se ha diluido en gran parte por las cloacas de Kiev, como muy bien saben sus donantes, pero es indudable que para lograr que los dirigentes sacrifiquen a sus compatriotas tienen que existir, más que razones, estímulos indeclinables…     

Esta impresionante ayuda, claramente, está describiendo el carácter de “guerra por poderes” (proxy war) que Occidente ha entablado contra Rusia, en la que Ucrania pone los muertos, y EEUU/OTAN todo el armamento, la logística, la inteligencia, la estrategia y los objetivos (aunque también ponen subrepticiamente mano de obra mercenaria). Nunca se les ha pasado por la cabeza a los países occidentales (con la excepción de Hungría y Viktor Orban) apelar a la diplomacia o iniciar negociaciones de paz. Todo lo contrario, cuando las ha habido (Minsk, Estambul…) las han boicoteado. Hace poco, la propia Victoria Nuland ha reconocido en una entrevista de principios de septiembre que los EEUU sabotearon los Acuerdos de Estambul de Abril de 2022 porque “no debilitaban a Rusia”, el único objetivo de EEUU por el que han sacrificado, con el mayor cinismo y crueldad, a todo un país, como ha hecho gala la pirómana de Maidán (ver aquí).

Los líderes occidentales lo único que hacen, al unísono, es repetir hasta la saciedad que Rusia no puede ganar la guerra, y como resulta que la está ganando -entraremos brevemente en ello-, la reacción de Occidente es la escalada, poner más carne (armas) en el asador, por el que se está sacrificando “hasta el último ucraniano”.

A todo esto, para disimular la evidencia de la “guerra por poderes” y manifestar que ellos no estaban directamente en guerra contra Rusia, desde el principio de las hostilidades los EEUU declararon que no iban a traspasar “líneas rojas” que podrían desembocar en la III Guerra Mundial. El 11 de marzo de 2022, el propio Biden hizo esta declaración, que conviene tener bien presente, de las que destacamos los dos puntos fundamentales:

  1. No vamos a hacer la guerra a Rusia en Ucrania” (We will not fight a war against Russia in Ukraine).
  2. Una confrontación directa entre la OTAN y Rusia es la III Guerra Mundial. Algo que tenemos que evitar a toda costa” (A direct confrontation between NATO and Russia is World War III. And something we must strive to prevent

La falsedad del primer punto es fácilmente verificable. Recomiendo al lector que vaya al final del artículo citado del Council of Foreign Relations (CFR), el think-tank más importante de la élite Globalista, en el que aparece visual y detalladamente toda una lista del ingente, letal y sofisticado armamento puesto por EEUU en Ucrania para utilizarlo contra las tropas rusas. Sólo faltan las botas en el campo de batalla (boots on the ground), pero para eso ya tienen las de los ucranianos, hasta el último de ellos. Y esto sin contar la ayuda del resto de la OTAN.

¿Cómo le llamamos a esto si, según Biden, eso no es hacerle la guerra a Rusia en Ucrania? ¿Utilizamos algún aforismo orwelliano, como “la guerra es paz”? Pues no nos lo tomemos a broma. Eso es exactamente lo que dijo el ya mencionado Secretario General de la OTAN (el tan sobrado de hubris como escaso de criterio y cordura), Jens Stoltenberg, en la catedral de la Elite Globalista, el Foro Económico y Mundial de Davos. Merece la pena verlo y oírlo:

  • “Si queremos tener una solución negociada pacífica a la guerra en Ucrania necesitamos proveer de ayuda militar a Ucrania. Esa es la única manera. Las armas son el camino para la paz”.

Esto lo dijo sin sonrojo, con más de 500.000 soldados muertos ucranianos, y un país devastado. Estos son los personajes de los que depende nuestra seguridad y supervivencia, y la del mundo.

En cuanto al segundo punto de Biden, es evidente que la confrontación bélica directa entre EEUU y Rusia, las dos superpotencias nucleares del planeta (Rusia 6.000 ojivas, EEUU 4.000-5.000) es un vehículo directo para la III Guerra Mundial. La pregunta que se desprende de esta evidencia señalada por Biden es insoslayable: ¿Por qué, entonces, los EEUU están vulnerando, una tras otra, todas las líneas rojas que pueden llevar a este fatal desenlace, empezando por la fundamental: hacerle la guerra a Rusia en Ucrania?

La respuesta es clara: porque con la provocada guerra de Ucrania estábamos en la ultima fase de la ofensiva de la OTAN contra Rusia. Los EEUU estaban convencidos que Putin no aguantaría en el poder con el aluvión de sanciones económicas que se le iban a venir encima. Cuando vio el avance ruso en los inicios de la ocupación, y que la paz estaba a punto de ser firmada en Estambul, movieron de nuevo ficha para evitar que esto ocurriera, porque el objetivo era derrotar a Rusia, echar a Putin del poder.

Pero no hay cosa peor, como ya advirtió el sabio Sun Tzu, que sobreponderarte y desconocer a tu enemigo. Como ya describimos en el primer artículo de la serie, cuando Putin vino al poder en el año 2000 comenzó la reconstrucción económica y política de Rusia como potencia. Por eso, para impedirlo, se intensificó la ampliación y el cerco de la OTAN, y se llevó a cabo el Golpe de Estado de EEUU de 2014 en Ucrania. En ese momento, con la anexión rusa de Crimea vinieron las primeras sanciones económicas contra Rusia. Pero éstas, en vez de dañar su economía, lo que le hicieron fue un favor, como ha destacado el economista Michael Hudson (ver aquí; en Google et al está censurado), porque Rusia se vio obligada a llevar a cabo una política de sustitución de importaciones que tuvo como resultado una potenciación de su capacidad industrial. Al mismo tiempo, viendo las intenciones nada amistosas de EEUU y la Alianza, Rusia también potenció su industria armamentística, consiguiendo importantes avances, como en el campo de los misiles hipersónicos, que le dan una notoria ventaja estratégica con respecto a los EEUU que todavía los tiene en experimentación.

El resultado de todo esto es que Rusia estaba mucho más preparada de lo que pensaba EEUU, tanto económica como militarmente, para conseguir los objetivos que se había propuesto con la Operación Especial Militar (que es como la han llamado) en Ucrania, lo cual es lo que ha motivado la escalada de EEUU y el traspaso continuo de las líneas rojas que ella misma se había interpuesto por mor de no desembocar en la III GM. 

Y para ello están dispuestos a hacer lo que sea para no perderla, como han manifestado por activa y por pasiva los líderes y principales representantes del Globalismo:

  • Biden: “Ucrania no será nunca una victoria de Rusia. Nunca”
  • Macron: “No podemos dejar que Rusia gane: Para tener paz en Ucrania no podemos ser débiles. Estamos listos para poner los medios para lograr nuestro objetivo: que no gane Rusia”
  • Stoltenberg: “Es extremadamente importante que el presidente Putin no gane esta guerra”

Para Occidente, ganar la guerra en Ucrania tiene un carácter “depredador”. Es impedir por todos los medios que Rusia se convierta de nuevo en una potencia mundial, como vimos en los dos artículos anteriores. La quiere como en la década de los 90, con Yeltsin, postrada y dependiente de Occidente, para así poder saquearla y extraer los innumerables recursos naturales de que dispone. Y, en último término, desmembrarla, reducirla para así conseguir definitivamente su ocaso, en la línea auspiciada por los dos grandes geoestrategas, John Mackinder y Zbigniew Brzezinski. Esto no es ningún secreto. Brzezinski lo dejó bien claro en su famoso ensayo escrito en 1997, Una Geoestrategia para Eurasia (que después ampliaría con su obra magna El gran Tablero Mundial, del que hicimos mención en el primer artículo), en el que proponía la conversión de la Federación rusa en una Confederación, es decir, su partición en tres repúblicas independientes asociadas entre sí: Rusia Europea, Siberia y el Lejano Este. Con esto se conseguiría su debilitamiento (“A loosely confederated Russia”) y conjurar la posibilidad de su reconstrucción imperial (“A decentralized Russia would be less susceptible to imperial mobilisation”). Como en el Gran Tablero Mundial, Brzezinski destacaba la importancia de llevar a Ucrania al campo occidental para “impedir cualquier tentación residual imperialista de Rusia”. El mapa de los bloques de influencia geoestratégica que pintó Brzezinski en 1997 es no sólo ilustrativo, sino una premonición que marcó la Hoja de ruta de la expansión atlantista, en el que ya aparece la actual OTAN cercando a una Rusia dividida en tres, con Ucrania incluida dentro de esa Atlanticist Europe.  

Los EEUU y Reino Unido, con la OTAN, su ariete, pretenden en su último objetivo destruir Rusia y expoliar sus imensas riquezas, y dividir su vasto territorio en tres repúblicas; Rusia Europea, Siberia y El Lejano Este.

Brzezinski es el gran ideólogo del imperialismo hegemónico de los EEUU de la Post-Guerra Fría. Su plan de ruptura y división de Rusia lo han suscrito por activa y por pasiva los neocons que han dominado la política exterior estadounidense de los últimos 30 años, así como sus aliados satélites. Entre ellos el todopoderoso y corrupto Dick Cheney, vicepresidente con George Bush Jr. y principal responsable de la guerra de Irak y la patraña de las Armas de Destrucción Masivas de Sadam Hussein, además de ser el el representante de los intereses de la empresa petrolífera Hallyburton, la principal beneficiaria de la destrucción e invasión por EEUU de Irak (ver aquí). En sus memorias, Robert Gates (Secretario de Defensa con Bush hijo) relata cómo en 1991, siendo Secretario de Defensa con Bush padre, Cheney abogó por “el desmantelamiento, no solo de la URSS, sino también de la propia Rusia, para que no pudiera ser nunca más una amenaza para el mundo” (ver aquí).

La ultima en subirse al carro ha sido Kaja Kallas, la primera ministra de Estonia, país que constituye con los países bálticos, Polonia, Reino Unido y EEUU, la línea dura rusofóbica de la OTAN (a los que se ha unido la antaño reticente Francia, en la nueva Hégira del pequeño Napoleón, Macrón. ¡Ay si se levantara de la tumba el general De Gaulle!). La Kallas (no confundir con la mítica diva de la ópera), desvelando las intenciones otanitas, pide abiertamente la derrota de Rusia para conseguir la ruptura y partición de la Federación rusa convirtiéndola en pequeñas naciones de fácil manejo (ver aquí).

Toda esta Hoja de Ruta la conoce Rusia perfectamente, como se ha ocupado el presidente Putin de recalcar en múltiples ocasiones, especialmente en el importante discurso que pronunció con motivo de la incorporación de las 4 repúblicas de la Novorossiya a la Federación rusa, después de los referéndums celebrados en Septiembre de 2022 (está censurado en Google, Safari, etc., pero pueden verlo aquí en español). Y si todavía no ha estallado la III GM que Biden dice querer evitar -de palabra, no por los hechos-, se debe a la enorme paciencia que están mostrando los rusos con las transgresiones occidentales a sus líneas rojas, que son cada vez más numerosas, osadas y peligrosas.

No han pasado más de tres meses en estos dos años sin que el congreso de los EEUU apruebe nuevas ayudas militares a Ucrania hasta sobrepasar los 100.000 millones de dólares (sin contar otros tantos del resto de la OTAN). Y de todas las cosas que dijeron que no iban a hacer porque ponía en peligro la paz mundial, de todas ellas se están desdiciendo. Dijo Biden que no mandaría tanques Abrams, y para allá que los envió. El 11 de marzo de 2022 dijo que proveer a Ucrania de jets F-16 “significaba la III Guerra Mundial”, entre otras cosas porque pueden portar misiles nucleares de medio y largo alcance elevando la amenaza nuclear a niveles inaceptables para Rusia, y hace poco que Ucrania acaba de recibir la primera entrega de seis aviones, uno de los cuales ha sido abatido no se sabe si por fuego amigo o por un misil hipersónico ruso, aunque esto último no lo reconocen las fuentes occidentales.

Pero la escalada no ha parado ahí. Han ocurrido recientemente dos sucesos de la mayor gravedad que elevan el riesgo de confrontación directa de la OTAN con Rusia a niveles muy cercanos al Defcon 1.

El primero fue el ataque con drones a dos de los nueve radares, o escudos antimisiles, que posee Rusia para detectar lanzamientos de misiles balísticos desde el espacio por EEUU (ver articulo del corresponsal de El Mundo en Washington). Estos ataques fueron realizados en Mayo de 2024 desde Ucrania a la ciudad de Armavir, a unos 450 kms en el interior de Rusia, e hicieron blanco en los radares (posteriormente se realizó otro ataque, este fallido, a un radar situado a 1500 kms en Orsk). Las repercusiones que pudo tener esta agresión sin precedentes son escalofriantes. Lo primero que podrían haber pensado los rusos -habida cuenta de que inutilizaron dos de sus principales detectores balísticos- es que un ataque real nuclear de los EEUU podría ser inminente. Afortunadamente, si lo pensaron no actuaron en consecuencia. Pero es obvio que al realizar ese ataque los EEUU (Ucrania no tiene ni la capacidad, ni los medios ni el motivo: la guerra nuclear, para llevarlo a cabo) lo que estaban haciendo era comprobar la eficacia de los escudos antimisiles rusos para ver posibles fallas, y las encontraron con éxito porque los radares no detectaron los drones que vuelan a baja altura. De eso no solo han tomado nota los americanos. Mucho más los rusos que, entre otras cosas, han levantado acta de las “intenciones” de EEUU y la OTAN para lo que parecen estar preparándose o, quizás, preparando.

El segundo, si no tan peligroso como el primero -que pudo haber desatado un conflicto nuclear-, fue una actuación, en parte desesperada, en parte provocativa, pero, en cualquier caso, una fragrante violación de las “líneas rojas” de Moscú. Me estoy refiriendo a la invasión en Agosto de 2024 por parte del ejercito ucraniano de la región rusa fronteriza de Kursk. Al decir que es una violación de las “líneas rojas”, no es tanto por el derecho que pudiera tener Ucrania a contraatacar a Rusia pagándole con la misma moneda, sino por el hecho de que esa acción hubiera sido imposible llevarla a cabo sin una planificación y apoyo armamentístico, logístico y de inteligencia por parte de la OTAN. En concreto, aparte de la participación que haya podido tener EEUU, el papel principal lo tuvo Inglaterra -el país más rusofóbico del planeta- como reconoció jactanciosamente el Sunday Times, su principal periódico, que describió la ofensiva de Kursk “como un plan de Gran Bretaña, con equipo militar británico, incluyendo drones y tanques de fabricación británica”(ver aquí).  

Sin embargo, aparte de la humillación inicial infligida a una confiada y desprevenida Rusia, el teatral golpe de efecto no ha tenido ninguna repercusión en el desarrollo de la guerra. La propia incursión, como ya ocurrió con la contraofensiva ucraniana de la primavera de 2023, ha resultado en un completo fracaso y está siendo cercada y aplastada por las fuerzas rusas, que, por otro lado, no han desviado su atención de su principal objetivo inmediato: completar la anexión de las regiones de la Novorossiya, incorporando de facto todas las regiones de la margen izquierda del río Dniéper a la Federación Rusa, algo que está a dos pasos de conseguir.

Esta es la realidad de la guerra que los países occidentales han evitado contar a su población, engañándola con la más descarnada propaganda. Una guerra terrible, que los medios de comunicación dominados (todos) por la Élite Globalista ya no pueden ocultar más y empiezan a relatar, como este estremecedor reportaje del Financial Times, por el que se evidencia que Ucrania ha perdido a toda una generación de jóvenes menores de 30 años, la mayoría de ellos sacrificados en la guerra (se estiman en más 500.000 los soldados muertos) y el resto, afortunados, porque han podido emigrar y zafarse de los reclutamientos forzosos. Levas indiscriminadas, que asaltan y secuestran por la calle a cualquier varón no importa la edad que tenga, para ser enviados a una muerte segura sin apenas preparación ni condiciones bélicas de ningún tipo. Petrificados, “congelados (freeze) ante el ataque ruso” como reza el titular del rotativo de la City de Londres.

Pero como ya hemos visto EEUU y la OTAN no están dispuestos a que esto -la victoria, rusa- ocurra, y en un paso más de la escalada están a punto de traspasar la línea roja que se podría considerar definitiva para que se desencadene lo que sus líderes no se han cansado de repetir que nunca harían para evitar la III Guerra Mundial. Nos referimos al permiso que EEUU y la OTAN podrían dar a Ucrania, de manera inminente, para golpear objetivos dentro de Rusia con misiles de largo alcance proporcionados por los países occidentales.

Para que el lector se dé cuenta de la gravedad de la situación, conviene hacer previamente una pequeña incursión histórica. En la Guerra Fría EEUU y la URSS eran enemigos irreconciliables, pero en sus líderes, al menos, no faltaba el sentido común, y llegaron al convencimiento -acertado- que la utilización del arma atómica por cualquiera de ellos traería como consecuencia la destrucción total de ambos y el holocausto nuclear. De ahí salió la doctrina de la Destrucción Mutua Asegurada (MAD por sus siglas en inglés, que también significa “loco”), que  disuadía a cualquiera de las potencias nucleares de ser la primera en “iniciar hostilidades” contra la otra. Como corolario de esta doctrina se llegaron a Acuerdos muy importantes de reducción de arsenales nucleares (los START), limitación de misiles antibalísticos (ABM) firmado en 1972 por Nixon y Brezhnev, o los de alcance intermedio (INF), firmados por Reagan y Gorbachov en 1987.

Cuando cayó el Muro de Berlín desapareció la amenaza soviética para Occidente, pero en contra de lo que habría sido esperable y deseable la sensatez de los líderes de las potencias nucleares no se mantuvo por mucho tiempo. Y aquí, también, los EEUU se llevan el dudoso honor de ser los primeros en perderla (la cordura). Así, en el año 2002, George W. Bush, Jr. se retiró del tratado ABM, y en 2019, Donald Trump hizo lo propio, con el tratado INF. Paralelamente, y esto es lo más preocupante, se abandonó la doctrina sobre la Destrucción Mutua Asegurada (MAD) y se sustituyó, en el caso de EEUU por el empleo del arma nuclear como medida preventiva (ver más ampliamente en el artículo de Scott Ritter), y en el ruso por su empleo en el caso de estar amenazada la existencia de la nación, incluida esta amenaza con fuerzas convencionales. En ambos casos, ya no hay ningún impedimento para ser el primero en apretar el botón, dependiendo ello de lo que uno interprete que haya que prevenir o, el otro, el grado en que esté amenazada la existencia de la nación. Es decir, que hemos pasado de la sensata doctrina del MAD a la locura de pensar que se puede iniciar una conflagración nuclear y salir exitoso del empeño…

En este contexto, ante la eventualidad de permitir el lanzamiento de misiles de largo alcance occidentales en el interior de Rusia, la pregunta es inevitable: ¿Qué puede ir mal?

Mejor no imaginárselo. Pero lo que causa pavor son los poderes que están en la sombra y los demenciales argumentos que utilizan para justificar esta escalada terminal, argumentos que son comprados sin apenas restricciones por los líderes de la OTAN y sus marionetas, siendo la principal uno de los principales causantes de la tragedia de Ucrania, V. Zelenski.

El periodista e investigador alternativo Brandon Smith ha destacado cómo el principal Think-tank Globalista (después del CFR), el Atlantic Council (AC),  – estrechamente ligado al Foro Económico Mundial (FEM) de Davos-, es el principal promotor de estas tesis después de la invasión ucraniana de Kursk, que exponen así por su principal analista Peter Dickinson:

  • “La ofensiva ucraniana está poniendo en evidencia la credibilidad del ruido de sables ruso y planteando serias dudas sobre la ”racionalidad” de Occidente con sus excesivas precauciones. Después de todo, la actual invasión ucraniana de Rusia es, seguramente, la más roja de sus líneas rojas. Si Rusia fuera de verdad seria sobre una posible escalada nuclear, éste hubiera sido el momento de hacer buenas sus muchas amenazas

¿Han leído con detenimiento este silogismo? ¿Qué es lo que está diciendo? Pues ni más ni menos que como Rusia no ha tirado la bomba atómica por la incursión de Kursk, no se la puede tomar en serio y que, por lo tanto, lo que debe hacer Occidente es no ser “irracional” con sus miedos a las amenazas rusas e ir a por todas, dándole a Ucrania el permiso para atacarla directamente con misiles de largo alcance. Lógicamente, se deduce, lo que debería haber hecho Rusia para que los líderes “racionales” se la tomen en serio es apretar el botón…

En definitiva, con esa prepotencia malsana al estilo del secretario general de la OTAN, Jens Stoltengerg, le están espetando a la cara al presidente que tiene la llave del maletín de las claves de 6.000 ojivas nucleares eso de “perro ladrador, poco mordedor…”

¿Se puede tener una menta más insana? Pues eso es exactamente lo que están diciendo una gran mayoría de los líderes de la OTAN, yendo a la cabeza el “subcontratista” de la guerra de Occidente con Rusia -como le llama acertadamente Emmanuel Todd (ibid. pág. 201), Volodomir Zelenski, para el que “la incursión de Kursk demuestra que las líneas rojas de Putin son un farol”, un bluff. Esa es la campaña que está llevando por los países de la OTAN para que le dejen bombardear Rusia con los misiles de largo-alcance de EEUU, Reino Unido y Francia (ver aquí).       

V. Zelenski y el presidente del Atlantic Council, John F. W. Rogers

No obstante, en esta razzia de Zelenski por Occidente se ha encontrado con un hueso duro de roer, con Donald Trump, que previamente a la tensa reunión que mantuvieron ambos hizo las únicas declaraciones sensatas y valientes que se han oído en todo el orbe de los países de la OTAN, refiriéndose a la devastación de Ucrania y a la responsabilidad que ha contraído su presidente en ello: “Esas ciudades han desaparecido. Han desaparecido y continuamos dándole miles de millones de dólares al hombre que rechazó llegar a un Acuerdo. Cualquier acuerdo al que hubiera llegado hubiera sido mejor que la situación que tenemos ahora” (ver aquí).

Se entiende perfectamente que Donald Trump haya sufrido dos atentados en menos de dos meses, y los que vendrán… No es un hombre de La Ciénaga (The Swamp), esa urdimbre inextricable que domina el mundo formada por las grandes corporaciones financieras, tecnológicas, armamentísticas, farmacéuticas, de comunicación de masas, así como el Pentágono, la CIA, la NSA et alia, lo que se conoce como el Estado Profundo (Deep State), al que Trump nombró antes de las elecciones de 2020 diciendo que “no le extrañaba que no estén contentos porque con él de presidente no se inició ninguna guerra”. En otro momento añadió que “los mandamases del Pentágono no le quieren porque lo único que les gusta es crear guerras para que esas maravillosas compañías que hacen las bombas, los aviones y todo lo demás estén contentas” (ver aquí). No le van a permitir, está claro, como no se lo permitieron a Kennedy, que ponga en riesgo ese tinglado que tienen erigido en loor del dios Marte.

Continuando con “La Ciénaga” y sus guerras, es evidente que los sociópatas de la Élite Globalista y los amaestrados líderes políticos que les rinden pleitesía (sobre esto tendremos ocasión de hablar en otro artículo) son portadores de un agudísimo trastorno narcisista que les impide, no solo aprehender la realidad, sino ser conscientes de sus limitaciones. Se consideran por encima del género humano, ese al que ellos, con su transgresión continua del orden natural de las cosas, creen no pertenecer.

Por esa arrogante ceguera que padecen excretan silogismos tan falsos como el de los “faroles” de Putin, porque si alguna lección podemos extraer de estas dos ultimas décadas es que Putin cumple lo que advierte y anuncia. En 2008 la CIA provocó la invasión georgiana de Osetia del Sur y Rusia la defendió. En 2014 fue el Golpe de Estado de Maidan y Rusia anexionó Crimea. Durante todos esos años ha estado avisando que no permitirían que Ucrania entrara en la OTAN, y cuando era ya inminente iniciaron la Operación Militar Especial en Ucrania, en una guerra que tienen todos los visos de ganar. Si no fuera así Occidente no se metería de lleno en las temerarias escaladas que están poniendo en peligro la seguridad mundial.

¿Necesitan más ejemplos? Pues no. Como quien oye llover. La suerte es que Putin no ha perdido la cabeza, que la mantiene bien fría, y no ha reaccionado a estas bravatas y provocaciones con la vehemencia que parece que le exigen estos aprendices de brujo. La región de Kursk es una parte muy pequeña de la Federación rusa (no llega al 0,035% del territorio) y no tiene ningún valor estratégico, con la excepción de la central nuclear que el ejercito ucraniano no ha podido tomar. La incursión está siendo lenta pero implacablemente diezmada por las tropas rusas. Putin no va a desatar una guerra nuclear y destruir su país y el mundo para complacer a unos “señoritos satisfechos” (así los definió Ortega y Gasset en la Rebelión de las masas) y que le puedan decir que es un “tipo serio”. Además de narcisista, esta Élite Globalista exhibe una mentalidad muy infantil. Rusia ha dejado bien claro su doctrina nuclear: solo utilizarán la fuerza nuclear “si la existencia de la nación está seriamente amenazada, da igual que por medios convencionales o nucleares”. Ellos serán los que decidan cuándo se produce esta circunstancia, si es que ocurre, que esperemos que no sea así. Cualquier gobernante serio lo que debe hacer es tomar nota y trabajar para que el mundo no se vea abocado al holocausto.

Pero no parece ser así. Aquí va una lista de los principales líderes mundiales que están abogando, como dice la primera ministra danesa, “porque se deje ya de hablar de una vez de líneas rojas y se le dé permiso a Ucrania para bombardear Rusia con misiles de largo alcance”: los primeros ministros de Reino Unido (Keir Starmer), Canadá (Justin Trudeau), Estonia, Letonia, Lituania, Dinamarca, Finlandia y Suecia (ver aquí y aquí). El propio secretario General de la OTAN, Stoltenberg, que no desaprovecha una ocasión para sacar pecho, celebra que haya ese debate y se manifiesta “a favor de que Ucrania pueda utilizar misiles de largo alcance occidentales para atacar a Rusia”.

¿Nos acordamos de la crisis de los misiles de Cuba de 1962, cuando el presidente Kennedy le dio 48 horas a Krushev para que sus barcos cargados de misiles dieran media vuelta y se volvieran para casa? ¿Nos imaginamos lo que haría EEUU si Méjico llegara a un acuerdo con Rusia e instalara en su suelo los avanzados misiles hipersónicos rusos? ¿Nos imaginamos lo que pasaría si, además, Putin le diera el visto bueno a Méjico para que atacara EEUU con sus misiles? ¿Cómo es posible que estos personajes estén al frente de las naciones que se consideran la vanguardia de la civilización?

A todo esto, ¿qué es lo que dice EEUU, que es quien tiene que dar el permiso que sus súbditos -o satélites- le están solicitando con apremio? Pues en principio todavía no han dado la luz verde. Pero todo pende de un hilo. Para hacernos cargo de lo dramático e incierto de la situación, no hay que olvidar que nos encontramos que EEUU, y el mundo, está en manos de un presidente en avanzado estado de senilidad que ha sido apartado sin contemplaciones de la carrera presidencial por el llamado “Estado Profundo”, que maneja en la sombra Barack Obama, y que no sabemos cuál es su verdadero estado físico y mental. Todos los indicios son que el Secretario de Estado Anthony Blinken, el mayor halcón y fustigador de la guerra contra Rusia es uno de los que tiene la sartén por el mango, aunque de momento, y afortunadamente, no toda. Influido por Blinken, la primera manifestación de Biden al respecto, cuando fue preguntado el 10 de Septiembre si iba a dar el permiso son inquietantes: “Estamos trabajando (working out) sobre ello”. Blinken, a continuación, en una entrevista para la ABC daba su conformidad a que los ucranianos se defendieran con todos los instrumentos de que dispusieran (incluidos los misiles de largo alcance) donde quisieran, dentro o fuera de Ucrania, pero como queriendo quitarse cualquier responsabilidad puntualizó que los objetivos (dianas) elegidos “eran decisión de Ucrania, no de EEUU”.

A todo este cúmulo de tambores de guerra y amenazas de ataque a Rusia, Putin no dejó pasar dos días para responderlas y dejar claro, en especial a Blinken, lo que suponía todo aquello. En primer lugar, para que no le hicieran pasar por tonto, además de “farolista”, dejó bien claro dos cosas que saben perfectamente los EEUU y la OTAN:

  • 1. “El primer punto es que el ejército de Ucrania no es capaz de llevar a cabo independientemente ataques con los modernos sistemas de precisión de largo-alcance. No pueden. Necesitan para ello la inteligencia proporcionada por satélites que Ucrania no posee, es decir, satélites de EEUU o la OTAN.
  • 2. El segundo punto, muy importante y quizás clave, es que sólo los militares de la OTAN pueden realizar asignaciones de vuelo a estos sistemas de misiles”.

Es decir, que sólo la OTAN puede activar estos misiles, programarlos y elegir los objetivos donde impactarán, guiados por la inteligencia proporcionada por los satélites de la OTAN. ¿Lo habrá entendido Blinken?

Una vez dejada bien clara la cuestión, Putin añadió como corolario estos tres puntos:

  • 1. “Si se toma esta decisión (de autorizar los lanzamientos), eso significará nada menos que la participación directa de los países de la OTAN, los EEUU y los países europeos en la guerra de Ucrania.
  • 2. Lo cual significará que están en guerra con Rusia.
  • 3. Y si esto es así, teniendo en cuenta el cambio en la verdadera naturaleza del conflicto, tomaremos las decisiones apropiadas en función de las amenazas que se nos planteen”.

Esta alocución se produjo el 12 de Septiembre, y conviene verla para evaluar si nos encontramos enfrente de un jugador de póker o de una persona que hay que tomársela en serio. Y por lo que parece sí hay una parte muy importante del poder estadounidense que se la ha tomado muy, pero que muy en serio. Nada menos que los que tienen las armas: el Secretario de Defensa, Lloyd Austin, y el Pentágono. Según los rumores que han circulado de fuentes muy bien informadas, Lloyd Austin se habría impuesto a la camarilla belicista de los Blinken et al, y ha obligado, literalmente,al Presidente Biden a que dé marcha atrás y que no autorice bajo ningún concepto la utilización de los misiles de largo-alcance en suelo ruso. Por lo que parece, Biden se puso “furioso” pero cedió a los consejos de Austin que, según las fuentes, no fueron tales, sino “instrucciones» claras, lo cual estaría sugiriendo que los militares -el Pentágono- han tomado el poder último de la diplomacia y las armas en todo lo que concierne a la guerra de Ucrania (ver aquí).

Esta posibilidad no es en absoluto descabellada. Hay que tener en cuenta, en primer lugar, el estado de salud mental del presidente y las luchas intestinas que se deben estar librando por el poder entre los bastidores de la Casa Blanca. Por otro lado, el silencio que se ha producido desde que Putin hizo su admonitoria alocución avalan esta tesis. Si esta fuera cierta, nos encontraríamos en un escenario que sólo puede ser catalogado como “golpe de Estado” encubierto, por el que se habría conculcado la Constitución (art, 2º, sección 2), que solo reconoce al presidente como “Comandante en Jefe del Ejército y la Armada (Navy) de los EEUU”.          

En cualquier caso, como en el aforismo italiano: si non é vero é ben trovato, habría que considerar el supuesto Golpe de Estado como una bendición de Dios (o de la fortuna, si no se es creyente), aunque pone los pelos como escarpias pensar que el país más poderoso del mundo, líder de la democracia y del mundo libre, se debata en estos cenáculos de intriga e incertidumbre de los que depende el futuro de la humanidad.

No voy a extenderme más, pero quiero apuntar una última reflexión. No sabemos cómo va a acabar todo esto. De los actores visibles del drama, especialmente del mundo occidental, no se vislumbra el menor atisbo de sensatez, altura de miras, capacidad intelectual o moral para llevar el mundo por caminos esperanzadores. ¿Dónde están los Eisenhower, los Kennedy o De Gaulle? Es francamente desolador cómo todos los líderes de Occidente, al unísono (con la excepción del húngaro Viktor Orban), están marcando el paso de la oca invocando a los cuatro jinetes del apocalipsis, sin habérseles ocurrido en ningún momento apelar a la diplomacia para parar esta siniestra deriva, que para Europa es sencillamente suicida.

¿Quién está detrás de todos ellos? ¿A quién obedecen? De todo ello hablaremos en el próximo artículo, y lo relacionaremos con la pesadilla totalitaria que vivió el mundo con el Gran Fraude del Covid y las llamadas “vacunas” mRna, de lo que ya dimos cuenta en la serie Leviathandemia (especialmente los artículos IV y V), pesadilla en la que prácticamente todos los líderes del mundo, sobre todo los occidentales, marcharon también al unísono como un disciplinado ejército aplicando el mismo tipo de medidas represivas.

Como también hablaremos del triste panorama en que está sumida la población mundial, especialmente la occidental, aletargada, acrítica y sumisa, aunque tengo la esperanza de que los ingredientes para que reaccione y tome las riendas de su destino los tiene al alcance de la mano, a poco que se desembarace de la inmediatez de una manipulada vida política y social que le impide ver el bosque en llamas que la está poco a poco cercando.

¿No oyen cómo resuenan los tambores de guerra en el corazón de la vieja Europa? ¿No ven cómo se está hablando de reiniciar el servicio militar al que de momento postulan como “voluntario”, como en Alemania? ¿No le han llegado los ecos de la belicista y pérfida Albión que advierte que “la población civil debe estar dispuesta ya para combatir”?

¡¡¡La población civil!!!

¡¡¡Están hablando de nuestros hijos, de nuestros nietos!!!

¿Cómo es que nadie ha salido todavía a la calle a manifestarse por la paz y exigir que pare esta deriva destructora?

Hasta pronto. Mientras tanto, no esta de más apelar a nuestros grandes poetas:

P.S.- No hemos hablado aquí de la otra gran escalada que puede llevarnos a la III Guerra Mundial: el genocidio, la limpieza étnica y el Apartheid que el gobierno sionista de Israel -con el pleno apoyo de los EEUU- está perpetrando contra la población palestina en la antigua Palestina, delitos de lesa humanidad reconocidos recientemente por el órgano judicial más importante del mundo, el Tribunal Internacional de la Haya, dependiente de la ONU (lo puedes ver aquí y aquí). Lo dejaremos para otra ocasión en que podamos abordar cuestión tan complicada y extensa.

Siempre me he sentido solidario del pueblo judío, el pueblo que ha sufrido la mayor atrocidad que jamás se haya cometido en la historia de la humanidad: el Holocausto. Pero eso no legitima al Gobierno de Israel a llevar a cabo las atrocidades que están ahora en cometiendo en Gaza y Cisjordania. Israel no es el único país que tiene derecho a defenderse. Esa apelación al derecho a defenderse, en lo que concierne a Gaza y  Cisjordania, queda, además, deslegitimada porque se trata de territorios ocupados por Israel, como acaba de sancionar el Tribunal de la Haya en el segundo artículo citado. Correspondería, más bien, a los ocupados defenderse del agresor. No todo el pueblo judío aprueba la barbarie que está ejecutando el Gobierno sionista de Israel. El sionismo es una ideología nacionalista fundamentalista que está usurpando el verdadero ser del judaísmo, como están manifestando muchísimas voces judías que han sufrido, por sus ancestros, las plagas del racismo y la xenofobia. Voces que no quieren que el pueblo judío se convierta de víctima en verdugo. 

Acerca de Ignacio López Bru

Málaga, 1954. Licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad Comercial de Deusto. Estudió Sociología en la misma Universidad. Diplomado Comercial del Estado del Ministerio de Economía y Hacienda, en excedencia desde 1986, en que pasó a dedicarse a la actividad privada empresarial. Actualmente compagina las labores de empresario con diversas actividades relaciona-das con la sociedad civil. Es Secretario de la “Asociación 11-M, Verdad y Justicia”. Ha escrito diversos artículos periodísticos y participa en diversos foros y tertulias, entre ellas en el programa Sin Complejos de Luís del Pino, en esRadio. Autor de “Las Cloacas del 11-M”, una auditoría crítica de la Versión Oficial del 11-M. Blog: “las Cloacas del 11-M”
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